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14 de noviembre de 2011

LAS CRISIS DE LA ITALIA IRREDENTA


Es muy curioso cómo México e Italia se parecen mucho; no solo por los colores de la bandera, que en ambos casos se derivan de la Divina Comedia, inmortal obra de Dante Alighieri, padre de la literatura italiana, y que originalmente simbolizan las tres virtudes teologales de la fe, la esperanza y la caridad y a las que Iturbide, al momento de la Independencia les dió los significados de la Religión Católica, la Independencia y la Unión entre todas las etnias que formaban la nueva nacionalidad como garantías o elementos identificatorios de la mexicanidad recién establecida; los pueblos italiano y mexicano se parecen sorpresivamente en muchos otros aspectos, algo que no deja de ser extraño, teniendo nosotros herencia española; pero el carácter muchas veces seco y rústico de los ibéricos muy poco tiene que ver con nuestra vocación por la fiesta y el relajo que tenemos los mexicanos y que también tienen los habitantes de la bota.

De hecho, pueden ver este divertido video de animación, en el que se caricaturizan las diferencias entre Italia y el resto de la Unión Europea, y verán que México e Italia se parecen más que en los colores de la bandera:

Italianos y mexicanos somos, aparte de festivos, un tanto flojos, pueblos religiosos, pero muchas veces esa religiosidad queda por fuera y no se interioriza, descuidados, un tanto hipócritas también y poco cumplidores de las normas, tenemos sociedades matriarcales disfrazadas de patriarcales, somos machistas y cafres para manejar vehículos, poseemos dos de las gastronomías más apreciadas a nivel mundial y nuestros países fueron sede de poderosas civilizaciones antiguas; claro, México no ha producido científicos con impacto universal en sus descubrimientos como Italia sí los ha aportado al mundo del saber y el progreso tecnológico como Galileo, Galvani, Alessandro Volta, Avogadro, Gulielmo Marconi o Enrico Fermi; México tampoco (todavía) ha producido un personaje tan anómalo como Silvio Berlusconi, afortunadamente.

Pero en lo que más nos parecemos mexicanos e italianos es en nuestro irredentismo; esto es, en nuestra minusvaloración perpetua, sentirnos siempre derrotados y que nuestros problemas son causados por los malvados extranjeros que siempre son más fuertes que nosotros y con los que no podemos competir porque lo nuestro siempre sale mal y es "chafa". Este irredentismo proviene, en mucho, en el caso de México, del indigenismo que se promovió desde nuestra Independencia como rechazo a la herencia española por parte de los Criollos que encabezaron la emancipación, y asì, desde el texto mismo de la Declaración de Independencia se afirmaba la continuidad entre el México recién separado de la corona hispana y el Imperio Azteca, afirmando que la Nación Mexicana había sido dominada durante 3 siglos por España pero volvía a hacer uso de sus fueros, mientras que los italianos, desde el "Risorgimento" a mediados del siglo XIX han sido adoctrinados en que existe continuidad entre la Roma de los Césares y el Estado Italiano conformado en realidad por una serie de campañas militares de conquista y anexión emprendidas por el Reino de Piamonte-Cerdeña bajo el rey Víctor Manuel II, de la dinastía de origen francés de los Saboya, iniciadas en 1850 y culminadas en 1870 con la toma de Roma, con ideólogos fanáticos y duros como el Conde Cavour, Giussepe Mazzini o Giussepe Garibaldi, contemporáneos de Juárez y su banda de Liberales, con los que también resultan tener mucha semejanza. 

Para más "inri", el himno nacional italiano tiene un verso en que se dice: "Hermanos de Italia! La patria resurge, de Escipión (el gran general romano que derrotó al cartaginés Aníbal) el yelmo, valerosa asume..." Con lo que queda claro que se pretendió crear esa ficción de continuidad interrumpida por la larga noche medieval, de fragmentación y división o dominio de potencias extranjeras sobre el suelo itálico.

