Don José María Morelos y Pavón debería ser considerado con mucho, la figura más sobresaliente de entre los movimientos de Independencia que tuvo México por su proyecto de Nación y de Estado, así como su papel militar; no cabe duda que se encuentra, junto a Miguel Miramón y a Felipe Angeles formando el trío de mejores comandantes militares mexicanos que ha habido, aunque sin desconocer que otros jefes, como Don Porfirio Díaz, Alvaro Obregón, Jesús González Ortega, Ignacio Zaragoza o el propio Francisco Villa fueron también grandes generales.
Así, en una anécdota seguramente muy exagerada, narrada obviamente por Carlos María de Bustamante, se dice que Napoleón, al enterarse de la ruptura del sitio de Cuautla, que es una obra maestra del arte de la guerra, exclamó: "¡Dénme a dos Morelos y conquisto al mundo!" tampoco fue para tanto, y en estas líneas diremos algunos de los errores graves que cometió y que le impidieron consumar la independencia, con todo y que llegó a poner en jaque a la dominación española aunque por un breve, brevísimo tiempo.
Morelos, a diferencia de Hidalgo, era de origen humilde, hijo de un carpintero y de una lavandera, nació en la ciudad de Valladolid, misma que hoy lleva su nombre: Morelia, en Michoacán. Su familia era de ascendencia africana, indígena y europea, con lo que en él estaba claramente marcado el carácter mestizo del mexicano, y en su juventud para nada estuvo inclinado al sacerdocio, sino que se convirtió en arriero, transportando mercancías por los caminos de la hoy región sur-sureste de México, que hoy comprende a los estados de Michoacán, Guerrero, Oaxaca, parte de Puebla , Veracruz y el estado constituido en su honor: Morelos. Esto le llevó a tener un conocimiento perfecto de aquella región: caminos, atajos, montañas, selvas y campos que le permitiría en muchas ocasiones batir con éxito a las tropas españolas. En una de esas correrías conoció a alguna mujer, cuya identidad hasta la fecha permanece borrosa, con la que tendría un amorío y como fruto un hijo al que llamó (pobrecito) Juan Nepomuceno, al ser ilegítimo, no tendría su apellido, pero el origen del que ostentó durante toda su vida permanece en la interrogante: algunos dicen que la amada desconocida de Morelos se apellidaba Almonte y era de clase alta, otros, refieren la anécdota que durante los combates, el caudillo ordenaba a la guardia personal de su hijo: "Llévense al niño al monte" y de ahí vendría el apellido. Morelos no escapó a las tentaciones del nepotismo mexicano, y durante la Guerra de Independencia el entonces adolescente recibió diferentes grados y el mando simbólico de algunos cuerpos del ejército independentista hasta antes de que su padre le enviara a estudiar a EUA, pero en 1821, el gobierno provisional instalado por Iturbide se los reconoció como a todos los demás: Insurgentes o Realistas y engrosó la enorme nómina de jefes y oficiales del naciente ejército nacional, llegando en poco tiempo a General de División, rango más alto que quedó fijado al instalarse la República.
Juan Nepomuceno Almonte (quien núnca reveló el origen de su apellido) fue, sin duda, la causa de que los historiadores oficiales colocaran a su padre en un segundo plano detrás de Hidalgo, pues después, junto a Lucas Alamán se convirtió en uno de los más furibundos líderes conservadores, y ya en sus últimos años fue apoyo indiscutible de Maximiliano y su enlace con Napoleón III y la emperatriz Eugenia de Montijo, de quien llegó a ser un gran amigo. El caso es que el pequeño "Nep" permanecería bajo la custodia de su padre desde casi bebé, siendo criado por la hermana de Morelos, y así estaba la situación familiar cuando éste que había hecho una discreta fortuna como arriero, comprado una casa en la ciudad y algunas parcelas en el campo, decidió cambiar de vida, sintió la llamada de la vocación y acudió a inscribirse en el Colegio de San Nicolás, a fin de estudiar para sacerdote; como era ya mayor de 30 años, no lo quisieron admitir, pero entonces ocurrió el encuentro con el Padre Don Miguel Hidalgo, entonces rector de aquella universidad, quien al ver la buena disposición y tenacidad de aquél hombre de musculosa constitución aunque de baja estatura (contra la creencia popular, Morelos era bastante bajito) y rudas maneras que confesaba desear ser sacerdote y le admitió entre sus alumnos. Una enorme gratitud y admiración surgió del humilde mulato (que tuvo que registrarse como criollo para ser admitido, dadas las leyes del sistema de castas impuesto por los Borbón) hacia el culto y aristocrático sacerdote de raíces hispanas.
