Tengo ya como un año de asistir con regularidad a la misa dominical celebrada de acuerdo al rito tradicional, "Tridentino" o "Gregoriano" a la Iglesia de Nuestra Señora del Pilar en el centro de Guadalajara, misma que ofrece la Fraternidad Sacerdotal San Pedro, orden religiosa fundada en 1988 con la aprobación y el apoyo de Juan Pablo II, y que tras la promulgación del motu proprio Summorum Pontifficum en 2007 por Benedicto XVI ha tenido un gran impulso. Esta sociedad sacerdotal, a diferencia de la Fraternidad San Pío X, mal llamados "Lefevbristas" no tuvo una ruptura con el Vaticano y se ha extendido a diversos países, entre ellos México, y aquí en Guadalajara se encuentra representada por dos sacerdotes norteamericanos que recibieron el apoyo del Cardenal Juan Sandoval Iñiguez hace unos años para instalarse en nuestra ciudad.
Un viernes, por contraste y antes de iniciar mi jornada laboral, acudí por la mañana a la Iglesia de San Enrique Emperador, (abajo, foto también del altar) templo ubicado en la colonia Providencia, donde se celebra una misa Novus Ordo, y la sentí bastante extraña, bastante pobre y bastante irrespetuosa para con Dios, pero ojo, no niego que la misa sea válida, simplemente la considero como una especie de trámite, celebrada a poca conciencia y con poco respeto para lo que se trata.
Comparando, una misa de hora y media queda reducida a treinta minutos, existe en el rito tradicional un gran respeto por la presencia real de Cristo en la eucaristía, por ello, los vasos sagrados, como el cáliz y la patena son consagrados y velados antes de la celebración, en el rito posterior al concilio, los vasos son simplemente bendecidos y tratados como la vajilla de la cocina, la celebración es apresurada, el templo tan simple como un auditorio y la homilía... Improvisada, superficial, un discurso de buen rollito que contrasta con una homilía en la que se hace un esfuerzo de interpretación de la Escritura, con estudio y citas de los Padres y Doctores de la Iglesia, filósofos y teólogos reconocidos.
Definitivamente coincido con los tradicionalistas -- yo prefiero considerarme sólo como católico, sin otras etiquetas ni membresías que parecen semejar la tendencia hacia un cisma. La misa no es un banquete, ni una reunión comunitaria ni mucho menos una fiesta, es el mismo sacrificio del Calvario, pero ahora realizado de manera incruenta. Los cantos gregorianos generan además, junto con el rito que se ofrece con pompa y boato como debe por la realeza de Cristo, porque Jesús el Carpintero, tras resucitar se muestra ya como Cristo Rey del Universo y así lo ve San Juan en el Apocalipsis, se presta para una experiencia espiritual mucho más elevada y profunda, cierto, en los templos modernos y en la misa, el individuo se puede entregar a la oración, aunque el ambiente o el entorno pueden influir o predisponer a ello, o por el contrario, a distraerlo.
Ahora, aunque me ha resultado evidente que cada vez más crece la asistencia y la difusión de la misa tradicional, también veo que existen muchos obstáculos como para que el regreso a la espiritualidad previa al Vaticano II se vuelva a extender y sea adoptada por la mayoría de los fieles, enumeremos algunos:
- El primero de todos es la ignorancia, como nunca, el laicado hoy está pésimamente preparado, la cultura religiosa de la gente es altamente deficiente, y no sólo religiosa, en general, la ausencia de cultura clásica, hace muy difícil que los fieles busquen profundizar más en su fe, el Vaticano II ofrece una religiosidad "light" superficial, propia para el hombre superficial de nuestros días, que va a la misa dominical como un mero trámite o acto social. Evidentemente, al hombre actual no le importa saber de Historia, de música, arte o de las obras de los clásicos en la Filosofía o en la Literatura, no ha leído a la Iliada o la Odisea, pero sí a las 50 Sombras de Grey, Harry Potter o Crepúsculo. Estos lectores mucho menos leerán documentos del Concilio Vaticano II, la Summa Theologica de Sto. Tomás de Aquino o los libros de Benedicto XVI.
