Hace unos días, tuve oportunidad de leer a través de Internet un artículo escrito por el Filósofo Ruso Aleksandr Duguin, quien es poco conocido en Occidente, pero que en el país eslavo es considerado como un continuador de Aleksandr Solzhenitzin, y el ideólogo detrás de las políticas de Vladimir Putin en el Kremlin.
El artículo lo pueden leer en esta liga; las tesis de Duguin, (a la izquierda) han sido denominadas por sí mismo como la Cuarta Teoría Política, e incluso ha constituido un movimiento político que llama Nacional-Bolchevique, esto no es una alusión al Comunismo, la palabra rusa "bolschevick" quiere decir "mayoritario" y no tiene connotaciones ideológicas, esa palabra se convirtió en sinónimo de Comunista por las dos facciones en que se dividió el Partido Socialista Ruso, hace cien años: los Mayoritarios, capitaneados por Lenin, que aducían tener a su favor a las mayorías en las bases del instituto político y los Minoritarios o "Menschevicki" o Mencheviques, liderados por Kerensky, que eran denostados de esa manera al aducir sus rivales que representaban únicamente a una minoría, la de los dirigentes del partido; contrario a lo que se cree, el Presidente del Gobierno provisional que se mantuvo en el Kremlin de febrero a noviembre de 1917 y sus partidarios eran tan Marxistas como Lenin, solo que tendían hacia la Socialdemocracia, mientras que el célebre revolucionario tendría una interpretación mucho más dura de las doctrinas del filósofo y economista alemán.
Así, el corpus ideológico de Duguin dista muchísimo de ser Socialista o Marxista, sin embargo, el uso del término bolchevique viene de que postula la atención a las mayorías del pueblo por parte del Estado, recuperando el concepto del Bien Común como último objetivo de aquel.
Lo que sí, Duguin es profundamente nacionalista y considera que Rusia tiene una misión especial, en pocas palabras, cree en su rol de Tercera Roma que fuera proclamado por el monje Filoteo de Moscú y que adoptaran Iván III el Grande y sus sucesores como programa imperial; la postura de Duguin y de Putin, por tanto, en quien ha influido mucho, radica en considerar que Rusia debe representar una alternativa --premoderna-- a los modelos e ideologías producto de la modernidad occidental, misma que llegó a los moscovitas con las reformas de Pedro el Grande a fines del siglo XVII.
En este aspecto, la doctrina expuesta por Duguin es muy similar a lo que leí al final de mis años universitarios y de los noventa, en camino a preparar mi tesis de licenciatura, en un momento en que, con el Neoliberalismo triunfante, la Globalización al galope y el aparente "Fin de la Historia" proclamado por Francis Fukuyama, parecía que la tendencia sería al adelgazamiento y desaparición del Estado en pro de una privatización de las funciones públicas mediante los regímenes de concesiones y contratos con entidades privadas; en ese entonces, compré un libro editado por el Fondo de Cultura Económica titulado Un Mundo sin Sentido, el autor, un internacionalista turco de nombre Zaki Laïdi, postulaba que lejos del fin de la Historia, estábamos ante un muy peligroso momento, las Luces, decía, habían fracasado, con esto, quería decir que todo el mundo construido con base en las ideologías nacidas de la Ilustración Francesa: del Racionalismo y del Humanismo de los siglos XVI y XVII, estaba fracasando, la humanidad se había alejado de aquello que tradicionalmente daba sentido al mundo: la Religión, la Filosofía, y se había entregado a las ideologías políticas y económicas que en el siglo XX entraron en pugna: hijas de las Luces fueron el Capitalismo Liberal, el Comunismo Marxista y el Fascismo, las tres corrientes tenían su sustento en las tesis de Rousseau, en el materialismo histórico hegeliano y en el racionalismo y empirismo de los filósofos ingleses de los siglos XVII y XVIII.
Para Laïdi, el Siglo XX vería la lucha entre las tres ideologías que culminaría con el triunfo definitivo del Liberalismo, tesis que, como atinadamente marca Duguin, sólo tiene razón de ser si se dedica a liberar algo o a alguien de otro algo que se concibe como nocivo, como opresor; para el Liberalismo, la sociedad o colectividad entra en un papel opresivo y negativo; patria, Dios, familia, Bien Común son conceptos que limitan la libertad que se concibe ilimitada de los individuos que se deben erradicar para que estos accedan a la máxima libertad, misma que se expresa en el máximo goce de los placeres materiales, en la posesión de bienes, en la fama, en la belleza física, en todo aquello tangible que debe gozarse al máximo porque la vida es corta, aunque el reto de la ciencia es lograr la prolongación de la vida material para facilitar el máximo goce para el individuo que se vuelve egoista e infantil y para quien los demás no cuentan, ni siquiera las generaciones futuras: ejemplo, el antinatalismo, más que por las teorías económicas de Malthus se ha extendido por el hecho que nadie quiere reconocer que no es la alta tasa de nacimientos la que provoca la explosión demográfica, sino la reducción de los índices de morbilidad y la mayor longevidad promedio con la que cuentan los seres humanos actuales comparada con los de hace uno o dos siglos; sin embargo, nadie quiere vivir menos, sino mejor evitar que otros nazcan y nos obliguen a compartir lo que tenemos con ellos o a dejárselos.
