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2 de abril de 2012

LAS MALVINAS, 30 AÑOS DESPUES


Tras un mes de marzo rico en acontecimientos, tenemos ahora un mes de abril cargado de efemérides, empezando por que esta primer semana es Semana Santa y con ella la conmemoración de los hechos fundacionales de nuestra fe Cristiana, para los que la tenemos, pero también se conmemoran los 30 años de la Guerra de las Malvinas, y el próximo día 15, se cumplen 100 años del naufragio más famoso de la historia, el del RMS Titanic, hundido en el Atlántico Norte en 1912.

Hoy, exactamente hace 30 años se dió el desembarco de las tropas argentinas en Puerto Stanley, capital del archipiélago en disputa entre Argentina y el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte desde 1833. Aquella fue la última guerra "clásica" si se quiere, con declaración formal del estado de guerra, combates aéreos y navales, operaciones en tierra y distó mucho de ser una guerra asimétrica, por el contrario, los argentinos contaron en todo momento con oportunidades de ganar la contienda y lograron poner en serios aprietos a las fuerzas armadas británicas, hasta que la falta de medios logísticos idóneos para imponer una clara superioridad aérea y aprovisionar y reforzar a las tropas emplazadas en las islas llevó finalmente a poner fin a la aventura bélica, que terminó con ser la causa del derrumbde de la Dictadura Militar Argentina, misma que había llegado al poder en los años 70 como la culminación del populismo autoritario peronista, aunque si bien inició con un golpe de estado contra la última mujer de Juan Domingo Perón, a quien su marido le heredó el cargo, y como forma de conjurar la creciente fuerza de los movimientos de Izquierda y la aparición de guerrillas conocidas con el nombre de "Montoneros", terminó, bajo el amparo de EUA en la lógica de la Guerra Fría, convertido en un régimen criminal y una verdadera mafia que eliminó gente a mansalva y se dedicó a negocios como el tráfico de menores y el robo de los bienes de aquellos que eran detenidos o desaparecidos por el gobierno militar.

Hoy, resulta incluso patético que el movimiento de las "Madres de la Plaza de Mayo" y en la misma lógica de degeneración que sufrió el régimen militar al que denunciaron, inició buscando justicia y conocer el paradero de los hijos, esposos y familiares eliminados por la dictadura, para transformarse en un movimiento de venganza, que festinó con crueldad la muerte de 3,000 o más inocentes el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, que ha protegido y alentado a organizaciones terroristas sanguinarias y delincuenciales como la ETA, Hamas o las FARC y finalmente, se ha transformado en un jugoso negocio de Hebe de Bonafini y sus otrora compañeras de dolor, ahora secuaces; un ejemplo más de los extraños fenómenos políticos y sociales que se suscitan en Argentina, país que, por la cultura de su gente, la calidad de sus juristas, los avances que han tenido en el estudio y el desarrollo del Derecho Administrativo, Civil y Constitucional, su pasión por el arte, el deporte y el talento de sus músicos, tiene todo para ser una nación del Primer Mundo, pero que, desgraciadamente, desde Perón ha caído, una y otra vez, en la elección de gobernantes corruptos, demagogos, mediocres e ineptos, (Perón y su primera mujer: Evita, son extrañamente venerados en Argentina, pese a que su asistencialismo y keynesianismo a ultranza hundieron a la economía nacional al endeudarla, desalentaron la formación de empresas y crearon una clase trabajadora sobreprotegida, está probado además cómo sustrajeron fondos públicos y cayeron en actos de corrupción para agenciarse un lujoso tren de vida, simpatizaron con el régimen Nazi y brindaron protección a criminales como Mengele, Adolf Eichmann y según algunos, hasta al mismo Hitler, si es que logró escapar y no se suicidó, además de que, llegados al poder con apoyo de los militares, convirtieron al ejército en protagonista de la vida política), que convirtieron a un país que hace 100 años era la quinta economía mundial y un punto de atracción para la migración europea tan importante como EUA, en un país que no sale de padecer crisis económicas crónicas y no puede desarrollar todo su potencial.