- La pésima preparación de los sacerdotes, domina la improvisación, la prisa, el sacerdote no se prepara ni estudia, toma su ministerio como una profesión más y toma los vicios actuales precisamente de los profesionistas que no buscan una preparación constante, sino se quedan con lo aprendido en la escuela. El sacerdote actual carece de la disciplina que significaba el uso del hábito, la tonsura o la lectura y rezo diario del breviario. Las homilías, muchas veces, no despegan más allá de la cotidianidad o de ser meros discursos motivacionales y genéricos, sin entrar en la explicación a los fieles del sentido del Evangelio.
- El dominio de la cultura pop, mediática y sentimental sobre el general de las personas. El verdadero Cristianismo se caracteriza por su racionalidad, mientras que el predicado por muchas de las sectas protestantes se encuentra dominado por el sentimentalismo; hoy en día, tenemos generaciones enteras, desde hace 50 años que han sido educadas en el sentimentalismo y en el golpe mediático a través de lo que es publicado por la televisión, la radio, los periódicos y ahora, el Internet y las redes sociales.La gente no se va por una fe razonada, sino por aquello que de entrada parece bueno, tierno, dulce o amable.
Por ello, y aquí me voy a meter en problemas porque lo que voy a decir va a molestar a muchos, pero ni modo, alguien tiene que hablar y describir lo que pasa, es que encontramos las razones por las cuales Jorge Mario Bergoglio fue electo Sumo Pontífice de la Iglesia Católica y los rasgos que a un mes de su elección, está tomando su pontificado, el que será sin duda, uno dominado por los medios antes que por una profundidad ministerial que sí tuvo el de su inmediato predecesor, pero que no fue popular ni fue entendido por la gran mayoría de los católicos: masificados y dominados por la cultura popular que se ha construido desde los años sesenta hasta ahora.
El Papa Francisco I, como ya lo apuntaba antes, es tal cual un sacerdote formado en los años conciliares y por tanto, plenamente convencido del Concilio Vaticano II. Como él, la mayoría de los cardenales que le eligieron proceden de ese ambiente o de los años inmediatamente posteriores. En mucho, la Curia y gran número de obispos le hizo la vida imposible a Benedicto XVI, que se enfrentó a los escándalos desatados tanto por la pederastia de algunos clérigos que fueron protegidos por la alta Jerarquía y llegaron a tener gran influencia, como fue el caso del Padre Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo. Aparte, vinieron los escándalos de los malos manejos financieros del Instituto de Obras Religiosas o IOR, el llamado "Banco Vaticano", y las presiones del mundo liberal-progresista que querían un Papa que aceptase todo su credo de ideología de género, homosexualista y demás.
El Papa Ratzinger fue víctima durante su pontificado de ataques mediáticos, y lo está siendo aún después de haber renunciado; en mucho, su caso se parece a aquel del Papa Formoso, ocurrido a finales del siglo IX., un periodo que pasó a la Historia de la Iglesia con el nombre de Siglo de Hierro, periodo comprendido entre los años 850 y hasta inicios del siglo XI, y que se caracterizó por la elevadísima corrupción tanto de la curia como de los pontífices mismos, títeres de la nobleza romana y de los intereses imperiales alemanes, lujuriosos y dominados por sus amantes; Formoso, ajeno completamente a los líos de faldas de sus inmediatos predecesores y a las intrigas políticas de la nobleza romana, pues se había desempeñado como misionero en la actual Bulgaria, intentó refrendar la independencia del Papado de los poderes temporales y reformar la curia romana para que las manos de los nobles dejasen de meterse en el Vaticano, aunque contó con el amparo del Sacro Emperador Romano-Germano para ser elegido sucesor de San Pedro, con la mira de lograr estabilidad en la otrora capital de los Césares y orden al interior de la Iglesia; sus esfuerzos resultaron inútiles durante un tormentoso pontificado de 5 años en que los nobles de Roma, encabezados por los Condes de Túsculo le hicieron la vida imposible y a su muerte, ocurrida en el año 896 ocurrió uno de los acontecimientos más bochornosos y ridículos de la Historia de la Iglesia, el llamado Concilio Cadavérico.
