El día de ayer pude presenciar en vivo, gracias a la transmisión de "Mariavisión", la consagración que hizo el Papa Benedicto XVI de la Iglesia de la Sagrada Familia en Barcelona, España, diseñada hace ya, cási 130 años, por el genial arquitecto español Antonio Gaudí.
No pude evitar sentirme conmovido: el catalán fue un gran arquitecto que supo conjuntar una diversidad de estilos y de influencias: desde el art noveau y el art decó, contemporáneos suyos hasta el gótico, el románico, el barroco y hasta el arte del Norte africano se conjugó en su obra de carácter vanguardista y modernista, pero, impulsado por su firme fe católica, dedicó los últimos 15 años de su vida en forma exclusiva, hasta su muerte a causa de un accidente, al ser atropellado por un tranvía, en 1926. Pensé que sin duda, Gaudí estuvo presente hoy al momento de la culminación de sus sueños y fue feliz. Se dice que cuando el emperador romano oriental Justiniano construyó la Basílica de Santa Sofía, que aún se levanta en Estambul, antes Constantinopla, exclamó: "¡Salomón, te he superado!" seguramente allá en la eternidad, Gaudí hoy les dice tanto al monarca judío como al césar legislador que los ha superado a ambos.
La ceremonia de consagración y las vistas interiores de la inmensa iglesia me dejaron boquiabierto, creo que si se quiere canonizar a Gaudí basta ver los resultados de sus diseños, mismos que estuvieron a punto de perderse en la quema y destrucción de obras religiosas desatada por el bando Republicano (que insisto, pese a lo que salga en "El Laberinto del Fauno" y otras películas y novelas, distó mucho de ser el "bueno", Franco tampoco lo fue, pero al menos cesó la persecusión y protegió a la Iglesia, yo considero que más por política e instrumento de unidad nacional que por sinceridad, pero desató también baños de sangre contra sus opositores) fanatizado por el Comunismo y el Anarquismo. Es una obra maravillosa, ecléctica y estilizada, un pedazo del cielo al que desea alcanzar con la altura de sus torres y que desea, quepa al interior con la amplitud de sus bóvedas, ahora sí que como en aquel famoso chiste de gallegos de que las iglesias en España son muy amplias para que pase el altísimo.
Sin embargo, creo que también estamos ante un momento triste, pues creo que se trata de la última gran iglesia, el último gran monumento que se construye en Europa Occidental. Me dirán que exagero, que los rascacielos y eso, pero estos no dejan de ser simplemente espacios para vivir o para actividades mercantiles, mas no monumentos, edificios que se consagran a conmemorar lo divino o la gloria de los poderes o logros humanos; en el caso de los templos, su construcción ha sido fundamental para que alrededor suyo surgieran ciudades o civilizaciones enteras: las pirámides mayas en Chichén Itzá o en Tikal, el Partenón en Atenas, el templo de Karnak egipcio, el ziggurat de Ur, etc. Hoy en día, con una religiosidad cada vez más pobre en Occidente el lugar ha sido cedido a los edificios de oficinas dedicadas a las finanzas y al comercio, sin duda porque en mucho ahora se venera al dios dinero. Cuando los rusos bajo los comunistas en el régimen soviético desearon construir una sociedad sin religión, Stalin derribó la Catedral de Cristo Salvador para edificar el "Palacio de los Soviets", majestuoso y fastuosísimo edificio que pensaba convertir en sede del Poder Legislativo de la URSS y en un verdadero templo a la divinidad ideológica y personal de Lenin. Nunca pudo levantarlo, cayó el comunismo y la iglesia fue vuelta a levantar tal como era, como si nada hubiera pasado. En Corea del Norte, la religión ha sido sustituída por el culto a los monarcas de la dinastía Kim, cual emperadores orientales del pasado: dioses vivientes que tienen lugares donde se les reza y venera, quienes levantan monumentos huecos, arcos triunfales gigantescos a victorias inexistentes y moles de concreto en honor de logros imperceptibles para el pueblo.
En Twitter pude ver los comentarios de Federico Arreola, un periodista convertido en jefe de prensa del movimiento de López Obrador y puede verse esto, un desprecio hacia la religión y un deseo feroz por suprimirla, pero un culto servil y completo hacia la figura del líder carismático e inmaculado, todopoderoso y sabio, incapaz de equivocarse y único capaz de salvar a la Nación. Se puede ver en él un pesimismo completo acerca del ser humano y un desprecio absoluto por la vida y la libertad de las personas; meros instrumentos para que el líder poderoso y providente, que se arroga el papel de Dios, reconstruya a la sociedad y la lleve al logro del paraíso terrenal: la Utopía. ¿Cuántos no han querido hacerlo? Alejandro Magno, Quin Shin Huangdi, Octavio Augusto, Tlacaelel, Lenin, Stalin, Mussolini, Hitler, Fidel Castro o Hugo Chávez y todos, han fracasado.
