3.- Hacia la Batalla:
Con el pretexto de la suspensión de pagos de la deuda externa mexicana solicitada tanto por los Gobiernos Conservadores como Liberales, a fin de financiar sus constantes enfrentamientos (y sin contar los fondos aportados por los norteamericanos al bando de Juárez) los tres principales acreedores europeos de México: Francia, Inglaterra y España formaron una expedición militar a fin de exigir el pago de sus créditos. Evidentemente, Francia tenía otras pretensiones, España, cuyas fuerzas venían encabezadas por el célebre General Juan Prim, quien además estaba casado con una mexicana, hija de un colaborador de Juárez, aunque ansiaba construir una zona de influencia en sus antiguas posesiones de ultramar, no estaba en condiciones de hacerlo, con el régimen de Isabel II tambaleante ante la frivolidad y la corrupción que reinaba en su corte, y con una industria en desarrollo que no podía competir con la francesa o la británica.
Inglaterra, por su parte, estaba expectante ante el resultado de la Guerra Civil Norteamericana, el Gobierno de la poderosa Reina Victoria ya contemplaba que, en el futuro, EUA podría convertirse en un aliado fundamental, pese a que su rápida industrialización podría suponer una amenaza a la hegemonía en el rubro de la isla y tampoco la tenía contenta el apoyo constante de Washington a rebeliones canadienses; desde la Guerra de Independencia, era claro que los norteamericanos querían anexarse el vasto dominio del extremo norte del continente, pero, por otro lado, uno de los principales surtidores de algodón para la industria textil británica era el Sur, ahora rebelde.
Sin embargo, Victoria y sus ministros fueron cautelosos, no buscaron entrometerse en los asuntos de su ex-colonia y prefirieron esperar los resultados de la Guerra Civil, así que en realidad, no les interesaba tanto la aventura de crear un Imperio Mexicano, aunque, hay que señalarlo; todas las potencias europeas reconocerían a Maximiliano una vez entronizado, la excepción serían Estados Unidos y las repúblicas sudamericanas; a su vez, y por la cautela que he mencionado a entrar en la Guerra de Secesión y convertirla en un conflicto internacional, ninguna potencia europea reconoció a los Confederados.
Por ello, tras haberse dado las negociaciones entre las representaciones de Inglaterra y España con Manuel Doblado, Secretario de Relaciones Exteriores de los Liberales, se suscribieron los llamados "Convenios de la Soledad", mediante los que se renegoció la deuda externa con las potencias aliadas; ya anteriormente, Doblado había intentado negociar con Inglaterra, por conducto de EUA, el pago de la deuda con el gobierno de Victoria, acordándose que los Norteamericanos pagarían la deuda a Su Majestad Británica, garantizándose a su vez el pago a éstos con los bienes nacionalizados de la Iglesia y las minas de cobre y plata de Sonora, recientemente descubiertas... el tratado no se materializó, pero demostraba que al Gobierno de Juárez, la protección de bienes culturales nacionales y de la Soberanía misma le tenían sin cuidado si se trataba de agradar al vecino del Norte.
Francia no aceptó los convenios, y mientras españoles e ingleses se retiraban de nuevo a Europa--es de observar que ninguna de las dos potencias hizo nada para instar a Francia a cumplir con lo pactado, señal de que quizá no tomaban muy en serio a Juárez ni veían tan mal la opción de fundar una monarquía en México, pero no querían verse envueltos en un conflicto al otro lado del Atlántico-- y se inició el estado de Guerra entre Francia y el Gobierno Liberal, que no contra el Estado Mexicano; éste era en realidad, un Estado fallido, y si bien Juárez, su Gabinete y un Congreso ejercían funciones gubernamentales apoyados en la Constitución de 1857, grandes zonas del país se encontraban aún en poder de jefes Conservadores y tenían levantadas milicias que se unirían a los Franceses en combatir a los Liberales, dichas milicias eran realmente potentes y no grupos reducidos y residuales de forajidos como pretende hacer creer la Historia Oficial, a grado tal que, en los meses previos a la intervención francesa, habían eliminado a dos importantes personajes del Partido Liberal: Melchor Ocampo (quien repentinamente se había distanciado de Juárez y retirado a su hacienda en Michoacán) y el General Santos Degollado, éste último, verdadero "Ed Wood" de las armas, ha pasado a la Historia con el nombre de "General Derrotas", pues era pésimo en los campos de batalla, sin duda el peor comandante de la Historia Militar mexicana, originariamente sacristán y ayudante en una Notaría, se autonombró General de una milicia Liberal durante la Guerra de Reforma, vistiendo a sus soldados con camisas rojas, copiando lo hecho por Garibaldi en Italia, y entregado a la causa con más ganas que aptitudes, llegando a ocupar el Gobierno de Jalisco, donde construyó el Teatro Alarcón, hoy Degollado (llamado así en su honor), recinto cultural por excelencia de nuestra ciudad de Guadalajara y hermosa construcción neoclásica; Don Santos demostro tener más aptitud para la cultura que para la guerra y la política.
Así, la realidad es que México en 1862 no era muy diferente al Afganistán en 2002: Kabul estaba en posesión de una facción, los Talibán, que contaban con el apoyo de una potencia externa: Pakistán, pero una gran parte del territorio se encontraba bajo el control de sus opositores: la Alianza del Norte, misma que se alió a las tropas norteamericanas y de la OTAN para derrocar el gobierno de un grupo, que, al igual que en el caso de los Liberales mexicanos, era percibido como fanático, recalcitrante y que en vez de demoler Budas considerados patrimonio cultural de la humanidad, demolía iglesias y conventos, joyas del barroco igualmente valiosas, y solo hablamos del aspecto artístico y arquitectónico, por no decir del valor espiritual.
2.- La Batalla:
El General Don Ignacio Zaragoza Seguín, había nacido en Goliad, Texas cuando era parte todavía de México, después de la separación de la "estrella solitaria", se señalaba como coahuilense, cosa no incorrecta, toda vez que hasta 1836, Texas y Coahuila formaban un único estado federado de México acorde con la Constitución de 1824, pues ambos conformaron las "Provincias Internas de Oriente" del Virreinato español. Para 1862, tenía apenas 33 años de edad pero era de lo más experimentado.
Zaragoza era un verdadero genio militar, y se había labrado como tal en los campos de batalla, incorporado a las fuerzas liberales desde la Revolución de Ayutla que derrocó al Dictador Santa Anna, fue subiendo grado a grado hasta llegar a ser General de División y Comandante del Ejército de Oriente, a él tocó, en razón de su mando, hacer frente a la invasión gala, del otro lado, en cambio, se encontraba el General Charles Ferdinando Latrille, Conde de Lorencez, prototipo del militar francés académico y acartonado, anclado en las glorias de los ejércitos de Luis XIV y Napoleón I, que ha sido causa de todos los descalabros sufridos por las armas francesas desde Waterloo y hasta Vietnam y Argelia.