El sucesor de Formoso, Esteban VI, hechura completa de los nobles romanos, empezó una campaña difamatoria en contra de su antecesor que culminó con la determinación que, aún después de muerto, el anterior Papa debía ser juzgado y sancionado canónicamente por sus supuestos grandes delitos contra la Iglesia, así que sacaron el cadáver embalsamado de Formoso, lo sentaron en el trono pontificio de la Basílica de San Pedro (la original, construida por el Emperador Constantino) revestido con todos los ornamentos del cargo: alba, mitra, manto y quirotecas o guantes litúrgicos, (prenda ahora en desuso) anillo del pescador y demás, como puede verse en la ilustración, se le asignó un abogado defensor y el propio Papa Esteban fungió como fiscal acusador, igualmente revestido con las prendas papales, repitiendo las mismas calumnias contra su antecesor que había hecho en sus prédicas, terminando el juicio, en que el clero romano (aún no existían los Cardenales) fungió como jurado, condenando a Formoso a la damnatio memoriae, (memoria maldita) es decir, a que su nombre fuera excluido de la lista oficial de Papas y considerados como ilegítimos todos sus actos, pero además de ello, el cadáver de Formoso no podía descansar en tierra sagrada, y así, fue arrastrado por el populacho por las calles y arrojado al Tíber, aunque milagrosamente, la momia papal fue a dar a las orillas del río, fuera de la ciudad, donde un campesino la encontró y escondió, pues era partidario de Formoso y su malogrado e incomprendido plan de reformas.
Esteban moriría sin embargo, asesinado por una turba, y posteriormente seguiría una serie de papados efímeros y convulsos, hasta que varios años después, e iniciado el proceso, en la segunda mitad del siglo X y en el XI, después del desastroso reinado de Benedicto IX, de saneamiento del Papado como institución, la construcción de un esquema jurídico sólido alrededor de éste y la aparición de la Orden de Cluny, llevaría a la rehabilitación de la figura del Papa Formoso y también, al periodo de máximo esplendor de la figura del Romano Pontífice durante los siglos XII y XIII, con figurones como Nicolás II, Alejandro II, Gregorio VII, Urbano II o los Inocencios III y IV. Reivindicado, Formoso ya pudo ser sepultado en la Basílica vaticana, aunque nunca se le ha iniciado proceso para llevarlo a los altares, quizá por la intriga política detrás de su figura, incluso y debido a la controversia alrededor suyo, hubo un Papa que deseó ponerse "Formoso II", pero fue convencido de que no lo hiciera.
Algo similar ocurre ahora, Benedicto XVI, retirado ya del solio pontificio y de regreso para vivir retirado en el Monasterio Mater Ecclesiae sigue siendo linchado día con día por el que podríamos llamar Concilio Mediático que han desatado en este mes y medio que lleva ya el Papa Bergoglio ocupando el trono del pescador galileo, una serie de odiosas comparaciones entre éste y su antecesor, a fin de crear la imagen, que mucha de la feligresía se la cree, dada la ignorancia, y una fe superficial y sentimental, de un Francisco "el Bueno" contrastado con un "Benedicto el Malo".
Los gestos del propio Francisco I contribuyen a ello y la difusión que se hace de los mismos: que sustituyó el trono pontificio por una silla, en realidad, sustituyó el trono clásico, hecho por Bernini en el siglo XVI de madera forrada de latón dorado (no tiene oro) por uno más moderno y sencillo utilizado ya antes por Juan Pablo II, que tampoco utilizaba el tradicional, o la cuestión de los zapatos negros, mismos que probablemente son más para reflejar la pertenencia a la Orden de los Jesuitas que un gesto de humildad, (ha trascendido que los mismos son hasta más costosos que los zapatos rojos y son hechos por un zapatero bonaerense) el no usar los ornamentos papales, incorrectamente tomados como lujos por el vulgo, como la muceta el día de su elección, la firma de yesos de niños fracturados, o la supuesta anécdota de darle una silla y un bocadillo a un guardia suizo rompiendo con la disciplina militar del legendario cuerpo de seguridad. Todo esto, a lo que se suma la "papolatría", en que se cree que ningún Papa es cuestionable o criticable, por ser una especie de persona sagrada o emanación de la divinidad al estilo del Dalai Lama de los Budistas o los emperadores japoneses en el Sintoísmo. Por el contrario, si se asumiese una postura así, etapas como el Siglo de Hierro o figuras como Alejandro VI habrían bastado para demoler al papado y a la Iglesia misma, tal y como nos lo dice el excelente bloguero tradicionalista "Wanderer".
