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5 de febrero de 2013

RICARDO III


La fijación de una Historia Oficial, con sus "héroes" y "villanos" no es exclusiva de México, de hecho, comenzó en Inglaterra en el siglo XIX de la mano del historiador Thomas Carlyle y su concepción de la Historia como la labor de entes individuales con capacidad de influir en el devenir de los acontecimientos; contra esa tesis se ha enarbolado otra, de carácter más colectivista, como la defendida por el ruso León Tolstoi en su novela épica La Guerra y la Paz, en que coloca a esas grandes individualidades como meros instrumentos o voceros de las masas y de las "fuerzas históricas" que espontáneamente dirigen a las sociedades a determinadas direcciones; la verdad, creo que ambas posturas pueden ser válidas: pensemos, en el siglo IV a.C., con una Grecia dividida y desvastada tras la Guerra del Peloponeso, nadie habría podido suponer que su cultura y modo de vida estaba por expandirse en una gran parte de Asia y Norte de Africa, pero aparecieron los grandes genios de Filipo II y Alejandro III "Magno" de Macedonia que lo hicieron posible, mientras que las actuales "Primaveras Arabes" difícilmente pueden ser atribuídas al impulso de un personaje en lo individual, en el caso egipcio, por ejemplo, Mohamhed Mursi no fue el líder del movimiento que derribó a Mubarak y a la dictadura militar laica que desde los años 50 gobernaba en la tierra de los faraones, sino ante todo, fue el designado, dentro de un movimiento de naturaleza eminentemente colegiada como la Hermandad Musulmana, para asumir la primera magistratura del país y poner en práctica un programa fundamentalista que venía cocinándose desde 1920. Las masas actuaron y terminaron por derribar al anterior régimen y llevar al poder al islamista actual.

Pero dividir la Historia en la lucha maniquea de buenos y malos es una explicación simplista, aún así, es lo que muchos países han escogido para narrar su pasado, dándole un aire míticoy épico de lucha del bien que se abre paso luchando contra multitud de enemigos de la libertad y del desarrollo del pueblo. Así, en México tenemos entre nuestros villanos oficiales al Emperador Maximiliano, al General Santa Anna o al Dictador Porfirio Díaz, y en España ha adquirido tal status el Generalisimo Francisco Franco, o en Argentina el Dictador Juan Manuel de Rosas, a pesar de que en mucho, los aludidos hiciesen lo necesario para garantizar el orden y el verdadero desarrollo de sus países, mientras que han adquirido el estatus de héroe gente que resulta ser, viendo la Historia con más frialdad mucho más nociva que los "villanos", piénsese en México con un súbdito de los intereses norteamericanos como Benito Juárez, un vándalo sin objetivos como Miguel Hidalgo o un verdadero inepto y personaje de farsa como Francisco I. Madero. En el caso de España se han elevado a los altares a los Republicanos del Frente Popular, pese a haber sido un amasijo ideológico, unos asesinos y saqueadores peleados entre sí, y subordinados en gran parte a los intereses de la Rusia soviética, en Argentina, los héroes son Juan Domingo Perón y su esposa Eva Duarte, pese a que fueron unos corruptos de primer nivel, su gobierno distó de ser eficaz y hundieron la economía nacional y abrieron la puerta al militarismo, aparte de proteger a Nazis huídos de la derrota.

En fin, tal parece que promover la anarquía y el desmadre son las cualidades más tomadas en cuenta para calificar a alguien como "héroe nacional", y resulta que Inglaterra, dentro del mundo anglosajón, no es la excepción, así, tienen el membrete de "villanos" personajes como los Reyes Juan Sin Tierra, Ricardo III y Carlos I, todos marcados con la etiqueta de tiranos, mientras que son héroes Enrique VIII y su hija Isabel I, ambos sanguinarios, genocidas y crueles títeres de sus pasiones, u Oliver Cromwell, quien llevó al Puritanismo a cotas inimaginables de totalitarismo y demencia.

En el caso de Ricardo III, ha cobrado revuelo el hallazgo y la plena identificación de sus restos en Leicester, Inglaterra, no lejos de los campos donde el monarca, mostrado por el gran bardo William Shakespeare como un hombre de feo aspecto, tullido de la mano izquierda y jorobado, y de un interior igualmente perverso y deforme, perdió la vida en la Batalla de Bosworth, misma que puso fin a la Guerra de las Dos Rosas, la que enfrentó a las dos ramas en que se había dividido la Dinastía de los Plantagenet, la que más tiempo ha ocupado el trono británico, (siglos XII-XV) misma que fue de origen franconormando. Aquella contienda, que ensangrentó Inglaterra durante los años 1400 enfrentó a ambas ramas de la familia, los Lancaster y los York, que terminó beneficiando a una tercera familia, ésta sí de pleno origen anglosajón y celta: los Tudor, quienes, con Enrique VII al frente, fueron precisamente quienes dieron fin a Ricardo y con ello, se hicieron del trono de San Eduardo.

Ricardo --que fuese lo que fuese, no era ningún cobarde-- combatió y murió golpeado por una maza de combate en la cabeza; tras la batalla, su cuerpo desnudo fue exhibido por el vencedor, Enrique Tudor que le hizo ahorcar post-mortem y luego permitió se le sepultase en una pequeña capilla de un monasterio a las afueras de Leicester. Bajo el reinado de su hijo, Enrique VIII, y el cisma anglicano, tal convento fue expropiado y demolido; algunos que conservaban el recuerdo de Ricardo III obtuvieron el permiso de erigir un pequeño cenotafio sobre el sencillo sepulcro del monarca muerto, según algunos textos, dicho monumento podía verse aún en pie en 1621, enmedio de un jardín.

