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11 de octubre de 2010

LEPANTO


En la época actual en nuestro mundo occidental es tabú hablar de algunas glorias del pasado, como es el caso de la Batalla de Lepanto, misma que, de acuerdo a Don Miguel de Cervantes, que participara en la acción fue "la más alta ocasión que han visto todos los siglos", y es que hoy, pretendiéndose analizar las históricamente tensas relaciones Oriente-Occidente desde la misma óptica de la intervención norteamericana en Irak y Afganistán se propician errores y malas apreciaciones, puesto que no puede estimarse, como luego ocurre, sobre todo desde la Izquierda y el Progresismo actuales en la llamada "Alianza de Civilizaciones" que promueve el Presidente español José Luis Rodríguez Zapatero y que sólo está sirviendo para que líderes ambiciosos y astutos como Erdogan o Ahmadinejad le tomen el pelo a los europeos, que los europeos fueron los malvados agresores de un Islam pacífico y tolerante en el siglo XVI. Así, resulta una completa torpeza de parte de los parlamentarios italianos que hace dos años quitaran del Recinto Legislativo una pintura que representaba a tan memorable hecho de armas para no ofender a los musulmanes, cada vez más numerosos en la península itálica, Occidente se la pasa pidiendo disculpas por el pasado, sin embargo, creo que Irán no las ha pedido por la muerte de Leónidas y sus 300 espartanos en las Termópilas, y simplemente, no nos vayamos más lejos, Turquía sigue negando el genocidio de los Armenios de hace 90 años y encarcelando a todo aquel que hable de ello, y mientras EUA condesciende y acepta la mezquita cerca de la "Zona Cero", Arabia Saudita encarcela a trabajadores extranjeros por el terrible crimen de celebrar una misa en su territorio.

Si volvieramos a la Europa del siglo XVI, nos daríamos cuenta que el Imperio Otomano, en su máximo esplendor, no había renunciado a la idea de expandirse por Europa, y particularmente, la recuperación de España para el Islam o la invasión de Italia siguieron siendo objetivos prioritarios tanto para Solimán "el Magnífico" como para su hijo Selim; el califato turo parecía ser una potencia temible e invencible, con una población inmensa, el dominio del Medio Oriente y el Norte de Africa, así como de los Balcanes tras la caída del Imperio Romano de Oriente y de los reinos eslavos contaba con inmensas fuerzas militares encabezadas por los Jenízaros; fueron los musulmanes los que iniciaron la edad de oro de la piratería, bajo el mando de los almirantes Horuck y Jeredín Barbarroja, que desde Argelia y Tunez asaltaban los puertos españoles en la península ibérica y en Italia cuando los barcos llegaban con las riquezas americanas, realizando además razzias con las que atrapaban a europeos a los que encontraban en los campos y en las playas y que después eran llevados a Alejandría, Estambul, Argel, Marruecos o Tunez para ser vendidos como esclavos.

Así, para mediados del siglo XVI era evidente que existían dos potencias mundiales indiscutibles: el Imperio Español y el Imperio Otomano. En el pasado, los europeos se habrían unido para luchar contra el enemigo común mediante una Cruzada, pero había surgido la política del interés nacional, y eso llevó a que el rey Francisco I de Francia se aliara con el imperio islámico en contra de España, lo que representó el primer quiebre de la idea de "Cristiandad" en Occidente, aunque también comenzó a ampliar el esquema de relaciones internacionales hacia el Medio Oriente.

Sin embargo, ya comenzaban a cambiar las cosas: si para la época de las Cruzadas (siglos XI a XIII) era indiscutible la superioridad material y tecnológica del Islam sobre Europa, para el Renacimiento el balance se había puesto del lado de los Occidentales: el ataque musulmán a la Isla de Malta defendida por unas cuantas decenas de caballeros de la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén y los pocos miles de malteses contra una inmensa muchedumbre de guerreros del Islam terminó en derrota gracias a los avances en artillería y fortificaciones de los europeos; aún así, Solimán continuó con su campaña en el Mediterráneo Oriental con la mira de preparar una invasión a Italia, la muerte le sorprendió, pero el proyecto fue continuado por su hijo y sucesor Selim II, mismo que tuvo con la esclava y posteriormente esposa favorita: la rusa Roxelana, (de ahí que Selim fuera pelirrojo y violando la Shari'a, bastante aficionado al alcohol) que como siempre, a causa de la poligamia, debió luchar y eliminar a sus muchos hermanos al fin de asegurarse el trono de los sucesores de Mahoma, y una vez hecho esto, el nuevo caudillo de los creyentes se planteó tomar Chipre y de ahí preparar el asalto hacia la península itálica, por lo que empezó a concentrar galeras en Grecia para iniciar las operaciones.

