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5 de noviembre de 2010

LA HUIDA, PARTE II

CAPITULO II
EN EL MAR DE PETALOS ROJOS

Juan siguió manejando a la moto a alta velocidad todo lo que restaba de la madrugada, al amanecer, ya se encontraban saliendo de la ciudad, tomando los más diversos atajos y los más extraños vericuetos para entrar a un túnel antiguo de drenaje, por el cual siguió avanzando a toda velocidad hacia la salida a Querétaro; el rugir del motor y los llantos de los niños retumbaron en el ancho tubo metálico.

Con la luz del naciente sol a la espalda, Juan y sus sobrinos llegaron a las ruinas de un antiguo campo industrial, por la zona conocida como Tlalnepantla, en medio de vehículos destrozados, herrumbrosos y graffiteados, entre los que crecía una hierba malicenta y amarilla, con enormes restos de edificios, contenedores, tanques y tubos, progresivamente desmantelados por los vándalos, al fondo. Juan trató de serenarse, pero los dos pequeños seguían llorando.

--¡Ya, cállense!--gritó. Los niños enmudecieron y le miraron, entre sorprendidos y temerosos, haciéndose el silencio. Juan trató de serenarse y pensar qué hacer, de repente, un olor captó su atención, ya que indicaba que las cosas no mejoraban, sino lo contrario.
--Tío...--El niño llamó su atención, señalando con su dedo al tanque de combustible, Juan no quería ni ver, pero lentamente dirigió su mirada al punto señalado para horrorizarse.

El tanque estaba agujereado y por él aún goteaba gasolina.Si bien traía dos bidones con combustible, no tenía con qué taponar el hoyo provocado por el impacto de una bala de los Dark Bolts: había sido una suerte que no estallaran al momento del impacto o que les alcanzara la gasolina para escapar, pero evidentemente, ya no podrían ir más lejos. Tendría que abandonar la moto y partir caminando con los niños; lo que sería un viaje de unas ocho horas se convertiría en un largo trayecto de días hasta llegar al territorio de los Valdez, en los antiguos Altos de Jalisco.

--¡Maldición!--exclamó con desaliento y dió un manotazo en el manubrio. No había tiempo para lamentarse ni para meditar largamente qué hacer.
--Niños, bájense, tendremos que continuar a pie, tomen sólo aquello que puedan cargar de la  comida y agua, dejen lo que no sea necesario.
--¿Y Mony?--Dijo la pequeña Mariana refiriéndose a su muñeca de trapo--¿La tengo que dejar?

Juan vió los ojos tristes de su sobrina y cómo se aferraba a la sucia muñeca.
--Puedes llevarla,--le dirigió una sonrisa triste--No la podemos dejar. ¡Vamos, Manuel, ayúdame a descargar!

Tras haber formado tres hatos para que los niños y él pudiesen cargarlos, como mochilas, cuidándose muy bien de poner en un lugar oculto al oro, Juan vació los bidones de gasolina sobre la motocicleta, solo guardando una poca en un  frasco vacío que había llevado por precaución, ya que necesitaría fuego para cocinar y encender fogatas por la noche, pues era un frío otoño. tomó un fósforo y le prendió fuego. Mientras se alejaban, volteaban hacia atrás y veían las altas flamas destacar en el amanecer; sin duda, estaban quemando su vida pasada e iniciando una nueva etapa.

Caminaron todo aquel día, evitando seguir la carretera principal, pues Juan tenía el temor fundado de que, a pesar de ser de día, los góticos le seguirían, y suponiendo que tendría consigo a la moto, creerían que habría partido por la vieja autopista rumbo a Querétaro, además, tenía miedo a las tropas internacionales y su conocido historial de abusos, Los pobres niños no se quejaban, aunque tenían que parar a hacer sus necesidades en repetidas ocasiones, para entretenerlos, los ponía a cantar viejas coplas, aquellas de un antiquísimo cantante que había escrito muchas canciones para los niños y que según le decía, fingía ser un grillo, llamándose "cri-cri" y que él había descubierto, siendo un niño, en la casa de su abuelo, poco después de que los del gobierno se lo llevaran para darle su derecho a una "muerte digna" en unos discos de vinil, primitivo medio de grabación de sonido, que habían pasado como herencia familiar desde tiempos lejanos, pues habían sido del abuelo de su abuelo originalmente; recordaba Juan, mientras cantaba con los niños aquella canción de "Caminito de la Escuela", que los escuchó gracias a que tenía una tornamesa que se adaptaba a la computadora y los grabó en MP3, habiéndole regalado a sus sobrinos las canciones, dos cumpleaños atrás, grabadas en sus computadoras de bolsillo que compró a unos negociantes chinos. En ese momento, ambos llevaban un audífono puesto e iban cantando junto a su tío. El traía la pistola cargada en el bolsillo de la chamarra, pues temía en que saliera alguna jauría de perros salvajes; afortunadamente, solo escuchaba los aullidos y ladridos a lo muy lejos.