Lorencez, con tan solo 6,000 franceses, marchó desde Orizaba hacia el interior, pensaba que podría derrotar a los mexicanos-Liberales a pesar de lo exiguo de su fuerza, además, esperaba la llegada de refuerzos Conservadores comandados por el General Leonardo Márquez, el "Tigre de Tacubaya", verdadera vergüenza para su bando, y que era tan veleidoso como el francés. Zaragoza, inteligentemente, derrotó a Márquez e impidió que sus tropas se unieran a las francesas. Lorencez, ignorando estos hechos y enojado con los Conservadores, pues sólo se le pudo unir una pequeña tropa al mando del General Conservador Gálvez, decide avanzar hacia Puebla, antes de llegar, en el punto conocido como Cumbres de Acultzingo, se da el primer combate serio entre Mexicanos y Galos, siendo un ataque de "sondeo" o prueba enviado por Zaragoza para conocer el tamaño y la potencia del ejército francés y sus aliados.
Se ha dicho que el "Ejército Mexicano" (en realidad, Ejército Liberal) era inferior al Francés, pero esto no es del todo exacto: en aquella época, las diferencias de armamento entre los ejércitos digamos, del "Primer Mundo" y los de países "en vías de desarrollo" no eran tan grandes: la infantería, la caballería y la artillería eran prácticamente iguales en todos lados, lo que sí daba ventaja era la forma de uso de esas tres armas, que no dependían tanto de la tecnología como hoy, sino de la preparación y capacidad de sus mandos, además de que factores naturales, como el conocimiento del terreno y del relieve, bien podían influir en el curso de una batalla sin tecnología GPS que brinde toda la información necesaria al estratega; hoy en día, Francia es una potencia nuclear, su armada de guerra cuenta con un portaaviones, submarinos nucleares portamisiles y una fuerza aérea con cazabombarderos a reacción que evidentemente, están muy por encima de cualquier ejército latinoamericano, excepción quizá de Brasil, que bajita la mano, cuenta con el cuarto ejército del mundo y un programa nuclear que es secreto a voces y sobre el cual todos se hacen de la vista gorda.
Pero en aquel entonces, tanto Zaragoza como Lorencez contaban con prácticamente los mismos medios: la diferencia se daba por el profesionalismo del soldado francés y su mejor entrenamiento y la supuesta mejor capacitación del galo sobre el texano, sin embargo, éste último tenía más experiencia práctica, Lorencez era un aristócrata, niño rico graduado de la afamada Academia de Saint Cir al que se le daban grados sólo por su origen social, había combatido en Crimea, en una guerra que fue un verdadero concurso de ineptitudes, con bochornos como la llamada "Carga de la Brigada Ligera" tan heróicamente representada por Holywood con Errol Flynn, mientras que Don Ignacio era un tenaz guerrillero que basaba sus planes de batalla en su experiencia. Y además, el factor tecnológico estaba del lado de... Zaragoza.
¿Cómo? Los dejé en estado de shock, pero así era: el ejército de Juárez recibía armamento de la industria militar norteamericana, misma que se basaba en modelos ingleses y alemanes, logrando innovaciones como: el fúsil de ánima rayada y retrocarga, mismo que equipó ya a la "Delgada Línea Roja" de la infantería británica en Crimea, (el fusil Enfield) estos fusiles eran más rápidos y precisos que los pesados mosquetes de avancarga y de ánima lisa de los franceses; cañones de acero y revólveres. Así, el ejército Liberal contaba con revólveres Colt, carabinas Winchester y cañones de acero forjados por la industria militar del Norte, misma que abasteció al Ejército Yankee durante la Guerra Civil y fue factor decisivo de la victoria Federal sobre la Confederación, que al no contar con industria propia compraba armamento a Francia y contaba con mejores comandantes como Lee o Jackson, aunque muy formados de acuerdo con la doctrina militar gala, mientras que Grant, comandante del Norte, fue innovador y supo sacar provecho de las novedades tecnológicas del armamento. En México, Zaragoza, y con él algunos otros comandantes Liberales, sabían también hacer uso de esas ventajas.
Y es que los franceses, pese a conocer los avances en armamento de sus aliados británicos no los adoptaron, por su orgullo nacional y el mito napoleónico, y también siguieron usando cañones de bronce, la caballería seguía siendo pesada--los coraceros, con su pesada y cada vez más inútil armadura que combatieron en Puebla y todo México-- y ligera, con los Húsares y Cazadores, que combatían a sable y lanza como sesenta años antes con el primer Napoleón y usaban los mismos extravagantes y rebuscados uniformes, pero no luchaban con fusiles, considerados deshonrosos para el arma. El Estado Mayor francés mantuvo, desde el Segundo Imperio y hasta los años sesenta, un apego enfermizo casi a las tradiciones militares de su país: así, el "espíritu de la bayoneta" se imponía como norma para el ataque frontal de la infantería en orden cerrado, esto es, en formaciones que marchaban al paso redoblado disparando ordenadas cargas de fusilería hasta llegar al cuerpo a cuerpo con la bayoneta calada, la adoración por la caballería impediría, décadas más tarde, la aceptación de los vehículos motorizados y del tanque como lo proponía el General de Gaulle en el periodo de entreguerras, Fancia también fue el último país, en la Primera Guerra Mundial en adoptar los uniformes de camuflaje y abandonar los pantalones rojos o blancos, las casacas azul marino, los galones y botones dorados y las plumas en los shakos de charol que cubrían la cabeza, mientras los alemanes, sorprendidos, ametrallaron oleadas de coraceros de armaduras cromadas y ondeantes penachos que galopaban sable en mano contra las trincheras en 1914.
Pero la soberbia e ineptitud de Lorencez no tenía límites. Puso marcha a Puebla y consideró que sería pan comido tomar la ciudad. ¿Porqué Puebla? Primero, porque la ciudad de los Angeles fue la segunda ciudad del país desde el siglo XVI y hasta fines del XIX en que Guadalajara la desplazó, al encontrarse como punto medio entre la capital y Veracruz, el principal puerto, era vital tomarla para asegurarse el control de las principales vías de comunicaciones, en segundo lugar, Puebla era una de las ciudades más pro-Conservadores del país; a decir verdad, Juárez contaba con poco respaldo en la provincia, salvo quizá, Michoacán, Oaxaca y algunos de los despoblados estados del Norte. Ganar a Puebla y a sus ricos aristócratas para la causa monárquica era vital para que el movimiento Conservador se relanzara y derrumbase al régimen Juarista. La Historia Oficial no lo menciona, pero durante la Batalla del 5 de mayo, las calles de la "Angelópolis" eran patrulladas por las reservas de Zaragoza, a fin de impedir un alzamiento popular a favor de los Franceses, a quienes buena parte de la gente veía como libertadores ante el autoritarismo y la rapiña de los Juaristas.
Lorencez, confiado, no hizo caso de los informes de Galvez y demás aliados, y se internó en un territorio que para él era tan desconocido como lo fue en 1519 para Hernán Cortés, ni siquiera se preocupó por lo pasado en Alcutzingo, donde los batidores de Zaragoza le pusieron un buen rapapolvo en una discreta escaramuza. Finalmente, llegó ante la ciudad el 5 de mayo, fecha aciaga, pues en ese día, pero de 1821, murió Napoleón I exiliado en la isla de Santa Elena.
