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13 de julio de 2013

CANONIZACIONES PAPALES

En el ya de por sí enrarecido ambiente católico debido a la polémica que está desatando el extraño pontificado de Francisco I, ha causado revuelo el anuncio de la próxima canoniozación de dos Papas que igualmente causan controversia y menifiestan la profunda división que existe al interior de la Iglesia; me refiero, por supuesto, a Juan XXIII, (a al izquierda, y a Juan Pablo II (abajo).

De parte, precisamente del cada vez más presente y fuerte movimiento Tradicionalista, que actualmente ve en el recién electo pontífice argentino a un representante del Modernismo y el Neoconservadurismo aliados, cosa que no está del todo descaminada, existe mucha polémica respecto al carácter de ambos Papas, puesto que, en el caso de Juan XXIII, se le ha tomado como bandera de los Modernistas o Progresistas al interior de la Iglesia y se identifica a su figura con la Izquierda, con la Iglesia "social" y de "opción preferencial por los pobres" que culmina fácilmente en la politización de la doctrina cristiana y su apoyo al Marxismo. En el caso del Papa Wojtila, su imagen es icónica del Neoconservadurismo Católico e igualmente se le censura desde algunos foros tradicionalistas, o se le enaltece y usa como bandera por los Modernistas.

Ambas imágenes son parciales y no son ciertas y tienen más que ver con la conveniente óptica de un bando u otro en la división interna que existe en la Iglesia, para usar a una figura a favor o en contra para fundamentar sus propias posiciones doctrinales.

En el caso de Juan XXIII, ha sido una figura sobre la que se ha dicho mucho, desde que era un simpatizante comunista hasta que era incluso hasta masón, más en algunos círculos tradicionalistas que resultan ser muy crédulos de las "teorías de la conspiración", pero esto no es cierto, igualmente, los modernistas pretenden presentar a Giusseppe Roncalli como un innovador completo, un revolucionario y alguien que rompió con el pasado totalmente.

No es así: el que fuera Patriarca de Venecia no dejó de presentarse con las galas regias del papado, no dejó de usar la tiara, era transportado en sedia gestatoria, ni se atrevió a modificar los dogmas fundamentales del Cristianismo; ni tampoco fue responsable de la tan dañina reforma litúrgica que fue posterior, por el contrario, Juan XXIII revisó y reeditó el misal romano del Papa San Pío V, mas no lo modificó y promulgó una constitución apostólica, la Veterum Sapientiahoy muy convenientemente olvidada, sobre el uso de la Lengua Latina como oficial en la Iglesia Católica y en la Liturgia, así como su importancia para la conservación de la cultura, no trastocó tampoco ninguna de las cuestiones que a tanto modernista como Hans Küng o Leonardo Boff le gustaría que se modificaran, como el celibato del clero, la cuestión del divorcio, el aborto y la homosexualidad. Así, el "Papa Bueno" no era ningún revolucionario progre como nos lo quieren vender muchos ni tampoco un ente perverso decidido a destruir el magisterio multisecular de la Iglesia en pro de innovaciones, como otros lo pintan.

El punto polémico, por supuesto, es el concilio y la idea de aggiornamiento (puesta al día) esgrimida por él como causa para su convocatoria y que expresó como el "abrir puertas y ventanas" para que "entrara aire en la Iglesia". Hoy en día, a muchos nos parece que el Concilio Vaticano II fue un error fatal y algo innecesario, a fines de los años 50 la Iglesia Católica no perdía feligresía, no era presa de escándalos y gozaba de un amplio respeto y presencia social en la mayoría de los países, con la oposición, por supuesto, del Bloque Soviético recién formado tras la Segunda Guerra Mundial. La gente vivía con gran piedad popular y por supuesto, no existía el desenfreno sexual y hedonista en lo general que se vive hoy. Mucho de ello estallaría en los años sesenta de la mano del descubrimiento de los anticonceptivos y el desencanto de la llamada "generación Beat" por la vida y los valores tradicionales, algo iniciado en los países anglosajones de tradición protestante y puritana (bastante represiva, además) como EUA o Gran Bretaña, mas no en el ámbito católico, por cierto.Sin embargo, aquello se extendería con filósofos del pesimismo existencialista como Sartre y tendría su mayor expresión en el año 1968, con su Mayo Francés, su Tlatelolco, su Woodstock y sus réplicas en Europa Oriental con la expresión antisoviética de la Primavera de Praga.