Al ser ordenado, Morelos no fue destinado como su maestro a un próspero pueblo de criollos y españoles en el Bajío, sino a humildes comunidades indígenas de Michoacán, para 1810, Morelos era cura de Carácuaro, Michoacán donde sí se desempeñaba como el típico cura de pueblo al estilo de San Juan María Vianney, guardando las distancias, claro, administrando los sacramentos, oficiando misa, organizando las fiestas patronales y aconsejando a las familias, agregando a ello que montaba a caballo e iba a las más apartadas rancherías y a visitar los campos, incluso contemplando una que otra injusticia cometida por los europeos hacia los indígenas que lo llenaba de indignación.
Al estallar el movimiento de Hidalgo, Morelos fue a encontrar a su querido maestro en el pueblo de Indaparapeo, la leyenda nos dice que llegó pidiéndole lo admitiera como capellán castrense, pero Hidalgo le dijo que lo hacía general... esto es más leyenda, no creo que Don Miguel oteara en su ex-alumno cualidades militares, más bien creo que como Enrique Krauze lo narra en "La Antorcha Encendida", la conversación entre ambos clérigos giró en torno a que la guerra que desataba Hidalgo era, bien teñida de la doctrina social cristiana y de la escolástica, como la liberación de los judíos por Moisés de la esclavitud en Egipto. Con esa mística e idea de que tenía una misión sagrada que cumplir, Morelos se fue a las tierras del sur y levantó en armas un ejército.
Morelos sería bien distinto a Hidalgo, no buscó una masa amorfa y numerosa, sino un ejército no muy grande pero que pudiese ser entrenado, disciplinado y organizado para ser efectivo, cosa curiosa, entre sus colaboradores no tuvo a militares de carrera (o de baile y tertulia, más bien) como Hidalgo, sino a gente capaz, ordenada y talentosa de la región, uniéndosele los hermanos Galeana, una familia de hacendados prósperos de origen británico entre los que destacó el hermano mayor, Hermenegildo, y otro sacerdote: Mariano Matamoros, que demostró tener bien poco de hombre religioso y mucho de imbatible comandante táctico.
Junto a ellos llegaron un sinnúmero de personajes que fueron luego hechos oficiales del ejército de Morelos: Félix Fernández, estudiante de Derecho duranguense se transformaría en Guadalupe Victoria, mientras que Nicolás y Leonardo Bravo se unirían también a la causa, lo mismo que Vicente Guerrero y muchos más. Intelectuales, como Andrés Quintana Roo y su esposa Leona Vicario, Fray Servando Teresa de Mier, etc. colaboraron con el movimiento, y éste distó de ser el anárquico y sin objetivos movimiento de Hidalgo, pues ahora se tuvieron objetivos y planes claros, con un ejército que claramente se dividía en sus tres armas: artillería, infantería y caballería y que incluso contó incluso con uniformes, entre los oficiales y el propio Morelos, con el uniforme que luce en el retrato que le pintaron en Oaxaca en 1812, y los llamados "cuerudos", soldados de caballería vestidos con trajes de gamuza.
Estas garantías de orden y disciplina, como de efectividad llevaron a que la Junta de Zitácuaro, órgano que pretendía ejercer el gobierno independiente pero que fue creado por Ignacio López Rayón, (a diferencia de EUA, donde el Congreso dio el mando a Washington y controlaba al movimiento militar, aquí el caudillo militar controlaba y designaba al órgano político) quien había quedado a cargo del mando de los restos del ejército de Hidalgo, terminó por cederle a Morelos el mando y el rango de Generalísimo, declarando además de que había que renunciar a declarar la independencia bajo el nombre de Fernando VII como planteaba Hidalgo, y que México debía asumir un gobierno republicano.
En una serie de campañas relampagueántes que le hicieron acreedor del mote: "el Rayo del Sur", Morelos obtuvo numerosas victorias y llegó a tomar ciudades importantes como Acapulco, con lo que cortaba el comercio entre la Nueva España y Asia y Oaxaca, llegando a controlar en su mayor apogeo, entre 1812 y 1813, un territorio extenso que abarcaba lo que son hoy los estados de Morelos, Michoacán, Guerrero, Oaxaca, parte de Chiapas, de Puebla, de Tlaxcala y Veracruz, llegando a atreverse algunas guerrillas a acercarse a las afueras de la Ciudad de México. En ese territorio acuñó moneda y recaudó impuestos para sostener su ejército. Aún así y a pesar de esto, no pudo dar el paso definitivo, y al ser promovido a Virrey su mayor enemigo, el General español Félix María Calleja del Rey, poco después de que fue tremendamente humillado por Morelos en Cuautla, las cosas cambiaron.
