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7 de junio de 2010

TURQUIA, ENTRE DOS TIERRAS

En las últimas semanas ha resultado sorpresiva la actuación de Turquía dentro de las complicadas y tormentosas políticas del Medio Oriente, puesto que se ha volcado por completo a favor, por un lado, de Irán en su proyecto nuclear, colabroando con Brasil en un arreglo bastante siniestro para que el enriquecimiento de Uranio beneficie a ambos países islámicos y de paso al gigante amazónico con el desarrollo de tecnología, que desde los años setenta anda embarcado en ser potencia nuclear, además de futbolera.

De igual manera, el incidente de la flotilla humanitaria destinada a Gaza muestra que Turquía se encuentra apoyando a un grupo radical islámico como Hamas, haciendo patente el vuelco que el Gobierno turco, desde hace casi diez años en manos del Partido de la Justicia, encabezado por el Presidente Abdullah Gul y el Primer Ministro Reccep Tayyip Erdogan hacia el Islam político, terminando con una era iniciada en 1920 por Mustafá Kemal "Atatürk", tendiente al laicismo y a la occidentalización, pero además, el programa de reislamización de Erdogan y compañía cuenta con evidente apoyo popular, lo que ha maniatado al ejército que antes era garante del Estado Laico, junto a las purgas a las que ha sido sometido de los jefes y oficiales más laicistas radicales a fin de evitar un golpe de Estado.

¿Por qué se ha dado esto? Yo diría que todo ha sido por que los turcos desde 1920, obligados por Atatürk han vivido una ficción y han querido ser lo que no son, y ahora, están abriendo los ojos y aceptándose como son. Es como en el caso de las personas, cuando un individuo quiere aparentar ser de clase social alta para poder ingresar a un club o a un restaurante exclusivo y en realidad se encuentra muy lejos de ser como los miembros o clientes exclusivos del lugar, lo cual genera frustraciones y rechazo.

Mustafá Kermal, general del Ejército Imperial Turco fue educado en Europa Occidental y perteneció al movimiento de los "Jóvenes Turcos" que exigía modernización, entendida en clave de occidentalización al gobierno del Sultán; la realidad es que desde fines del siglo XVIII bajo el mandato de Selim III, los Otomanos buscaron imitar a los europeos en muchos aspectos: al ejército, tradicionalmente conformado por los contingentes aportados por todos los pueblos integrantes del Imperio Islámico y con la Guardia de Jenízaros como tropas de elite profesionales, pero anquilosadas y armadas al estilo medieval se le transformó en un ejército que tomaba el modelo alemán-prusiano, pero que por su multietnicidad era poco eficiente, se buscó codificar el Derecho e industrializar el país, así como asimilar ciertas costumbres en cuanto a vestimenta, arquitectura y estilos artísticos, en lo que se denominó el "Taazimat" o modernización. Tras la Primera Guerra Mundial, en la que Kemal se destacó por sus aptitudes de estratega, como en Gallípoli y por su ferocidad, como en el Genocidio Armenio, vino el desmembramiento de lo que quedaba del Imperio Turco en todos los países del Medio Oriente que conocemos hoy en día: Turquía, reducida a Asia Menor y en Europa la Tracia Oriental: Estambul y sus alrededores, Irak, Jordania, Líbano, Siria, Arabia Saudita, Oman, Yemen, Emiratos Arabes, Kuwait, etc., que quedaban en realidad reducidos a protectorados o colonias de Francia e Inglaterra.

Kemal dió un golpe de Estado, derrocó al Sultán aboliendo el califato, cargo que, como sucesor del Profeta Mahoma, el Sultán Otomano ostentaba desde el siglo XVI, lo que le convertía en la más alta autoridad religiosa del mundo islámico, que desde entonces se encuentra acéfalo y como caldo de cultivo para las interpretaciones más radicales del Corán y las doctrinas islámicas, y fundó la República Turca, trasladando la capital a Ankara en Asia Menor vez de Estambul en Europa y contra la multietnicidad del Imperio Islámico, sustentado en la Ummah o unidad de los creyentes, fundó un régimen sustentado en el nacionalismo turco, prohibiendo al árabe como lengua litúrgica, pero también lanzándose contra las minorías étnicas, con la definitiva expulsión de los griegos de Asia Menor, donde habían habitado desde los siglos VIII y VII a.C., la continuación del exterminio de los armenios y el inicio del problema Kurdo.Entre tanto, buscó crear un Estado Laico de corte europeo, introdujo el alfabeto latino en vez del árabe usado hasta entonces para escribir al turco, lengua de origen asiático ural-altaica, lejanamente emparentada con el japonés y el mongol, y prohibió el uso de las túnicas y turbantes a fin de implantar los pantalones, camisas y corbatas occidentales. Copió el código civil francés y alemán para hacer un código propio, prohibió el velo en las mujeres y la estableció en igualdad con el varón, al estilo occidental; de igual manera, proclamó a los 4 vientos que los turcos eran europeos.