En mucho, puede plantearse la duda sobre si la crisis del catolicismo iniciada tras el Concilio Vaticano II y el concilio mismo es el reflejo de un problema social larvado ya desde mucho antes y que estalló en los años sesenta tocando todos los ámbitos de la Civilización Occidental, desde el musical, moral, político y hasta al religioso, o bien, si el propio concilio lo ocasionó; como sea, en el contexto histórico en que Roncalli vivió y llevó a cabo su labor apostólica tal vez no parezca tan innecesario la realización del concilio; a menudo se olvida que quien empezó a proyectar la idea de hacerlo fue Pío XIII, uno de los Papas más apreciados por el Tradicionalismo.

¿Porqué realizarlo? Si analizamos la trayectoria de Juan XXIII entenderemos la razón, sobre todo su papel como Nuncio Apostólico en Turquía durante los años de la Segunda Guerra Mundial, años en los que la reciente República Laica fundada por Mustafá Kemal Atatürk se convirtió en un campo de batalla diplomático y de espionaje; el propio régimen de Ankara, aunque mantuvo la neutralidad, era favorable al Eje, y aplicaba un laicismo selectivo: la República nunca dejó de ser islámica en realidad, (desde el escudo nacional, que es el escudo del Islam) y miraba con gran hostilidad al Cristianismo en cualquiera de sus vertientes: Católica, Protestante u Ortodoxa, en especial, estaba reciente el recuerdo del Genocidio Armenio provocado por los nacionalistas y "laicistas" Jóvenes Turcos como Enver Paschá o el propio Atatürk, pero además, el entonces Monseñor Roncalli pudo constatar la persecución y el odio de parte de los dos grandes totalitarismos en pugna durante la contienda: el Comunismo y el Nacionalsocialismo, con la persecución además de los Judíos.

Ante esta situación, tras el término de la Guerra y su llegada al solio de San Pedro, Juan XXIII convocó al concilio como buscando que el mismo sirviese para planear una estrategia del Cristianismo en conjunto para ofrecer respuesta a un mundo dividido por las ideologías y por la confrontación; por ello, no es de extrañar que una de las metas fijadas por el concilio fuera el diálogo ecuménico; mismo que en el proyecto del Pontífice era muy diferente a lo que resultó al final: basta leer sus encíclicas: Pacem in Terris, Aeterna Dei Sapientia, Mater et Magistra, Princeps Pastorum y Ad Petri Cathedram para encontrarnos que si bien se plantea el diálogo, primero con los "hermanos separados": Protestantes y Ortodoxos, y luego con los no-cristianos, también es cierto que en ningún momento se pierde la perspectiva de la Iglesia que llama a la conversión y a la unidad bajo el primado de Pedro. En cierta forma, se llamaba a restaurar la unidad cristiana como vía para enfrentar a un siglo XX cuya segunda mitad se adivinaba hostil hacia la vida religiosa o espiritual del hombre.

Desgraciadamente, la salud y la vida de Juan XXIII no le alcanzaron para continuar con lo que inició y darle guía al concilio que inició; tocó a Pablo VI el continuarlo; quizá a ambos pontífices se les salió de las manos el mismo, y ello provocó que este ecumenismo que originalmente se planteaba terminara en la expresión ambigua y genérica de los documentos finales del concilio, en un ecumenismo de feria que terminó con los lamentables espectáculos de Asís y un pacifismo de hippies, en un diálogo de sonrisas y felicitaciones que termina en nada y en una cobardía inaudita para señalar lo que está mal y lo que debe ser; --recuérdese la felicitación en Lampedusa por el Ramadán a quienes, entre tanto, han asesinado a sacerdotes católicos en Siria-- quizá por que, en su búsqueda de recuperar esa unidad o de formar un "frente común", el Papa Roncalli abrió demasiado la puerta a quienes no solamente no estaban interesados en tener un diálogo que llevase a la restauración de la unidad, sino que estaban interesados en dinamitar desde dentro a la propia Iglesia y se ató de manos para trabajar por la difusión de la verdad y tolerando todo lo que se presentara aún cuando fuese evidentemente no solo en perjuicio de la Iglesia Católica como institución, sino de los propios católicos como individuos.