Quizá porque, aunque fue derrotado, Calleja se dió cuenta de que Morelos apostaba, al más puro estilo napoleónico, por buscar la batalla decisiva, un combate en el que pudiese destruir por completo a las fuerzas ibéricas y abrirse paso a la capital; y quizá eso buscó en Cuautla, donde el cura michoacano se encerró con sus fuerzas y atrajo al ejército español que rodeo al pueblo, librándose durante casi 3 meses combates encarnizados alrededor y en las calles y plazas de aquella localidad, sin embargo, el clima caluroso y húmedo, así como el conocimientio del terreno le permitieron a Morelos tener las cosas a favor: muchos soldados españoles y el propio Calleja enfermaron de disentería y malaria, los alimentos se descompusieron, y eso fue minando a las fuerzas del Rey, Morelos, finalmente, rompió el sitio y salió con sus tropas que se habían mantenido en buen estado y con la moral alta, pues su jefe oficiaba misa diaria y encabezaba la adoración al santísimo, lo que además evitaba que los españoles tiraran contra la población, organizaba bailes y fiestas y obtenía víveres y agua por brechas y caminos desconocidos por los ibéricos, finalmente, la maniobra con la que rompió el sitio es considerada una obra maestra, con la caballería en forma similar a un cuchillo rompiendo la línea de fortificaciones hispanas, la infantería protegiendo en medio al equipaje, piezas de artillería y los heridos y enfermos y la retaguardia nuevamente de caballería, mientras con cañones que se mantuvieron en acción para cubrir la salida, una vez que el ejército salió, los artilleros inutilizaron sus piezas y corrieron a alcanzar la retaguardia, mientras el ejército de Calleja, tremendamente vapuleado y sorprendido, tardó en reaccionar y no pudo salir en persecusión de los sitiados; el orgulloso brigadier quedó humillado, con el beneplácito del Virrey Venegas que tenía ya una rivalidad y animadversión abierta con el comandante de las fuerzas reales en su territorio.
Sin embargo, Morelos pese a todas sus victorias no venció en la guerra, no consumó la Independencia, honor que irónicamente sería para uno de sus principales perseguidores: Iturbide y uno de sus oficiales: Guerrero, y es que pareció que el cura de Carácuaro sufrió del mismo mal que Aníbal, tal y como después de Cannas el General Maharbal le reclamó: sabía vencer, pero no aprovechar sus victorias. Tras Cuautla, Morelos se sintió muy seguro, dentro de un territorio que controlaba prácticamente ya sin intervención de las autoridades imperiales españolas y quizo consolidar institucionalmente la Independencia en gestación: convocó a un Congreso que representara a los habitantes de la Nueva España, a la que llamó "America Mexicana", estableció una bandera con una primera versión del escudo nacional luciendo al águila parada sobre un nopal que crecía de unos arcos, sin serpiente y coronada, pero agarrando unas flechas y llendo más lejos, escribió un manifiesto político en el que proponía unos puntos para la formación de la constitución, titulándolo "Sentimientos de la Nación", que en realidad eran los propios.
Morelos primeramente establecía la igualdad, suprimiendo la distinción en castas que había sido fijada en forma semioficial desde los Borbón a determinadas mezclas raciales que eran llamadas incluso con nombres degradantes o cómicos, y que implicaba limitaciones para el ejercicio de cargos públicos y eclesiásticos, con la finalidad de mantener el control en manos de los españoles y demás europeos residentes en el Virreinato y criterios respecto a la legitimidad de hijos por razones sucesorias. Morelos también planteaba la independencia respecto de España y la formación de un sistema republicano y el mantenimiento del carácter católico del nuevo país, así como tímidamente establecía la adopción del liberalismo económico.
