La odisea de "Los 33" como ahora se les conoce a los mineros chilenos que se encontraron atrapados en la mina San José del Desierto de Atacama durante 69-70 días sin duda será la noticia del año y pasará a la historia como un evento sin precedentes en un año que ha sido difícil para el país sudamericano, pero que también ha sido crucial para manifestarse como otra potencia emergente.
Este año comenzó con la elección de Sebastián Piñera, un connotado empresario con aspiraciones políticas y que ya había sido derrotado previamente por Michelle Bachelet, la anterior mandataria. Tras la toma de posesión había una gran incertidumbre de cuál sería la postura y las dotes del hombre de negocios en la primera magistratura, después de todo, era el primer presidente emanado de la "Derecha" cuando, desde la terminación de la Dictadura del General Pinochet y la asunción de Patricio Aylwin a la presidencia, todos los mandatarios (Eduardo Frei, Ricardo Lagos y Bachelet) han sido provenientes de la llamada "Concertación" alianza conformada por los Partidos de "Izquierda", donde conviven los Socialdemócratas y los Demócratas Cristianos y se temía que significase una regresión a la época del régimen militar. Sin embargo, Piñera no lo hizo, mantuvo abierta las comisiones investigadoras y las causas contra aquellos acusados de vulneración de los derechos fundamentales y represores.
Pero lo que ha venido a definir a Piñera como líder fue la superación de los problemas, y serios que se le vinieron encima: primero, el terremoto del 27 de febrero de este año y después, en agosto, el accidente de la Mina San José. Pero esto no solamente define al mandatario andino, define al propio país, a su clase política y a su sociedad.
Pudimos ver a una clase política que si bien mantiene divisiones ideológicas y estratégicas, se mantiene unido en los esencial que es la protección del interés nacional, fruto de un pacto y acuerdos tomados tras la trancisión a la caída de los militares, en que decidieron, sobre todo, no cometer el gravísimo error de radicalizar y polarizar a la política chilena; el sistema político se ha convertido en algo muy parecido a un régimen mixto pensado por Aristóteles: aristocracia combinada con participación popular, y un pragmatismo para enfrentar los problemas reales que se impone sobre el compromiso ideológico y el deseo de crear enfrentamientos innecesarios y bizantinos, además de que existe una plena comprensión del carácter conservador de la sociedad chilena por parte de sus políticos.
Sobre todo es de destacarse a una sociedad unida, con personas que asumen sus responsabilidades: la empresa no negó su negligencia en mejorar las condiciones de trabajo de los mineros y el Gobierno no ayudó mirando a otro lado y negando la existencia del problema, al contrario, se hizo hincapié en hacer pagar a los que resulten responsables por las condiciones que provocaron el accidente; la empresa, además, asumió hasta donde pudo los costos del rescate, los demás, los asumió el Estado y se aceptó la ayuda internacional en donaciones y en el trabajo de expertos; existió una gran transparencia, se dejó entrar a los medios y se mantuvo informada a la sociedad y a la opinión pública internacional de todos los incidentes ocurridos y los pormenores de la operación de rescate.
La sociedad chilena se ha mostrado unida, respetuosa hacia la autoridad y las instituciones, dotada de valores tales como la solidaridad y la fe, manifestándose una religiosidad activa, sana y sincera, y sobre todo, guiada por la verdad... Todo esto, por supuesto, ha servido para que Chile superase estas pruebas durísimas del terremoto y del accidente de la mina, la fe mueve montañas, la unidad y la solidaridad facilitan las cosas; los chilenos, lejos de ver los incidentes como una catástrofe insalvable, lo vieron como retos a ser superados: el terremoto no deprimió la economía del país, antes bien, la reconstrucción alentó la economía e hizo que Chile superara la crisis antes que nadie.
Hoy en dia, ei impacto del rescate de los mineros ha sido fundamentalmente anímico; los chilenos sienten que han superado las pruebas que les han sido presentadas y que están listos para grandes realizaciones; Chile no ha sido catalogado dentro de las potencias emergentes como sí lo ha sido Brasil, pero debería serlo, aunque ciertamente, los andinos no tienen ambiciones geopolíticas como sí las tienen los amazónicos, les basta a ellos lograr el bienestar para el pueblo y el respeto internacional logrado no por el temor a sus armas o por las intrigas en los foros internacionales como lo hace el gigante sudamericano, sino por la integridad moral de su gente y por el propio esfuerzo, y creo que lo van a lograr.
Chile, en pocas palabras, es admirable y demuestra cómo la dimensión moral sana de una sociedad repercute más que todos los sistemas políticos y mecanismos de fiscalización y ejercicio del poder que puedan plantearse.