De esta manera opera la "autodemolición" de Occidente que ya en su momento Dostoievski, como lo cita Juan Manuel de Prada en un magnífico artículo en el que el escritor español manifiesta expresamente sus simpatías por Rusia, por ello nunca como ahora la gente en Occidente está en contra de las instituciones que le construyeron y sirvieron de vida para lograr la Civilización más próspera de todos los tiempos: se ataca al Cristianismo y se cuestiona a la Iglesia, ahora incluso por la propia Jerarquía y el propio Papa Francisco I, pues es un obstáculo para la construcción del individualismo y sus libertades extremas, o se busca que sea connivente con éstas, la Democracia y la hipertrofia del Estado que crece y crea entidades para obstaculizar su propia tarea de ordenar y regir la vida social son el harakiri del mismo, cada vez más ineficiente, corrompido e incapaz de hacer su tarea para no molestar ni un cabello de ningún ciudadano. Se ha buscado liberar al individuo incluso de la propia naturaleza, de la moral, del Derecho, lo que hace que cada vez abunden más y más conductas antisociales o individualistas y el sistema esté cada vez más presionado.
Para Laïdi, ya nada tiene sentido, al final ¿Qué quedará para liberar o para librarse de él?
Es aquí cuando vemos la situación actual de Rusia, Putin sin duda está buscando desligar a Rusia no solo políticamente, sino también ideológicamente de Occidente; en cierta manera, el Presidente eslavo está consciente de la Historia de su país: éste recibió las Luces del racionalismo Occidental con Pedro el Grande y sus reformas; esas Luces chocaron con la identidad, la construcción y el alma misma de Rusia estructurada en torno al Cristianismo Oriental y el carácter asiático de su cultura, influida, ciertamente por los Romanos y Griegos del Imperio de Oriente y por los Escandinavos que le dieron estructura, pero también por el poderío de los Mongoles, la milenaria cultura llegada de China a través de ellos y por el ideal o concepto de autoridad proveniente de los Imperios de Medio Oriente por su vecindad incómoda con el Islam. Pedro I y sus sucesoras en el siglo XVIII adoptarían el despotismo ilustrado como un intento de conjugar el sistema ruso con las nuevas ideas Occidentales, pero pronto se demostrarían sus incompatibilidades, el siglo XIX vería a unos Zares luchar por hacer presente al Liberalismo en la vida económica y social de la gente mientras mantenían vivo un absolutismo versallesco en un país anclado en realidad en una mentalidad feudal más parecida a la Europa del siglo IX; el resultado sería la llegada del Marxismo y el intento, nuevamente de acoplar a esa sociedad premoderna a una ideología que pretende ser de avanzada. El resultado fue trágico, sangriento y al final, decepcionante.
Rusia, por tanto, ha aprendido que las Luces fueron engañosas mientras Occidente sigue encandilado con ellas, ha quedado cegado por ellas, Rusia, como el Islam radical --el Sunnita, ahora aliado por interés de Occidente, el Chiíta, representado por Siria y por Irán, único Estado del Medio Oriente que, como siempre, demuestra ser el único con capacidad de formar un Imperio en la región, es aliado de Rusia-- surgen como alternativas a la modernidad, incluso, China que aparenta haberse beneficiado de las Luces, del mundo moderno de Occidente, ha tomado de éste solo lo que le conviene y ha resucitado a Confucio, Buda y las tradiciones como su particular camino hacia la excelencia aunque de dientes para fuera rinda homenaje a Marx, Engels y Mao, apóstoles de esa modernidad a la que convenientemente usan y desechan.