Con este documento como base, se reunió el Congreso en Chilpancingo, pero es curioso, de todos sus miembros, sólo unos cuantos fueron electos, en las provincias conquistadas por Morelos, para el resto del país, resulta que el Generalísimo los eligió, (probablemente porque la Nación y él sentían lo mismo) y el resultado fue un documento constitucional que apenas tuvo vigencia en las zonas que controlaba Morelos, cada vez menores, puesto que Calleja, convertido en Virrey, empezó a presionar y a reconquistar territorios, lo que provocó que la promulgación de la carta constitucional se diera en Apatzingán a inicios de 1814, año que sería terrible para Morelos y su ejército.
La constitución establecía un Ejecutivo Colegiado y un sistema fuertemente parlamentarista, el Legislativo sería designado por un sistema electoral indirecto, a semejanza de lo plasmado en la Constitución Norteamericana que así lo establece para designar al Presidente, y a lo establecido en la Constitución Española de 1812, por ese entonces en vigor, antes de que Fernando VII la derogase en pro de su absolutismo, y establecía también un Supremo Tribunal de Justicia, que inició funciones en Ario, Michoacán.
Morelos, por su parte, aceptó presidir el Ejecutivo, pero a diferencia de Hidalgo, que además de Generalísimo adoptó el tratamiento de "Alteza Serenísima", (Santa Anna no fue el único que lo hizo) adoptó el título, presuntamente humilde de "Siervo de la Nación", quizá inspirado en aquél del Papa: "Siervo de los Siervos de Dios", y es que Morelos tampoco resistió a la tentación megalómana y al ejercer el poder político, inició una tensa relación con el Congreso al que pretendía controlar al haber sido el elector principal de los diputados y vió entorpecidas sus funciones militares por las administrativas, en definitiva, se volvió un Washington tropicalizado y torpe.
¿Qué errores cometió Morelos? ¿Porqué perdió? Lo veremos en el próximo post...
Estas garantías de orden y disciplina, como de efectividad llevaron a que la Junta de Zitácuaro, órgano que pretendía ejercer el gobierno independiente pero que fue creado por Ignacio López Rayón, (a diferencia de EUA, donde el Congreso dio el mando a Washington y controlaba al movimiento militar, aquí el caudillo militar controlaba y designaba al órgano político) quien había quedado a cargo del mando de los restos del ejército de Hidalgo, terminó por cederle a Morelos el mando y el rango de Generalísimo, declarando además de que había que renunciar a declarar la independencia bajo el nombre de Fernando VII como planteaba Hidalgo, y que México debía asumir un gobierno republicano.
En una serie de campañas relampagueántes que le hicieron acreedor del mote: "el Rayo del Sur", Morelos obtuvo numerosas victorias y llegó a tomar ciudades importantes como Acapulco, con lo que cortaba el comercio entre la Nueva España y Asia y Oaxaca, llegando a controlar en su mayor apogeo, entre 1812 y 1813, un territorio extenso que abarcaba lo que son hoy los estados de Morelos, Michoacán, Guerrero, Oaxaca, parte de Chiapas, de Puebla, de Tlaxcala y Veracruz, llegando a atreverse algunas guerrillas a acercarse a las afueras de la Ciudad de México. En ese territorio acuñó moneda y recaudó impuestos para sostener su ejército. Aún así y a pesar de esto, no pudo dar el paso definitivo, y al ser promovido a Virrey su mayor enemigo, el General español Félix María Calleja del Rey, poco después de que fue tremendamente humillado por Morelos en Cuautla, las cosas cambiaron.
Quizá porque, aunque fue derrotado, Calleja se dió cuenta de que Morelos apostaba, al más puro estilo napoleónico, por buscar la batalla decisiva, un combate en el que pudiese destruir por completo a las fuerzas ibéricas y abrirse paso a la capital; y quizá eso buscó en Cuautla, donde el cura michoacano se encerró con sus fuerzas y atrajo al ejército español que rodeo al pueblo, librándose durante casi 3 meses combates encarnizados alrededor y en las calles y plazas de aquella localidad, sin embargo, el clima caluroso y húmedo, así como el conocimientio del terreno le permitieron a Morelos tener las cosas a favor: muchos soldados españoles y el propio Calleja enfermaron de disentería y malaria, los alimentos se descompusieron, y eso fue minando a las fuerzas del Rey, Morelos, finalmente, rompió el sitio y salió con sus tropas que se habían mantenido en buen estado y con la moral alta, pues su jefe oficiaba misa diaria y encabezaba la adoración al santísimo, lo que además evitaba que los españoles tiraran contra la población, organizaba bailes y fiestas y obtenía víveres y agua por brechas y caminos desconocidos por los ibéricos, finalmente, la maniobra con la que rompió el sitio es considerada una obra maestra, con la caballería en forma similar a un cuchillo rompiendo la línea de fortificaciones hispanas, la infantería protegiendo en medio al equipaje, piezas de artillería y los heridos y enfermos y la retaguardia nuevamente de caballería, mientras con cañones que se mantuvieron en acción para cubrir la salida, una vez que el ejército salió, los artilleros inutilizaron sus piezas y corrieron a alcanzar la retaguardia, mientras el ejército de Calleja, tremendamente vapuleado y sorprendido, tardó en reaccionar y no pudo salir en persecusión de los sitiados; el orgulloso brigadier quedó humillado, con el beneplácito del Virrey Venegas que tenía ya una rivalidad y animadversión abierta con el comandante de las fuerzas reales en su territorio.