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En contraste, los acontecimientos de Chile nos trajeron a la memoria la tragedia de Pasta de Conchos, Coahuila, en que no se hizo nada por rescatar a los mineros que fueron atrapados o presuntamente muertos tras una explosión dentro de una mina de carbón. Si bien las circunstancias fueron diferentes, dada la alta probabilidad de la muerte de los mineros por la explosión del gas Grisú, la actuación tanto de la empresa minera como del Gobierno Federal fueron lamentables: ocultamiento de información, carencia de tecnología para hacer un rastreo o perforar mediante sondas hacia el área donde los trabajadores se encontraban, las autoridades actuando para solapar la negligencia de la empresa, la nula presencia del Presidente o de altos funcionarios en el lugar del siniestro y el destape de la corrupción terrible en el sindicato encabezada por el líder gremial: Napoleón Gómez Urrutia, quien huyó a Canadá y no ha sido traído ante la Justicia, mientras el Gobierno panista quiso sacar raja política de todo esto e imponer un líder en el sindicato leal a sus intereses y no que respondiese realmente a los de los obreros de una de las profesiones más peligrosas del mundo.
Lejos de hacerse lo que ocurre en Chile, no se han implementado cambios a las normas de seguridad y es impensable que en las minas mexicanas existan refugios con provisiones como el que le salvó la vida a los 33.
A diferencia de la unidad mostrada por los chilenos, en México los partidos se habrían lanzado al ataque de la figura presidencial, e impensable además de que éste o cualquier otro funcionario diese las gracias a Dios o siquiera lo mencionara, basta recordar que el Gobernador electo en Sinaloa, por el hecho de dar gracias en su victoria electoral, fue sancionado económicamente o que el difunto Carlos Abascal, Secretario del Trabajo y después de Gobernación bajo Fox, fuese criticado, casi linchado por los medios y los partidos opositores por simplemente decir "que Dios y la Virgen de Guadalupe los bendiga" a los asistentes a un evento oficial, impensable también que exista en México un partido "Demócrata Cristiano" como en Chile, Alemania o Italia, está prohibido por Ley, no se vaya a molestar Juárez dentro de su tumba y salga de ella como zombie vengador ante la tamaña herejía de cuestionar al "Estado Laico" y sobre todo, no se vaya a molestar la mafia de "albañiles cósmicos" que controla este país desde el siglo XIX para beneficio de sus líderes en Washington...
No cabe duda que México es una sociedad y un país en decadencia, moribundo, y lo peor es que sus propios líderes están interesados en matarlo.
Este año comenzó con la elección de Sebastián Piñera, un connotado empresario con aspiraciones políticas y que ya había sido derrotado previamente por Michelle Bachelet, la anterior mandataria. Tras la toma de posesión había una gran incertidumbre de cuál sería la postura y las dotes del hombre de negocios en la primera magistratura, después de todo, era el primer presidente emanado de la "Derecha" cuando, desde la terminación de la Dictadura del General Pinochet y la asunción de Patricio Aylwin a la presidencia, todos los mandatarios (Eduardo Frei, Ricardo Lagos y Bachelet) han sido provenientes de la llamada "Concertación" alianza conformada por los Partidos de "Izquierda", donde conviven los Socialdemócratas y los Demócratas Cristianos y se temía que significase una regresión a la época del régimen militar. Sin embargo, Piñera no lo hizo, mantuvo abierta las comisiones investigadoras y las causas contra aquellos acusados de vulneración de los derechos fundamentales y represores.
Pero lo que ha venido a definir a Piñera como líder fue la superación de los problemas, y serios que se le vinieron encima: primero, el terremoto del 27 de febrero de este año y después, en agosto, el accidente de la Mina San José. Pero esto no solamente define al mandatario andino, define al propio país, a su clase política y a su sociedad.
Pudimos ver a una clase política que si bien mantiene divisiones ideológicas y estratégicas, se mantiene unido en los esencial que es la protección del interés nacional, fruto de un pacto y acuerdos tomados tras la trancisión a la caída de los militares, en que decidieron, sobre todo, no cometer el gravísimo error de radicalizar y polarizar a la política chilena; el sistema político se ha convertido en algo muy parecido a un régimen mixto pensado por Aristóteles: aristocracia combinada con participación popular, y un pragmatismo para enfrentar los problemas reales que se impone sobre el compromiso ideológico y el deseo de crear enfrentamientos innecesarios y bizantinos, además de que existe una plena comprensión del carácter conservador de la sociedad chilena por parte de sus políticos.
