El Historiador Lorenzo Meyer a quien vemos en esta foto, si bien uno de los intelectuales de cabecera de López Obrador y del Izquierdismo mexicano, publicó ayer un artículo muy interesante en los periódicos de Grupo Reforma donde postula una idea historiográfica que, si la vemos en perspectiva, nos aclara muchas cosas acerca de nuestro triste presente y oscuro, muy oscuro porvenir.
Dicho artículo lo pueden encontrar aquí, en un blog pejiano para los que no lo hayan podido leerlo en forma impresa o en la versión electrónica del periódico, y a pesar de que en el mismo Meyer sale a defender a los para él inocentes y angelicales macheteros de Atenco (quienes tenían todo el derecho a la violencia y a la agresión... ¿no es necesario eso para la Revolución según San Marx?) plantea lo siguiente: México, lo que se dice México, nunca ha tenido una etapa que pudieramos decir, es de esplendor o de apogeo, sino, por el contrario, se ha encontrado viviendo, de 1810 a la fecha, en una perpetua crisis y conflictos constantes.
Olvidémonos de las civilizaciones prehispánicas: las ciudades-estado mayas no fueron México, eran reinos o entidades políticas tan ajenas a México como las griegas, el Imperio Teotihuacano o el Azteca también fueron muy diferentes a lo que es México, como el Imperio Romano no es Italia ni lo es la civilización Etrusca.Tuvieron todos estos pueblos, su ascenso y su decadencia y hasta ahí.
La época colonial, por su parte, coincide en su inicio con el esplendor del Imperio Español; durante los siglos XVI y la primera mitad del XVII España fue una verdadera superpotencia, sin tener un igual en el continente salvo el Imperio musulmán de los Otomanos, Inglaterra o Francia, pese a episodios como la derrota de la Armada Invencible no fueron, sino hasta la segunda mitad del 600, verdaderos rivales para los ibéricos, que superaron a los romanos y a Alejandro Magno en la construcción de un Imperio que, además, fue el primero en extenderse por todo el globo.
Pero entonces, ¿podríamos entender que la razón de nuestro subdesarrollo y de nuestra incapacidad para lograr crear sociedades sanas, con gobiernos eficientes y libres de corrupción, estriban en el momento en que se dió nuestra independencia? Para inicios del siglo XIX, España ya no era la potencia que había sido bajo Carlos V y Felipe II, ni incluso, bajo Felipe III y Felipe IV. Pese al repunte que había tenido bajo los primeros Borbones: Felipe V, Fernando VI y Carlos III, la ineptitud y la corrupción del reinado de Carlos IV y luego las mezquindades y falta de visión de Fernando VII quedó demostrada la decadencia de España, misma que se siguió manifestando a lo largo del siglo XIX y una inestabilidad política muy al estilo, curiosamente, de la vivida por sus ex colonias en los mismos años, tocó fondo en 1898 con la pérdida de las últimas posesiones ultramarinas, y llevó a su hecatombe en la Guerra Civil... hoy en día, los regionalismos, el hedonismo y el olvido de las raíces cristianas muestran que la Madre Patria se encuentra en una etapa avanzada de deterioro, compensada por la relativa situación de bienestar económico (pese al terrible impacto de la crisis económica), como sucede en todos los países europeos.
Así, si México y el resto de las excolonias españolas obtuvieron su independencia justo cuando se daba la decadencia del Imperio Hispano, por lo que heredamos todos los vicios de la sociedad imperial en etapa de desmoronamiento, sin la vitalidad de la época de la conquista ni el esplendor cultural, artístico, social o científico de la consolidación de la colonia en el siglo XVII y primera mitad del XVIII, cuando incluso, se tuvo un mejor nivel de vida en la Nueva España que en muchas partes de Europa en aquella época.
Veamos qué ha ocurrido en estos 200 años de independencia y veremos que todos son síntomas de una decadencia en curso:
1.- Inestabilidad política: luchas entre distintas facciones por el poder, mismo que, cada vez más devaluado, se fue volviendo más codiciado. Desde los conflictos armados entre Conservadores y Liberales a las actuales campañas políticas cargadas de virulencia y escándalos, difamaciones y chismes de vecindad.
2.- Caudillismo por encima de un Estado de Derecho, el Estado y su orden jurídico se construyen con base en la voluntad, ideas o preferencias del líder en turno.
3.- División permanente de la sociedad.