Conforme se alejaban de la ciudad, el paisaje se hacía más rural, aunque no dejaba de estar salpicado de ruinas de ranchos abandonados, postes de teléfonos y luz eléctrica medio caídos, las líneas de cables habían desaparecido mucho tiempo atrás, robadas, las torres de alta tensión se desmoronaban solas y los vientos contribuían a deshacerlas paulatinamente, y ante ellos apareció una imagen surrealista: un vasto campo sembrado de amapolas, rojas y brillantes como rubíes que se extendían hasta casi el horizonte recortado por cerros, mecidas por el viento, semejaban un mar de sangre que se agitaba en olas bajas. Desde que las drogas fueron legalizadas, la agricultura en México se avocó principalmente a la siembra de materia prima para enervantes, a grado tal que se provocó una crisis alimentaria, importando maíz, trigo y hortalizas, que no fueron suficientes.

La imagen suscitó en Juan una especie de miedo, pues le parecía que aquellas flores eran monstruos, hermosos pero llenos de veneno capaces de enloquecer a la gente, y él había visto a muchos caer bajo sus efectos; no pudo evitar pensar que si las amapolas eran rojas era por la sangre de tantos que habían muerto, directa o indirectamente por esas flores y sus cápsulas de opio. Las flores parecían decirles que vinieran hacia ellas para así poder devorarlos. Suspiró fuerte y condujo a los niños a bajar por una pendiente y sumergirse dentro del rojo mar de pétalos, evitando ir por alguna de las brechas que cruzaban el campo. Lo que menos quería era encontrarse con los hombres del propietario de aquel lugar, seguramente Hugo "el Alacrán" Valle o su hermano Jacinto "el Rojo" , más cuando vió que por alguna de ellas circulaban camionetas que remolcaban algo, al parecer, vehículos viejos y se dirigían a las colinas. En medio de aquel mar de amapolas, como una isla, sobresalía una loma y sobre ella, se encontraba una palaciega mansión. De repente, mientras ya caminaban entre las flores, el ruido de unos motores y un viento agitado le hizo mirar para arriba, se trataba de cinco helicópteros militares, extraordinariamente armados que lucían la estrella roja del ejército ruso, parte de las fuerzas internacionales y que se dirigieron a la mansión, aterrizando en su gran helipuerto.
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El General Mikhail Ivanovich Bulgakov, luciendo, como todo buen militar del Ejército Rojo su uniforme color oliva, su gorra ancha, tipo plato, y pechera roja sembrada de condecoraciones, entre las que destacaban la orden de Lenin, la orden de Putin por servicios destacados al Estado, de San Jorge, de Zhukov, Kutuzov y Alejandro Nevsky, así como dos estrellas de "héroe de la Federación Rusa", paseaba impaciente sobre el piso de mármol de la terraza de la mansión campestre de Hugo "el Alacrán" Valle; le acompañaban dos ayudantes, un hombre y una mujer, jóvenes ambos, con sendos portafolios, vestidos en su uniforme de media gala: corbata y kepí de plato él, cuartelera, corbatìn y falda ella, color verde olivo complementado, claro está, con la floritura de charreteras, listones y medallas, así como tres escoltas vestidos con armadura de combate que veían con desconfianza  a los guardias de Valle, vestidos de mezclilla y camisas de cuadros, pero armados igualmente con los fusiles AK-340 de alto poder fabricados en Siberia.

