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31 de enero de 2014

LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL I--LA DINAMICA HACIA LA "GUERRA CIVIL OCCIDENTAL"


Hace unos dos años, pude comprar un libro magnífico: Ejércitos Desaparecidos del Ingeniero Militar inglés A.E. Haswell Miller, un extraordinario dibujante que fue agregado militar en misiones diplomáticas del Reino Unido de 1900 a 1924 aproximadamente, esto le permitió visitar diferentes países y contactar a militares de diferentes países europeos entre 1908 y 1913, y después de la guerra, en España en 1921; el volumen es fantástico; Haswell retrató en dibujos a lápiz que después coloreaba también con lápices de color, el aspecto de los soldados y oficiales europeos en los años previos a la Primera Guerra Mundial; resultaba curioso, el aspecto de los militares de países como Francia, Reino Unido, el Imperio Alemán y Austria-Hungría en 1913, era prácticamente igual o muy similar al que habían tenido sus colegas cien años antes, durante las Guerras Napoleónicas. El inicio de la contienda, con el empleo de nuevas armas como las ametralladoras pondría fin al uso de entorchados (bordados dorados), colores, shackós de charol, cascos y corazas cromadas, penachos, corbatas y cordones, así como al orden cerrado y marchas al compás de tambores y trompetas.

Sin embargo el cambio de aspecto de los militares, que desde 1914 a nuestros días se ha mantenido más o menos dentro del mismo en todo el mundo, con el uso de colores de camuflaje y el casco como defensa principal indicó también un cambio más profundo, cambio que se gestó y se derivó de la Primera Guerra Mundial. Esta, sin duda, ha sido la contienda bélica más importante de la Historia, sin duda, ya que orilló a profundos cambios políticos, sociales y económicos y dejó problemas insolutos que llevaron a la Segunda Guerra Mundial, que no fue otra cosa más que su continuación y de ambas contiendas se han derivado los principales problemas que la humanidad vive aún hoy a inicios del siglo XXI.

Los uniformes indican los cambios profundos que significó el siglo XX, un siglo que bien puede definirse como dos en uno; el siglo de desarrollo científico y tecnológico más acelerado de la Historia, cambios en la forma de vida, moda, medios de comunicación e incluso, de formas de organización política. Todo ello fue provocado por las dos Guerras Mundiales y en esencia por la Primera, en 1913, Europa aún era gobernada por Monarquías del viejo régimen a las que, desde mediados del siglo XIX se les había dotado de un ropaje constitucional, más teórico que real, ya que el absolutismo de un Guillermo II de Alemania o un Francisco José de Austria era indiscutible y sus parlamentos eran meras asambleas de aplaudidores a sus discursos, mientras que en Inglaterra, los herederos de Victoria: Eduardo VII y luego Jorge V ejercían amplias facultades ejecutivas bastante visibles, como lo había hecho la poderosa reina, lo mismo ocurría en España con el joven Alfonso XIII y en Italia, unificada por los Saboya apenas 40 años antes partiendo de sus dominios feudales del Piamonte, mientras que en Rusia las contradicciones entre un sistema autocrático heredado del pasado y una rápida pero no completa industrialización, junto con las ideas venidas de Occidente, colocaban en una situación insospechadamente frágil al régimen del Zar Nicolás II, cuyo reinado también se sacudía ante la enorme influencia que ejercía sobre su esposa y él el monje siberiano Grigorii Rasputín para escándalo de la nobleza rusa y aquellos que deseaban un orden constitucional.

Solo Francia vivía en la Tercera República Francesa de corte Presidencialista, desde la caída de Napoleón III y la derrota ante Prusia en 1870. En otros aspectos, para enero de 1914 el automóvil apenas comenzaba a extenderse como medio de transporte más allá de los ricos, el avión acababa de aparecer, lo mismo que los globos dirigibles, y el mayor medio de propulsión seguía siendo el vapor; el telégrafo el medio más instantáneo para la comunicación y el teléfono empezaba a hacerse poco a poco más común. Cien años después, tenemos a las monarquías desaparecidas o inoperantes, y toda una revolución tecnológica en torno a las comunicaciones y la informática.