Zaragoza lo esperaba desde dos puntos fortificados que dominaban el ingreso a la ciudad: los fuertes de Loreto y Guadalupe, situados sobre dos colinas, entre las cuales pasaba el camino de Veracruz. Las armas gringas más precisas y de mayor alcance de Don Ignacio se prestaban, para, desde ahí tirotear a placer a los invasores, mientras que estos debían acercarse a los fuertes a fin de abrir fuego sobre sus defensores. La artillería que traía Lorencez, además, era de campaña, esto es, para combate a campo abierto, y no de montaña o asedio, hecha para disparar hacia blancos situados a cierta distancia y altura como era el caso, disparando proyectiles en trayectorias parabólicas y no rectas, su infantería, por otro lado, estaba compuesta por los famosos Zuavos que portaban un curioso uniforme de estilo árabe o turco.
Los Zuavos (palabra bereber que designaba a una tribu de las montañas argelinas) eran un cuerpo formado desde 1830 con la conquista francesa de Argelia, se trataba de franceses avecindados o nacidos en el país norafricano, cuando no de nativos berebéres, especializados para operaciones de guerrilla y combate en climas tropicales o terrenos montañosos que usaban un cómodo y ligero uniforme de lino de holgados pantalones y con una gran capacidad de movilidad, la efectividad de esta fuerza fue tal, que otros países desarrollaron sus propios cuerpos de Zuavos, los más exóticos fueron los del ejército papal e, incluso, del Ejército Federal Norteamericano o Yankee y del Confederado en la Guerra Civil; Napoleón III había acertado al elegirlos como el grueso de la fuerza expedicionaria a México, sin embargo, Lorencez decidió mandarlos como infantería clásica, en orden cerrado y bayoneta calada, a tomar los fuertes, desperdiciando su movilidad para haber atacado directamente la ciudad con grupos pequeños y evadiendo ambas fortalezas. Como apoyo, marchaban también soldados de la Infantería de Marina francesa, unidades de Coraceros (caballería pesada) y Cazadores a caballo (caballería ligera) de los regimientos de Africa y Vicennes.
Lorencez trató de acercar sus cañones de forma que pudiesen disparar contra las fortificaciones, pero fue inútil, el aguacero que había caído la noche anterior hizo que sus pesadas piezas de bronce se hundiesen en el lodo en los puntos idóneos para disparar, de forma que tuvo que dejarlos en zonas de suelo más duro pero desde donde sus tiros ni siquiera se acercaban a Loreto o a Guadalupe, sino más bien amenazaron con dañar con fuego amistoso a los suyos; no le importó y ordenó el ataque frontal contra los fuertes.
Zaragoza hizo que sus cañones norteamericanos de acero respondiesen al fuego francés y que todas las troneras de las murallas de los fuertes dispararan a discreción, desatando una lluvia de plomo y fuego sobre los galos que pesadamente marchaban a paso gimnástico contra las posiciones mexicanas, las carabinas Winchester le permitían un compás de tiro más rápido, un mayor alcance y precisión hacia los blancos. En las faldas de las colinas, los franceses se encontraron con Infantería de Línea Liberal y "voluntarios" o más bien levados pobladores de la comunidad indígena de Zacapoaxtla, que atacaron por el flanco a los galos tomándolos casi por sorpresa, dichas fuerzas estaban mandadas por los connotados Generales Liberales Don Miguel Negrete (Abuelo del conocido cantante Jorge Negrete) y Don Felipe Berriozábal, mientras que la caballería mexicana se lanzó al ataque a fin de envolver por detrás a los galos.
La fuerza de caballería se encontraba mandada por un joven General, de unos 30 años y de raza Mixteca, llamado Porfirio Díaz Mori, contra él se lanzaron Coraceros y Chassieurs a Cheval, sable en mano y lanza en ristre, pero la caballería de Díaz no estaba habituada a pelear como la europea, sujeta a reglas vetustas e inútiles, y conformada por jinetes rurales, los "chinacos" combatían con revólver en mano o escopetas, y un arma extraña: la "reata" o soga, con la que lazaban a los jinetes enemigos, los derribaban del caballo y luego arrastraban, no había casco empenachado, ni coraza cromada que resistiese el golpeteo contra las piedras del terreno, sin que sus portadores sufriesen graves lesiones internas y fracturas que produjeran la muerte.
Los pocos Zuavos que llegaron a la cima de las colinas eran recibidos por un infernal coro de fusiles y cañones, pasados por las armas prácticamente indefensos en el cenagoso foso a medio construir que rodeaba ambos fuertes, sin embargo, Lorencez, imperturbable e indiferente ante el sufrimiento de sus hombres que hacían realmente un heróico y bravísimo esfuerzo por cumplir con su misión, ordenó tres oleadas de ataque frontal contra Loreto y Guadalupe, las tres fueron igualmente rechazadas, finalmente, en la tarde de aquel sangriento día, ordenó la retirada con más de 700 muertos y heridos, mientras que Zaragoza sólo tuvo que lamentar 83 muertos y poco más de 100 heridos.
La batalla había terminado, como bien dijo Don Ignacio Zaragoza, las armas nacionales, al menos las liberales, se habían cubierto de gloria ante un enemigo valiente, pero cuyo jefe había demostrado una torpeza inaudita... Era la primera derrota de una fuerza militar francesa desde Waterloo, en 1815.
3.- Después de la batalla:
La Historia de México habría cambiado mucho de haber continuado Zaragoza con sus planes; había rechazado a los Franceses, pero no se iba a quedar esperándolos nuevamente, ordenó perseguirlos hasta el mar, hacia la tierra caliente de la frontera entre Veracruz y Tamaulipas, quiso repetir el éxito de Santa Anna en 1829 cuando derrotó el intento de reconquista español del General Brigadier Isidro Barradas cercándolos en las inmediaciones de Tampico: la malaria, el vómito negro, el paludismo y la fiebre amarilla hicieron estragos entre los hispanos en aquella ocasión y le facilitó la victoria al después Dictador mexicano, así que quiso repetir la estrategia: las enfermedades tropicales rematarían a las vapuleadas fuerzas de Lorencez, un tipo de guerra biológica dada por el propio ambiente insalubre.
Pero, la Historia cambió debido a esa misma insalubridad, efectivamente, arrinconados frente a las costas del Golfo de México, muchos franceses enfermaron y murieron, Lorencez incluso enfermó antes de saber que Napoleón III le retiraba el mando y le obligaba a regresar a casa, en su lugar, el Bonaparte mandaba refuerzos formidables, comandados por un peso pesado: el Mariscal de Francia Elías Federico Forey. Pero los mosquitos no solo picaban a los galos ni la insalubridad sólo los afectaba a ellos, los mosquitos picaban a los mexicanos también y el ambiente malsano les causaba las mismas enfermedades, y así, Don Ignacio Zaragoza cayó enfermo de Tifoidea, muriendo el 8 de septiembre de 1862, apenas 4 meses y 3 días después de su rutilante victoria.