Un caso de ello es el llamado "Pacto de Metz", un hecho que oficialmente no existió, pero del que existen muchos indicios. Juan XXIII deseaba que acudiesen al Concilio prelados Ortodoxos como observadores; como es sabido, la Iglesia Ortodoxa tiene una estructura totalmente descentralizada, ya que está compuesta por Iglesias autocéfalas o autónomas, entre las que el Patriarca de Constantinopla tiene una "Primacía de Honor", cuestión a la que, desde el año 1054, pretenden reducir al Primado de Pedro, y que en realidad fue el pretexto del Emperador Romano de Oriente Constantino IX Monómaco para el cisma de Oriente, motivado sobre todo por los deseos de los Césares de controlar a la Iglesia y por ende, al Papado.

Desde 1453 en que Constantinopla cayó en poder del Islam, el Patriarca de dicha ciudad carece totalmente de relevancia efectiva aunque goza de más honores que los demás jerarcas ortodoxos, y presidiría un hipotético concilio oriental que jamás se ha logrado reunir, dada la especial característica de estas iglesias, subordinadas  a los intereses políticos nacionales y limitadas por las fronteras de los Estados: hay una Iglesia Ortodoxa Griega, una Búlgara, una Rumana, una Rusa, una Georgiana, una Armenia, etc. El Patriarca de la ahora llamada Estambul apenas gobierna una diócesis de 2,000 a 3,000 cristianos que quedan en la ciudad, descendientes directos de los últimos Romanos auténticos. En cambio, el poder verdadero lo ostenta el Patriarca de Moscú, que rige sobre casi 200 millones de almas y es respaldado por el Kremlin.

Precisamente los intereses de éste han moldeado la Historia de la Iglesia Rusa, con Pedro el Grande, y ante la resistencia del Patriarcado a las reformas occidentalizadoras del Zar, se eliminó la figura del Patriarca y el monarca ejercía directamente la máxima autoridad religiosa, presidiendo un sínodo de Obispos en una forma copiada de las conferencias episcopales luteranas alemanas. Con la caída del último Zar Nicolás II, la Iglesia Ortodoxa Rusa vivió el único periodo de independencia del que ha gozado respecto del poder político, que no duró mucho; contrario a lo que se cree, la persecución que los Bolcheviques desataron contra los clérigos no era tanto para erradicar la Religión como para volver a subordinarla a los intereses del Estado, ahora Soviético, cosa que lograron tras matanzas y confiscaciones.

Con Stalin, la Iglesia Ortodoxa volvió a gozar de un status privilegiado, el Ejército Rojo volvió a contar con capellanes, muchos monasterios volvieron a poblarse y templos a abrirse, lo mismo que seminarios, y Obispos, Metropolitas, Sacerdotes y hasta Patriarcas llegaron a convertirse en parte del sistema, contando hasta con credenciales del Partido Comunista de la Unión Soviética; en cambio, los Católicos y Protestantes, o los Ortodoxos que criticaban aquél "matrimonio por conveniencia" que de nueva cuenta se celebraba entre Iglesia y Estado eran enviados al GULAG sin dilación; dicha relación fue denunciada por los exiliados rusos, que constituyeron una "Iglesia Ortodoxa Rusa en el Exterior" que se mantuvo hasta hace unos años, en que su jerarquía aceptó someterse a los dictados del Patriarcado de Moscú, el cual sigue controlado por el Kremlin, fortaleza que ahora ocupa Vladimir Putin.

En este contexto, según se dice, cuando Juan XXIII invitó a que la dirigencia ortodoxa enviase representantes al concilio para mostrar las intenciones ecuménicas de lograr un acercamiento entre todas las ramas del Cristianismo, se topó con el Gobierno Soviético, en aquel entonces presidido por Nikita Kruschev, así, se condicionó la participación en el concilio a que no se denunciara ni se condenara al Comunismo en el mismo; por el contrario, según lo señalan muchos, comenzó una fuerte infiltración del marxismo en los seminarios y los que ya eran simpatizantes del mismo (aquello había comenzado desde con León XIII y sus curas-obreros) se desbocaron, iniciando el auge de la Teología de la Liberación, que conjuntado con el Movimiento Litúrgico en ciernes desde el siglo XIX contribuiría a que el Concilio Vaticano II derivara en caóticas consecuencias.