En fin, el siglo XX fue dos siglos en uno, tanto por sus avances científicos y tecnológicos, como por los profundos cambios sociales, políticos y culturales que se presentaron, no todos positivos, pero todos causados por las dos grandes guerras ocurridas en su primera mitad.

Pero, ¿qué causó esta contienda? ¿Porqué se originó precisamente en los países de Europa Occidental y no en otra parte? Bueno, para empezar, hay que señalar que en realidad, la Primera Guerra Mundial no fue la primera, sino que más bien, fue la tercera, cuarta o quinta, dependiendo a cuáles de las confrontaciones entre potencias europeas consideremos como antecesoras de la misma, guerras que tuvieron la misma naturaleza, las mismas causas y las mismas características, que se libraron en todos los continentes al mismo tiempo. En este sentido, es de señalar que las guerras anteriores que pueden calificarse de "mundiales", fueron sin duda:
  1. La Guerra de los 30 Años (1618-1648), la primera de todas ellas.
  2. La Guerra de Sucesión Española (1700-1715).
  3. La Guerra de los Siete Años (1756-1763).
  4. Las Guerras de la Revolución Francesa e Imperio Napoleónico (1792-1815).

Todas se desprenden de la dinámica de las tensiones entre las potencias europeas, entre una potencia predominante y potencias rivales que buscan destruir la hegemonía o supremacía de aquella. Es una dinámica propia de la Civilización Occidental que terminó por extenderse a todo el mundo con la adopción del Estado-Nación como modelo de organización política en distintas zonas del mundo.
Y es que este tipo de enfrentamientos es atípico en la larga Historia de la humanidad y sólo aparece con la consolidación de los Estados modernos y la configuración de un entramado de relaciones entre estos, caracterizadas por la competencia permanente. Antes de esto, en la Edad Antigua, por ejemplo, se daba la existencia de los Imperios, éstos son, en sí mismos, comunidades internacionales unificadas bajo un solo poder político, que pueden chocar con otros imperios, pero curiosamente, los imperios garantizan una gran paz al interior, como por ejemplo, la Pax Romana que se vivió al interior de los dominios de Roma entre el siglo I a inicios del III d.C., turbados por las luchas por el poder en el año 69 d.C. tras la caída de Nerón, o hacia el 200, con el asesinato de Cómodo y el ascenso, tras una guerra civil, de Septimio Severo. las luchas entre Imperios, a menudo por zonas periféricas suelen ser guerras breves y se inscriben en el curso de una rivalidad permanente o larga, con periodos de gran tensión y crisis que luego terminan en acuerdos: así pasó entre Egipcios e Hititas con la Batalla de Qadesh, las guerras entre Romanos y Arsácidas y Sasánidas en Irán; sin embargo, en la Antigüedad se dieron casos de comunidades internacionales circunscritas a límites geográficos más pequeños, hasta que el modelo se extendió a todo el mundo, a lo largo de los siglos XIX y XX con la conversión de imperios antiguos, como Japón, China o Rusia, o Irán y el Imperio Islámico en Estados Nacionales con modelos calcados de los europeos, estos ejemplos son:
  1. La China de los Estados Combatientes (s.VII-III a.C.)
  2. La Grecia Clásica (s. VIII-IV a.C.)
  3. La Civilización Maya Clásica (s. I-IX d.C.)
El caso chino sin embargo, concluyó con la conformación de un Imperio universalista al aparecer un poder hegemónico lo suficientemente fuerte como para imponerse a los demás y someterlos en una sola entidad política; así, el Reino de Quin venció a todos sus rivales y construyó los fundamentos tanto de la Nacionalidad como del Estado Chino, proceso que se consolidaría con sus sucesores, la Dinastía Han y su largo régimen. Después de ellos, y aún cuando hubo periodos relativamente breves de desunión de China, la idea imperante era que siempre se daría la reunificación y a ese fin se dirigían los esfuerzos de las dinastías o facciones rivales; así sucedió en el último episodio de división entre los chinos, con los Comunistas de Mao al norte, y los Nacionalistas de Chiang al sur, que culminó con la conquista del poder único por parte de los primeros y el exilio de los segundos al minúsculo Taiwán.