La visita del Papa Benedicto XVI a España fue seguida con dos ópticas que carecieron de imparcialidad u objetividad: los canales católicos no mostraron las protestas en contra, los demás medios únicamente se centraron en éstas y hasta, como en su titular dice el conocido panfleto de Izquierdas "La Jornada" señalan que fue una visita desastrosa, ignorando los miles y miles de gentes que vitorearon al pontífice en Santiago de Compostela o que acudieron a la inauguración de la magna obra de Gaudí. De una visión general se desprende que si bien existe un gran arrastre de este Papa y un enorme sector de la población que le sigue, los medios y ciertos sectores políticos le han declarado la guerra. Ya lo hemos dicho, el papa Ratzinger tiene mucho en su contra: su origen alemán y los estereotipos hitlerianos que no abandonarán jamás a este pueblo germánico, su carácter de intelectual introvertido, la sombra enorme de Juan Pablo II y su carisma y arte para lidiar con la prensa internacional, su anterior puesto como Prefecto de la Doctrina de la Fe y por tanto su rol como el "policía malo"; aún así, creo que está realizando una labor valiente y dura pues ha enfrentado los escándalos y los ataques, y además, le ha dicho al mundo la verdad aunque sabe muy bien que no está diciendo lo que nosotros queremos oír, y que por eso, incomoda y lastima, porque la verdad es como una daga.
Pero lo más trágico, no para el Papa ni para la Iglesia Católica, sino para Occidente, es que hemos perdido el sentido de trascendencia. Hoy, es muy raro encontrar gente como Gaudí, con el ánimo de trascender, de hacer un monumento magno y hermoso como la Iglesia de la Sagrada Familia: en el "católico" México la basílica nueva de la Virgen de Guadalupe no es más que un auditorio masivo sin arte ni belleza, producto de un diseño rechazado de Pedro Ramírez Vázquez para un espacio deportivo. Perdónenme la crudeza, pero hoy mucha gente no piensa en la trascendencia ya sea alcanzando la vida eterna o un logro que les haga ser recordados por los venideros, no, hoy en día, no se piensa en más trascendencia ni más paraíso que en el acto sexual o en el alucine influido por las drogas, o en el penetrar o ser penetrado analmente como los homosexuales que se besaron al paso del pontífice en Barcelona y diciendo que eso es amor cuando sólo es un desórden hedonista; así de miserable es hoy la condición humana en nuestros países que sólo quiere pequeños consuelos como esos, como quien fuma un cigarro o masca un chicle cuando se siente nervioso, incapaz de contemplar la belleza de la naturaleza y de sí mismo, incapaz de proyectar algo como Gaudí y los grandes escultores, pintores y arquitectos lo hicieron en el pasado o las comunidades enteras que participaban en la construcción de las catedrales góticas, o aún, más atrás en el tiempo, en la edificación de las pirámides y templos monumentales movidos por la fe y el afán de trascendencia, hoy perdidos.
Sin embargo, creo que también estamos ante un momento triste, pues creo que se trata de la última gran iglesia, el último gran monumento que se construye en Europa Occidental. Me dirán que exagero, que los rascacielos y eso, pero estos no dejan de ser simplemente espacios para vivir o para actividades mercantiles, mas no monumentos, edificios que se consagran a conmemorar lo divino o la gloria de los poderes o logros humanos; en el caso de los templos, su construcción ha sido fundamental para que alrededor suyo surgieran ciudades o civilizaciones enteras: las pirámides mayas en Chichén Itzá o en Tikal, el Partenón en Atenas, el templo de Karnak egipcio, el ziggurat de Ur, etc. Hoy en día, con una religiosidad cada vez más pobre en Occidente el lugar ha sido cedido a los edificios de oficinas dedicadas a las finanzas y al comercio, sin duda porque en mucho ahora se venera al dios dinero. Cuando los rusos bajo los comunistas en el régimen soviético desearon construir una sociedad sin religión, Stalin derribó la Catedral de Cristo Salvador para edificar el "Palacio de los Soviets", majestuoso y fastuosísimo edificio que pensaba convertir en sede del Poder Legislativo de la URSS y en un verdadero templo a la divinidad ideológica y personal de Lenin. Nunca pudo levantarlo, cayó el comunismo y la iglesia fue vuelta a levantar tal como era, como si nada hubiera pasado. En Corea del Norte, la religión ha sido sustituída por el culto a los monarcas de la dinastía Kim, cual emperadores orientales del pasado: dioses vivientes que tienen lugares donde se les reza y venera, quienes levantan monumentos huecos, arcos triunfales gigantescos a victorias inexistentes y moles de concreto en honor de logros imperceptibles para el pueblo.