Juárez respiró un tanto aliviado, más que a los Franceses o a los Conservadores, como se demostraría más tarde durante la contienda, Juárez temía a sus propios Generales exitosos, que de repente podrían sentirse muy enaltecidos e importantes como para arrebatarle aquello que él más amaba: el Poder. En su lugar, al frente del Ejército de Oriente, nombró al General Don Jesús González Ortega (abajo),el hombre que había derrotado a Miramón en Calpulalpan dos años atrás.
Don Jesús, originalmente abogado pero con grandes dotes militares no era mal comandante, además de que para muchos era el sucesor natural de Juárez al frente del Partido Liberal y su Gobierno, no en balde, y en su calidad de Licenciado en Derecho, el zacatecano era Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, cargo que traía aparajado, de acuerdo a la Constitución de 1857, el de sustituir al Presidente de la República a falta de éste.
Como militar, sin embargo, tenía las mismas limitantes que muchos otros Generales Mexicanos, a excepción sin embargo de jóvenes talentosos como Miramón o Zaragoza, o Díaz, y una de ellas era su excesiva cautela y concepción de la guerra como puramente defensiva. Quizá espantado ante la idea de enfrentar a un Mariscal de Francia, cercano a la corte de Napoleón III y héroe de Crimea y Solferino, decidió replegarse a Puebla y esperar el ataque Francés en vez de mantener el cerco sobre sus posiciones costeras, de esta forma, le regaló a Forey toda una ruta de comunicaciones con las que pudo trasladar sus 30,000 hombres hacia Puebla y sitiar la ciudad de marzo a mayo de 1863, los Conservadores, reorganizados y con la moral alta, capturaron Tabasco, facilitando la llegada de más tropas galas por ese punto y reforzando al ejército de Forey con dos divisiones mandadas por Márquez y por Almonte, lo que demuestra que ese movimiento contaba con gran capacidad de movilización entre la gente.
Durante el sitio de Puebla, la población civil se portó en forma un tanto pasiva por su descontento hacia Juárez, el cual, por su parte, tampoco brindó a González Ortega los medios necesarios que había para rechazar el sitio, pese a sus constantes peticiones --y que había, además--por ello, y pese a contar con 21,000 hombres, y con armamento norteamericano, la falta de municiones y de protección a las líneas de comunicaciones sentenciaron a la ciudad, que cayó en manos de Forey, permitiendo su avance hacia la Ciudad de México y motivando la huída de Juárez: la Guerra apenas comenzaba y no terminaría sino hasta el 15 de mayo de 1867 con el fusilamiento de Maximiliano.
González Ortega, junto a Díaz, Negrete y Berriozábal, entre otros jefes, lograron evadir la prisión francesa y ser deportados a la Martinica, el primero de ellos, intentó enfrentarse al autoritarismo de Juárez, y al terminar el periodo constitucional de éste en 1865, se proclamó Presidente acorde con la Constitución y sin que se pudiesen hacer elecciones. González Ortega buscaba poner fin a la contienda, negociando con Maximiliano y Francia, para formar un Gobierno de unidad nacional, encabezado por el príncipe austriaco, pero que diera cabida tanto a Liberales y Conservadores. Juárez le agradeció sus servicios a la causa republicana y Liberal con la ayuda de los Norteamericanos, que le apresaron y recluyeron en un manicomio. Cuando lo liberaron y regresó a México, su carrera política y militar estaba en ruinas.
4.- ¿Una gran victoria?
Como se ve, la Batalla de Puebla no fue la gran victoria que la Historia Oficial nos vende, fue, en todo caso, una victoria táctica, mas la misma no repercutió en el transcurso de la Guerra de Intervención Francesa e Imperio, y que se desperdició ante la decisión de González Ortega de retirarse a Puebla en vez de mantener a los Franceses arrinconados en el trópico. Para septiembre de 1863, la capital del país cayó en manos de los Franceses, que cearon un Gobierno Provisional de los Conservadores, y en 1864, era elevado al trono mexicano Maximiliano de Habsburgo, con lo que el enorme logro de Zaragoza quedó como inútil; sin embargo, Juárez supo usar la Batalla del 5 de mayo como vehículo propagandístico y exaltar en cierta forma el nacionalismo en su favor.
Igualmente, no resulta correcto denunciar a los Conservadores como traidores por aliarse a los Franceses, si tomamos en cuenta que Juárez y los Liberales contaron siempre con el apoyo Norteamericano, pues aunque Lincoln era reacio a la intervención en los asuntos extranjeros y estaba muy ocupado con la Guerra Civil, bien sabía que el triunfo francés en México y la fundación de una monarquía ligada a Europa y fuerte en su vecino del sur implicaba un peligro al triunfo de la causa Federal sobre los rebeldes de los estados sureños y el fin de los sueños hegemónicos del "Destino Manifiesto" gringo, por lo que no dejó de ayudar a Juárez con armas y dinero, cuando no abiertamente con hombres y asesores militares. Hubo una ocasión en la fronteriza Matamoros, Tamaulipas, en que se enfrentaron, por un lado, Liberales mexicanos y Yankees contra Franceses y Confederados; para el final de la guerra, durante el Sitio de Querétaro, en el ejército que tomó la ciudad y capturó al emperador, bajo las órdenes de Don Mariano Escobedo, se contaran numerosos oficiales y soldados norteamericanos, incluso de color, veteranos de la Guerra Civil, enviados por el Presidente Johnson, sucesor de Lincoln, quien incluso pensó en mandar al General Ulysses Grant, a socorrer a los Juaristas, pero no fue necesario, y Grant pudo dejar las armas y avocarse a la política, llegando a la Presidencia pocos años después.
De esta forma, los Liberales fueron también traidores, en todo caso, la Intervención e Imperio no fue sino un episodio en las luchas por el reacomodo de poder que supuso el engrandecimiento de EUA y su aparición como potencia en el gran juego geopolítico y la forma, casi desesperada de las potencias europeas por evitarlo, Liberales y Conservadores mexicanos, no fueron sino peones en ese juego de poder mundial.
5.- Las verdaderas y olvidadas victorias:
El tamaño de una victoria se mide por cómo la recuerda el derrotado. Los Franceses, hoy en día, apenas recuerdan la batalla del 5 de mayo de 1862, pero sí recuerdan dos batallas victoriosas para los Mexicanos pero olvidadas por éstos: la Batalla de Camarón y la verdadera Batalla y Victoria de Puebla del 2 de abril de 1867.
En la Batalla de la Hacienda de Camarón, Tamaulipas, en abril de 1863 la Legión Extranjera, mítico cuerpo del ejército francés conformado por soldados no franceses que militaban y militan voluntariamente bajo su bandera, sufrió una de sus más terribles derrotas, un destacamento, bajo el mando del capitán D'anjou, con apenas 60 hombres y que protegía los suministros del ejército francés de Veracruz a Puebla, enfrentó valerosamente a más de 2,000 jinetes del ejército Liberal, los Legionarios fueron masacrados, pero ocasionaron 300 bajas a los Mexicanos, los sobrevivientes se rindieron y agradecieron la gran caballerosidad de éstos.
Año con año, la Batalla de Camarón es recordada por el Ejército Francés, y el grito de "Camerone" es hasta el día de hoy, el grito de guerra de la Legión Extranjera, en México, por contrario, casi nadie recuerda la efeméride, salvo un acto protocolario que se hace con la presencia del Embajador galo en nuestro país.