Bulgakov se acercó a la balaustrada y miró el inmenso campo de amapolas.No pudo más que reír cuando hizo un gesto con la mano para que su ayudante hombre se acercara y le tendiera un cigarrillo. Los rusos nunca habían abandonado los hábitos del tabaco y el alcohol, pero no adoptaron los de drogarse. Quizá el recordar cómo habían sido golpeados y destazados hasta la muerte ante la tropa dos soldados que habían sido sorprendidos drogándose le sacó una sonrisa.

--Es increible a lo que han llegado estos Occidentales, ¿no cree, Camarada Vsilievsky? los dominan los que producen esa mierda roja de allá abajo.
--Sì, camarada General, ¡lástima que sea roja! (en ruso: rojo: krásnai, significa también "hermoso")
--No puedo evitar sentirme mal al hacer negocio con esta basura como Valle, pero son órdenes del Mariscal Yetuvischenko y de nuestro Líder Nacional. Tenemos que comprar la lealtad de esta gentuza.
--Lo entiendo, Camarada General, yo también me siento como si fuera un maleante de los barrios más bajos de San Petersburgo.
--Miren este paisaje, Camaradas... no cabe duda que los mexicanos fueron unos estúpidos: dejaron arruinar su país y lo convirtieron en este caos y se dejaron gobernar por la hez de la tierra. Un desperdico de campos verlos sembrados de veneno, un desperdicio de cielo, un desperdicio de clima... Nos habría pasado lo mismo bajo el caos democrático si no ha sido por los Camaradas Putin y Medvedev que iniciaron la reconstrucción del Estado y del órden; sólo la mano dura puede conducir a los países al bienestar.

Un ruido lo sacó de su ensimismamiento: Valle llegaba casi perseguido por dos jóvenes morenas, vestidas con ropas ajustadas, que dejaban resaltar sus atributos físicos pero recargadas de chaquira y lentejuela, al parecer discutía con ellas. Era un hombre bajo y algo gordo, moreno y de bigote poblado y cabellos rizados negros que llevaba mojados, vestido con una bata de baño blanco en la que lucía bordado con hilo azul la silueta de un alacrán, fumanod un puro cubano.
--¡Ya, ya! Irma, ambas, tú y Selena son mis buchonas y no tengo preferencia por ninguna de las dos, sí le regalé el collar de oro a ella, pero ahora que vaya a Nueva York te traeré un vestido de seda de lujo.
--¡Pues quiero algo ahora!--Dijo la interpelada--¡Esta perra te lava siempre el cerebro para que le des mejores cosas!
--Yo no tengo la culpa,--dijo la otra--de que tú no le hagas tan buenas chambas como yo.
--¡Ven acá, ramera, hija de tu puta madre!--gritó la tal Irma abalanzándose sobre su rival a cachetadas y arañazos, a lo que la otra respondió a puñetazos.
--¡Ya, cálmense!--Gritó Valle, visiblemente enfadado--¡Esténse sosiegas o les pongo una madriza a las dos! ¡Tan puta una como la otra!--las sujetó de los brazos y las aventó al piso.--Creo que cambiaré de buchonas, pendejas, ya me tienen hasta la madre, con sus mamadas y sus putos celos!! ¡Ramiro, Toño!--llamó a dos de sus guardias--¡Llévenselas y enciérrenlas en lugares separados! Ya veré que hago con las dos.

Las dos mujeres fueron levantadas del piso y arrastradas fuera de la estancia, mientras le decían a su "buchón" que las perdonara, que era un papi y que no les hiciera nada. Valle se rió.
--¡Pinches viejas! ¡Con razón hay tanto puto en estos días, ya nadie las aguanta! Pero ya con una acalambrada tienen.--Volteó hacia donde estaban los rusos.-- Perdone,  mi General, pero ya ve como son las viejas de ingratas, uno las saca del hoyo o del bote de basura en que vivían y nomás se la pasan chingándoselo a uno...