Sin embargo, Morelos pese a todas sus victorias no venció en la guerra, no consumó la Independencia, honor que irónicamente sería para uno de sus principales perseguidores: Iturbide y uno de sus oficiales: Guerrero, y es que pareció que el cura de Carácuaro sufrió del mismo mal que Aníbal, tal y como después de Cannas el General Maharbal le reclamó: sabía vencer, pero no aprovechar sus victorias. Tras Cuautla, Morelos se sintió muy seguro, dentro de un territorio que controlaba prácticamente ya sin intervención de las autoridades imperiales españolas y quizo consolidar institucionalmente la Independencia en gestación: convocó a un Congreso que representara a los habitantes de la Nueva España, a la que llamó "America Mexicana", estableció una bandera con una primera versión del escudo nacional luciendo al águila parada sobre un nopal que crecía de unos arcos, sin serpiente y coronada, pero agarrando unas flechas y llendo más lejos, escribió un manifiesto político en el que proponía unos puntos para la formación de la constitución, titulándolo "Sentimientos de la Nación", que en realidad eran los propios.
Morelos primeramente establecía la igualdad, suprimiendo la distinción en castas que había sido fijada en forma semioficial desde los Borbón a determinadas mezclas raciales que eran llamadas incluso con nombres degradantes o cómicos, y que implicaba limitaciones para el ejercicio de cargos públicos y eclesiásticos, con la finalidad de mantener el control en manos de los españoles y demás europeos residentes en el Virreinato y criterios respecto a la legitimidad de hijos por razones sucesorias. Morelos también planteaba la independencia respecto de España y la formación de un sistema republicano y el mantenimiento del carácter católico del nuevo país, así como tímidamente establecía la adopción del liberalismo económico.
Con este documento como base, se reunió el Congreso en Chilpancingo, pero es curioso, de todos sus miembros, sólo unos cuantos fueron electos, en las provincias conquistadas por Morelos, para el resto del país, resulta que el Generalísimo los eligió, (probablemente porque la Nación y él sentían lo mismo) y el resultado fue un documento constitucional que apenas tuvo vigencia en las zonas que controlaba Morelos, cada vez menores, puesto que Calleja, convertido en Virrey, empezó a presionar y a reconquistar territorios, lo que provocó que la promulgación de la carta constitucional se diera en Apatzingán a inicios de 1814, año que sería terrible para Morelos y su ejército.
La constitución establecía un Ejecutivo Colegiado y un sistema fuertemente parlamentarista, el Legislativo sería designado por un sistema electoral indirecto, a semejanza de lo plasmado en la Constitución Norteamericana que así lo establece para designar al Presidente, y a lo establecido en la Constitución Española de 1812, por ese entonces en vigor, antes de que Fernando VII la derogase en pro de su absolutismo, y establecía también un Supremo Tribunal de Justicia, que inició funciones en Ario, Michoacán.
Morelos, por su parte, aceptó presidir el Ejecutivo, pero a diferencia de Hidalgo, que además de Generalísimo adoptó el tratamiento de "Alteza Serenísima", (Santa Anna no fue el único que lo hizo) adoptó el título, presuntamente humilde de "Siervo de la Nación", quizá inspirado en aquél del Papa: "Siervo de los Siervos de Dios", y es que Morelos tampoco resistió a la tentación megalómana y al ejercer el poder político, inició una tensa relación con el Congreso al que pretendía controlar al haber sido el elector principal de los diputados y vió entorpecidas sus funciones militares por las administrativas, en definitiva, se volvió un Washington tropicalizado y torpe.
¿Qué errores cometió Morelos? ¿Porqué perdió? Lo veremos en el próximo post...
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