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18 de diciembre de 2011

LA CITY DE LONDRES O LAS VENTAJAS DEL MEDIEVALISMO


Advertencia: a efectos de ser coloquial, en este artículo nos referimos al mismo país con su nombre oficial: "Reino Unido (de Gran Bretaña e Irlanda del Norte), Gran Bretaña, la isla mayor de las llamadas Británicas (junto a Irlanda, Man, Orcadas y las del Canal) e Inglaterra, la parte central de esa isla y habitada por los anglosajones, mientras que Escocia, al norte, Gales, al Oeste e Irlanda del Norte son territorios celtas, finalmente, en forma popular se usan estos nombres de manera indistinta o como sinónimos, aunque no lo sean en estricto sentido.

¡He aquí que la poderosa y altiva Albión se ha visto obligada a convertirse en un paraíso fiscal, igual que sus antiguas colonias antillanas de Bahamas, Barbados, Bermudas o Islas Caimán! Estas pequeñas repúblicas caribeñas, son archipiélagos muy atractivos para el turismo, pero sin grandes recursos naturales excepto el azúcar o el algodón; durante la Epoca Colonial, desde fines del siglo XVI y hasta el XX, fueron proveedores de tales productos a su isla madre: la Gran Bretaña y del resto del Imperio Británico, que en sus días de gloria, hace exactamente 100 años, y a pesar de la independencia de 13 colonias norteamericanas a fines del siglo XVIII, aparecía consolidado y extendiéndose por 1/3 de la superficie del globo.

De hecho, la Independencia Norteamericana y la casi inmediata de las principales colonias del Imperio Español le sirvieron de lección a los ingleses respecto a cómo tratar a sus pueblos sometidos o, como en el caso de los gringos, a sus hermanos de raza anglosajona transplantados a otros lados; se olvidaron de tesis en apariencia confiables de Montesquieu, Rousseau, Locke y otros racionalistas que alegaba que la diferencia de clima, suelos y ubicación geográfica hacía de la gente nacida fuera de Europa más torpe o inferior, y aceptaron que las colonias fuesen tomando, poco a poco, más autogobierno y sus habitantes, iguales derechos a los de la metrópoli; todo aquello que hubiese evitado que los colonos yankees se hubiesen rebelado, y así, Canadá, Australia o Nueva Zelanda pudieron permanecer por largo tiempo bajo las alas del manto de Su Majestad Británica y cuando surgieron a la vida independiente, lo hicieron como países desarrollados o en pleno camino de serlo, y con ciudadanos acostumbrados a una vida política responsable  y participativa, sin que se diese un divorcio violento y sangriento o surgiesen caudillos carismáticos dispuestos a hacerse pedazos unos a los otros por el poder; lo contrario a las ex colonias españolas, donde el alto desarrollo alcanzado tras 300 años se fue a la basura durante un siglo XIX tumultuoso y estéril.

Cosa diferente ocurrió con las colonias de conquista, donde la mayor parte de la población fue nativa y, debido a la particular idiosincracia anglosajona, sometida a la discriminación más feroz: Irlanda, Africa o la India sufrieron dominaciones pesadas y crueles, aunque se fue suavizando el yugo poco a poco, sobre todo en el caso hindú, debido a las exigencias de su población autóctona, encarnada en el movimiento del Mahatma Gandhi, hasta el día de hoy en que la India es sin duda, el "hijo mayor" o alumno más avanzado de Gran Bretaña, de quien tomó infraestructuras, una lengua común y mañas militares y económicas y ambiciones imperiales también.

