En estos días ha circulado el rumor en las redes sociales acerca de suicidios masivos entre los indígenas Tarahumaras, o más correctamente Rarámuri, (nombre que ellos se dan a sí mismos y que significa "corredores", dada la tradición inmemorial entre ellos, provoocada por la falta de animales de carga y transporte en la América Precolombina, de correr grandes distancias a buen ritmo y velocidad) en el Estado de Chihuahua, provocados por la pobreza endémica que ha afectado a este grupo étnico desde hace generaciones, sin que encuentren la salida.
Los origenes de esta pobreza no radican, como es tradicional suponerlo, en la Conquista y Colonización Española, que no llegó a esa zona, la Sierra Madre Occidental en Chihuahua, sino hasta mediados del siglo XVII, y que ciertamente, motivó en un principio la expulsión de algunos de estos indígenas de las tierras que ocupaban, donde se dedicaban a una agricultura rudimentaria y eran seminómadas, pues no eran un pueblo de civilización avanzada como los Mayas o Aztecas, sino se encontraban más bien conectados con los "Chichimecas", palabra genérica usada por estos pueblos para describir a los "bárbaros" y que literalmente significa "quien vive como perro", y que no son otra cosa que los llamados por los Ingleses "Pieles Rojas", pueblos nómadas dedicados sobre todo a la caza y cuyas migraciones tuvieron una gran influencia en la Historia del "México" antiguo, (los Azteca o Mexica eran originalmente una de estas tribus, antes de adoptar el idioma y la cultura Náhuatl); sin embargo, la llegada de los Jesuitas les garantizó el respeto y la protección de la Corona Española. La decadencia y la caída de los Tarahumara en la miseria empezaría cuando Carlos III, de la Dinastía de los Borbón, ordena la expulsión de la Compañía de Jesús, vista como un serio obstáculo para el colonialismo mercantil-industrial de tipo británico o galo que, con sus reformas, la dinastía de origen francés pretendía implantar en todo el Imperio Hispano, en vez del desarrollo autónomo de todas las partes del mismo que impulsaron los Habsburgo. Carlos III hizo caso a los industriales españoles (estamos a inicios de la Revolución Industrial) que no querían que las industrias a cargo de los indígenas e impulsadas por los seguidores de San Ignacio de Loyola les hicieran competencia: Nueva España y demás "colonias", debían ser mercados cautivos para los productos hechos en la metrópoli europea y meros aportadores de materias primas; por ello, debía de restringirse la libertad económica en América y los Jesuitas eran, en mucho, defensores de ella... esto lo podemos ver en esa película clásica de los 80 con Robert de Niro y Jeremy Irons, "La Misión".
Sin embargo, no sería sino hasta la llegada del inmerecidamente llamado "Benemérito de las Américas", Benito Juárez y después de él, Porfirio Díaz, que comenzaría realmente el calvario para los Tarahumara y muchos otros grupos indígenas en México... cruel ironía, los gobernantes que más daño le hicieron a los indígenas fueron ellos mismos, indígenas: Juárez era Zapoteca, y Díaz, Mixteca, las etnias más importantes (y rivales desde hace milenios) de Oaxaca. Así, muchas comunidades indígenas durante la época colonial conocieron prosperidad y mejoraron su nivel de vida a comparación de la Epoca Prehispánica con la ayuda de cultivvos, animales y tecnología europeas, claro, una vez se hubo estabilizado la situación política y aún demográfica tras la guerra de Conquista y las epidemias importadas que hicieron mella en ellos; así, por ejemplo, los Otomíes recibieron tierras, aprendieron la agricultura y la ganadería y dejaron de ser vistos como semibárbaros y marginados, y en general, se respetó a los indígenas su propiedad, misma que ejercían en forma comunal, y si antes erigían pirámides, ahora erigían iglesias, que en su ornato y magnificencia, hechas con trabajo colectivo de todo el pueblo, mostraban el nivel de riqueza alcanzado por cada comunidad.
Sin embargo, Juárez, que pensaba hacer de México un clon de EUA, o más bien un satélite de éste, fue partidario del Liberalismo individualista más recalcitrante (en algunas cosas, pues en otras, sentó las bases para permanecer en los vicios mercantilistas y estatistas en los que seguimos estancados) y determinó que nuinguna entidad colectiva--excepto las sociedades mercantiles, claro--podría tener propiedades inmuebles, lo que originó el latifundismo, que continuó con Porfirio Díaz. En Chihuahua, estas medidas beneficiaron enormemente a familias como los Terrazas y los Creel (ahora ambas parte del entramado del PAN, lo que muestra claramente que dicho partido no tiene nada de Católico ni Conservador, sino es el nido de los "Liberales" pre-rrevolucionarios: Juaristas y Porfiristas) y propició, ahora sí, la expulsión de los Tarahumaras de los valles agrícolas y su migración a los montes, pues prefirieron la miseria, pero siendo libres, a la miseria agravada con una virtual servidumbre, pues los salarios a pagar a los indígenas, antiguos propietarios de la tierra y ahora trabajadores agrícolas eran de hambre y a cambio era soportar, muchas veces, malos tratos, jornadas laborales interminables y ahora sí, un desprecio racista completo.