La figura del actual Papa me parece el producto más acabado del Concilio Vaticano II, como lo dije al principio, y lo plantea también el Padre "Terzio" en su Blog Ex Orbe, Francisco I representa la llegada al papado de la generación formada por el concilio, misma que padece el síndrome que yo llamaría del "Rolling Stone", por pertenecer a esa misma generación que en los 60 coincidió con el concilio y lanzó la gran revolución musical y cultural del Rock and Roll, y que cree que, pasados cincuenta años, siguen siendo representativos de la "juventud" y de la "renovación" del mundo o de la Iglesia, cuando, en la realidad, para un adolescente actual, Mick Jagger o Keith Richards, y fuera de la banda de la lengua, David Bowie o Jimmy Page, tienen la edad y semejanza con su abuelo, que de joven fue un destrampado y hoy es un tranquilo hombre de negocios al borde del retiro, y lo mismo pasa en terrenos eclesiásticos. Si hoy en día resulta que para el adolescente, la música de los Beatles, de los Stones o de The Who suena a viejo, resulta que para nuevas generaciones de católicos resulta, irónicamente, más atractivo y más satisfactorio para sus necesidades espirituales el discurso tradicionalista y el regreso a la Liturgia de San Pío V (porque es el que es intemporal y eterno) que todo el discurso postconciliar de los años 60 y 70 (surgido de querer ir al compás del mundo y del tiempo, y por tanto, perdiendo el carácter trascendente), que les suena tan viejo como una grabación en acetato de música de esos años. Aún así, muchos de esta generación conciliar pretenden dárselas de aires juveniles al igual que lo hace Jagger desafiando a la artritis en cada concierto.
Francisco sin embargo, no es tampoco tan antitético respecto a Benedicto: mantiene la postura tradicional de la Iglesia en temas como familia y defensa de la vida, en la Eucaristía y la espiritualidad, ha tenido homilías extraordinarias que luego contrastan con otras, improvisadas y más propias de cura de barrio que de un Sumo Pontífice, llama a Jesús "lavandería", a los paramentos litúrgicos denomina "trapos", llama a no convertir a la Iglesia en una ONG, para luego llamar a los sacerdotes al activismo, plantea reducir a disciplina a las religiosas rebeldes de Estados Unidos, siguiendo el programa de Ratzinger, para luego dar su espaldarazo a movimientos "protestantizados" como Neocatecumenales y Carismáticos. Entre gesto y gesto, sin embargo, ni hace nada por evitar el linchamiento mediático contra su antecesor ni tampoco por avocarse a la urgente limpieza de la Curia. Temo, por tanto, que el pontificado de Francisco sea un papado de verdadera trancisión, lleno de gestos sentimentales atractivos para las masas, pero hueco en la sustancia. Un papado mediático diseñado por los Cardenales para tapar las corruptelas y los manejos turbios que Benedicto XVI buscaba corregir. Francisco, con su carisma mediático y sus gestos, es un distractor mediático, que parecerá revolucionario pero no alterará nada. Francisco, además, su limitado currículum, que contrasta con una serie de 150 años de Papas que han sido verdaderas eminencias en Teología y Filosofía, Diplomacia y Derecho Canónico o dominio de lenguas diversas, como fueron para empezar sus dos inmediatos antecesores, crean severas dudas acerca de su capacidad real para el cargo.