En el caso de las pequeñas islas de las que hablábamos al principio, su falta de recursos y la ruptura del sistema imperial en el que eran meras productoras de materias primas idóneas a su clima tropical, las llevó a desarrollar su potencial turístico, pero, para hacerlo, necesitaban dinero: como la venta de azúcar, algodón en bruto o bebidas alcohólicas derivada de la caña no reportaban muchos ingresos, decidieron hacer lo que Suiza hizo para financiar su alto desarrollo tras que en 1815, en el Congreso de Viena, se prohibiese a los helvéticos el contratarse en las más diversas fuerzas armadas como mercenarios (y que era su principal fuente de recursos, el país alpino era un país de pequeños pueblos de mujeres y niños, que esperaban noticias del padre, hermano o hijo que mandaba cartas relatando acciones de guerra a favor de España, Francia, los principados alemanes o Rusia, acompañadas siempre de monedas de oro con las que pagar rentas, aperos de labranza o ganado, lo peor era recibir la noticia de la muerte en combate, a menudo enfrentando a los vecinos encuadrados en el regimiento suizo del ejército enemigo): fundar instituciones de crédito y fideicomisos, reducir a cero los impuestos a capitales extranjeros, establecer un secreto bancario blindado y absoluto y ofrecer altísimas tasas de interés a los créditos recibidos, después de todo ¿dónde iba a estar su solvencia? Bueno, se podían pagar los créditos con tierra o concesiones para hoteles, bares, discotheques, etc. Y así, surgió la noción de "paraíso fiscal", con lo que estas islas atrajeron enormes inversiones.

El resultado lo tenemos a la vista: Bermudas, Barbados, Bahamas y las Islas Caimán se encuentran en las rutas de los cruceros de más lujo, sus playas cuentan con hoteles y spas muy exclusivos y son centros de turismo para los visitantes más selectos, sus habitantes gozan de un buen nivel de vida, hay empleo, hay infraestructuras y hasta le han prestado dinero a EUA y son parte de la parvada de buitres que revolotean ya a su alrededor, no en balde, se habla de que son también una especie de Potencia Emergente, verdaderas nuevas "Cartagos" del Caribe.

Entre tanto, su antigua metrópoli, Inglaterra, perdido su imperio colonial tras la II Guerra Mundial se avocó a rascarse con sus uñas: podía hacerlo, no en balde era una de las principales potencias industriales del mundo; pero era muy distinto serlo cuando como en especie de tributo, llegaba el petróleo de Medio Oriente, donde Arabia, Egipto, Jordania, eran protectorados o mandatos suyos, acorde con el sistema de la Sociedad de Naciones en el periodo entre-guerras, cuando Cecil Rhodes mandaba cargamentos repletos de diamantes sudafricanos y oro de Zimbabwe, la India le surtía de índigo, maderas, cocoa, té, mineral de hierro, esmeraldas y muchos otros productos, Canadá le enviaba pieles, trigo, manganeso y otros minerales, y Austrialia lana de oveja, todo explotado por empresas inglesas, sin regulaciones diferentes a las propias y no pagando impuestos más que al único monarca y su gobierno. Tras el fin del imperio, cada país puso sus propias normas y sus impuestos, aranceles y limitaciones o condiciones al comercio, algunos, además, impulsados por nacionalismos exacerbados o incluso afán de revancha, mientras que otros, sobre todo los países africanos, cayeron en una crónica inestabilidad que hizo imposible o difícil la extracción de sus recursos.

La industria británica empezó a declinar, EUA ya la había superado tras la I Guerra Mundial, y para los años 50 estaba ya a años luz de ser alcanzada por la británica. Para colmo, la receta aplicada por los gobiernos de la Postguerra, la mayoría del Partido Laborista, salvo los intervalos de Churchill ya bajo la entonces joven Isabel II, consistió en aplicar el Keynesianismo más dogmático, para así lograr, según ellos, la reconstrucción económica británica tras la debacle de la guerra, y lo hicieron nacionalizando todo lo que pudieron, llegó un momento en que el Estado Británico era antes que nada, empresario, y así, hasta autos de lujo como Jaguar o Rolls Royce eran fabricados por el gobierno; para cuando, con Margaret Tathcher, en los 80, empezaron las privatizaciones, era demasiado tarde y muchas empresas fueron a parar a manos extranjeras: norteamericanos, chinos y hasta rusos han adquirido los negocios otrora gubernamentales.