Pero, por otro lado, está la Batalla del 2 de abril, en la que Don Porfirio Díaz se consagró como verdadero héroe al derrotar definitivamente a las fuerzas francesas remanentes en México y a los Conservadores, sellando el trágico destino de Maximiliano. A partir de ahí, el General Mixteca se convirtió en el mayor rival de Juárez, que no pudo hacerle lo mismo que a González Ortega, ni impedir su ascenso.
La efeméride se celebró hasta 1910, para 1911, el triunfo de Madero y la consecuente satanización de Don Pofririo como villano de la Historia nacional, borraron esta batalla de los libros de Historia, con todo y que fue la que en realidad representó la victoria sobre los Franceses y los Conservadores. Y esta no fue la única victoria de Díaz, lo fue también la Carbonera, en la que garantizó que prácticamente los Franceses no entraran a Oaxaca, que permaneció casi como un Estado Independiente durante los años de la Guerra. Y esas no fueron las únicas victorias, en Mazatlán y otras partes, varios jefes lograron victorias que ahora están olvidadas, por cuestiones políticas, fundamentalmente: tras el triunfo Liberal, varios jefes militares se volvieron enemigos de Juárez o de Lerdo de Tejada, o de Porfirio Díaz y por ello, fueron relegados al olvido.
Así, la Batalla del 5 de mayo sigue siendo uno de los grandes mitos de la Historia Nacional, que, sin embargo, ha sido uno de los principales puntos para fortalecer nuestro nacionalismo y orgullo, y como prueba de ello está el cómo se celebra esta fecha en EUA, irónicamente, la victoria de Zaragoza, se ha convertido en un reclamo del orgullo de la Mexicanidad no contra Francia o Europa, sino contra el país, el Estado que apoyó al bando en que el General texano militaba, no cabe duda que todo es un boomerang...
Francia no aceptó los convenios, y mientras españoles e ingleses se retiraban de nuevo a Europa--es de observar que ninguna de las dos potencias hizo nada para instar a Francia a cumplir con lo pactado, señal de que quizá no tomaban muy en serio a Juárez ni veían tan mal la opción de fundar una monarquía en México, pero no querían verse envueltos en un conflicto al otro lado del Atlántico-- y se inició el estado de Guerra entre Francia y el Gobierno Liberal, que no contra el Estado Mexicano; éste era en realidad, un Estado fallido, y si bien Juárez, su Gabinete y un Congreso ejercían funciones gubernamentales apoyados en la Constitución de 1857, grandes zonas del país se encontraban aún en poder de jefes Conservadores y tenían levantadas milicias que se unirían a los Franceses en combatir a los Liberales, dichas milicias eran realmente potentes y no grupos reducidos y residuales de forajidos como pretende hacer creer la Historia Oficial, a grado tal que, en los meses previos a la intervención francesa, habían eliminado a dos importantes personajes del Partido Liberal: Melchor Ocampo (quien repentinamente se había distanciado de Juárez y retirado a su hacienda en Michoacán) y el General Santos Degollado, éste último, verdadero "Ed Wood" de las armas, ha pasado a la Historia con el nombre de "General Derrotas", pues era pésimo en los campos de batalla, sin duda el peor comandante de la Historia Militar mexicana, originariamente sacristán y ayudante en una Notaría, se autonombró General de una milicia Liberal durante la Guerra de Reforma, vistiendo a sus soldados con camisas rojas, copiando lo hecho por Garibaldi en Italia, y entregado a la causa con más ganas que aptitudes, llegando a ocupar el Gobierno de Jalisco, donde construyó el Teatro Alarcón, hoy Degollado (llamado así en su honor), recinto cultural por excelencia de nuestra ciudad de Guadalajara y hermosa construcción neoclásica; Don Santos demostro tener más aptitud para la cultura que para la guerra y la política.
Así, la realidad es que México en 1862 no era muy diferente al Afganistán en 2002: Kabul estaba en posesión de una facción, los Talibán, que contaban con el apoyo de una potencia externa: Pakistán, pero una gran parte del territorio se encontraba bajo el control de sus opositores: la Alianza del Norte, misma que se alió a las tropas norteamericanas y de la OTAN para derrocar el gobierno de un grupo, que, al igual que en el caso de los Liberales mexicanos, era percibido como fanático, recalcitrante y que en vez de demoler Budas considerados patrimonio cultural de la humanidad, demolía iglesias y conventos, joyas del barroco igualmente valiosas, y solo hablamos del aspecto artístico y arquitectónico, por no decir del valor espiritual.
2.- La Batalla:
El General Don Ignacio Zaragoza Seguín, había nacido en Goliad, Texas cuando era parte todavía de México, después de la separación de la "estrella solitaria", se señalaba como coahuilense, cosa no incorrecta, toda vez que hasta 1836, Texas y Coahuila formaban un único estado federado de México acorde con la Constitución de 1824, pues ambos conformaron las "Provincias Internas de Oriente" del Virreinato español. Para 1862, tenía apenas 33 años de edad pero era de lo más experimentado.
Zaragoza era un verdadero genio militar, y se había labrado como tal en los campos de batalla, incorporado a las fuerzas liberales desde la Revolución de Ayutla que derrocó al Dictador Santa Anna, fue subiendo grado a grado hasta llegar a ser General de División y Comandante del Ejército de Oriente, a él tocó, en razón de su mando, hacer frente a la invasión gala, del otro lado, en cambio, se encontraba el General Charles Ferdinando Latrille, Conde de Lorencez, prototipo del militar francés académico y acartonado, anclado en las glorias de los ejércitos de Luis XIV y Napoleón I, que ha sido causa de todos los descalabros sufridos por las armas francesas desde Waterloo y hasta Vietnam y Argelia.
Lorencez, con tan solo 6,000 franceses, marchó desde Orizaba hacia el interior, pensaba que podría derrotar a los mexicanos-Liberales a pesar de lo exiguo de su fuerza, además, esperaba la llegada de refuerzos Conservadores comandados por el General Leonardo Márquez, el "Tigre de Tacubaya", verdadera vergüenza para su bando, y que era tan veleidoso como el francés. Zaragoza, inteligentemente, derrotó a Márquez e impidió que sus tropas se unieran a las francesas. Lorencez, ignorando estos hechos y enojado con los Conservadores, pues sólo se le pudo unir una pequeña tropa al mando del General Conservador Gálvez, decide avanzar hacia Puebla, antes de llegar, en el punto conocido como Cumbres de Acultzingo, se da el primer combate serio entre Mexicanos y Galos, siendo un ataque de "sondeo" o prueba enviado por Zaragoza para conocer el tamaño y la potencia del ejército francés y sus aliados.