Putin, no cabe duda, conoce bien el momento histórico y sabe que en el fondo, Rusia y sus aliados son más fuertes que Occidente, si se determinó a aprovechar la coyuntura ucraniana, que sabía iba a darse por ser la ex-República una línea de fractura en sí misma, con el mundo eslavo-oriental, ortodoxo al este y el mundo eslavo, pero con gran influencia germánica y presencia católica al oeste; algo que ya Samuel Huntington predecía en 1996 con su Choque de Civilizaciones. Al igual que Julio César, Putin sabe que la suerte está echada y que ha cruzado el Rubicón, pero al igual que el genial militar y político romano, que sabía que la República estaba al borde del colapso y era un sistema agotado y corrompido, el inquilino del Kremlin sabe que pasa lo mismo con Occidente, César tuvo que enfrentar a Pompeyo, que tenía altura y cierta capacidad, pero se vio limitado por el sistema al que tenía que defender y de donde el provenía; Putin no tiene enfrente más que a líderes demagogos, débiles, dubitativos y francamente cobardes, como Obama, Cameron, la propia Merkel, Hollande, etc. Que tienen todavía mucho más poder militar que Rusia, pero sabe, no tienen la capacidad ni el atrevimiento de emplearlo.
¿Qué pasará ahora? Crimea ha votado por su reincorporación a Rusia, y pienso que es probable que las regiones del este y sur ucraniano harán lo propio en los próximos días; señoras y señores: manténganse al filo de sus asientos, estamos por ver un cambio histórico como quizá no se había visto desde el siglo V d.C.
En este aspecto, la doctrina expuesta por Duguin es muy similar a lo que leí al final de mis años universitarios y de los noventa, en camino a preparar mi tesis de licenciatura, en un momento en que, con el Neoliberalismo triunfante, la Globalización al galope y el aparente "Fin de la Historia" proclamado por Francis Fukuyama, parecía que la tendencia sería al adelgazamiento y desaparición del Estado en pro de una privatización de las funciones públicas mediante los regímenes de concesiones y contratos con entidades privadas; en ese entonces, compré un libro editado por el Fondo de Cultura Económica titulado Un Mundo sin Sentido, el autor, un internacionalista turco de nombre Zaki Laïdi, postulaba que lejos del fin de la Historia, estábamos ante un muy peligroso momento, las Luces, decía, habían fracasado, con esto, quería decir que todo el mundo construido con base en las ideologías nacidas de la Ilustración Francesa: del Racionalismo y del Humanismo de los siglos XVI y XVII, estaba fracasando, la humanidad se había alejado de aquello que tradicionalmente daba sentido al mundo: la Religión, la Filosofía, y se había entregado a las ideologías políticas y económicas que en el siglo XX entraron en pugna: hijas de las Luces fueron el Capitalismo Liberal, el Comunismo Marxista y el Fascismo, las tres corrientes tenían su sustento en las tesis de Rousseau, en el materialismo histórico hegeliano y en el racionalismo y empirismo de los filósofos ingleses de los siglos XVII y XVIII.
Para Laïdi, el Siglo XX vería la lucha entre las tres ideologías que culminaría con el triunfo definitivo del Liberalismo, tesis que, como atinadamente marca Duguin, sólo tiene razón de ser si se dedica a liberar algo o a alguien de otro algo que se concibe como nocivo, como opresor; para el Liberalismo, la sociedad o colectividad entra en un papel opresivo y negativo; patria, Dios, familia, Bien Común son conceptos que limitan la libertad que se concibe ilimitada de los individuos que se deben erradicar para que estos accedan a la máxima libertad, misma que se expresa en el máximo goce de los placeres materiales, en la posesión de bienes, en la fama, en la belleza física, en todo aquello tangible que debe gozarse al máximo porque la vida es corta, aunque el reto de la ciencia es lograr la prolongación de la vida material para facilitar el máximo goce para el individuo que se vuelve egoista e infantil y para quien los demás no cuentan, ni siquiera las generaciones futuras: ejemplo, el antinatalismo, más que por las teorías económicas de Malthus se ha extendido por el hecho que nadie quiere reconocer que no es la alta tasa de nacimientos la que provoca la explosión demográfica, sino la reducción de los índices de morbilidad y la mayor longevidad promedio con la que cuentan los seres humanos actuales comparada con los de hace uno o dos siglos; sin embargo, nadie quiere vivir menos, sino mejor evitar que otros nazcan y nos obliguen a compartir lo que tenemos con ellos o a dejárselos.