El caso de la Grecia antigua y del Mayab es en cambio, más parecido al de la comunidad de Estados Occidentales existente desde el siglo XVI a inicios del XX y la comunidad internacional global de nuestros días: en ambos casos, se daba la existencia de multitud de Estados independientes, más o menos todos con las mismas condiciones y capacidades en competencia permanente, con un juego diplomático de alianzas y desencuentros, guerras y rivalidades; sin que exista ningún Estado con la capacidad para asegurar de modo permanente su supremacía o, como el reino de Quin, lograr unificar a todos, sin embargo, se daban periodos de calma cuando uno de los Estados lograba la supremacía, mas no la hegemonía completa o anular la independencia de los otros Estados, pero sí recibir tributos o controlar el comercio y la economía de toda la comunidad; así, en la Grecia antigua el "Siglo de Pericles", el V a.C., fue relativamente pacífico gracias a que Atenas se había asegurado la supremacía y era el árbitro del mundo heleno, tras haber sido clave y el centro de dirección contra la invasión persa. Antes de Atenas, la supremacía había sido de Micenas y Argos, posteriormente, de Esparta, Tebas y al final, de Macedonia, quien estuvo a punto de lograr la unificación imperial de todos los Griegos con Filipo II y Alejandro Magno, pero que a la muerte de éste fracasaría, al repetirse con los Diadocos la tendencia a la fragmentación del mundo heleno y la búsqueda de formar imperios regionales en las zonas conquistadas por el joven y genial estratega militar.

En el caso Maya, se dieron periodos de estabilidad bajo la supremacía de Tikal, Palenque, Calakmul o Piedras Negras, pero igualmente, no se dio la capacidad de ninguno de los Estados para unificar a todos en forma permanente. En ambos casos, cuando una entidad obtenía la supremacía, se hicieron alianzas en contra por los Estados rivales tendientes a impedirle alcanzar la supremacía absoluta sobre el resto de los miembros de la comunidad, lo que originó grandes conflictos bélicos en el seno de dichas civilizaciones que terminaron por ser claves de la decadencia de las mismas: en el caso de Grecia, la Guerra del Peloponeso implicó a Atenas y sus aliados por un lado, y a Esparta y los suyos por el otro; en cierta forma, este conflicto fue una "Guerra Mundial" en pequeño, dentro del mundo heleno; al terminar la guerra, los Espartanos obtuvieron la victoria y la supremacía sobre Grecia; sin embargo, toda ésta quedó gravemente debilitada: la economía se hundió al perderse la libertad comercial que había sido promovida por los Atenienses y la escasa comprensión del comercio por parte de los Lacedemonios, basados en una economía agrícola, la mortandad en la guerra, el abandono de los campos y las epidemias que, por ejemplo, se cebaron sobre el Atica, dejaron a una Grecia muy débil y en una situación de decaimiento generalizado; el dominio espartano era en realidad muy frágil y así fue derrotado por Tebas, valientemente dirigida por Pelópidas y Epaminondas, mas a la muerte de ambos caudillos, el poder Beocio se derrumbó, correspondiendo la supremacía indiscutible entonces a una región periférica e inculta de Grecia: el Reino de Macedonia que contó con un hábil dirigente en la persona de Filipo II.


(En el mapa, el juego de alianzas entre los Estados griegos en la Guerra del Peloponeso)

En el caso maya, la lucha por la supremacía entre Tikal y Calakmul desencadenó una serie de guerras, sobre todo a partir del siglo VII que desembocó en alianzas, contraalianzas, despoblamiento y abandono de ciudades, crímenes y hambrunas que llevaron al colapso al núcleo de la civilización maya clásica en Chiapas y Guatemala, para después reproducirse el mismo esquema en la Península de Yucatán en tiempos más tardíos; como resultado, cuando los Españoles llegaron a la región, encontraron solo ruinas y una serie de casas reales empobrecidas pero orgullosas, que continuaban enfrentadas entre sí y relatando con nostalgia las glorias de un pasado incluso ya borroso para ellas.