Se ha dicho que el "Ejército Mexicano" (en realidad, Ejército Liberal) era inferior al Francés, pero esto no es del todo exacto: en aquella época, las diferencias de armamento entre los ejércitos digamos, del "Primer Mundo" y los de países "en vías de desarrollo" no eran tan grandes: la infantería, la caballería y la artillería eran prácticamente iguales en todos lados, lo que sí daba ventaja era la forma de uso de esas tres armas, que no dependían tanto de la tecnología como hoy, sino de la preparación y capacidad de sus mandos, además de que factores naturales, como el conocimiento del terreno y del relieve, bien podían influir en el curso de una batalla sin tecnología GPS que brinde toda la información necesaria al estratega; hoy en día, Francia es una potencia nuclear, su armada de guerra cuenta con un portaaviones, submarinos nucleares portamisiles y una fuerza aérea con cazabombarderos a reacción que evidentemente, están muy por encima de cualquier ejército latinoamericano, excepción quizá de Brasil, que bajita la mano, cuenta con el cuarto ejército del mundo y un programa nuclear que es secreto a voces y sobre el cual todos se hacen de la vista gorda.
Pero en aquel entonces, tanto Zaragoza como Lorencez contaban con prácticamente los mismos medios: la diferencia se daba por el profesionalismo del soldado francés y su mejor entrenamiento y la supuesta mejor capacitación del galo sobre el texano, sin embargo, éste último tenía más experiencia práctica, Lorencez era un aristócrata, niño rico graduado de la afamada Academia de Saint Cir al que se le daban grados sólo por su origen social, había combatido en Crimea, en una guerra que fue un verdadero concurso de ineptitudes, con bochornos como la llamada "Carga de la Brigada Ligera" tan heróicamente representada por Holywood con Errol Flynn, mientras que Don Ignacio era un tenaz guerrillero que basaba sus planes de batalla en su experiencia. Y además, el factor tecnológico estaba del lado de... Zaragoza.
¿Cómo? Los dejé en estado de shock, pero así era: el ejército de Juárez recibía armamento de la industria militar norteamericana, misma que se basaba en modelos ingleses y alemanes, logrando innovaciones como: el fúsil de ánima rayada y retrocarga, mismo que equipó ya a la "Delgada Línea Roja" de la infantería británica en Crimea, (el fusil Enfield) estos fusiles eran más rápidos y precisos que los pesados mosquetes de avancarga y de ánima lisa de los franceses; cañones de acero y revólveres. Así, el ejército Liberal contaba con revólveres Colt, carabinas Winchester y cañones de acero forjados por la industria militar del Norte, misma que abasteció al Ejército Yankee durante la Guerra Civil y fue factor decisivo de la victoria Federal sobre la Confederación, que al no contar con industria propia compraba armamento a Francia y contaba con mejores comandantes como Lee o Jackson, aunque muy formados de acuerdo con la doctrina militar gala, mientras que Grant, comandante del Norte, fue innovador y supo sacar provecho de las novedades tecnológicas del armamento. En México, Zaragoza, y con él algunos otros comandantes Liberales, sabían también hacer uso de esas ventajas.
Y es que los franceses, pese a conocer los avances en armamento de sus aliados británicos no los adoptaron, por su orgullo nacional y el mito napoleónico, y también siguieron usando cañones de bronce, la caballería seguía siendo pesada--los coraceros, con su pesada y cada vez más inútil armadura que combatieron en Puebla y todo México-- y ligera, con los Húsares y Cazadores, que combatían a sable y lanza como sesenta años antes con el primer Napoleón y usaban los mismos extravagantes y rebuscados uniformes, pero no luchaban con fusiles, considerados deshonrosos para el arma. El Estado Mayor francés mantuvo, desde el Segundo Imperio y hasta los años sesenta, un apego enfermizo casi a las tradiciones militares de su país: así, el "espíritu de la bayoneta" se imponía como norma para el ataque frontal de la infantería en orden cerrado, esto es, en formaciones que marchaban al paso redoblado disparando ordenadas cargas de fusilería hasta llegar al cuerpo a cuerpo con la bayoneta calada, la adoración por la caballería impediría, décadas más tarde, la aceptación de los vehículos motorizados y del tanque como lo proponía el General de Gaulle en el periodo de entreguerras, Fancia también fue el último país, en la Primera Guerra Mundial en adoptar los uniformes de camuflaje y abandonar los pantalones rojos o blancos, las casacas azul marino, los galones y botones dorados y las plumas en los shakos de charol que cubrían la cabeza, mientras los alemanes, sorprendidos, ametrallaron oleadas de coraceros de armaduras cromadas y ondeantes penachos que galopaban sable en mano contra las trincheras en 1914.
Pero la soberbia e ineptitud de Lorencez no tenía límites. Puso marcha a Puebla y consideró que sería pan comido tomar la ciudad. ¿Porqué Puebla? Primero, porque la ciudad de los Angeles fue la segunda ciudad del país desde el siglo XVI y hasta fines del XIX en que Guadalajara la desplazó, al encontrarse como punto medio entre la capital y Veracruz, el principal puerto, era vital tomarla para asegurarse el control de las principales vías de comunicaciones, en segundo lugar, Puebla era una de las ciudades más pro-Conservadores del país; a decir verdad, Juárez contaba con poco respaldo en la provincia, salvo quizá, Michoacán, Oaxaca y algunos de los despoblados estados del Norte. Ganar a Puebla y a sus ricos aristócratas para la causa monárquica era vital para que el movimiento Conservador se relanzara y derrumbase al régimen Juarista. La Historia Oficial no lo menciona, pero durante la Batalla del 5 de mayo, las calles de la "Angelópolis" eran patrulladas por las reservas de Zaragoza, a fin de impedir un alzamiento popular a favor de los Franceses, a quienes buena parte de la gente veía como libertadores ante el autoritarismo y la rapiña de los Juaristas.
Lorencez, confiado, no hizo caso de los informes de Galvez y demás aliados, y se internó en un territorio que para él era tan desconocido como lo fue en 1519 para Hernán Cortés, ni siquiera se preocupó por lo pasado en Alcutzingo, donde los batidores de Zaragoza le pusieron un buen rapapolvo en una discreta escaramuza. Finalmente, llegó ante la ciudad el 5 de mayo, fecha aciaga, pues en ese día, pero de 1821, murió Napoleón I exiliado en la isla de Santa Elena.
Zaragoza lo esperaba desde dos puntos fortificados que dominaban el ingreso a la ciudad: los fuertes de Loreto y Guadalupe, situados sobre dos colinas, entre las cuales pasaba el camino de Veracruz. Las armas gringas más precisas y de mayor alcance de Don Ignacio se prestaban, para, desde ahí tirotear a placer a los invasores, mientras que estos debían acercarse a los fuertes a fin de abrir fuego sobre sus defensores. La artillería que traía Lorencez, además, era de campaña, esto es, para combate a campo abierto, y no de montaña o asedio, hecha para disparar hacia blancos situados a cierta distancia y altura como era el caso, disparando proyectiles en trayectorias parabólicas y no rectas, su infantería, por otro lado, estaba compuesta por los famosos Zuavos que portaban un curioso uniforme de estilo árabe o turco.