Ante esta situación, que amenazaba por un lado a Venecia, que hasta el momento contaba en Chipre a su más avanzado puesto comercial en el oriente del Mediterráneo, a España, dueña del sur de Italia, y al Papado, por ser su destrucción el objetivo más importante que los musulmanes se habían puesto, junto con la islamización de Roma, a fin de reclamar la herencia de los césares, misma que consideraban propia tras haber convertido a la capital romana oriental: Constantinopla en la sede del califato con el nombre de Estambul, se convocó, por última vez, a la Cruzada contra el Islam (por cierto, las recientes declaraciones del líder libio, Muammar Gadaffi dan a entender que la islamización de Italia y la expulsión o destrucción del Papado sigue siendo un sueño a alcanzar dentro del imaginario musulmán). Nadie más que España, Venecia y los Estados Pontificios acudieron al llamado, aún así, se armó una poderosa flota que quedó bajo el mando de Don Juan de Austria, medio hermano del rey Felipe II y uno de los mejores militares españoles que ha habido, junto al Gran Duque de Alba y al Gran Capitán Gonzalo Fernández de Córdoba, así como del almirante italiano Andrea Doria mientras que la reserva quedaria bajo las órdenes del español Don Alvaro de Bazán.

A pesar de que España contaba en aquella época con grandes flotas de guerra construidas para la navegación y el combate oceánicos en el Atlántico y el Pacífico, la flota del Mediterráneo no se encontraba formada por galeones, sino por galeras de remos, adecuadas para las distancias más cortas y aguas menos bravas y profundas que las de los océanos, sin embargo, las galeras españolas distaban de ser vestigios arqueológicos o imitaciones de los trirremes griegos y romanos, las proas se encontraban erizadas de cañones de grueso calibre, y tripuladas por los tercios de mar, esto es, por cuerpos de la Infantería de Marina de reciente creación, armados principalmente con armas de fuego y equipados con armaduras ligeras pero con blindaje antibalas (triple capa de acero, y coraza inclinada que distribuía la fuerza de los impactos, los petos tenían una curiosa forma barrigona); aparte de ello, los venecianos aportaron cuatro galeazas, inmensos barcos impulsados con remos, poco maniobrables y que requerían, para cambiar de posición, de ser remolcados por veleros más pequeños, y que no eran más que fortalezas flotantes dotadas de un inmenso poder de fuego.

La flota islámica, bajo el mando del almirante Alí Paschá, así como el Gobernador de Alejandría, el corsario egipcio Mohamhed Sirocco, y el pirata Kara Hodja, así como el almirante Murath Dragut, contaba con galeras que no contaban con una artillería poderosa; la tecnología había comenzado a estancarse entre los musulmanes, y si en 1453 el contar con la mejor artillería de la época les abrió el paso a Constantinopla, cien años después no habían podido desarrollar cañones navales eficientes ni que su retroceso no desestabilizara a los buques, la mayoría contaba con catapultas y balistas al más puro estilo de la armada persa en Salamina dos mil años antes, y los guerreros que las tripulaban, armados con las clásicas cotas de malla ligeras, corazas de cuero y vellón de lana o escamas imbricadas de bronce y escudos de mimbre forrados de piel, tradicionales de los ejércitos de Medio Oriente, tenían como armas principales al arco compuesto y la flecha, aunque también había cuerpos de Jenízaros a bordo armados con espingardas o mosquetes de inferior calidad y más imprecisos que los usados por los ibéricos en esa época. Los musulmanes apostaban por la táctica clásica de la antigüedad: abordar las naves enemigas y tomarlas y hundirlas una a una. Los europeos, por su parte, bombardearían a la flota islámica en conjunto, a distancia, y una vez debilitada, procederían al abordaje y a rendir los buques enemigos (lo europeos contaban con 1250 cañones, los musulmanes sólo 350 y de menor potencia) ...