Sin embargo, al Reino Unido le salvaron dos milagros: la aparición de los Beatles y con ella, una verdadera industria musical que, hasta nuestros días, sigue pujante, y el milagro del anacronismo de su legislación y tradiciones políticas, a veces ridículas e incomprensibles, a veces, como ahora, sorprendentemente útiles; eso es lo que defendió Cameron con su veto a la refundación de la Unión Europea propuesta por Alemania y Francia.

La "City" de Londres consiste en el núcleo de la urbe capital de la nación, abarca 1 milla cuadrada y se levanta sobre el casco de la antigua colonia romana de Londinium, fundada tras la conquista de la isla de Britannia bajo el reinado de Claudio I.  Londinium era un municipio romano, dotado de sus propios magistrados y senadores locales; ciertamente Britannia nunca fue una provincia romanizada como Hispania o las Galias, y los romanos que habitaban la ciudad eran minoría, los demás, eran celtas bretones que conservaron sus costumbres nativas. Con la salida de los grecolatinos en el siglo V, los anglosajones llegaron a la ciudad y se instalaron en ella, curiosamente, respetando ese status especial. Los londinenses nombraban sus autoridades y se regían por sus propias leyes municipales, sin ingerencia de los reyes anglosajones, lo cual  fue un precedente para las ciudades libres europeas, que no dependían de ningún señor feudal, y ni siquiera el monarca podía intervenir en su vida interna.

Cuando Guillermo el Conquistador se hizo con el trono anglosajón tras Hastings en 1066 y fundó la actual monarquía británica, obtuvo el apoyo y la lealtad de los londinenses, por lo que el rey respetó sus privilegios y sus leyes, a cambio de, sobre todo, su apoyo económico a la corona. Muchos de esos privilegios consistieron en establecer su propia política fiscal, en el caso de la City, se convirtió en un lugar con exenciones de impuestos que atrajo a comerciantes y cambistas, es decir, banqueros, entre tanto, otros poblados cercanos, como Westminster, empezaron a crecer, en ese caso, alrededor de la famosa abadía, y ya para el siglo XVI Londres era una verdadera zona metropolitana.

Ya desde el siglo XIX, la población se vio desplazada y en su lugar, se instalaron negocios, aprovechando que las leyes fiscales y comerciales promulgadas por el Parlamento no tenían vigor al interior de la City, que seguía manteniendo sus propias normas medievales y su propio gobierno y así hasta el día de hoy: cada año, se nombra un alcalde y se realiza un desfile ceremonial en carroza dorada del mismo, que ostenta su cargo en forma honoraria y generalmente, resulta ser un directivo de alguna de las corporaciones financieras instaladas en su territorio (que podemos ver en la fotografía aérea al inicio de este post) y que ejerce funciones de relaciones públicas a nivel mundial, casi como un Jefe de Estado buscando atraer más inversiones o clientes... es curioso, pero la Reina Isabel II, al igual que todos sus antecesores hasta Guillermo I, debe pedir permiso para ingresar a la milla cuadrada de la City, que hoy en día tiene una población permanente reducida, pues en realidad es sede de oficinas de bancos, financieras y aseguradoras, como Lloyd's o Barclay's, que se acogen a normativas pensadas para el siglo XI o XII, que se mantienen vigentes para atraer capitales... Inglaterra se ha vuelto un paraíso fiscal.

Eso fue lo que protegió Cameron al rechazar la refundación de la Unión Europea: Inglaterra necesita el paraíso fiscal de la City y necesita revivificar la Commonwealth o Comunidad Britanica de Naciones con sus ex-colonias, y servirles de banco, no le queda de otra a fin de mantenerse a flote en medio de la tormenta económica que azota a Europa y de la que pretende salvarse... ¿lo logrará? Está por verse.
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En el próximo post: la muerte del "amado líder" Kim Jong Il de Corea del Norte.

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