Los Zuavos (palabra bereber que designaba a una tribu de las montañas argelinas) eran un cuerpo formado desde 1830 con la conquista francesa de Argelia, se trataba de franceses avecindados o nacidos en el país norafricano, cuando no de nativos berebéres, especializados para operaciones de guerrilla y combate en climas tropicales o terrenos montañosos que usaban un cómodo y ligero uniforme de lino de holgados pantalones y con una gran capacidad de movilidad, la efectividad de esta fuerza fue tal, que otros países desarrollaron sus propios cuerpos de Zuavos, los más exóticos fueron los del ejército papal e, incluso, del Ejército Federal Norteamericano o Yankee y del Confederado en la Guerra Civil; Napoleón III había acertado al elegirlos como el grueso de la fuerza expedicionaria a México, sin embargo, Lorencez decidió mandarlos como infantería clásica, en orden cerrado y bayoneta calada, a tomar los fuertes, desperdiciando su movilidad para haber atacado directamente la ciudad con grupos pequeños y evadiendo ambas fortalezas. Como apoyo, marchaban también soldados de la Infantería de Marina francesa, unidades de Coraceros (caballería pesada) y Cazadores a caballo (caballería ligera) de los regimientos de Africa y Vicennes.
Lorencez trató de acercar sus cañones de forma que pudiesen disparar contra las fortificaciones, pero fue inútil, el aguacero que había caído la noche anterior hizo que sus pesadas piezas de bronce se hundiesen en el lodo en los puntos idóneos para disparar, de forma que tuvo que dejarlos en zonas de suelo más duro pero desde donde sus tiros ni siquiera se acercaban a Loreto o a Guadalupe, sino más bien amenazaron con dañar con fuego amistoso a los suyos; no le importó y ordenó el ataque frontal contra los fuertes.
Zaragoza hizo que sus cañones norteamericanos de acero respondiesen al fuego francés y que todas las troneras de las murallas de los fuertes dispararan a discreción, desatando una lluvia de plomo y fuego sobre los galos que pesadamente marchaban a paso gimnástico contra las posiciones mexicanas, las carabinas Winchester le permitían un compás de tiro más rápido, un mayor alcance y precisión hacia los blancos. En las faldas de las colinas, los franceses se encontraron con Infantería de Línea Liberal y "voluntarios" o más bien levados pobladores de la comunidad indígena de Zacapoaxtla, que atacaron por el flanco a los galos tomándolos casi por sorpresa, dichas fuerzas estaban mandadas por los connotados Generales Liberales Don Miguel Negrete (Abuelo del conocido cantante Jorge Negrete) y Don Felipe Berriozábal, mientras que la caballería mexicana se lanzó al ataque a fin de envolver por detrás a los galos.
La fuerza de caballería se encontraba mandada por un joven General, de unos 30 años y de raza Mixteca, llamado Porfirio Díaz Mori, contra él se lanzaron Coraceros y Chassieurs a Cheval, sable en mano y lanza en ristre, pero la caballería de Díaz no estaba habituada a pelear como la europea, sujeta a reglas vetustas e inútiles, y conformada por jinetes rurales, los "chinacos" combatían con revólver en mano o escopetas, y un arma extraña: la "reata" o soga, con la que lazaban a los jinetes enemigos, los derribaban del caballo y luego arrastraban, no había casco empenachado, ni coraza cromada que resistiese el golpeteo contra las piedras del terreno, sin que sus portadores sufriesen graves lesiones internas y fracturas que produjeran la muerte.
Los pocos Zuavos que llegaron a la cima de las colinas eran recibidos por un infernal coro de fusiles y cañones, pasados por las armas prácticamente indefensos en el cenagoso foso a medio construir que rodeaba ambos fuertes, sin embargo, Lorencez, imperturbable e indiferente ante el sufrimiento de sus hombres que hacían realmente un heróico y bravísimo esfuerzo por cumplir con su misión, ordenó tres oleadas de ataque frontal contra Loreto y Guadalupe, las tres fueron igualmente rechazadas, finalmente, en la tarde de aquel sangriento día, ordenó la retirada con más de 700 muertos y heridos, mientras que Zaragoza sólo tuvo que lamentar 83 muertos y poco más de 100 heridos.
La batalla había terminado, como bien dijo Don Ignacio Zaragoza, las armas nacionales, al menos las liberales, se habían cubierto de gloria ante un enemigo valiente, pero cuyo jefe había demostrado una torpeza inaudita... Era la primera derrota de una fuerza militar francesa desde Waterloo, en 1815.
3.- Después de la batalla:
La Historia de México habría cambiado mucho de haber continuado Zaragoza con sus planes; había rechazado a los Franceses, pero no se iba a quedar esperándolos nuevamente, ordenó perseguirlos hasta el mar, hacia la tierra caliente de la frontera entre Veracruz y Tamaulipas, quiso repetir el éxito de Santa Anna en 1829 cuando derrotó el intento de reconquista español del General Brigadier Isidro Barradas cercándolos en las inmediaciones de Tampico: la malaria, el vómito negro, el paludismo y la fiebre amarilla hicieron estragos entre los hispanos en aquella ocasión y le facilitó la victoria al después Dictador mexicano, así que quiso repetir la estrategia: las enfermedades tropicales rematarían a las vapuleadas fuerzas de Lorencez, un tipo de guerra biológica dada por el propio ambiente insalubre.
Pero, la Historia cambió debido a esa misma insalubridad, efectivamente, arrinconados frente a las costas del Golfo de México, muchos franceses enfermaron y murieron, Lorencez incluso enfermó antes de saber que Napoleón III le retiraba el mando y le obligaba a regresar a casa, en su lugar, el Bonaparte mandaba refuerzos formidables, comandados por un peso pesado: el Mariscal de Francia Elías Federico Forey. Pero los mosquitos no solo picaban a los galos ni la insalubridad sólo los afectaba a ellos, los mosquitos picaban a los mexicanos también y el ambiente malsano les causaba las mismas enfermedades, y así, Don Ignacio Zaragoza cayó enfermo de Tifoidea, muriendo el 8 de septiembre de 1862, apenas 4 meses y 3 días después de su rutilante victoria.
Juárez respiró un tanto aliviado, más que a los Franceses o a los Conservadores, como se demostraría más tarde durante la contienda, Juárez temía a sus propios Generales exitosos, que de repente podrían sentirse muy enaltecidos e importantes como para arrebatarle aquello que él más amaba: el Poder. En su lugar, al frente del Ejército de Oriente, nombró al General Don Jesús González Ortega (abajo),el hombre que había derrotado a Miramón en Calpulalpan dos años atrás.
Don Jesús, originalmente abogado pero con grandes dotes militares no era mal comandante, además de que para muchos era el sucesor natural de Juárez al frente del Partido Liberal y su Gobierno, no en balde, y en su calidad de Licenciado en Derecho, el zacatecano era Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, cargo que traía aparajado, de acuerdo a la Constitución de 1857, el de sustituir al Presidente de la República a falta de éste.