Escribir sobre las Malvinas es meterse en un tema complicado, pues no puede afirmarse con plena certeza quién tiene la razón en el conflicto: las islas, ciertamente, fueron descubiertas por los Españoles y hechas parte del Imperio americano ibérico desde el siglo XVI, con la constitución del antecesor directo de Argentina: el Virreinato del Río de la Plata en el siglo XVIII, tras las Reformas Borbónicas, las islas quedaron bajo su jurisdicción, sin embargo, los Españoles nunca establecieron una colonia permanente en el archipiélago. Tras la independencia argentina, las islas, en el papel, eran parte del territorio del nuevo Estado sudamericano, mismo que, como todas las demás ex-colonias españolas, se debatió en sus primeros años de vida soberana en luchas intestinas de caudillos por el poder. Así, las islas abandonadas, sobre las que había habido intentos efímeros de colonización argentinos y concesiones a balleneros que no habían prosperado, quedaron prácticamente, con el carácter de res nullius a merced de los primeros que se las encontraran; Inglaterra, que en aquel tiempo había desarrollado una importante industria dedicada a la caza y explotación de la ballena--estamos en la época retratada por Hermman Melville en Moby Dick--de la que se obtenían multitud de productos: aceites para alumbrado y lubricantes de máquinas, cosméticos, barbas para los armazones de corsés y mirañeques, e incluso, la carne misma de los cetáceos, requerían de una base para reaprovisionar sus barcos dedicados a tal actividad y dónde procesar el resultado de la caza, encontrando en las Malvinas, a las que ellos bautizaron Falklands, un lugar idóneo para ello.

Corría el año 1833, y los Ingleses, al contrario que los Españoles y los Argentinos, sí fundaron un establecimiento permanente: Puerto Stanley, asentándose pronto colonos venidos desde Gran Bretaña, que además trajeron ganado lanar, con el que los isleños iniciaron una actividad económica que les permitió sustentarse, junto con la pesca, para hacer viable la vida en unas islas de suelo pobre y cielo gris situadas lejos de todo el mundo excepto del territorio continental argentino. Entre tanto, el Gobierno de Buenos Aires tardó en reaccionar y darse cuenta de lo ocurrido para exigir el respeto a su soberanía sobre las islas.

El hecho es que para 1982, los Malvinenses eran ya una población de origen anglosajón pero claramente identificada y con apego a su tierra, bastante ajena a los dimes y diretes entre la capital rioplatense y Londres, ingeniosos, se empezaron a dedicar también al cultivo del Kelp, alga marina usada desde antaño en la cocina oriental y reconocida por su alto valor alimenticio y medicinal, y que abunda alrededor de las islas, por lo que a los Malvinenses se les conoce coloquialmente como Kelpers. Pocos años antes de la guerra, prospecciones hechas en el lecho marino dieron a conocer que las Malvinas están asentadas sobre yacimientos petrolíferos, por lo que la Monarquía británica empezó a mostrar un mayor interés por el hasta entonces considerado como un rincón olvidado y subdesarrollado de su Imperio que se encontraba en las fases finales de su desmantelamiento. En esta óptica, el declive de Inglaterra como potencia mundial se manifestaba también con una gran reducción de su presupuesto militar al ya no ser necesario contar con fuerzas armadas enormes con las qué defender un imperio global, lo que contribuiría, sin duda, a emparejar los cartones durante la contienda con Argentina. Inglaterra, cada vez más, se enfilaba a convertirse en la comparsa de su antigua colonia EUA que es hoy, el declive de la industria británica además, se expresaba en que la mayoría de los buques que integraron la flota que partió a la Guerra eran ya viejos, construidos muchos de ellos durante o al término de la II Guerra Mundial y hasta impulsados todavía a vapor.

Entre tanto, la dictadura militar en Argentina se tambaleaba; la oposición exigía una mayor Democracia y la salida de los militares, la crisis económica aumentaba el descontento y el Gobierno Norteamericano, ocupado por Reagan, desconfiaba de los Generales y no encontraba ya benéfico apoyar a quienes cada vez más se revelaban como brutales, violentos y corruptos,e incluso, poco confiables, pues el régimen, en un pulso también por diferencias territoriales con Chile, gobernado entonces también por militares encabezados por Augusto Pinochet, aliados también de Washington, podía cambiar sus lealtades hacia Moscú. Sin embargo, la alianza con EUA y otros países de la OTAN, como Francia, les había permitido a los Argentinos construir unas fuerzas armadas poderosas: un portaaviones, el 25 de mayo, irónicamente de origen inglés, submarinos, aviones Mirage de fabricación francesa y A-4 Intruder norteamericanos, pero sobre todo, los misiles Exocet, que el gobierno de Francoise Mitterrand había vendido por montones a los Argentinos.