Las mismas palabras "Risorgimento Italiano" como se denominó a ese movimiento que buscó la unidad de toda la península en un solo Estado y su independencia, hacía ilusión a esa idea falsa de continuidad: no se estaba formando un nuevo Estado, sino que el Estado Romano resurgía bajo los Saboya, y por ello fue importante, como broche de oro, arrebatarle la Soberanía de la antigua ciudad de los Césares al Papa en 1870 y volverla capital de la Italia unida, para marcar que el Imperio Romano cobraba vida de nuevo; es indudable que entre la ideología de los impulsores de este movimiento y el expansionismo fascista de Mussolini sólo había un paso: Benito Mussolini (se llamaba "Benito" y no "Benedetto" porque su padre, un radical socialista, era admirador del zapoteca Juárez) planteó la reconstrucción del antiguo Imperio, tomó el símbolo ritual romano de la autoridad: las Fasces, (hachas rodeadas con un haz de varas, que representaban la capacidad de los magistrados republicanos, principalmente los Cónsules y Pretores, de dictaminar la muerte o castigos corporales) e incluso emprendió construcciones estrambóticas que imitaban las obras monumentales de 2,000 años antes, soñando además con conquistar el norte de Africa y los Balcanes, razón por la cual se alió a Hitler en la II Guerra Mundial con resultados desastrosos.

La frustración de haber tenido un pasado glorioso con Roma, y aún con los Etruscos y los Griegos del Sur de la Península y Sicilia, y tener un presente mediocre, ha llevado a esa sensación de fracaso que tienen los italianos, pueblo mestizo surgido de la mezcla entre Romanos y otros pueblos itálicos anteriores a ellos, así como con pueblos germánicos que entraron en el siglo V con la caída del Imperio: Lombardos y Ostrogodos, principalmente, cuya impronta racial, sobre todo, se deja ver en el norte de la península (hay muchos rubios), mientras que en el sur la gente mantuvo, un tanto más intacta, su raíz grecolatina. (En Nápoles y Sicilia, la gente por lo general es morena).

Italia es el ejemplo claro de lo que está pasando con esta crisis económica mundial: las máscaras están cayendo, e Italia aparentaba ser un país desarrollado, del Primer Mundo, mas en realidad no lo es, es cierto que cuenta con una gran planta industrial que le hace ser miembro del G-8 y que es líder en algunos rubros: la industria del vestido y artículos suntuarios, por un lado, y la automotriz, por ejemplo; sin embargo, es un país de contrastes, y dicho poderío industrial se encuentra concentrado en el norte del país, en la zona de Milán y la Lombardía, el Piamonte y los alrededores de Venecia, mientras que el sur se encuentra malviviendo de una economía sustentada en la agricultura sobre tierras pobres y secas y el turismo al estilo de país latinoamericano, asolado por el crimen organizado que tiene su raíz en las antiguas bandas de mercenarios y asesinos de la Baja Edad Media y Renacimiento, los "condottieri", y que históricamente ha sido un gran expulsor de emigrantes que vinieron a poblar América durante los siglos coloniales y sobre todo en el XIX en que inundaron EUA y Argentina, principalmente.

Resulta irónico que haya sido en Italia, durante la Baja edad Media (siglos XII-XV) que surgieran la Economía de Libre Mercado y el Capitalismo, y que el país nunca haya logrado convertirse realmente en una potencia económica; esto se debió a que si bien Venecia se volvió la dueña del comercio marítimo en el Mediterráneo, compitiendo con Génova y Pisa, Milán un centro de desarrollo de la metalurgia y otras industrias, y Florencia una meca de la banca y las finanzas a la vez que del arte, también se debió a que esas ciudades-estado, originalmente sustentadas en sistemas democráticos degeneraron en cacicazgos donde los más ricos se adueñaron del poder político: los Médici en Florencia, los Visconti y luego los Sforza en Milán, los Gonzaga en Mantúa, y otras familias como los De la Róvere, Borghese, Montafeltro, etc. sustentaron su ascenso al poder en su dinero obtenido de actividades comerciales, industriales y financieras, los Médici, por ejemplo, tuvieron su origen en un médico (de ahí el apellido) que empezó a dedicarse a prestar dinero a inicios del siglo XIII. Como poseían mentalidad feudal todavía, buscaron de potencias extranjeras o del Papado el reconocimeinto de títulos nobiliarios y así, los Médici se volvieron "Duques de la Toscana" y los gobernantes de Milán obtuvieron idéntico título y que el cargo fuese hereditario, acabando con la tradición de gobiernos populares existentes desde que aquellas ciudades eran primitivos municipios romanos y también acabaron con la libertad económica: mientras que en los siglos XIII y XIV Italia era una bonanza y un primer ensayo capitalista, para fines del siglo XV y sobre todo en el XVI el Capitalismo se había acabado para dar paso a un sistema en que las actividades económicas y la riqueza se concentraba en unas cuantas familias que se repartían las diferentes regiones, que pronto controlaron el poder político y aún más, terminaron secuestrando otras actividades: mucho del monopolio de Papas italianos que se sucedieron tras la muerte del holandés Adriano VI a mediados del siglo XVI y hasta el polaco Juan Pablo II en 1978 se debió originalmente a que las familias nobles italianas se aseguraron de contar con la cátedra de San Pedro, y para ello, eran mayoría en el Colegio Cardenalicio. Posteriormente, y a partir del siglo XVIII, el monopolio italiano se debió a la garantía de neutralidad que daba el ser italiano al no pertenecer a ninguna de las grandes potencias europeas del momento.