El General asintió divertido.
--Muy bien, señor Valle--dijo en perfecto español, sus estudios en la Academia de Lenguas de Moscú y los 5 años como asesor militar de la Unión Bolivariana pasados en Caracas rendían frutos--Como sabe, vengo a hablar de los negocios que tratamos en nuestra pasada teleconferencia.
--¡Ah! sí, por supuesto... ¡Pero wooow! ¡qué es lo que veo!--dijo Valle al ver a la joven oficial rusa--¿No querrá su amiguita ser mi buchona?--se acercó a ella y quiso acariciar la mejilla de aquél rostro pálido y de mejillas rojas, en el que campeaban dos enormes ojos azules, con el cabello rubio rizado recogido por detrás en una larga cola.
--No lo recomiendo, --dijo el General--La teniente Irina Alexandrovna es muy buena defendiendo su integridad, antes de que usted se de cuenta ya le habrá partido la tráquea, y mis escoltas habrán eliminado a los suyos antes de que su corazón deje de latir.
Valle hizo un gesto de cómica comprensión, bajó la mano y dió dos pasos hacia atrás ante una mirada amenazante de la rusa.
--Oh, comprendo--se volvió hacia el General--Mejor hablemos de negocios, ¿no?
--A eso he venido, con plena autorización del Camarada Mariscal Illia Semionovich Yetuvischenko.
--Mis saludos para él, ¿cómo se encuentra?
--Ocupado, tuvo que dirigirse con el Primer Ejército de nuestra Fuerza Expedicionaria de Norteamérica a Salt Lake City, el tratado de alianza con la República de Aztlán implica a ayudarles a sofocar una nueva rebelión de Anglosajones, en este caso Mormones, que cuenta con el apoyo de la República del Mississippi.
--¡Pinches gringuitos!--Rió Valle--¡Aún no se resignan a pasar a la Historia! Por cierto, por aquí andan muchos, el otro día mis muchachos mataron a unos veinte, parece que las operaciones que han desplegado Ustedes, sus amigos los brasileños, los chinos y los moros han provocado que muchos huyan para acá.
--Hacemos lo posible por ver por ellos y reubicarlos...
Valle soltó la carcajada.
--¿Reubicarlos? En otro plano de la existencia será, para nadie es un secreto que sus campos de refugiados son en realidad de exterminio, parece que a Ustedes les sigue doliendo la putiza que los gringos les acomodaron hace cien años con la Guerra Fría, ¿no? cuando les tumbaron la pared que tenían en no me acuerdo dónde para evitar que se les escaparan los esclavos. Los siguen odiando... una recomendación: perdonen y serán más felices.

El general hizo una mueca de desagrado.
--Buena recomendación de parte de alguien famoso por sus venganzas...
--En fin, en fin,--terminó con el tema Valle e hizo un gesto para que un sirviente se acercara--He sido grosero, ¿quiere tomar algo, General? ¿Un vodka de su tierra, un tequila, unas chelas? Tengo también cognac traído desde la República de la Galia, de lo que dejan los árabes hacer a los franchutes y que salga de allá, me costó un ojo y la mitad del otro pero está buenísimo.
--No gracias, estamos bien.
-Se lo pierde... ¡Pancho, tráeme el cognac!--el sirviente asintió y se alejó--A decir verdad llegó a tiempo, mañana parto a la Ciudad-Estado de Nueva York, el Señor Presidente de México me acaba de nombrar representante especial para la Cumbre de Seguridad a celebrarse entre nuestro país y varias de las nuevas repúblicas norteamericanas allá. Las que no estén en guerra, por supuesto.
--Una verdadera ironía su nombramiento.
--Ja. ja, Bulgakov, Usted siempre con un humor tan fino--el sirviente le entregó la botella, y se sirvió cognac en una copa--La verdad, tengo negocios que atender allá, e hice que el Presidente me diera el nombramiento para tener pretexto de ir.Después de todo, en mucho me debe sentarse en la silla allá en Renovación, yo orquesté la eliminación de su antecesor.

--Bueno, sin más preámbulos--dijo el General,-- acompáñeme a la terraza, veo que sus hombres ya dispusieron los blancos para la demostración, tal y como le pedí en nuestra teleconferencia.
--Así es, no fue difícil conseguir chatarra, ahora sobra.
--Muy bien. ¿Teniente Vasilievsky?
El ayudante tomó su intercomunicador y habló por él. Dos helicópteros de carga que estaban en el helipuerto levantaron el vuelo y pasaron encima de la terraza haciendo un imponente estruendo, colocándose en vuelo rasante sobre las amapolas, los rotores hicieron que muchos pétalos salieran para todos lados en una especie de irreal lluvia de flores.
--Perdone si se dañan sus cultivos--dijo el General y dió una orden con un gesto a Vasilievsky.