4.- Pérdida del sentido de lo sagrado (secularización), pérdida de valores éticos y familiares progresiva.
5.- Aumento del materialismo y del hedonismo, así como de la desintegración familiar.
6.- Corrupción generalizada en las instituciones públicas y aún en muchas de las privadas, en aumento también progresivo.
7.- Etapas de estabilidad caracterizados por la presencia de regímenes autoritarios, pero que fueron efímeras: tanto el Porfiriato como el Priísmo fueron etapas de este tipo y que pueden ser calificadas como similares a la relativa paz y estabilidad en el decadente imperio Romano bajo Diocleciano y la etapa que va de Constantino a Teodosio.
8.- Desconfianza generalizada en la autoridad y el Derecho, inoperancia de las instituciones encargadas de administrar justicia, y florecimiento de una cultura de la impunidad. Ante lo cual se incrementan los casos de buscar la Justicia por propia mano con linchamientos, asesinatos, venganzas, etc.
9.- Aparición de ideas mesianistas o milenaristas y apocalípticas (los que esperan la llegada del fin del mundo), teorías conspiratorias, etc.
10.- El Estado pierde el monopolio de la violencia y ésta se privatiza.
Por el contrario, EUA sí pudo tener ua época de esplendor (1945-2001) por que surge a la vida independiente justo al momento en que el Imperio Británico estaba en ascenso, poco después de que la India fuera totalmente conquistada por las fuerzas militares inglesas, y antes de la derrota napoleónica en Waterloo (1815) con la que iniciaría el apogeo británico tras la caída de Francia, que desde mediados del siglo XVII había sido la potencia dominante tras el declive español.
Así, lo que llamo "inercia histórica" provocaría que EUA ascendiera hasta la cúspide siguiendo una espiral ascendente, mientras que México seguiría, por esa misma inercia, una espiral descendente. La cosa habría sido distinta si los intentos independentistas de Liam O'Lampart o Guillén de Lombardo en el siglo XVII o de Martín Cortés en el XVI, donde la inercia del imperio español en apogeo habría permitido que México ascendiera.
Sin duda, este es un punto interesante y controvertido, algo que deberíamos reflexionar, y más en un momento tan crítico como el actual... quizá no podamos evitar nuestro colapso, pero quizá podamos buscar la forma para soportarlo y tras él, volver a comenzar sobre bases nuevas o fortalecidas.
Dicho artículo lo pueden encontrar aquí, en un blog pejiano para los que no lo hayan podido leerlo en forma impresa o en la versión electrónica del periódico, y a pesar de que en el mismo Meyer sale a defender a los para él inocentes y angelicales macheteros de Atenco (quienes tenían todo el derecho a la violencia y a la agresión... ¿no es necesario eso para la Revolución según San Marx?) plantea lo siguiente: México, lo que se dice México, nunca ha tenido una etapa que pudieramos decir, es de esplendor o de apogeo, sino, por el contrario, se ha encontrado viviendo, de 1810 a la fecha, en una perpetua crisis y conflictos constantes.
Olvidémonos de las civilizaciones prehispánicas: las ciudades-estado mayas no fueron México, eran reinos o entidades políticas tan ajenas a México como las griegas, el Imperio Teotihuacano o el Azteca también fueron muy diferentes a lo que es México, como el Imperio Romano no es Italia ni lo es la civilización Etrusca.Tuvieron todos estos pueblos, su ascenso y su decadencia y hasta ahí.
La época colonial, por su parte, coincide en su inicio con el esplendor del Imperio Español; durante los siglos XVI y la primera mitad del XVII España fue una verdadera superpotencia, sin tener un igual en el continente salvo el Imperio musulmán de los Otomanos, Inglaterra o Francia, pese a episodios como la derrota de la Armada Invencible no fueron, sino hasta la segunda mitad del 600, verdaderos rivales para los ibéricos, que superaron a los romanos y a Alejandro Magno en la construcción de un Imperio que, además, fue el primero en extenderse por todo el globo.