Consecuencias que se desarrollaron durante el largo pontificado de Juan Pablo II, a quien correpondió la aplicación plena de las reformas adoptadas por el Concilio. Ciertos Tradicionalistas le han atacado durísimamente, y al igual que con Juan XXIII, hay quienes hasta dudan de que su próxima canonización vaya a ser válida, aduciendo los desaciertos de su reinado.

Es cierto: Juan Pablo II cometió errores, quizá a la larga habría que plantear que el apelativo "Magno" no correspondera para él, lo que sin embargo, no demerita su santidad: Karol Wojtila dio muestras personales de ser un hombre que siempre aceptó la voluntad de Dios y cargó la cruz de su vida llena de sufrimientos entre dos totalitarismos: el Comunista y el Nacionalsocialista y la opresión de Polonia bajo los yugos ruso y alemán.Su piedad personal y su lucha por la libertad y la dignidad humana, por ser el hombre hijo de Dios basta para colocarlo en los altares, con independencia a sus errores de gobierno, mismos que no se debieron quizá tanto a su voluntad como a verse obligado a seguir las directrices marcadas por el Concilio, así que su pontificado fue en realidad un gigantesco experimento de la aplicación de aquel, eso nos explica las innovaciones litúrgicas, las misas-espectáculo con luz y sonido, la adopción de danzas folklóricas en las celebraciones y una mayor exposición de la persona del pontífice ante las masas.

Esta sobreexposición de la figura del Papa causó un enorme "culto a la personalidad" hacia su figura,y pareció que conseguía atraer a multitudes, sobre todo a los jóvenes, de regreso a la fe; mas no era así, un gran número de estos eran seguidores del carismático Karol Wojtila como líder social e incluso político, pero no captaban el mensaje de seguir a Cristo, con todo y que esto siempre fue la parte central de su discurso desde el inicio de su pontificado, junto con su gran devoción Mariana. Entre tanto y mientras había todo un despliegue externo de pirotecnia, carisma y liderazgo del Papa, al interior se debilitaba la disciplina del clero, se daban los escándalos de los abusos sexuales de sacerdotes y religiosos y el Papa permanecía sin actuar en contra de algunos personajes siniestros como Marcial Maciel, quizá por que no lo consideraba oportuno ante la situación que vivía la Iglesia y la lucha contra el Comunismo, mismo que no era visto como un rival para el Cristianismo por su mensaje de salvación, como muchos simples en la Izquierda lo plantean, sino que era necesario su derrumbe, o bien, porque de buena fe creyó en las mentiras del sacerdote michoacano.

Juan Pablo II sin duda fue el gran vencedor del comunismo y del sistema soviético, que incluso estuvo detrás del intento de Alí Agca por eliminarlo, también fue un critico, pese a lo que digan aquellos que le son contrarios, del Capitalismo y la Globalización lideradas por Estados Unidos, de su materialismo y hedonismo, sin embargo, no tuvo el mismo éxito ni las fuerzas para la lucha contra aquello. Por el contrario, los ataques más fuertes a su pontificado y a la Iglesia vinieron desde entonces por ese flanco.
 
Al final de su pontificado, además de sus problemas de salud, era claro que el Papa polaco estaba consciente de su fracaso en muchos aspectos y que, a su muerte, esa enorme multitud que le acompañaba en sus últimos momentos se dispersaría. Quizá por ello, y pese a haberse desatado con él la confrontación con Monseñor Marcel Lefevbre y la Fraternidad San Pío X, él empezó sin embargo a abrir camino para el regreso a la Liturgia Tradicional e impulsó a la Fraternidad San Pedro y él mismo, había tenido en Joseph Ratzinger a un gran colaborador a quien sin duda, preparó como sucesor, porque sabía que el Concilio había fracasado, era patente su decepción y conocimiento que de nada había servido tanto espectáculo, carisma y masas como hubiera servido el apego al magisterio tradicional y a la fe sencilla de las personas, mientras que el ecumenismo del concilio no limó ninguna asperesa con el Islam, por ejemplo, por el contrario, convenció a los musulmanes de la debilidad del Cristianismo Occidental.