Así, y pese a que desde los años 60, impulsado por la ONU se había proyectado un plan mediante el cual los británicos abandonarían gradualmente la administración de las islas a los Argentinos, los militares de este país necesitaban de algo grande que les hiciese ganar popularidad y mantenerse en el poder; y decidieron lanzarse a la aventura de conquistar las islas.

La carencia de radares avanzados y de una guarnición británica importante, permitió al ejército y la marina argentina desembarcar en Stanley sin apenas resistencia, instalar una base aérea cerca de la ciudad, y establecer el control sobre las islas.


La operación continuó con la toma de las Islas Georgias y Shetland del Sur, de inmediato, Gran Bretaña rompió relaciones con Argentina y viceversa y se declaró el estado de guerra. 

Los argentinos, durante la contienda, se destacaron por una gran osadía en sus operaciones, sobre todo, en el aspecto aeronaval; sin temor alguno, y con pilotos excelentemente preparados, lograron atacar a un gran número de buques británicos, hundiendo a varios de ellos, el caso más notorio fue el del destructor Sheffield, aunque igual suerte corrieron su similar el Coventry y el transporte militar Atlantic Conveyor.

En otras palabras, se puso en entre dicho la pretendida superioridad marítima de los británicos, quedando evidente que los gloriosos días de Nelson en Trafalgar o de la caza del Bismarck eran ya cosa del pasado, aparte de un total de 8 buques echados a pique, la armada británica tuvo otros 10 buques con daños severos que los dejaron inutilizados para el combate y 11 con averías de menor grado. Al buscar ahorrar el stock de misiles Exocet, (que dejaron de ser proveídos por Francia, ante las presiones británicas, que incluyeron la amenaza de la Thatcher de lanzar un ataque nuclear sobre Buenos Aires, según se ha sabido) la aviación argentina utilizó también bombas clásicas de caída libre que, muchas veces, no funcionaron correctamente, de haberlo hecho, la cota de destrucción, y la humillación de la "Royal Navy" hubiera sido mayor, y quizá el resultado de la contienda habría sido diferente.

Sin embargo, los ingleses contaron con un arma inestimable, además de los submarinos nucleares que hundieron al buque insignia de la armada argentina, el ARA General Belgrano, y ese fue el caza de despegue vertical Harrier.



El Harrier (en la imagen) era un magnífico avión de combate, siguiendo la tradición de innovación de la industria aeronáutica británica tan manifiesta durante la Segunda Guerra Mundial con cazas como el Spitfire, considerado el mejor del lado aliado en esa contienda o el Mosquito que con su ligero fuselaje de madera desempeñó un excelente servicio durante las batallas del Pacífico, que tenía la particularidad de despegar y aterrizar como un helicóptero, o maniobrar hacia arriba o abajo verticalmente sobre sus oponentes, lo que también lo hacía tremendamente evasivo. Sin embargo, y pese a que fue un avión diseñado por los Ingleses, su construcción, a fines de los años 60 estuvo a cargo de las norteamericanas Mc Donell-Douglas y Boeing, pese a sus indudables ventajas y características, hace pocos años este avión fue descontinuado y sacado del servicio en la real fuerza aérea y en la armada británicas, a fin de dar cabida al desarrollo de un nuevo avión de despegue vertical más avanzado; sin embargo, la crisis económica ha impedido hacerlo.

 El Harrier sentó la superioridad aérea británica sobre los cielos del cono sur, ocasionándole un goteo irreparable de derribos a los rioplatenses, y causó grandes pérdidas a la  aviación argentina. Esto pavimentó el camino a los cazabombarderos (netamente británicos) Panavia Tornado, para atacar las posiciones de los sudamericanos en tierra, destruyendo la base aérea y entorpeciendo sus operaciones, así, sin cobertura aérea, la infantería argentina se enfrentó a la británica en tenaces combates, pero en los que, al final, se vieron totalmente superados. sin embargo, resulto que le costó trabajo a Inglaterra vencer, e incluso, tuvo que hacer una movilización casi general como en la Segunda Guerra Mundial 40 años antes, con la requisa de transatlánticos como el RMS Queen Elizabeth 2 para el transporte de tropas, sin embargo, al final, los militares profesionales y altamente entrenados ingleses se impusieron sobre los reclutas de servicio militar obligatorio argentinos, pese a la bravura y el estoicismo que mostraron.