Aún así, veamos cómo responde a retos reales, como la insubordinación de las monjas norteamericanas, la defensa de la postura católica ante la administración progresista de Hollande en Francia, y ahora también, la reaparición de un fantasma del pasado: el caso de Emmanuela Orlandi, adolescente desaparecida hace 30 años en un caso que al parecer tuvo que ver con enredos de corrupción y de política, pues hasta se ha hablado hasta de la intervención de Alí Agca en los acontecimientos, de ahí, nos retrotraemos a los años 80 y la cruzada de Juan Pablo II contra la URSS y su dominación sobre Polonia y Europa Oriental, lo que llevó a que se ordenara su eliminación, más atrás, al Pacto de Metz, por el cual Rusia consintió en enviar prelados ortodoxos como observadores al Concilio, a cambio de que no se condenara al Comunismo, como es bien sabido, la Iglesia Ortodoxa Rusa, pese a un inicio terrible, tuvo en realidad con el régimen soviético una relación de conveniencia y subordinación, lo que ha sido la tónica desde el cisma de Oriente en 1054, y metropolitas, obispos y archimandritas eran miembros con credencial del PCUS, y mucho se habla de que del mencionado pacto se derivó la infiltración comunista en la Iglesia Católica, en particular, en los Jesuitas y en los seminarios.
Todo esto me recuerda al mensaje de Fátima y la necesidad de que se consagre a Rusia a fin de que ésta corrija sus errores... entre tanto ¿Cuál es la política del actual Kremlin de Putin en torno al problema del Cisma de Oriente y del papel de Rusia como defensa de la Cristiandad ante el laicismo de Occidente, el Islam resurgente y el poderío chino hostil? ¿Sigue vigente en algo el Pacto de Metz? ¿Estará Francisco listo para los retos que exigen decisión y no gestos simples? ¿Estamos ante un nuevo Siglo de Hierro? Vivimos tiempos interesantes.
El Papa Ratzinger fue víctima durante su pontificado de ataques mediáticos, y lo está siendo aún después de haber renunciado; en mucho, su caso se parece a aquel del Papa Formoso, ocurrido a finales del siglo IX., un periodo que pasó a la Historia de la Iglesia con el nombre de Siglo de Hierro, periodo comprendido entre los años 850 y hasta inicios del siglo XI, y que se caracterizó por la elevadísima corrupción tanto de la curia como de los pontífices mismos, títeres de la nobleza romana y de los intereses imperiales alemanes, lujuriosos y dominados por sus amantes; Formoso, ajeno completamente a los líos de faldas de sus inmediatos predecesores y a las intrigas políticas de la nobleza romana, pues se había desempeñado como misionero en la actual Bulgaria, intentó refrendar la independencia del Papado de los poderes temporales y reformar la curia romana para que las manos de los nobles dejasen de meterse en el Vaticano, aunque contó con el amparo del Sacro Emperador Romano-Germano para ser elegido sucesor de San Pedro, con la mira de lograr estabilidad en la otrora capital de los Césares y orden al interior de la Iglesia; sus esfuerzos resultaron inútiles durante un tormentoso pontificado de 5 años en que los nobles de Roma, encabezados por los Condes de Túsculo le hicieron la vida imposible y a su muerte, ocurrida en el año 896 ocurrió uno de los acontecimientos más bochornosos y ridículos de la Historia de la Iglesia, el llamado Concilio Cadavérico.