Las compuertas de la panza de las aeronaves se abrieron y cayeron suavemente sobre el piso dos masas informes de metal pintadas de camuflaje con la estrella roja el golpe con el suelo fue amortiguado por una especie de parachoques inflable.
-- Teniente Irina--ordenó el General. La aludida sacó del portafolios un pequeño dispositivo, similar a una computadora de bolsillo con la pantalla activada al tacto. pulsó un botón de la misma y los parachoques se desprendieron.otro y aquellas masas se tranformaron. saliendo a ambos lados de cada una seis patas de metal semejantes a las de los insectos, que portaban sobre el lomo dos grandes cilindros semejantes a toneles de los que salían, por el frente varios cañones que rotaban. Una especie de cabeza deforme formada por cámaras, sensores y sistemas de comunicación brotó en la parte delantera.
--¿Què chingados son esas cosas?--exclamó Valle, bebiendo directamente de la botella--¡Están de poca madre!
--Son los "sincrocañones", el mayor avance en la artillería de campaña, las patas articuladas les permiten andar en cualquier terreno al moverse como insectos. Teniente Irina, proceda a demostrar el poder de fuego.

--Bien--dijo ella, que no había hablado hasta el momento y lo hizo también en un pulido español--Se enlazan con el satélite y éste les indica los blancos, son diez, ahora, ambos planearán la estrategia de ataque.

En la pantalla táctil aparecieron diagramadas las posiciones de los vehículos viejos a distintas distancias y alturas en las colinas. Tras un momento, los blancos aparecieron numerados y distinguidos con colores azul y rojo los que serían atacados por cada uno de los engendros. De inmediato, comenzaron a moverse, como serpenteando entre las amapolas. Uno se colocó en el ángulo y posición esperada y abrió fuego: una veloz ráfaga de tres disparos destruyó el blanco de inmediato.

--Objetivo 1 azul destruido a 2.5 kilómetros hacia el noroeste, ángulo de 45º tres disparos... objetivo 1 rojo destruido, 3.2 kilómetros al sur-sureste, ángulo de 23º, dos disparos... --la mecánica voz de la Teniente Alexandrovna continuaba narrando los éxitos de los ingenios que regresaron a la posición inicial.--Vuelta a la base para recarga de municiones. Tiempo de destrucción de todos los blancos: 58 segundos. Precisión: 99.98%.

Valle estaba exultante de felicidad.
--¡General , General! Veo que estoy haciendo una excelente compra! ¡Esto me dará una ventaja enorme sobre "el Cejas" Valdez y me apoderaré de su territorio!
--Claro que sí, dos de estos acabaron con una división de infantería entera del último ejército estadounidense en la Batalla de Iowa hace 5 años.

--¡Camarada General!--interrumpió la teniente Irina--Mire lo que captó la cámara de la "unidad azul", no la identificó como amenaza por tratarse de civiles-- Acercó la pantalla a Bulgakov y a Valle que miraron a un hombre joven seguido por dos niños que corrían aterrorizados ante el monstruo de metal que había aparecido ante ellos y se tiraban pecho a tierra al momento de que la unidad abría fuego.
--Parece que unos transeúntes se toparon con nuestra prueba.--Dijo el ruso.
--¡Pendejos! Ahora tendré que liquidarlos!--dijo Valle--Bien el rumor puede llegar a Valdez y éste a lo mejor le compra algo a los amarillos o a los "cabezas de sábana" (musulmanes) y perderé la ventaja. ¡Lupe! ¡Chaflàn! ¡Pirado! llévense a unos veinte hombres y a los perros y búsquen a esos idiotas y truénenselos.

Los matones asintieron y salieron de la terraza.
--Las unidades bien podrían hacerlo, señor--dijo tímidamente la Teniente Alexandrovna.

