México se encuentra, como siempre, desde 1988, en plena efervescencia electoral; como he dicho varias veces antes, en este país la campaña electoral es permanente; no bien termina un proceso electoral y empieza otro, con sus campañas, los dimes y diretes entre candidatos, la interminable publicidad de partidos y organismos electorales, las exhortaciones a ir a votar, la descripción de las bondades de la Democracia, etc. etc., las toneladas de basura en que se convierte tal propaganda, mítines, calcomanías, divisiones entre las familias, discusiones en el trabajo, es todo un caos permanente y un verdadero espectáculo.
Pero hoy es diferente, se respira en el ambiente, en las calles, en las oficinas públicas y privadas, en las aulas universitarias un ambiente de desencanto, de desprecio a los políticos y de descrédito hacia los partidos como nunca antes, y es que se lo han ganado. Como ya antes lo había señalado en este espacio, como nunca, la situación de México se hace cada vez más similar a la de la Alemania de Weimar en los años 20: aparecen elecciones sumamente competidas y reñidas, pero con un electorado cada vez más descontento con la deriva del país, que dirige su enojo no solo contra el Partido en el poder, sino en contra de todo el estamento dirigente que reside en los institutos políticos, mismos que por sí mismos, parecen avocados a una carrera suicida por demostrar cuál es el más corrupto, cuál es el que dice más mentiras, cuál es el más inmoral. En otro peligroso paralelismo, México se está pareciendo, en los terrenos políticos, a la Venezuela de los 90.
En los casos alemán y venezolano lo que ocurrió fue una implosión de la Democracia, ocurrida por los propios vicios del sistema, como lo hemos remarcado aquí en varias ocasiones, vicios que ya resultaban visibles para los tratadistas políticos desde la Antigüedad Clásica, tanto Aristóteles como Polibio lo remarcaron: las Democracias terminan, siempre, inevitablemente, colapsado y derivando en regímenes oligárquicos o de plano tiránicos. En el caso mexicano, nos encontramos ante una oligarquía que gobierna para beneficio único y exclusivo de sus integrantes: la vida de lujos, el dispendio y el alejamiento de la realidad diaria de la vida de los gobernados es ya una característica de nuestra clase política, no solo de Enrique Peña Nieto y su mujer Angélica Rivera, ni de David Korenfeld ex-Director de la Comisión Nacional del Agua, lo es también de Carlos Navarrete, líder nacional del PRD que se va en carísimo helicóptero a una reunión partidista, es un Partido Verde que destruyó al circo mexicano y cuya dirigencia organiza orgías y asesina prostitutas mientras viola de todas las formas posibles a la Legislación electoral mediante sus negocios propagandistas, es un López Obrador que percibe un buen sueldo cuando sus estatutos lo impiden y se da lujos, o los legisladores panistas que hacen fiestas con mujerzuelas en mansiones costeras a cargo del erario.
Hasta ahora, no ha aparecido el líder carismático que, como en los casos de Hitler o Chávez aparezca ofreciendo un discurso mesiánico de revancha y de solución mágica de las cosas, y que provenga de fuera del esquema de los políticos tradicional, puesto que los que hay con esas características, como López Obrador o Enrique Alfaro son parte de ese mismo sistema y uno está viejo y el otro no tiene fuerza fuera de Jalisco, aparte de ser un tránsfuga de partidos, no representa un movimiento o un grupo nuevo y de características autoritarias y contestatarias a la vez.
Como sea, la realidad es que estas elecciones intermedias, en las que se renueva la Cámara Baja del Congreso de la Unión, algunas gubernaturas, legislativos estatales y municipios (ver el mapa con que se abre esta entrada), están siendo, por un lado, tremendamente magnificadas por los medios y elevada su importancia, no es para menos, es una especie de test del descontento generado por la actual Administración, sea por la reacción contra sus reformas o bien, por genuino cuestionamiento a sus políticas y sus cuantiosos y escandalosos errores, también es una prueba respecto a la posible infiltración de la criminalidad organizada en la política, tan patente en el caso Iguala, por ejemplo, pero también a la increíble decadencia que se presenta al interior de los partidos.