El sucesor de Formoso, Esteban VI, hechura completa de los nobles romanos, empezó una campaña difamatoria en contra de su antecesor que culminó con la determinación que, aún después de muerto, el anterior Papa debía ser juzgado y sancionado canónicamente por sus supuestos grandes delitos contra la Iglesia, así que sacaron el cadáver embalsamado de Formoso, lo sentaron en el trono pontificio de la Basílica de San Pedro (la original, construida por el Emperador Constantino) revestido con todos los ornamentos del cargo: alba, mitra, manto y quirotecas o guantes litúrgicos, (prenda ahora en desuso) anillo del pescador y demás, como puede verse en la ilustración, se le asignó un abogado defensor y el propio Papa Esteban fungió como fiscal acusador, igualmente revestido con las prendas papales, repitiendo las mismas calumnias contra su antecesor que había hecho en sus prédicas, terminando el juicio, en que el clero romano (aún no existían los Cardenales) fungió como jurado, condenando a Formoso a la damnatio memoriae, (memoria maldita) es decir, a que su nombre fuera excluido de la lista oficial de Papas y considerados como ilegítimos todos sus actos, pero además de ello, el cadáver de Formoso no podía descansar en tierra sagrada, y así, fue arrastrado por el populacho por las calles y arrojado al Tíber, aunque milagrosamente, la momia papal fue a dar a las orillas del río, fuera de la ciudad, donde un campesino la encontró y escondió, pues era partidario de Formoso y su malogrado e incomprendido plan de reformas.
Esteban moriría sin embargo, asesinado por una turba, y posteriormente seguiría una serie de papados efímeros y convulsos, hasta que varios años después, e iniciado el proceso, en la segunda mitad del siglo X y en el XI, después del desastroso reinado de Benedicto IX, de saneamiento del Papado como institución, la construcción de un esquema jurídico sólido alrededor de éste y la aparición de la Orden de Cluny, llevaría a la rehabilitación de la figura del Papa Formoso y también, al periodo de máximo esplendor de la figura del Romano Pontífice durante los siglos XII y XIII, con figurones como Nicolás II, Alejandro II, Gregorio VII, Urbano II o los Inocencios III y IV. Reivindicado, Formoso ya pudo ser sepultado en la Basílica vaticana, aunque nunca se le ha iniciado proceso para llevarlo a los altares, quizá por la intriga política detrás de su figura, incluso y debido a la controversia alrededor suyo, hubo un Papa que deseó ponerse "Formoso II", pero fue convencido de que no lo hiciera.
Algo similar ocurre ahora, Benedicto XVI, retirado ya del solio pontificio y de regreso para vivir retirado en el Monasterio Mater Ecclesiae sigue siendo linchado día con día por el que podríamos llamar Concilio Mediático que han desatado en este mes y medio que lleva ya el Papa Bergoglio ocupando el trono del pescador galileo, una serie de odiosas comparaciones entre éste y su antecesor, a fin de crear la imagen, que mucha de la feligresía se la cree, dada la ignorancia, y una fe superficial y sentimental, de un Francisco "el Bueno" contrastado con un "Benedicto el Malo".
Los gestos del propio Francisco I contribuyen a ello y la difusión que se hace de los mismos: que sustituyó el trono pontificio por una silla, en realidad, sustituyó el trono clásico, hecho por Bernini en el siglo XVI de madera forrada de latón dorado (no tiene oro) por uno más moderno y sencillo utilizado ya antes por Juan Pablo II, que tampoco utilizaba el tradicional, o la cuestión de los zapatos negros, mismos que probablemente son más para reflejar la pertenencia a la Orden de los Jesuitas que un gesto de humildad, (ha trascendido que los mismos son hasta más costosos que los zapatos rojos y son hechos por un zapatero bonaerense) el no usar los ornamentos papales, incorrectamente tomados como lujos por el vulgo, como la muceta el día de su elección, la firma de yesos de niños fracturados, o la supuesta anécdota de darle una silla y un bocadillo a un guardia suizo rompiendo con la disciplina militar del legendario cuerpo de seguridad. Todo esto, a lo que se suma la "papolatría", en que se cree que ningún Papa es cuestionable o criticable, por ser una especie de persona sagrada o emanación de la divinidad al estilo del Dalai Lama de los Budistas o los emperadores japoneses en el Sintoísmo. Por el contrario, si se asumiese una postura así, etapas como el Siglo de Hierro o figuras como Alejandro VI habrían bastado para demoler al papado y a la Iglesia misma, tal y como nos lo dice el excelente bloguero tradicionalista "Wanderer".