Valle, halagado de que ella se dirigiera a él contestó complaciente:
--No hace falta, primor, esas chingonerías pisan mucho las plantas, esas mejor las reservo para practicar cazando gringos fugitivos antes de irme contra Valdez. Ahora vengan, tengo en el estudio los documentos con los que mi primo "el Rojo" en su carácter de Secretario de Minas y Energía cede a Rossmineral el producto de la explotación de las minas de plata de Taxco por cinco años como concesionaria y con la posibilidad de renovarla , ¿es el precio que pactamos, no?
--Así es, con eso queda cubierto el costo de las armas, piezas de recambio y adiestramiento para sus operadores. Las otras dos unidades le serán enviadas a fin de mes.
Comenzaron a avanzar al interior de la casa.
--¿La Teniente Irina será la instructora en el adiestramiento?--preguntó, esperanzado, "el Alacrán".
--No.--Bulgakov fue terminante.
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Juan y los niños andaban por entre las matas de amapola. Era tensionante ver para todos lados y encontrar lo mismo. Lo que más le apuraba es que los niños se perdieran, aunque a decir verdad, el propio Juan no sabía para dónde ir, pues para donde volteara sólo veía a las plantas, que eran de una variedad mejorada, pues eran más altas de lo normal y con cuatro o más flores que después se convertirían en cuatro cápsulas rellenas de goma de opio; había perdido toda noción de la orientación y se sentía realmente aturdido.
--¡No se separen de mí, niños! ¡Manuel, agarra fuerte a tu hermana!
--¿Quiénes iban en esos helicópteros?--preguntó el niño.
--Rusos.
--Estaban chidos, ¿viste los dos grandes? los rotores dentro de las esas como alas... ojalá pudiera algún día subirme a uno de esos...
--No creo que te dejen hacerlo.

Por encima de las matas destacaba la colina sobra la cual se encontraba la mansión, detrás de ella, se veían los helicópteros estacionados en el gran campo de aterrizaje con el que contaba. De repente, se escuchó hasta donde estaban el estruendo de los dos helicópteros grandes al despegar; luego, ambos se colocaron en vuelo rasante bajo la colina y depositaron algo que no pudo ver, volviendo de regreso a la mansión.

Juan se detuvo, algo le oía mal. Miró hacia la colina y sólo acertó a ver cuatro bultos de metal con pintura de camuflaje sobresalir. De repente, comenzaron a moverse a gran velocidad, zigzageando en el campo. Se detuvieron en distintos puntos y se oyeron disparos atronadores, los niños se aferraron a sus piernas y comenzaron a caminar hacia atrás. Un grupo de dos bultos empezó rápida y desesperadamente a acercarse a ellos. De pronto, frente a ellos apareció un enorme monstruo de metal, de unos seis metros de largo, con seis poderosas patas metálicas y con mecanismos que le permitían subir o bajar su altura; sobre el lomo, dos grandes cilindros que eran cañones rotativos y sobresalía una especie de cabeza con una lente de cámara, miras láser y equipo de telemetría y comunicaciones que al parecer les miró directamente, se levantó más de atrás formando un ángulo, y los cañones de barrilete empezaron a girar, como revólveres gigantes con un "tac, tac, tac", Juan supuso que estaba a punto de disparar.

Los niños gritaron aterrados, y Juan sólo alcanzó a gritar a los niños que corrieran, cosa que los tres hicieron de inmediato.de pronto, estallaron tres ráfagas que se escucharon como explosiones que les aturdieron.
--¡Al suelo!- gritó, empujando a sus sobrinos hacia el suelo.
Cuando cesaron los disparos, la bestia mecánica comenzó a moverse de nuevo, parecía que hacia ellos.
--¡Ahí viene el monstruo!--gritó Mariana casi fuera de sí.
Se levantaron a trompicones y corrieron, detrás, se oía el ruido metálico de las pisadas de la máquina sobre las matas y el tronar de los cañones.
--Hey, man!--escucharon una voz, que llamaba a Juan--Rigth here! come in!
Juan volteó y miró en el suelo, dentro de una zanja, seguramente usada en tiempo de lluvias para drenar el campo y evitar encharcamientos, a un hombre rubio de largos cabellos y barba cerrada que les hablaba.
Sin preguntarse nada más ante tan misterioso personaje, Juan se echó a la zanja junto con sus sobrinos, al lado del hombre.
--Russian synchrocannions!--dijo--I never expected to see any other again in my life!--y lanzó una carcajada.

Cuando terminaron los disparos, las bestias mecánicas se dirigieron a toda velocidad de nuevo hacia la mansión de los Valle. Juan quiso salir de la zanja, pero el "gringo", pues era evidente que lo era, le retuvo por el brazo.
--No, no, is not safe outhere! Come with me! This way!--señaló a seguir la zanja.