Evidentemente, cuando surgían intentos de unificación, todos estos caciquesse oponían, incluso cuando esos intentos unificadores provenían del propio Papado, que conservaba, por la donación de Pipino el Breve y Carlomagno, de una faja central en Italia, los "Estados Pontificios", y así, tanto César Borgia, que además por su origen español era rechazado por la aristocracia italiana , como el Papa-soldado Julio II, Giuliano de la Róvere, cuyo grito de guerra era "¡Fuora gli barbari!" es decir: "Fuera los extranjeros" y clamaba por la unión de los italianos contra las intervenciones española, francesa y alemana en la península, no tuvieron éxito: una Italia unida equivalía al fin del negocio familiar de los ricos convertidos en nobles, que mantenían y aumentaban su poder regional a base de métodos muy poco legales o morales: la semilla de la Mafia, actual gran plaga mundial, había sido sembrada por los Médici y demás aristócratas.

En plena expansión europea en el siglo XVI, Italia, al carecer de un Estado unificado, no pudo participar mas que con individualidades como el propio Colón, Vespucio, Verrazano o Juan y Sebastián Caboto, que realizaron sus expediciones al servicio de España, Francia o Inglaterra.

Cuando se dió la llamada "Unificación", en realidad se trató de una anexión que hizo el Piamonte de las demás regiones italianas, muchas de las cuales, ante la extinción o pérdida de fortuna de las familias gobernantes, habían pasado a manos de potencias extranjeras: El rico Reino de Nápoles había pasado del Imperio Romano de Oriente y de los Normandos a la Corona de Aragón desde el siglo XIV tras una feroz lucha con Carlos de Anjou, el "hermano incómodo" de San Luis IX de Francia, y así fue parte del Imperio Español, separado de éste tras la Guerra de Sucesión por el Tratado de Utrecht en 1715, siguió gobernado sin embargo por los Borbón, de hecho, el Rey de España Carlos III fue primero Rey de ese Estado que comprendía la Campania, la suela y el tacón de la bota y las islas de Sicilia y Cerdeña, dejando el trono italiano en manos de sus parientes antes de tomar posesión de la corona ibérica en Madrid, Milán, igualmente, tras la extinción de los Sforza pasó a España, que igualmente, por la Paz de Utrecht hubo de renunciar a esa ciudad en favor de Austria; Venecia, que ante los descubrimientos del siglo XVI y la expansión del comercio mundial perdió su importancia y empezó una lenta decadencia, hasta que en el siglo XIX Napoleón la conquistó y después fue anexionada por Austria, desapareciendo la mítica República de San Marcos, famosa por su Gobierno Representativo y su opulencia, para convertirse en una mera atracción turística como lo es hoy.

Al terminar el proceso unificador, los reyes de la Casa de Saboya únicamente extendieron su gobierno y sus leyes y su sistema de gobierno a todas las demás regiones, desconociendo las sutiles diferencias entre ellas, Italia debió haberse constituído en un Estado federal, sin embargo, se optó por un extraño sistema unitario o centralista que parece haber servido de inspiración al cada vez más ineficiente y problemático sistema autonómico español: las regiones se dividen en provincias y éstas, en municipios, algunas de las primeras son más autónomas que otras y pueden darse sus propias leyes; lo que no cambió, sin embargo, fue el sistema de facto de la existencia de cacicazgos regionales y el hermanamiento entre intereses económicos y políticos: un crony capitalism o "capitalismo de compadres" se estableció; aunado a ello, Víctor Manuel II, deseando que su país pronto se convirtiera en una gran potencia, pese a lo tardío de su conformación como Estado Nacional, buscó industrializarlo lo más rápidamente posible: El que fuera Reino de Nápoles, esto es, el sur, era un rico centro del comercio mediterráneo, el rey, mediante medidas fiscales y exacciones exprimió lo más que pudo al sur para con esos recursos, financiar el desarrollo del norte, que en la actualidad, reniega del sur al que tiene que subsidiar en políticas asistencialistas para paliar la pobreza de aquella región, políticas asistencialistas y populistas en las que fue pionero Benito Mussolini y que servirían de inspiración, junto con el corporativismo implantado en el sistema político italiano, a Lázaro Cárdenas, verdadero estructurador del sistema priísta en México.