Sin embargo, el nacionalismo turco tendría sus bemoles. En primer término, Atatürk, como fue llamado por ser el padre de los Turcos como nacionalidad y no como una etnia más del mundo musulmán, fue modelo para movimientos laicistas y nacionalistas pero imitadores de Occidente que surgirían en el siglo XX en el Medio Oriente: el régimen egipcio de Nasser, Sadat y Mubarak es una muestra de ello, o el Partido Baath en Irak con Saddam Hussein, o los Al-Assad en Siria son ejemplos de ello; Atatürk en sí mismo fue tan paternalista como Nasser, pero tan brutal como Saddam, resultando realmente contradictorio de parte de los islamófobos que escriben por ejemplo en "Libertad Digital" que aplaudan a Atatürk y se feliciten por la muerte de Saddam y la invasión a Irak cuando ámbos líderes fueron muy similares, antidemocráticos y dictatoriales, pero como la postura del primero fue más antiislámica (Saddam solo tras la Guerra del Golfo Pérsico en 1991 se volvió un tanto islamista a fin de ganar el apoyo popular, antes era tan laicista como su predecesor turco) le consideran un héroe y cuando gana democráticamente un partido islamista, sea el de Erdogan en Turquía o el de Hamas en Palestina, entonces resulta que es preferible la dictadura y desconocer los resultados electorales a la voluntad de los pueblos turco o palestino.

El caso es que no puede existir Turquía ni la nacionalidad turca sin el Islam; la bandera misma, ostenta como escuo nacional la media luna creciente y el planeta Venus en la posición en que se encontraban cuando Mahoma recibió la revelación en la cueva de Hera, a diferencia de Egipto, que puede señalar al glorioso pasado faraónico y helenístico como la base de su identidad nacional, existente en forma previa al Islam, y siempre mantenida pese a su inclusión en los imperios musulmanes, o Irak, que sustenta su identidad nacional en Babilonia, Caldea y Asiria, previas al Islam, los Turcos sin el Islam no eran reconocibles: eran una tribu mongola, nómada y habitante del centro de Asia con un folklore y una cultura primitivas y rudimentarias que fácilmente fueron borradas al entrar en el Califato Abasida en el siglo XI, racialmente se mezclaron con los otros pueblos musulmanes de origen semita o iránio, de forma que sus rasgos originales mongólicos o asiáticos han desaparecido, y al entrar en Asia Menor y después en los Balcanes, tendrían más mezclas que les dan un físico peculiar: cara de árabes con los ojos claros ligeramente rasgados y pelirrojos o medio rubios y una tez entre blanca y amarillenta.Pero el Islam les dió todo: religión, forma de vestir, (aunque llegaron a conservar el caftán, aunque decorado con arabescos), costumbres, literatura, arquitectura y un lugar en la Historia, por ello, y en forma bastante hipócrita, el Estado Turco siempre proclama su laicismo, pero conserva al Islam en un lugar especial como parte de la identidad nacional, acosando siempre que puede a las minorías cristianas o a los Kurdos zoroástricos y yezidistas que también existen. Hoy, que además la identidad islámica se fortalece, han aumentado los asesinatos de misioneros, sacerdotes y obispos católicos y de otras confesiones cristianas.

Turquía nunca ha sido europea, pese a que tengan Estambul, que en realidad es la antigua capital romana de Constantinopla, capturada en 1453, y pese a su presencia dominante en los Balcanes del siglo XV hasta fines del XIX, como tampoco fue Europa Al-Andalus, ambas fueron presencias extrañas de la civilización de Medio Oriente en Occidente, se trata de un país netamente asiático cuya inclusión en la Unión Europea sería peligrosa tanto por razones históricas y culturales como por cuestiones demográficas, económicas y sociales; se trata de un país donde la población de Asia Menor ha crecido más que la de Estambul y sus alrededores, lo que ha motivado un aumento de la población islámica tradicional, aunque tiene una economía fuerte en el Medio Oriente, Turquía es productor de migrantes hacia Europa, y basta con ver la comunidad turca en Alemania y sería puerta de entrada de una mayor migración islámica al Viejo Continente, y que a través de ella, con el declinar demográfico de los europeos occidentales, tendría una enorme influencia. Además, Turquía tiene nexos con las ex-repúblicas soviéticas del Centro de Asia: Uzbekistán, Azerbaiján en el Cáucaso, Turkmenistán, Kazakhastán, Kirguistán, todas ellas son poblaciones de origen turco-mongol, con los que podría constituir una comunidad de naciones bastante poderosa (y que en el apogeo Otomano tributaron al Sultán hasta la expansión zarista).

Turquía por tanto tiene todo para convertirse en la potencia regional del mundo islámico, y además, la verdad es que Erdogan y los islamistas turcos no quieren romper totalmente con Occidente; dersean seguir siendo el puente, aunque con conciencia de su identidad y desengañados de que los europeos les tratarán como iguales. Sus nexos económicos con Europa así lo demuestran, y este gobierno ha obrado en consecuencia de liberalizar la economía. De esta forma, el objetivo de Erdogan y su gobierno ha quedado claro: mantener relaciones activas y fructíferas con el mundo musulmán, al que se pertenece plenamente, y a la vez mantener el nexo con Europa con la que se compartieron acontecimientos y ciertos puntos en el pasado; con base en ello, Turquía fortalecerá su papel internacional como potencia regional y con una política independiente a los intereses norteamericanos o europeos; para ello, debe debilitar a Israel y lograr un equilibrio con Irán y las petromonarquías del Golfo Pérsico, los otros gigantes de la zona.

¿Lo logrará Turquía? Por lo pronto está logrando algo muy importante: definir su identidad y romper con espejismos, dandose cuenta de que no necesita imitar a nadie para desarrollarse y volverse una potencia en la región, comprendiendo al fin que "modernización" no es sinónimo de "agringarse"... algo que deberíamos aprender en Latinoamérica.

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