Juan decidió, tras pensarlo rápidamente, en seguir al gringo, que parecía saber qué tipo de amenaza eran esas cosas y prefirió ir con él a lo desconocido antes que enfrentarse a peligros para los que no tenía defensa.
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Anochecía, y Hugo Valle se preparaba para abordar el helicóptero que venía por él para llevarlo al aeropuerto de Ciudad Renovación, donde abordaría un avión hacia Nueva York. Su primo, el Rojo, que no era nada pelirrojo, pero sí tremendamente sanguinario, lo que le había originado el apodo, había llegado y mientras su primo mandaba a los sirvientes con las maletas, escuchaba los pormenores del día.

--Así que,--decía divertido "el Alacrán"--el Bulgakov se molestó cuando le dije que la Niña Blanca y Malverde los bendijeran a él al Mariscal Yetuchingo o como se diga y a su adorado Líder Nacional.
--Acuérdate que los Rusos ahora son católicos.
--Eso le dije, que ahora tienen secuestrado al Papa, y me contestó: "Su santidad el Papa Pedro II es huésped de nuestro Líder Nacional, que por acuerdo de la Duma le cedió la soberanía del Kremlin de Kazán en tanto dure su estancia en Rusia" jajaja

En eso llegó un sirviente.
--Don Hugo, lo buscan en la puerta.
--¿Quién?
--Será mejor que venga.

Los dos primos subieron a lo alto de un torreón en el portón de entrada a la mansión.
--¡Chingados!-exclamó el Alacrán--Ahora, ¿qué querrán estos payasos?
La escena era irreal, incluso hasta hilarante, pero sabían bien que los Dark Bolts eran buenos clientes y aliados dentro del mercado de la Ciudad de México, y vió a quince figuras embozadas en capas negras con capucha, montadas en caballos negros de regular estado, el que acudiesen sobre monturas no era solo una más de sus extravagancias en su juego a ser vampiros medievales, pero les permitía acceder a terrenos difíciles donde los vehículos no podían.

De esta forma bajaron a recibirlos. El portón automático se abrió y los oscuros personajes entraron con parsimonia y solemnidad. Al llegar al centro del patio, la figura que los encabezaba desmontó y se descubrió la cabeza. Era una mujer hermosa y pálida, con sombra y labial negros, cabellos oscuros lacios peinados hacia atrás y vestida con una especie de armadura de cuero negro y metal, traía un Kalashnikov al costado y una imitación de sable samurai colgando de su espalda.
--Buenas, noches, Señores Valle--dijo la mujer, sonriendo y mostrando sus dientes afilados artificialmente como colmillos.--Permítanme presentarme, soy "la Condesa"--hizo una pequeña reverencia.
--¿Te mandó "el Cullen", tu jefe?
--Mi Patriarca me ha enviado, en efecto--a ambos Valle les hartaba tanta teatralidad--pues necesitamos su ayuda para perseguir a un fugitivo. Un hombre que venía con dos niños. ¿Ha pasado por aquí? Hemos visto que quemó su motocicleta, por lo que creemos que pasó por aquí a pie.

Hugo quedó helado al recordar haber visto a un joven con dos niños.
--Espere, Señora Condesa... ¡Pirado! ¡Tráeme la pantalla de los rusos!
Tras un momento, llegó con el aparato, que entregó a su jefe.
--¿Te refieres a éste?--le mostró la pantalla, donde salían Juan y los niños.
--¿Vlad?--El interpelado desmotó rápidamente y miró en la pantalla.
--¡Sí, ese es! ¡Es el vato que me lastimó la nariz ayer en la noche!
--Por lo visto es mucho el interés que tienen en ese wey, ¿verdad?--dijo Hugo.
--Mi Patriarca lo requiere para que pague una deuda, con oro o con sangre.--Repuso ella.
--Bueno, tenemos un interés común en eliminarlo, miró lo que no debía y le debe a su Jefe. Muy bien, los ayudaremos, sirve que probamos los Sincrocañones... Jacinto, te quedas a cargo, yo debo volar a Nueva York.
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Proximamente: la continuación, veremos qué pasa entre Juan y los "gringos" fugitivos.


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