De esta manera opera la "autodemolición" de Occidente que ya en su momento Dostoievski, como lo cita Juan Manuel de Prada en un magnífico artículo en el que el escritor español manifiesta expresamente sus simpatías por Rusia, por ello nunca como ahora la gente en Occidente está en contra de las instituciones que le construyeron y sirvieron de vida para lograr la Civilización más próspera de todos los tiempos: se ataca al Cristianismo y se cuestiona a la Iglesia, ahora incluso por la propia Jerarquía y el propio Papa Francisco I, pues es un obstáculo para la construcción del individualismo y sus libertades extremas, o se busca que sea connivente con éstas, la Democracia y la hipertrofia del Estado que crece y crea entidades para obstaculizar su propia tarea de ordenar y regir la vida social son el harakiri del mismo, cada vez más ineficiente, corrompido e incapaz de hacer su tarea para no molestar ni un cabello de ningún ciudadano. Se ha buscado liberar al individuo incluso de la propia naturaleza, de la moral, del Derecho, lo que hace que cada vez abunden más y más conductas antisociales o individualistas y el sistema esté cada vez más presionado.
Para Laïdi, ya nada tiene sentido, al final ¿Qué quedará para liberar o para librarse de él?
Es aquí cuando vemos la situación actual de Rusia, Putin sin duda está buscando desligar a Rusia no solo políticamente, sino también ideológicamente de Occidente; en cierta manera, el Presidente eslavo está consciente de la Historia de su país: éste recibió las Luces del racionalismo Occidental con Pedro el Grande y sus reformas; esas Luces chocaron con la identidad, la construcción y el alma misma de Rusia estructurada en torno al Cristianismo Oriental y el carácter asiático de su cultura, influida, ciertamente por los Romanos y Griegos del Imperio de Oriente y por los Escandinavos que le dieron estructura, pero también por el poderío de los Mongoles, la milenaria cultura llegada de China a través de ellos y por el ideal o concepto de autoridad proveniente de los Imperios de Medio Oriente por su vecindad incómoda con el Islam. Pedro I y sus sucesoras en el siglo XVIII adoptarían el despotismo ilustrado como un intento de conjugar el sistema ruso con las nuevas ideas Occidentales, pero pronto se demostrarían sus incompatibilidades, el siglo XIX vería a unos Zares luchar por hacer presente al Liberalismo en la vida económica y social de la gente mientras mantenían vivo un absolutismo versallesco en un país anclado en realidad en una mentalidad feudal más parecida a la Europa del siglo IX; el resultado sería la llegada del Marxismo y el intento, nuevamente de acoplar a esa sociedad premoderna a una ideología que pretende ser de avanzada. El resultado fue trágico, sangriento y al final, decepcionante.
Rusia, por tanto, ha aprendido que las Luces fueron engañosas mientras Occidente sigue encandilado con ellas, ha quedado cegado por ellas, Rusia, como el Islam radical --el Sunnita, ahora aliado por interés de Occidente, el Chiíta, representado por Siria y por Irán, único Estado del Medio Oriente que, como siempre, demuestra ser el único con capacidad de formar un Imperio en la región, es aliado de Rusia-- surgen como alternativas a la modernidad, incluso, China que aparenta haberse beneficiado de las Luces, del mundo moderno de Occidente, ha tomado de éste solo lo que le conviene y ha resucitado a Confucio, Buda y las tradiciones como su particular camino hacia la excelencia aunque de dientes para fuera rinda homenaje a Marx, Engels y Mao, apóstoles de esa modernidad a la que convenientemente usan y desechan.
Putin, no cabe duda, conoce bien el momento histórico y sabe que en el fondo, Rusia y sus aliados son más fuertes que Occidente, si se determinó a aprovechar la coyuntura ucraniana, que sabía iba a darse por ser la ex-República una línea de fractura en sí misma, con el mundo eslavo-oriental, ortodoxo al este y el mundo eslavo, pero con gran influencia germánica y presencia católica al oeste; algo que ya Samuel Huntington predecía en 1996 con su Choque de Civilizaciones. Al igual que Julio César, Putin sabe que la suerte está echada y que ha cruzado el Rubicón, pero al igual que el genial militar y político romano, que sabía que la República estaba al borde del colapso y era un sistema agotado y corrompido, el inquilino del Kremlin sabe que pasa lo mismo con Occidente, César tuvo que enfrentar a Pompeyo, que tenía altura y cierta capacidad, pero se vio limitado por el sistema al que tenía que defender y de donde el provenía; Putin no tiene enfrente más que a líderes demagogos, débiles, dubitativos y francamente cobardes, como Obama, Cameron, la propia Merkel, Hollande, etc. Que tienen todavía mucho más poder militar que Rusia, pero sabe, no tienen la capacidad ni el atrevimiento de emplearlo.
¿Qué pasará ahora? Crimea ha votado por su reincorporación a Rusia, y pienso que es probable que las regiones del este y sur ucraniano harán lo propio en los próximos días; señoras y señores: manténganse al filo de sus asientos, estamos por ver un cambio histórico como quizá no se había visto desde el siglo V d.C.
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