 
(En el mapa, situación política a mediados del siglo VII d.C. en el Mayab, con los territorios que conformaban los distintos cuchkabal o confederaciones de ciudades-estado y el nombre de las ciudades que las encabezaban, al sur, en las llamadas "Tierras Altas" mayas, no hubo un poder hegemónico y era una serie de ciudades independientes o comunidades rurales pequeñas que no formaron parte de la lucha por el poder como las ciudades de las "Tierras Bajas")

Cabe señalar que la no formación de un Imperio o Estado masivo o universal tiene ventajas: en los tres casos, la competencia permitió un avance rápido de la civilización y grandes conquistas culturales, sin embargo, en el caso chino el ímpetu continuó bajo las primeras dinastías imperiales y luego se fosilizó, en el caso griego y maya, aunque nunca llegaron a unificarse, el desarrollo terminó por estancarse ante las limitantes de recursos naturales, --algo que poderosamente contribuyó al mantenimiento de la división en ciudades-estado-- y la civilización terminó por llegar a un límite, en mucho, esta escasez de recursos provocaría las contiendas.

En el caso de Occidente, tras la caída del Imperio Romano en el 476 d.C., se produjo una gran fragmentación política en el oeste de Europa debido a la diversidad de pueblos que irrumpieron provenientes del centro y oriente del continente, así, la idea de un poder centralizado, aunque se mantuvo bajo el impulso del Cristianismo y la tesis de las "dos espadas" del Papa Pelagio I, quien aplicaba las teorías de San Agustín enunciadas en La Ciudad de Dios, y pareció cristalizarse con la coronación de Carlomagno, Rey de los Francos, como Emperador "Romano" de Occidente, se fue demostrando como una utopía, las monarquías germánicas se fueron afianzando sobre bases territoriales y más o menos étnicas a lo largo de la Edad Media, así, los reyes de Alemania que ostentaron la pretendida corona imperial del orbe romano occidental, en realidad se mantuvieron con un poder incluso mínimo al interior de Alemania, y nulo fuera de ellas, el Sacro Imperio Romano-Germánico, que por su nombre implicaba el reconocimiento de la fusión de los elementos romanos y germanos, así como la universalidad del Cristianismo, fracasó en ello, de modo que con cierta razón, Rousseau pudo decir que "ni fue romano, ni fue sacro, ni fue imperio", y sólo se convirtió en el crisol en que se consolidó la nacionalidad alemana.

De esta forma, al llegar al siglo XVI y consolidarse la plena identificación entre territorios-población y autoridad política, se formaron los Estados-Nación modernos, que competían entre sí por la supremacía, sin que ninguno pudiera consolidar su capacidad plena para unificar a todo el conjunto como sí ocurriera en China con los Quin, al igual que en el caso griego y maya, hubo una sucesión de Estados en la cúspide: España, Francia e Inglaterra, y posteriormente, al haberse expandido la comunidad internacional de Estados, a Estados Unidos de América.

Precisamente las Guerras que hemos referido sirvieron para evitar la consolidación de la hegemonía de cada Estado predominante en un momento histórico determinado: España, gobernada por la Casa de Austria, pudo haber sido la base, junto con Alemania, para la consolidación de un Imperio Euro-Americano único, pero entonces, los rivales de la nación ibérica, como Francia e Inglaterra, hicieron todo para impedirlo; incluso, el éxito de la Reforma Protestante de Lutero y Calvino, así como la de Enrique VIII se explica por la política y el nacionalismo: el cambio de religión reafirmaba la identidad propia y marcaba una posición en contra de la unidad universal preconizada por la tesis agustiniana de Imperio-Iglesia como las dos espadas de la Cristiandad.

La Guerra de los Treinta Años tuvo precisamente la finalidad de debilitar el poderío español y toda posible tendencia unitaria en el Imperio Alemán y lo consiguió, el gran vencedor fue Francia, que obtuvo así la hegemonía sobre Europa, y además, con la Paz de Westfalia, se consolidó el modelo del Estado-Nación y la conformación de una comunidad internacional. Esta guerra además, se combatió más allá de Europa, pues en el Caribe se dieron las depredaciones de los corsarios ingleses, franceses y holandeses en contra de la Monarquía Española, quien a su vez también armó corsarios y puso a trabajar a su poderosa Armada de Barlovento a combatir la plaga de los caballeros de la fortuna.