La figura del actual Papa me parece el producto más acabado del Concilio Vaticano II, como lo dije al principio, y lo plantea también el Padre "Terzio" en su Blog Ex Orbe, Francisco I representa la llegada al papado de la generación formada por el concilio, misma que padece el síndrome que yo llamaría del "Rolling Stone", por pertenecer a esa misma generación que en los 60 coincidió con el concilio y lanzó la gran revolución musical y cultural del Rock and Roll, y que cree que, pasados cincuenta años, siguen siendo representativos de la "juventud" y de la "renovación" del mundo o de la Iglesia, cuando, en la realidad, para un adolescente actual, Mick Jagger o Keith Richards, y fuera de la banda de la lengua, David Bowie o Jimmy Page, tienen la edad y semejanza con su abuelo, que de joven fue un destrampado y hoy es un tranquilo hombre de negocios al borde del retiro, y lo mismo pasa en terrenos eclesiásticos. Si hoy en día resulta que para el adolescente, la música de los Beatles, de los Stones o de The Who suena a viejo, resulta que para nuevas generaciones de católicos resulta, irónicamente, más atractivo y más satisfactorio para sus necesidades espirituales el discurso tradicionalista y el regreso a la Liturgia de San Pío V (porque es el que es intemporal y eterno) que todo el discurso postconciliar de los años 60 y 70 (surgido de querer ir al compás del mundo y del tiempo, y por tanto, perdiendo el carácter trascendente), que les suena tan viejo como una grabación en acetato de música de esos años. Aún así, muchos de esta generación conciliar pretenden dárselas de aires juveniles al igual que lo hace Jagger desafiando a la artritis en cada concierto.
Francisco sin embargo, no es tampoco tan antitético respecto a Benedicto: mantiene la postura tradicional de la Iglesia en temas como familia y defensa de la vida, en la Eucaristía y la espiritualidad, ha tenido homilías extraordinarias que luego contrastan con otras, improvisadas y más propias de cura de barrio que de un Sumo Pontífice, llama a Jesús "lavandería", a los paramentos litúrgicos denomina "trapos", llama a no convertir a la Iglesia en una ONG, para luego llamar a los sacerdotes al activismo, plantea reducir a disciplina a las religiosas rebeldes de Estados Unidos, siguiendo el programa de Ratzinger, para luego dar su espaldarazo a movimientos "protestantizados" como Neocatecumenales y Carismáticos. Entre gesto y gesto, sin embargo, ni hace nada por evitar el linchamiento mediático contra su antecesor ni tampoco por avocarse a la urgente limpieza de la Curia. Temo, por tanto, que el pontificado de Francisco sea un papado de verdadera trancisión, lleno de gestos sentimentales atractivos para las masas, pero hueco en la sustancia. Un papado mediático diseñado por los Cardenales para tapar las corruptelas y los manejos turbios que Benedicto XVI buscaba corregir. Francisco, con su carisma mediático y sus gestos, es un distractor mediático, que parecerá revolucionario pero no alterará nada. Francisco, además, su limitado currículum, que contrasta con una serie de 150 años de Papas que han sido verdaderas eminencias en Teología y Filosofía, Diplomacia y Derecho Canónico o dominio de lenguas diversas, como fueron para empezar sus dos inmediatos antecesores, crean severas dudas acerca de su capacidad real para el cargo.
Aún así, veamos cómo responde a retos reales, como la insubordinación de las monjas norteamericanas, la defensa de la postura católica ante la administración progresista de Hollande en Francia, y ahora también, la reaparición de un fantasma del pasado: el caso de Emmanuela Orlandi, adolescente desaparecida hace 30 años en un caso que al parecer tuvo que ver con enredos de corrupción y de política, pues hasta se ha hablado hasta de la intervención de Alí Agca en los acontecimientos, de ahí, nos retrotraemos a los años 80 y la cruzada de Juan Pablo II contra la URSS y su dominación sobre Polonia y Europa Oriental, lo que llevó a que se ordenara su eliminación, más atrás, al Pacto de Metz, por el cual Rusia consintió en enviar prelados ortodoxos como observadores al Concilio, a cambio de que no se condenara al Comunismo, como es bien sabido, la Iglesia Ortodoxa Rusa, pese a un inicio terrible, tuvo en realidad con el régimen soviético una relación de conveniencia y subordinación, lo que ha sido la tónica desde el cisma de Oriente en 1054, y metropolitas, obispos y archimandritas eran miembros con credencial del PCUS, y mucho se habla de que del mencionado pacto se derivó la infiltración comunista en la Iglesia Católica, en particular, en los Jesuitas y en los seminarios.