Así que los Tarahumara prefirieron marginarse a sí mismos en las montañas y debido a que ahí no hay suelos favorables a la agricultura y el clima generalmente frío, el hambre y la escacés son frecuentes, quedando sujetos a la benevolencia de la naturaleza que en ocasiones les permite tener cosechas no buenas, sino regulares. El olvido de parte de las autoridades y de la sociedad en general, completan una situación que no ha sido más que apocalíptica para todo un pueblo.
Sin embargo, no todos los males para los Tarahumara viene de los blancos, mestizos o criollos, ni del Gobierno ni de la implícita maldad del capitalismo o de la Civilización Occidental como creerían los Izquierdosos más fanáticos, no, los Tarahumara tienen dos enemigos terribles y de los que poco se habla: 1.- Los que pretenden ayudarlos con caridad, juntando despensas y ropa y que hasta se van de misiones con ellos. 2.- Los propios Tarahumaras.
A continuación me explico: Actualmente tenemos una actitud hacia los indígenas que nació en el mismo siglo XVI durante la Conquista y que resultó, a largo plazo, peor que los caballos, la viruela o la pólvora para los indígenas; esta es la concepción de ellos como débiles, perpetuos menores de edad e incapaces de valerse por sí mismos; esa actitud se la debemos ni más ni menos que al que es considerado como el máximo defensor de los indígenas e ídolo de las Izquierdas: Fray Bartolomé de las Casas; este señor, como es sabido, escribió un libro llamado "Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias", en el que, llevado por su justa indignación ante los abusos de los Conquistadores Españoles, y buscando que Carlos V le hiciera caso e implementara las primeras leyes que regularan la situación jurídica de los indígenas, exageró al máximo tales abusos y pintó un cuadro brutal de sus compatriotas, como resultado, dotó a los enemigos de España, como Inglaterra y los Protestantes, y también a Francia de las herramientas para crear la llamada "Leyenda Negra" sobre el país ibérico, tapando que ellos cometían peores tropelías en las zonas que conquistaron y colonizaron, en América y Africa, pero estimulando un sentimiento antiespañol, y que hasta los propios Españoles acabaron creyéndose. En segundo lugar, exageró sobre la bondad, docilidad, y todas las virtudes habidas y por haber de los indígenas, mostrándolos casi como ángeles, a grado tal llega esta fantasía, que pasa por alto algunas costumbres muy poco virtuosas como el culto a la muerte y la sangre, el sacrificio humano y el canibalismo ritual, que hasta los refinados Mayas practicaron, que ha servido a autores muy poco o nada indígenas pero sí muy rojos como Eduardo Galeano o Isabel Allende para retratar un indio incapaz de pecar o siquiera de conocer el concepto de "mal" en lo más mínimo y eterna víctima del malvadísimo europeo y sus villanísimos descendientes, entre los cuales, por supuesto estos y otros autores similares no se incluyen (!).
Como resultado, y en la polémica que sostuvo las Casas con otros juristas e investigadores de su tiempo, como Juan Ginés de Sepúlveda o Fray Toribio de Benavente "Motolinía" (andrajoso, en Náhuatl, dada la pobreza del fraile) triunfó la postura de aquel primer obispo de Chiapas, y se establecieron las Leyes de Indias que sí, evitaron los abusos y generaron las condiciones para que las comunidades indígenas llegaran incluso a prosperar durante la Colonia; sin embargo, también generaron un marco o ambiente en que el indígena se sentía completamente inmune, y que ante cualquier situación podía correr a refugiarse en las faldas de la Santa Madre Iglesia o a los pies del Papá-Estado español. En contraste, tanto Sepúlveda como Motolinía planteaban que al ser el indígena igual al español en todo, como ser humano racional, debía integrársele a la nueva sociedad y tratársele igual que si hubiese nacido en Burgos o en Barcelona, pues estos lugares eran tan partes de España como lo era Tehuantepec y por tanto, el indígena era un súbdito del Rey como cualquier ibérico. Los esfuerzos hechos por Vasco de Quiroga o por los Jesuitas, de los que hemos hablado, iban encaminados a que los indígenas pudiesen gestionar la economía de sus comunidades y ser autosuficientes y competitivos, por lo mismo, se respetaban sus tierras comunales y de ahí venía que se les pudiera integrar a la sociedad del Imperio Español. Si hubiese procedido esto, los indígenas probablemente jamás habrían sido marginados.