En Twitter pude ver los comentarios de Federico Arreola, un periodista convertido en jefe de prensa del movimiento de López Obrador y puede verse esto, un desprecio hacia la religión y un deseo feroz por suprimirla, pero un culto servil y completo hacia la figura del líder carismático e inmaculado, todopoderoso y sabio, incapaz de equivocarse y único capaz de salvar a la Nación. Se puede ver en él un pesimismo completo acerca del ser humano y un desprecio absoluto por la vida y la libertad de las personas; meros instrumentos para que el líder poderoso y providente, que se arroga el papel de Dios, reconstruya a la sociedad y la lleve al logro del paraíso terrenal: la Utopía. ¿Cuántos no han querido hacerlo? Alejandro Magno, Quin Shin Huangdi, Octavio Augusto, Tlacaelel, Lenin, Stalin, Mussolini, Hitler, Fidel Castro o Hugo Chávez y todos, han fracasado.
La visita del Papa Benedicto XVI a España fue seguida con dos ópticas que carecieron de imparcialidad u objetividad: los canales católicos no mostraron las protestas en contra, los demás medios únicamente se centraron en éstas y hasta, como en su titular dice el conocido panfleto de Izquierdas "La Jornada" señalan que fue una visita desastrosa, ignorando los miles y miles de gentes que vitorearon al pontífice en Santiago de Compostela o que acudieron a la inauguración de la magna obra de Gaudí. De una visión general se desprende que si bien existe un gran arrastre de este Papa y un enorme sector de la población que le sigue, los medios y ciertos sectores políticos le han declarado la guerra. Ya lo hemos dicho, el papa Ratzinger tiene mucho en su contra: su origen alemán y los estereotipos hitlerianos que no abandonarán jamás a este pueblo germánico, su carácter de intelectual introvertido, la sombra enorme de Juan Pablo II y su carisma y arte para lidiar con la prensa internacional, su anterior puesto como Prefecto de la Doctrina de la Fe y por tanto su rol como el "policía malo"; aún así, creo que está realizando una labor valiente y dura pues ha enfrentado los escándalos y los ataques, y además, le ha dicho al mundo la verdad aunque sabe muy bien que no está diciendo lo que nosotros queremos oír, y que por eso, incomoda y lastima, porque la verdad es como una daga.
Pero lo más trágico, no para el Papa ni para la Iglesia Católica, sino para Occidente, es que hemos perdido el sentido de trascendencia. Hoy, es muy raro encontrar gente como Gaudí, con el ánimo de trascender, de hacer un monumento magno y hermoso como la Iglesia de la Sagrada Familia: en el "católico" México la basílica nueva de la Virgen de Guadalupe no es más que un auditorio masivo sin arte ni belleza, producto de un diseño rechazado de Pedro Ramírez Vázquez para un espacio deportivo. Perdónenme la crudeza, pero hoy mucha gente no piensa en la trascendencia ya sea alcanzando la vida eterna o un logro que les haga ser recordados por los venideros, no, hoy en día, no se piensa en más trascendencia ni más paraíso que en el acto sexual o en el alucine influido por las drogas, o en el penetrar o ser penetrado analmente como los homosexuales que se besaron al paso del pontífice en Barcelona y diciendo que eso es amor cuando sólo es un desórden hedonista; así de miserable es hoy la condición humana en nuestros países que sólo quiere pequeños consuelos como esos, como quien fuma un cigarro o masca un chicle cuando se siente nervioso, incapaz de contemplar la belleza de la naturaleza y de sí mismo, incapaz de proyectar algo como Gaudí y los grandes escultores, pintores y arquitectos lo hicieron en el pasado o las comunidades enteras que participaban en la construcción de las catedrales góticas, o aún, más atrás en el tiempo, en la edificación de las pirámides y templos monumentales movidos por la fe y el afán de trascendencia, hoy perdidos.
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