Todo esto me recuerda al mensaje de Fátima y la necesidad de que se consagre a Rusia a fin de que ésta corrija sus errores... entre tanto ¿Cuál es la política del actual Kremlin de Putin en torno al problema del Cisma de Oriente y del papel de Rusia como defensa de la Cristiandad ante el laicismo de Occidente, el Islam resurgente y el poderío chino hostil? ¿Sigue vigente en algo el Pacto de Metz? ¿Estará Francisco listo para los retos que exigen decisión y no gestos simples? ¿Estamos ante un nuevo Siglo de Hierro? Vivimos tiempos interesantes.
4 comentarios:
Creo que hay mucha honestidad y sinceridad en el documento anterior. También estoy convencido de que después del Vat.2 han tenido lugar numerosas "progresías" ridículas y abundantes adulteraciones y errores insensatos. Es cierto. Ello ha sido causa del desánimo de muchos, de la desafección de otros tantos y del abandono de no pocos. Todo lamentable.
Así todo, también creo que tal situación puede dar ocasión a actitudes sospechosas, a declaraciones alayrmistas y a reivindicar tiempos pasados que no han sido tan luminosos como parece.
Y así, por ejemplo, me parece sospechosa la actitud reiterada de valorar el Rito Romano como la quintaesencia de la piedad, la devoción y la liturgia...devaluando (y despreciando) la "forma ordinaria" de la liturgia como si en ella no se manifestara ni se celebrara la fe, la devoción, la solemnidad y la belleza de la liturgia. Como bien se sabe, el motu proprio del Papa Benedicto es una ocasión para la conciliación y la comunión eclesial, pero jamás debería ser una concesión a la nostalgia o al inttegrismo...es esa una actitud "sospechosa" de una gran hipocresía.
Algo similar cabría decir de esa sensación alarmista que abunda en el escrito anterior, a propósito del Papa Francisco, como si con él llegara el fiasco, el despiste generalizado y "el acabóse"....decir de él que es el mejor ejemplo del Vaticano2 (con el "tonillo" que se utiliza) supone la total desacreditación de ese Concilio que ha sido, cuando menos, tan legítimo y enriquecedo como todos los Concilios Ecuménicos prevcedentes...lo contrario es crear alarmismos carentes de sentido.
Y, en fin,otro tanto habría que decir de lo injusto que resulta equiparar a unos Papas con otros Papas. Acudir para ello al pasado, como criterio de verdad, es, cuando menos...peligroso...bien sabemos que los Borgia no eran dechados de virtudes....que al Papa Formoso deberíamos ejemplarizarlo...pero el gran Inocencio3, desde luego que grande, ha sido también gresponsable de la masacre contra los Cátaros....y podríamos seguir, pero creo que no debemos hacerlo.
El tiempo (y el Espíritu) se encargarán de demostrar la figura y la tarea pastoral del Papa Francisco, pero, por favor, por favor...no seamos más "papistas que el papa", no nos convirtamos cada uno por su cuenta en la "ortodoxia de la fe" ni, mucho menos aún, en directores de conciencia del nuevo Papa. Al contrario..."aprovechemos lo bueno" y hagamos esto juntos, unidos, sin que por ello dejemos de ser honestos y sincceros.
He introducido un comentario, creo que con respeto y educación. Es una verguenza que no haya libertad para publicarlo.
Me interesa saber su postura a un año de la renuncia de Ratzinger - ¿Modificaria u omitiria o cambiaria la postura expuesta en este articulo?
Gracias
Me sostengo en mi postura, no veo hasta ahora, nada que me induzca a cambiar mi posición a algo más optimista.
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