¿Recuerdan la película "La Pasión de Cristo" de Mel Gibson? la ciudad que aparece como Jerusalén existe, se llama Matera y se encuentra en el arco del "pie" de la bota italiana, las casas son de adobe y algunas se encuentran excavadas en la roca del cerro, pues resulta que muchas casas no son antiguas pese a lo que parece, sino que, ante la precariedad de la vida, se siguen haciendo así como en el pasado; un ejemplo claro del subdesarrollo de algunas partes de Italia que se exhibe, sin embargo, como algo "típico" o "tradicional" al turismo. Entre tanto, vestigios romanos en la misma Ciudad Eterna o en Pompeya se destruyen ante el descuido, falta de recursos e ignorancia del Gobierno y de los propios ciudadanos.

En un país en el que la economía y la política iban de la mano, la corrupción, el nepotismo (práctica claramente italiana: "nipoti" quiere decir "pariente" en la lengua de Dante, Boccaccio y Salgari) y la ineficiencia se hicieron moneda corriente, y de ahí es que surgiera un personaje como Berlusconi, dueño de monopolios como la RAI, de inmobiliarias, accionista de la FIAT, de disqueras y de equipos de fútbol, (mas aparte sus presuntos negocios ilícitos como lavado de dinero) que llegase al poder político y al que viese como su patrimonio personal, u otra más de sus empresas, por lo que no le importaba actuar como lo hizo, rebajando a su posición como Primer Ministro a la de mero "Padrote" o "Chulo" de prostíbulo, primero recibiendo con honores y afecto a Gaddafi para después ser uno de los principales organizadores de la guerra para derrocarlo y festejar su caída y muerte junto a Sarkozy.

Sin embargo, no pudo con los problemas económicos: la entrada en la Unión Europea y en la Zona Euro le permitió a Italia, por un lado, hacer olvidar su papel como aliado de los nazis en la Guerra Mundial, donde buscaba reivindicarse como gran potencia tras haber llegado tarde al reparto colonial y pretender regresar a las glorias guerreras de la Roma antigua, pero mostrando una vergonzosa actuación con un ejército pésimamente adiestrado y una industria militar de muy mala calidad; se dice, incluso, que al aliarse con Hitler, Mussolini ayudó a los aliados, pues estorbó como nadie al político y estratega alemán, que tuvo que distraer tropas y recursos al teatro italiano y al Norte de Africa a fin de defender a su socio. Igualmente, la entrada en la Unión le sirvió para disfrazar el subdesarrollo, la desigualdad y los problemas estructurales que, como hemos visto en este post, se encuentran arraigados en el tiempo y no han sido solucionados, sino agravados, y aparentar así que Italia era parte del mundo desarrollado y de la toma de decisiones comunitaria.

El maquillaje aplicado al país provino de los créditos provenientes de Alemania y de Francia, y de otros lados, con los que se sostuvo un fuerte Estado de Bienestar con el que los italianos gozaron de las mismas pensiones, trabajo fácil y descansado, becas, ayudas y hedonismo que el resto de sus vecinos continentales, pero la economía rudimentaria del país, sostenida únicamente por la industria del norte y por el turismo no soportó finalmente tanta presión y ahora ha caído la máscara; Berlusconi, maestro de ceremonias del circo, ha tenido que dejar la escena, y el futuro del país, que pinta más negro que el de Grecia, y que por el tamaño aún mayor de su economía, impactará más en la zona euro, es incierto.
Ahora, los ojos apuntan a España, país con igualmente una economía grande, en algunos casos, mayor a la Italiana, y que tras el desastre de Zapatero apunta a ser el siguiente quebradero de cabeza para los europeos y para el mundo. No cabe duda, estamos ante el derrumbe, el colapso, de Europa, no solo como potencia económica, sino como idea y como base de la civilización occidental, como bien lo dice Rafael Argullol en el conocido diario español "El País"

Lo peor, es que ante este colapso, muchos, en Europa y en otras partes del mundo o reaccionan con manifestaciones violentas y sin sentido como los "Indignados" a los que el famoso escritor de cómics Frank Miller ha puesto como "lazo de cochino" al tildarlos de haraganes y temerosos del derrumbe del Estado de Bienestar o bien, actúan como si nada pasara, rememorando aquella canción de la recientemente extinta banda alternativa R.E.M.: It's the End of the World as we know it... and I feel fine!

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