Candidatos sacados de las capas más bajas de la farándula, candidatos que cantan y bailan ensayando nuevas formas de demagogia, deportistas al borde del retiro que se presentan ahora en la competencia electoral, discursos vacíos de insulto o crítica sin sustancia, acarreos y compra de multitudes con la consabida torta y el refresco, todo eso muestra que se tratará de elecciones muy reñidas ante un electorado que está dando la espalda a los partidos, que habla abiertamente de anular el voto o de plano, de abstenerse, que ya cataloga en la misma categoría a todos los partidos y personajes, pues ve la inoperancia de las autoridades, más cuando se habla de las competencias municipales.
Me parece que la principal falla en la estructura del Estado mexicano radica en los Municipios: desde policías preventivas prácticamente inútiles, servicios de limpia desastrosos, alumbrado público que no funciona, calles llenas de baches, graffiti, suciedad, aguas contaminadas: las autoridades parecen incapaces totalmente de resolver los problemas más inmediatos de las comunidades, sin embargo, sí aparecen los candidatos luchando en forma enconada por obtener la candidatura y los votos de los ciudadanos: pareciera que la "Ley Asimov" se hace realidad, entre más inoperante o inútil sea un trono, más feroz es la lucha por ocuparlo. Lo peor es cuando son más descaradas que nunca las reales intenciones de los contendientes, pues para muchos de ellos, la política ha venido a convertirse en un camino para el ascenso social o el enriquecimiento, en un país donde las oportunidades en el trabajo profesional o el emprendimiento resulta verse obstaculizados por la corrupción misma o las políticas fiscales lesivas y expoliadoras.
Como sea, estamos ante unas elecciones que creo, certificarán el divorcio entre clase política y gobernados, así como también muestran que los grandes problemas de nuestro país están ocasionados por una sobredosis de política que asfixia, castra y debilita cualquier otra faceta de nuestra vida social: todo es política y de la más baja, no hay proyectos, no hay soluciones, eso sí, hay mucha ambición y muy poca vergüenza.
Como sea, la realidad es que estas elecciones intermedias, en las que se renueva la Cámara Baja del Congreso de la Unión, algunas gubernaturas, legislativos estatales y municipios (ver el mapa con que se abre esta entrada), están siendo, por un lado, tremendamente magnificadas por los medios y elevada su importancia, no es para menos, es una especie de test del descontento generado por la actual Administración, sea por la reacción contra sus reformas o bien, por genuino cuestionamiento a sus políticas y sus cuantiosos y escandalosos errores, también es una prueba respecto a la posible infiltración de la criminalidad organizada en la política, tan patente en el caso Iguala, por ejemplo, pero también a la increíble decadencia que se presenta al interior de los partidos.
Candidatos sacados de las capas más bajas de la farándula, candidatos que cantan y bailan ensayando nuevas formas de demagogia, deportistas al borde del retiro que se presentan ahora en la competencia electoral, discursos vacíos de insulto o crítica sin sustancia, acarreos y compra de multitudes con la consabida torta y el refresco, todo eso muestra que se tratará de elecciones muy reñidas ante un electorado que está dando la espalda a los partidos, que habla abiertamente de anular el voto o de plano, de abstenerse, que ya cataloga en la misma categoría a todos los partidos y personajes, pues ve la inoperancia de las autoridades, más cuando se habla de las competencias municipales.
Me parece que la principal falla en la estructura del Estado mexicano radica en los Municipios: desde policías preventivas prácticamente inútiles, servicios de limpia desastrosos, alumbrado público que no funciona, calles llenas de baches, graffiti, suciedad, aguas contaminadas: las autoridades parecen incapaces totalmente de resolver los problemas más inmediatos de las comunidades, sin embargo, sí aparecen los candidatos luchando en forma enconada por obtener la candidatura y los votos de los ciudadanos: pareciera que la "Ley Asimov" se hace realidad, entre más inoperante o inútil sea un trono, más feroz es la lucha por ocuparlo. Lo peor es cuando son más descaradas que nunca las reales intenciones de los contendientes, pues para muchos de ellos, la política ha venido a convertirse en un camino para el ascenso social o el enriquecimiento, en un país donde las oportunidades en el trabajo profesional o el emprendimiento resulta verse obstaculizados por la corrupción misma o las políticas fiscales lesivas y expoliadoras.
Como sea, estamos ante unas elecciones que creo, certificarán el divorcio entre clase política y gobernados, así como también muestran que los grandes problemas de nuestro país están ocasionados por una sobredosis de política que asfixia, castra y debilita cualquier otra faceta de nuestra vida social: todo es política y de la más baja, no hay proyectos, no hay soluciones, eso sí, hay mucha ambición y muy poca vergüenza.
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