Sin embargo, los avatares de la Historia borraron tal memorial y tal jardín, se perdieron las huellas de dónde había estado el monasterio, se construyeron en el siglo XIX unos baños públicos sobre donde alguna vez estuviese la capilla y alguien instaló una cañería a unos centímetros arriba de la nariz del difunto monarca, finalmente, en el siglo XX tales baños fueron a su vez demolidos y en su lugar se hizo un estacionamiento cerca de unos locales comerciales y oficinas de gobierno.

No fue sino hasta el 2012 que un grupo de arqueólogos siguiendo pistas detectivescas casi dieron con la ubicación del emplazamiento del antiguo monasterio y excavaron dos trincheras, ancontrando finalmente un esqueleto con características muy particulares: una columna vertebral deformada, evidencia de una joroba, y un cráneo con huellas de heridas en combate, como un flechazo recibido en la cara y sobre todo, la herida mortal, un mazazo en lo alto de la cabeza. Estas características coincidían con la descripción tradicional de la contrahecha figura del monarca y las causas de su muerte a manos de los hombres de los Tudor, pero para la plena identificación de la identidad del monarca, buscaron sacar muestras de ADN para compararlas con los parientes actuales vivos.


Increiblemente, desde 1485 hasta la fecha continúan existiendo descendientes de los Plantagenet, pero ironías de la Historia, los actuales representantes de la que fuera una de las familias más ricas y poderosas de Europa en la Edad Media, ahora ni siquiera residen en Inglaterra, sino que migraron de la isla durante los años de la colonización en América, así, el descendiente directo de una de las hermanas del monarca, y pariente vivo más cercano de éste, es un humilde carpintero canadiense, llamado Michael Ibsen, que fue rastreado por genetistas y genealogistas, y que confirmaron sus historias familiares, ahora, su ADN coincidió con el del esqueleto encontrado, confirmando su origen regio y la identidad del difunto, además, la reconstrucción facial muestra un parecido casi completo con los retratos de la época.

Ricardo III es señalado como infame por tras, haber ayudado a su hermano mayor, Eduardo IV de York a vencer a sus primos y rivales de Lancaster, se produjo la muerte inesperada del monarca, dejando a dos hijos pequeños: Eduardo V que llegó al trono a los 12 años de edad y su pequeño hermano Ricardo, de 9. el ahora encontrado asumió la regencia; sin embargo, enfrentado con la familia de su cuñada, los Woodville, y quizá impulsado por su ambición, Ricardo dió un golpe de Estado, ordenó encarcelar a los niños en la Torre de Londres y logró que el Parlamento, controlado por él, decretara que Eduardo V no podía ser rey al ser hijo ilegítimo del rey muerto, ya que, se adujo, éste había incurrido en bigamia y había tenido a ambos hijos mientras aún subsistía un matrimonio anterior. Ricardo, por tanto, se proclamó Rey y según se dice, mandó matar a ambos niños para no tener ningún rival por la corona. Esto motivó la rebelión de los Tudor y de gran número de nobles, motivados también por una serie de ejecuciones en contra de sus pares a los que Ricardo veía con sospecha.

Ricardo apenas pudo mostrar sus aptitudes como gobernante, pues apenas reinó de 1483 a 1485, lo que es cierto es que le preocupó la cultura y la educación, y fundó el famoso King's College de Cambridge, una de las instituciones universitarias más prestigiosas de Inglaterra, y estableció la regulación de la heráldica oficial de las familias nobles inglesas, con el College of Arms, e hizo numerosas donaciones a instituciones religiosas para favorecer a los más pobres, sin embargo, no pudo ganarse el corazón de la gente, salvo en el norte de Inglaterra, donde antes de reinar había tenido responsabilidades de gobierno y actuado con eficiencia, honradez y justicia.

Shakespeare lo retrató como un monstruo que ordenó la muerte de sus sobrinos, lo cierto es que después de que ambos fuesen declarados ilegítimos y el mayor, Eduardo V, despojado de sus derechos al trono, no se volvió a saber de ellos; hay quien dice que no se debe olvidar que el poeta inglés trabajó en la Corte de Isabel I, perteneciente a los Tudor, interesados en hacer propaganda a su favor y retratar, como el peor de los villanos, a Ricardo III, hay quien dice que, en realidad, los "Príncipes de la Torre" fueron asesinados por Enrique VII Tudor, a fin de evitar que los partidarios de los Plantagenet tuvieran pretendientes para llevar al trono y luego, inculpó al último monarca inglés muerto en combate.

Como sea, lo que es un signo de madurez en trato de la Historia y olvidarse del maniqueísmo, es que se ha anunciado que, una vez finalicen los estudios científicos e históricos en torno de la figura del Rey, dentro de un año, se le dará sepultura en la Catedral de Leicester con honras de Jefe de Estado. Se respeta la investidura del monarca, en primer lugar, y en segundo, se reconoce que la figura del Plantagenet forjó, para bien o para mal, los destinos de Inglaterra en un momento crucial. Incluso, la ceremonia será ecuménica, pues resulta que el monarca era católico y los actuales, anglicanos.

Mi pregunta es... ¿Y en México? Sabemos que los restos de Don Porfirio Díaz están enterrados en el panteón de Montparnasse, París, Francia, ¿Tenemos la madurez para olvidarnos de si fue "bueno" o "malo", repatriarlo y sepultarle en su adorada Oaxaca como Presidente de México que fue y además el auténtico vencedor de las tropas de Napoleón III en Puebla, el 2 de abril de 1867?

Próximamente, hablaremos más acerca de héroes o villanos, recordando los 100 años de la "Decena Trágica".

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