Pero entonces, ¿podríamos entender que la razón de nuestro subdesarrollo y de nuestra incapacidad para lograr crear sociedades sanas, con gobiernos eficientes y libres de corrupción, estriban en el momento en que se dió nuestra independencia? Para inicios del siglo XIX, España ya no era la potencia que había sido bajo Carlos V y Felipe II, ni incluso, bajo Felipe III y Felipe IV. Pese al repunte que había tenido bajo los primeros Borbones: Felipe V, Fernando VI y Carlos III, la ineptitud y la corrupción del reinado de Carlos IV y luego las mezquindades y falta de visión de Fernando VII quedó demostrada la decadencia de España, misma que se siguió manifestando a lo largo del siglo XIX y una inestabilidad política muy al estilo, curiosamente, de la vivida por sus ex colonias en los mismos años, tocó fondo en 1898 con la pérdida de las últimas posesiones ultramarinas, y llevó a su hecatombe en la Guerra Civil... hoy en día, los regionalismos, el hedonismo y el olvido de las raíces cristianas muestran que la Madre Patria se encuentra en una etapa avanzada de deterioro, compensada por la relativa situación de bienestar económico (pese al terrible impacto de la crisis económica), como sucede en todos los países europeos.
Así, si México y el resto de las excolonias españolas obtuvieron su independencia justo cuando se daba la decadencia del Imperio Hispano, por lo que heredamos todos los vicios de la sociedad imperial en etapa de desmoronamiento, sin la vitalidad de la época de la conquista ni el esplendor cultural, artístico, social o científico de la consolidación de la colonia en el siglo XVII y primera mitad del XVIII, cuando incluso, se tuvo un mejor nivel de vida en la Nueva España que en muchas partes de Europa en aquella época.
Veamos qué ha ocurrido en estos 200 años de independencia y veremos que todos son síntomas de una decadencia en curso:
1.- Inestabilidad política: luchas entre distintas facciones por el poder, mismo que, cada vez más devaluado, se fue volviendo más codiciado. Desde los conflictos armados entre Conservadores y Liberales a las actuales campañas políticas cargadas de virulencia y escándalos, difamaciones y chismes de vecindad.
2.- Caudillismo por encima de un Estado de Derecho, el Estado y su orden jurídico se construyen con base en la voluntad, ideas o preferencias del líder en turno.
3.- División permanente de la sociedad.
4.- Pérdida del sentido de lo sagrado (secularización), pérdida de valores éticos y familiares progresiva.
5.- Aumento del materialismo y del hedonismo, así como de la desintegración familiar.
6.- Corrupción generalizada en las instituciones públicas y aún en muchas de las privadas, en aumento también progresivo.
7.- Etapas de estabilidad caracterizados por la presencia de regímenes autoritarios, pero que fueron efímeras: tanto el Porfiriato como el Priísmo fueron etapas de este tipo y que pueden ser calificadas como similares a la relativa paz y estabilidad en el decadente imperio Romano bajo Diocleciano y la etapa que va de Constantino a Teodosio.
8.- Desconfianza generalizada en la autoridad y el Derecho, inoperancia de las instituciones encargadas de administrar justicia, y florecimiento de una cultura de la impunidad. Ante lo cual se incrementan los casos de buscar la Justicia por propia mano con linchamientos, asesinatos, venganzas, etc.
9.- Aparición de ideas mesianistas o milenaristas y apocalípticas (los que esperan la llegada del fin del mundo), teorías conspiratorias, etc.
10.- El Estado pierde el monopolio de la violencia y ésta se privatiza.
Por el contrario, EUA sí pudo tener ua época de esplendor (1945-2001) por que surge a la vida independiente justo al momento en que el Imperio Británico estaba en ascenso, poco después de que la India fuera totalmente conquistada por las fuerzas militares inglesas, y antes de la derrota napoleónica en Waterloo (1815) con la que iniciaría el apogeo británico tras la caída de Francia, que desde mediados del siglo XVII había sido la potencia dominante tras el declive español.
Así, lo que llamo "inercia histórica" provocaría que EUA ascendiera hasta la cúspide siguiendo una espiral ascendente, mientras que México seguiría, por esa misma inercia, una espiral descendente. La cosa habría sido distinta si los intentos independentistas de Liam O'Lampart o Guillén de Lombardo en el siglo XVII o de Martín Cortés en el XVI, donde la inercia del imperio español en apogeo habría permitido que México ascendiera.
Sin duda, este es un punto interesante y controvertido, algo que deberíamos reflexionar, y más en un momento tan crítico como el actual... quizá no podamos evitar nuestro colapso, pero quizá podamos buscar la forma para soportarlo y tras él, volver a comenzar sobre bases nuevas o fortalecidas.