Llegó el 7 de octubre de 1571 y Don Juan de Austria avistó a la flota musulmana en el Golfo de Lepanto, en Grecia, de inmediato, ordenó la formación de batalla: Las 6 galeazas al frente iniciarían el bombardeo de la flota enemiga, buscarían romper el centro de la formación y después envolver a las galeras musulmanas hasta lograr destruir a la flota; Alí Paschá por su parte, ordenó que la armada adoptara una formacion en media luna con los cuernos apuntados hacia los extremos de la línea europea, tratando de envolver a ésta, sus barcos se lanzarían contra los cristianos y los abordarían, pero para ello, debían acercarse, y ahí estuvo el problema.

Las galeazas empezaron a cañonear a los islámicos, desatándose el infierno sobre las cubiertas de las galeras turcas, uego, todas las galeras españolas e italianas abrieron fuego, de inmediato, varios barcos musulmanes se fueron a pique, los demás eran envueltos por las llamas, sin siquiera poder acercarse para que sus débiles cañones pudieran alcanzar a los buques de Don Juan o de Doria, las catapultas lanzaban piedras o bolas de paja ardiendo en trementina, los daños que ocsionaban eran ínfimos, pronto, el centro de la formación de Alí Paschá se desbandó, presa del pánico y de una verdadera avalancha de destrucción, Don Juan ordenó la persecución del centro y la formación musulmana quedó rota. Al acercarse los barcos españoles a los islámicos, se inició un encarnizado combate en que la infantería de marina española arrasaba con sus balas a los mujhaidín que intentaban lanzarse con la cimitarra y el sable en mano al abordaje. En ese momento, algunos musulmanes consiguieron abordar naves europeas y se combatió en las cubiertas encharcadas de sangre rodeados de humo y fuego, ahí fue cuando un joven soldado español apellidado Cervantes que estaba en los camarotes, enfermo de malaria, salió por la escotilla y trabó lucha con los jenízaros, recibiendo un disparo de pistola que le dejó paralizada la mano izquierda de por vida, de ahí el mote de "manco de Lepanto" que le quedaría durante su carrera literaria.

Para colmo de males para las fuerzas de la media luna, la mayoría de los remeros de sus barcos eran prisioneros cristianos europeos que se rebelaron y amotinaron y comenzaron a atacar a los tripulantes islámicos, que debían luchar contra los europeos de la flota enemiga y dentro de sus propios buques. Fue un desastre absoluto. Alí Paschá murió en la batalla acribillado por los arcabuceros españoles, mientras quedaban en el mar cerca de 30,000 mártires de Alá, contra 7600 europeos muertos, quienes solo perdieron 12 barcos, mientras que los musulmanes perdieron todos, excepto 30 que se mantuvieron a flote y fueron capturados, (originalmente eran más de 200) liberándose a cerca de 12,000 prisioneros cristianos que habían servido como remeros.

Actualmente se ha intentado minimizar el alcance de esta batalla, sin embargo, fue tan importante como la batalla de Salamina que evitó una invasión por mar de los Persas a Grecia en las Guerras Médicas: aunque Selim reconstruyó su flota y tomó Chipre, el dominio del Mediterráneo era cada vez más de los europeos y no de los musulmanes, se establecieron en forma definitiva a las armas de fuego como las principales de los buques de guerra y la guerra naval giró en torno a los cañones en adelante, los Otomanos no volvieron a intentar una operación en gran escala contra Europa Occidental por mar e Italia pudo respirar; pero sobre todo, se demostró que los Turcos no eran invencibles y que Europa tenía a su favor la tecnología, era, por primera vez desde los romanos, superior a los pueblos de Medio Oriente, iniciándose la hegemonía de la Civilización Occidental.

Sin embargo, hoy en día este hecho es poco recordado tanto por los escrúpulos antirreligiosos vigentes hoy en día en Occidente como por el sentimiento de culpa que domina en el mismo, buscando ser políticamente correcto ante un Islam que nuevamente parece mostrar más vitalidad. Más vale recordar este hecho realmente glorioso, que se dio como defensa de nuestro mundo contra una agresión de parte de la corte otomana, ante esto, no debemos pedir perdón por nuestro pasado, ni nos debe avergonzar que se haya recurrido a las armas, ciertamente los traumas de las Guerras Mundiales han llevado no al pacifismo bien entendido, sino a la cobardía más sentimental y perezosa que prefiere claudicar antes que a luchar.
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En el próximo post: John Lennon y Vargas Llosa.

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