Como militar, sin embargo, tenía las mismas limitantes que muchos otros Generales Mexicanos, a excepción sin embargo de jóvenes talentosos como Miramón o Zaragoza, o Díaz, y una de ellas era su excesiva cautela y concepción de la guerra como puramente defensiva. Quizá espantado ante la idea de enfrentar a un Mariscal de Francia, cercano a la corte de Napoleón III y héroe de Crimea y Solferino, decidió replegarse a Puebla y esperar el ataque Francés en vez de mantener el cerco sobre sus posiciones costeras, de esta forma, le regaló a Forey toda una ruta de comunicaciones con las que pudo trasladar sus 30,000 hombres hacia Puebla y sitiar la ciudad de marzo a mayo de 1863, los Conservadores, reorganizados y con la moral alta, capturaron Tabasco, facilitando la llegada de más tropas galas por ese punto y reforzando al ejército de Forey con dos divisiones mandadas por Márquez y por Almonte, lo que demuestra que ese movimiento contaba con gran capacidad de movilización entre la gente.
Durante el sitio de Puebla, la población civil se portó en forma un tanto pasiva por su descontento hacia Juárez, el cual, por su parte, tampoco brindó a González Ortega los medios necesarios que había para rechazar el sitio, pese a sus constantes peticiones --y que había, además--por ello, y pese a contar con 21,000 hombres, y con armamento norteamericano, la falta de municiones y de protección a las líneas de comunicaciones sentenciaron a la ciudad, que cayó en manos de Forey, permitiendo su avance hacia la Ciudad de México y motivando la huída de Juárez: la Guerra apenas comenzaba y no terminaría sino hasta el 15 de mayo de 1867 con el fusilamiento de Maximiliano.
González Ortega, junto a Díaz, Negrete y Berriozábal, entre otros jefes, lograron evadir la prisión francesa y ser deportados a la Martinica, el primero de ellos, intentó enfrentarse al autoritarismo de Juárez, y al terminar el periodo constitucional de éste en 1865, se proclamó Presidente acorde con la Constitución y sin que se pudiesen hacer elecciones. González Ortega buscaba poner fin a la contienda, negociando con Maximiliano y Francia, para formar un Gobierno de unidad nacional, encabezado por el príncipe austriaco, pero que diera cabida tanto a Liberales y Conservadores. Juárez le agradeció sus servicios a la causa republicana y Liberal con la ayuda de los Norteamericanos, que le apresaron y recluyeron en un manicomio. Cuando lo liberaron y regresó a México, su carrera política y militar estaba en ruinas.
4.- ¿Una gran victoria?
Como se ve, la Batalla de Puebla no fue la gran victoria que la Historia Oficial nos vende, fue, en todo caso, una victoria táctica, mas la misma no repercutió en el transcurso de la Guerra de Intervención Francesa e Imperio, y que se desperdició ante la decisión de González Ortega de retirarse a Puebla en vez de mantener a los Franceses arrinconados en el trópico. Para septiembre de 1863, la capital del país cayó en manos de los Franceses, que cearon un Gobierno Provisional de los Conservadores, y en 1864, era elevado al trono mexicano Maximiliano de Habsburgo, con lo que el enorme logro de Zaragoza quedó como inútil; sin embargo, Juárez supo usar la Batalla del 5 de mayo como vehículo propagandístico y exaltar en cierta forma el nacionalismo en su favor.
Igualmente, no resulta correcto denunciar a los Conservadores como traidores por aliarse a los Franceses, si tomamos en cuenta que Juárez y los Liberales contaron siempre con el apoyo Norteamericano, pues aunque Lincoln era reacio a la intervención en los asuntos extranjeros y estaba muy ocupado con la Guerra Civil, bien sabía que el triunfo francés en México y la fundación de una monarquía ligada a Europa y fuerte en su vecino del sur implicaba un peligro al triunfo de la causa Federal sobre los rebeldes de los estados sureños y el fin de los sueños hegemónicos del "Destino Manifiesto" gringo, por lo que no dejó de ayudar a Juárez con armas y dinero, cuando no abiertamente con hombres y asesores militares. Hubo una ocasión en la fronteriza Matamoros, Tamaulipas, en que se enfrentaron, por un lado, Liberales mexicanos y Yankees contra Franceses y Confederados; para el final de la guerra, durante el Sitio de Querétaro, en el ejército que tomó la ciudad y capturó al emperador, bajo las órdenes de Don Mariano Escobedo, se contaran numerosos oficiales y soldados norteamericanos, incluso de color, veteranos de la Guerra Civil, enviados por el Presidente Johnson, sucesor de Lincoln, quien incluso pensó en mandar al General Ulysses Grant, a socorrer a los Juaristas, pero no fue necesario, y Grant pudo dejar las armas y avocarse a la política, llegando a la Presidencia pocos años después.
De esta forma, los Liberales fueron también traidores, en todo caso, la Intervención e Imperio no fue sino un episodio en las luchas por el reacomodo de poder que supuso el engrandecimiento de EUA y su aparición como potencia en el gran juego geopolítico y la forma, casi desesperada de las potencias europeas por evitarlo, Liberales y Conservadores mexicanos, no fueron sino peones en ese juego de poder mundial.
5.- Las verdaderas y olvidadas victorias:
El tamaño de una victoria se mide por cómo la recuerda el derrotado. Los Franceses, hoy en día, apenas recuerdan la batalla del 5 de mayo de 1862, pero sí recuerdan dos batallas victoriosas para los Mexicanos pero olvidadas por éstos: la Batalla de Camarón y la verdadera Batalla y Victoria de Puebla del 2 de abril de 1867.
En la Batalla de la Hacienda de Camarón, Tamaulipas, en abril de 1863 la Legión Extranjera, mítico cuerpo del ejército francés conformado por soldados no franceses que militaban y militan voluntariamente bajo su bandera, sufrió una de sus más terribles derrotas, un destacamento, bajo el mando del capitán D'anjou, con apenas 60 hombres y que protegía los suministros del ejército francés de Veracruz a Puebla, enfrentó valerosamente a más de 2,000 jinetes del ejército Liberal, los Legionarios fueron masacrados, pero ocasionaron 300 bajas a los Mexicanos, los sobrevivientes se rindieron y agradecieron la gran caballerosidad de éstos.
Año con año, la Batalla de Camarón es recordada por el Ejército Francés, y el grito de "Camerone" es hasta el día de hoy, el grito de guerra de la Legión Extranjera, en México, por contrario, casi nadie recuerda la efeméride, salvo un acto protocolario que se hace con la presencia del Embajador galo en nuestro país.
Pero, por otro lado, está la Batalla del 2 de abril, en la que Don Porfirio Díaz se consagró como verdadero héroe al derrotar definitivamente a las fuerzas francesas remanentes en México y a los Conservadores, sellando el trágico destino de Maximiliano. A partir de ahí, el General Mixteca se convirtió en el mayor rival de Juárez, que no pudo hacerle lo mismo que a González Ortega, ni impedir su ascenso.
Así, la Batalla del 5 de mayo sigue siendo uno de los grandes mitos de la Historia Nacional, que, sin embargo, ha sido uno de los principales puntos para fortalecer nuestro nacionalismo y orgullo, y como prueba de ello está el cómo se celebra esta fecha en EUA, irónicamente, la victoria de Zaragoza, se ha convertido en un reclamo del orgullo de la Mexicanidad no contra Francia o Europa, sino contra el país, el Estado que apoyó al bando en que el General texano militaba, no cabe duda que todo es un boomerang...
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