Las consecuencias del conflicto fueron evidentes: la dictadura militar no pudo mantenerse al haber apostado tan alto, consideraron que EUA, quien les apoyaba a mantenerse en el poder y les consideraba aliados, lograría convencer a su antigua metrópoli y principal aliado en Europa a ceder a las pretensiones argentinas, por el contrario, Reagan comprendió que era más importante mantener a Su Majestad Británica firme de su lado que a unos dictadorcillos rimbombantes y ambiciosos; por otro lado, el apoyo que en un primer momento le fue expresado por la URSS, Cuba y Nicaragua, ya entonces gobernada por Daniel Ortega y los Sandinistas, aliados del gigante eslavo, hizo temer un cambio de bando en la Guerra Fría de los sudamericanos, aparte, la guerra pudo haberse extendido, puesto que el Chile de Pinochet prestó apoyo logístico y de radares a los ingleses, mientras que Perú, también controlado por militares y enemigo de Chile,  apoyó a Argentina y contrabandeó armas para ésta; de haber intervenido esos países, se hubiese generado un conflicto mayor en la región y sin duda, EUA habría tenido que intervenir a favor de su "Madre Patria", sin duda, respaldado por un mandato de la Organización de Estados Americanos.

Hoy en día, ni Inglaterra ni Argentina son las mismas de hace 30 años, los británicos no pueden hoy hacer una movilización de la envergadura hecha en 1982 pero Argentina tampoco puede hacer una operación tan osada y ambiciosa como la hecha en ese entonces: la desmilitarización tras la dictadura, y las crisis económicas propiciaron un debilitamiento de sus fuerzas armadas, pero las Malvinas se mantienen en el discurso político nacional cuando el Gobierno en turno se encuentra en aprietos, como ocurre ahora con Cristina Kirchner, cuya administración se encuentra asediada por los problemas económicos y cuestionada por sus intenciones dinásticas y desplantes autoritarios. Entre tanto, Londres, que conoció tras las Malvinas el apogeo del reinado de Isabel II, el encumbramiento de Margaret Thatcher como líder mundial, y que pudo sostener una política muy propia en el final de la Guerra Fría, hoy se encuentra también naufragando en la crisis económica europea, reducido a ser una comparsa de EUA y con un poder militar concentrado en Afganistán, con la misión de la OTAN, sin posibilidad de enviar una gran flota a Sudamérica y con los portaaviones en desguace, pues no se ha podido construir nuevos de la llamada Clase Queen Elizabeth, aplazándose la construcción de los nuevos buques para la década del 2020. Aún así las defensas estacionadas en las islas son, hoy por hoy, suficientes para detener cualquier intento de las debilitadas fuerzas sudamericanas por retomarlas.

En todo esto, parecen solo importar las voces de Buenos Aires y Londres, y las decisiones que se toman entre Buckingham y Downing Street por un lado y la Casa Rosada por otro, pero las más importantes parecen ser las menos escuchadas: los isleños. Los Malvinenses parecen no ser tomados en consideración ni por Argentinos ni por Ingleses, no puede negarse que ellos son los que se han convertido en la población nativa de la isla, y no puede estimarse que los mismos son simples "colonos" y que las islas son un "enclave colonial" como despectivamente las ha descrito la Presidenta Fernandez de Kirchner, los argentinos, siendo una nación surgida de la inmigración europea deberían comprenderlo con claridad; si ellos, de origen español, italiano, alemán, francés e incluso inglés, judío y árabe han convertido a esa región del cono sur en su hogar y han creado un fuerte hasta a veces al extremo sentimiento de nacionalidad, que se expresa en el orgullo de portar la camiseta albiceleste, en llorar cuando se entona el himno nacional, en ondear una bandera, con un patriotismo que creo yo, no tiene parangón en todo este continente de naciones inventadas, deben entender que en los malvinenses ha surgido o está surgiendo un sentimiento nacional, y que ya no se sienten londinenses, escoceses, mancunianos o yorkinos, sino kelpers, y los británicos deben entender ese proceso y plantearse, seriamente, el ir dejando abierta la posibilidad de respetar la autodeterminación y conceder la independencia, en un momento dado, a las Malvinas, como en su momento lo hicieron con Canadá, Nueva Zelanda o Australia y muchas de las Antillas.

Es en los Malvinenses, en los "Kelpers" donde radica realmente el futuro y el destino de las islas; ellos deberán decidir si quieren ser británicos, argentinos o independientes, y corresponde a Ingleses y Argentinos el respetarles; quizá un día, terminemos por darle la bienvenida a las Malvinas como una nación más de América, de este continente de la Libertad.



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