Sobre todo es de destacarse a una sociedad unida, con personas que asumen sus responsabilidades: la empresa no negó su negligencia en mejorar las condiciones de trabajo de los mineros y el Gobierno no ayudó mirando a otro lado y negando la existencia del problema, al contrario, se hizo hincapié en hacer pagar a los que resulten responsables por las condiciones que provocaron el accidente; la empresa, además, asumió hasta donde pudo los costos del rescate, los demás, los asumió el Estado y se aceptó la ayuda internacional en donaciones y en el trabajo de expertos; existió una gran transparencia, se dejó entrar a los medios y se mantuvo informada a la sociedad y a la opinión pública internacional de todos los incidentes ocurridos y los pormenores de la operación de rescate.
La sociedad chilena se ha mostrado unida, respetuosa hacia la autoridad y las instituciones, dotada de valores tales como la solidaridad y la fe, manifestándose una religiosidad activa, sana y sincera, y sobre todo, guiada por la verdad... Todo esto, por supuesto, ha servido para que Chile superase estas pruebas durísimas del terremoto y del accidente de la mina, la fe mueve montañas, la unidad y la solidaridad facilitan las cosas; los chilenos, lejos de ver los incidentes como una catástrofe insalvable, lo vieron como retos a ser superados: el terremoto no deprimió la economía del país, antes bien, la reconstrucción alentó la economía e hizo que Chile superara la crisis antes que nadie.
Hoy en dia, ei impacto del rescate de los mineros ha sido fundamentalmente anímico; los chilenos sienten que han superado las pruebas que les han sido presentadas y que están listos para grandes realizaciones; Chile no ha sido catalogado dentro de las potencias emergentes como sí lo ha sido Brasil, pero debería serlo, aunque ciertamente, los andinos no tienen ambiciones geopolíticas como sí las tienen los amazónicos, les basta a ellos lograr el bienestar para el pueblo y el respeto internacional logrado no por el temor a sus armas o por las intrigas en los foros internacionales como lo hace el gigante sudamericano, sino por la integridad moral de su gente y por el propio esfuerzo, y creo que lo van a lograr.
Chile, en pocas palabras, es admirable y demuestra cómo la dimensión moral sana de una sociedad repercute más que todos los sistemas políticos y mecanismos de fiscalización y ejercicio del poder que puedan plantearse.
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En contraste, los acontecimientos de Chile nos trajeron a la memoria la tragedia de Pasta de Conchos, Coahuila, en que no se hizo nada por rescatar a los mineros que fueron atrapados o presuntamente muertos tras una explosión dentro de una mina de carbón. Si bien las circunstancias fueron diferentes, dada la alta probabilidad de la muerte de los mineros por la explosión del gas Grisú, la actuación tanto de la empresa minera como del Gobierno Federal fueron lamentables: ocultamiento de información, carencia de tecnología para hacer un rastreo o perforar mediante sondas hacia el área donde los trabajadores se encontraban, las autoridades actuando para solapar la negligencia de la empresa, la nula presencia del Presidente o de altos funcionarios en el lugar del siniestro y el destape de la corrupción terrible en el sindicato encabezada por el líder gremial: Napoleón Gómez Urrutia, quien huyó a Canadá y no ha sido traído ante la Justicia, mientras el Gobierno panista quiso sacar raja política de todo esto e imponer un líder en el sindicato leal a sus intereses y no que respondiese realmente a los de los obreros de una de las profesiones más peligrosas del mundo.
Lejos de hacerse lo que ocurre en Chile, no se han implementado cambios a las normas de seguridad y es impensable que en las minas mexicanas existan refugios con provisiones como el que le salvó la vida a los 33.
A diferencia de la unidad mostrada por los chilenos, en México los partidos se habrían lanzado al ataque de la figura presidencial, e impensable además de que éste o cualquier otro funcionario diese las gracias a Dios o siquiera lo mencionara, basta recordar que el Gobernador electo en Sinaloa, por el hecho de dar gracias en su victoria electoral, fue sancionado económicamente o que el difunto Carlos Abascal, Secretario del Trabajo y después de Gobernación bajo Fox, fuese criticado, casi linchado por los medios y los partidos opositores por simplemente decir "que Dios y la Virgen de Guadalupe los bendiga" a los asistentes a un evento oficial, impensable también que exista en México un partido "Demócrata Cristiano" como en Chile, Alemania o Italia, está prohibido por Ley, no se vaya a molestar Juárez dentro de su tumba y salga de ella como zombie vengador ante la tamaña herejía de cuestionar al "Estado Laico" y sobre todo, no se vaya a molestar la mafia de "albañiles cósmicos" que controla este país desde el siglo XIX para beneficio de sus líderes en Washington...
No cabe duda que México es una sociedad y un país en decadencia, moribundo, y lo peor es que sus propios líderes están interesados en matarlo.
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