Por el contrario, y si bien las comunidades indígenas conocieron autonomía, relativa prosperidad y salvo algunas rebeliones, se impuso la Pax Hispánica sobre lo que antes habían sido relaciones tensas y belicosas que en nada desmerecían a las habidas entre Roma y sus enemigos durante la República, también, sobreprotegidos, los indígenas vivieron dentro de esferas de cristal por 300 años. Cuando, tras la Independencia y la Reforma Liberal, la esfera se reventó, los pueblos nativos no se encontraban en condiciones de defenderse contra los abusos, se encontraban aislados del resto de la sociedad, como extranjeros en su propia tierra y sin oportunidad de competir en la Economía. Irónicamente, para 1910, aunque ya estaban sumidos en la pobreza y la marginación, seguían siendo la mayoría de la población, pues la explosión demográfica que nos colocaría a los criollo-mestizos como la etnia mayoritaria en México ocrurriría hasta después de la revolución con el crecimiento de las ciudades.
¿Pero entonces qué ha pasado?: pues que tanto la Iglesia como el Estado han respondido a las necesidades de los indígenas con dádivas y limosnas, algo que yo he vivido desde que estaba en el colegio en la Primaria: cada ño se juntaban despensas y unos, en vacaciones, se iban a llevarles esos víveres allá a la sierra a los Rarámuri; Gobiernos van y vienen y todos diseñan planes asistenciales para los indígenas, llevarles su cheque de Pro-Campo, regalarles mochilas a los niños, desayunos escolares y torti-bonos, pero nada de eso los ha sacado de pobres, ni los sacará.
¿Por qué? Porque no hay mejor negocio que ser pobre y estar esperando cada año o cada semestre a que lleguen los chavos de los colegios a traer despensas o cada quincena a que llegue el funcionario a repartir los cheques salidos de los impuestos que pagan los chabochis (los criollo-mestizos) entre que llegan unos y otros, vamos a ponernos bien pedos (borrachos) con unos tragos de tesgüino (cerveza de maíz) o bajamos al pueblo a comprarnos unas chelas con lo que nos dejó el cheque anterior. Es algo muy sencillo, recordemos el proverbio chino: "Si ves a un pobre pidiendo comida no le des pescado, enséñale a pescar", y resulta que a los Tarahumara nadie les ha enseñado a pescar, e incluso, ellos parecen no estar muy interesados en aprender a hacerlo.
Los Tarahumara viven en un entorno que es pésimo para la agricultura, obviamente es muy difícil obtener un cultivo de maíz en un paraje agreste y rocoso, o de trigo, pero sin embargo, se trata de paisajes hermosos y bosques tupidos donde, con organización y espíritu emprendedor, o podrían funcionar proyectos turísticos o silvícolas, o incluso, porqué no? la agricultura si se desarrollan obras de infraestructura adecuadas, como el cultivo en terrazas.Si de veras se quiere ayudar a los Tarahumara, esto debe ir más allá de la simple colecta y reparto de comestibles que se acaban y ya, eso no es la verdadera caridad, se necesitaría un Vasco de Quiroga moderno que les organizara actividades económicas que pudiesen desempeñar en su entorno y se necesitaría que el Estado les generase la infraestructura, les abriese la puerta de la educación y la capacitación para lograr prosperar.
Pero para ello, se necesitaría que los propios Tarahumara cambien su mentalidad y dejen de estar nomás sentados esperando las limosnas, y dejando de pensar cosas como que han sido condenados por Dios, algo difícil de erradicar, ya que el pensamiento indígena no concibe la noción de libre albedrío, sino es fatalista y considera que la Historia es un ciclo eterno imposible de romper.Ese papel es el que deben desempeñar las instituciones, tanto religiosas como del Estado al desarrollar labores educativas o misionales entre ellos, darles conciencia de que ellos y sólo ellos, pueden cambiar su destino, solo se necesita que agarren, como quien dice, el toro por los cuernos. Un ejemplo lo tenemos en los Huicholes o Wixárika, que ahora han empezado a desarrollar una industria textil y de joyería de fantasía que poco a poco, los está sacando de la miseria; e incluso, en EUA, comunidades indígenas administran restaurantes, casinos, centros turísticos y lo hacen en forma comunal, saliendo de la pobreza.
Pero si de por sí, entre los individuos es difícil hacer que una sola persona abandone el sentirse víctima, cuando está acomplejada, ahora imagínense hacerlo con un pueblo entero...
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