Francia obtuvo la supremacía sobre el continente, pero también tuvo que luchar para mantenerla; con la extinción de la rama hispana de los Habsburgo en la persona de Carlos II "el Hechizado", y al resultar que su pariente más cercano era Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV "el rey Sol" francés, la sucesión en favor del joven príncipe galo motivó la Guerra de Sucesión, precisamente para evitar la eventual unión de los tronos de San Luis y San Fernando en una sola persona y la unión del Imperio Hispano al poderío militar francés, pero también, ante la posible asunción al trono madrileño de el Archiduque Carlos de Austria, era intención del bando Borbónico evitar la reconstrucción de un Imperio europeo en manos de los Habsburgo como en la época de Carlos V. Al final, ambos objetivos se lograron con la Paz de Utrecht, tratado que continúa en vigor expresado en el control británico sobre Gibraltar y en el abandono del monopolio sobre la navegación atlántica de los españoles y de la pesca del bacalao, industria que desde entonces pasó a estar en manos de los escandinavos. Nuevamente, la guerra se combatió en los territorios americanos y sobre todo, en los océanos.

Más tarde, en el siglo XVIII vino la Guerra de los Siete Años que significó un primer intento de Prusia, gobernada por el genio político y militar de Federico II el Grande, de unificar a Alemania en un verdadero Estado nacional en detrimento de los Habsburgo que aún mantenían la débil corona del Sacro Imperio Romano-Germánico en sus sienes. La Guerra degeneró en un conflicto global: Francia, ante el peligro del surgimiento de una "súper-Prusia", se movilizó, intervino Rusia, aterrada ante la posibilidad del crecimiento de un peligro en su frontera occidental, España, aliada por familia a Francia, intervino también, lo que motivó el ingreso de Inglaterra al lado de Prusia, se atacó a la Habana y a Cartagena, los Franceses e Ingleses combatieron por el dominio de Canadá y España perdió la Florida.

La Guerra de Independencia de EUA sería utilizada por las grandes potencias rivales de Inglaterra: Francia y España, para atacar su poderío ante lo que era claramente su fortalecimiento; ambos países apoyaron a los insurgentes dirigidos por Washington y el "Congreso Continental", que de otra manera hubieran sido aplastados por toda la potencia de las fuerzas británicas, claro, el efecto de esto fue nocivo para ambas potencias borbónicas, puesto que a poco se dio la Revolución Francesa arguyendo las mismas doctrinas políticas que inspiraron a los "Padres Fundadores" norteamericanos y que se originaron en la propia Francia de la mano de Rousseau, Voltaire, Montesquieu y Diderot, después, se daría la Independencia de los Virreinatos españoles, misma que fue fomentada por Inglaterra, para "devolverle el favor" a los Españoles.

Las Guerras Napoleónicas fueron el "canto del cisne" del expansionismo galo; la ideología revolucionaria, como 100 años después lo demostraría también el Marxismo, tenía un gran impulso de expansión y pretensiones universalistas, y en ello se basó Napoleón para sustentar sus sueños de dominio de Europa y la reconstrucción de un Imperio continental que fuera una especie de resurrección del ideal romano pero sustentado en la supremacía francesa. Sin embargo, quince años de lucha y unos seis millones de muertos, en una contienda que por primera vez hizo de la potencia industrial el factor decisivo, así como fue la primera en ser una guerra total que exigió de las naciones que intervinieron utilizaran todo su potencial en la misma, con gran afectación para la población civil.

Así, todo se decidió: Inglaterra mantuvo, gracias a su situación insular, libre a su población de los efectos de la guerra, y su rápida industrialización le permitió levantar ejércitos potentes y una marina igualmente demoledora, decidiéndose todo en los campos de Waterloo, Bélgica en junio de 1815.

Desde entonces y hasta 1914, Inglaterra se mantuvo como primera potencia mundial, su cúspide la alcanzaría bajo el reinado de Victoria I, sin embargo, en esta dinámica presente en la Civilización Occidental de competencia entre Estados, no le faltarían rivales, y en específico, la Alemania unificada en 1870 y su "hijo": Estados Unidos de América, también a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Por lo pronto, el mapa de Europa en 1914 respondía todavía a los dictados del Congreso de Viena que reorganizó la estructura del continente y aseguró la preeminencia Occidental sobre el mundo.



En el próximo post veremos más a fondo cómo Inglaterra se había convertido en la potencia dominante y cómo pretendió asegurarse la hegemonía, pero también como actuaron los rivales.
 

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