Como sea, ambos Papas fueron signos de controversia, no tuvieron aceptación universal y no fueron inmaculados ni perfectos --solo la Virgen María fue inmaculada-- cometieron muchos errores cmo tuvieron aciertos, tuvieron defectos, como también virtudes. No hemos entendido que la figura de un santo está descrita por los dos Libros de Samuel, en la Biblia, y en particular, en la vida del Rey David de Israel.

Lo increible es que el Papado de Francisco I, ahora, parece un retorno a los mismos errores que iniciaron o cometieron estos dos Papas, sin haber aprendido de ellos, e incluso agraviados con una retórica hueca y demagógica, con gestos y ambigüedades y la pérdida de la dignidad pontificia disfrazada de humildad. El mundo aplaude porque ve, en realidad, un papado débil y a modo que cumple con los designios del mundo y que por ello, se merece la portada de una revista titulada Feria de Vanidades mientras se habla de ser sencillo, humilde y pobre... generando gastos mucho más altos. Lo más preocupante, es que entre los elogiosos comentarios sobre el actual pontífice aparezca el del cantautor británico Elton John, quien ante la visita de Benedicto XVI a Gran Bretaña despotricó contra la Iglesia Católica y hasta clamó por la prohibición de todas las religiones.

Perdónenme, pero yo recuerdo que Jesús dijo que debíamos ser felices si somos perseguidos y odiados por el mundo por su causa, no aplaudidos por el mundo y sus heraldos.








8 comentarios:

Rigoberto Gerardo Ortiz Treviño dijo...

Estoy de acuerdo con casi todo. De acuerdo con que es imposible ver a los dos pontífices en blanco y negro, químicamente puros. También es cierto que ambos pontificados –uno breve y otro muy longevo- tuvieron claroscuros. Juan fue un papa más solitario de lo que parece, y las inercias de cardenales muy apegados a las formas de Pío XII (que más que promotor de la reforma litúrgica, creo que intentó controlarla) lo fueron cercando. Un ejemplo de ello es que Pío XII siempre vio con reservas a los derechos humanos, pues desconfiaba de su trasfondo liberal, Juan los concilió con el ius naturalismo tomista y logra una exitosísima Pacem in Terris. En torno a la liturgia, en efecto, Juan actualiza el Misal de 1570, en torno a unas cuantas rúbricas (sobre todo en lo referente al Triduo Pascual). ¿Qué esperaba del Concilio? Creo que un afán ecuménico, en efecto, larvado en Turquía, pero sobre todo, en su paso por Francia (1945-1953). Francia me parece la clave de una buena intención (un concilio ecuménico), pero cuya ejecución no fue la esperada. La Iglesia en Francia quedó herida, casi de muerte, tras las revoluciones de 1789 y 1848. Francia ha sido la nación del secularismo, del socialismo, en fin, de los ismos anticristianos. En esos años en la nunciatura en París, pusieron a Roncalli en las coordenadas de la renovación. Pero esa “renovación” requería prudencia, basta recordar que de Francia surgió un Teilhard de Chardin y la Misión de París, de donde en 1944 surgen los curas obreros (León XIII no tuvo nada qué ver en ello, en eso difiero). De Francia surgieron los Congar, de Lubac y Montcheuil, y al final en concilio sucumbió a su teología, en las antípodas de Pío XII, Pío X y Pío IX. Pero el éxito de la teología francesa se dio con Paulo VI, quien en su magisterio posterior al Concilio, buscó poner en orden muchas cosas. El pontificado de Paulo VI fue dramático, y estoy convencido que la Historia ha sido injusta con él.

Juan Pablo II es caso aparte. Wojtila le dio mucho juego a los neocones (como los Neocatecumenales, los Legionarios, al Opus Dei post San Josemaría y a Comunión y Liberación, siendo este último un movimiento muy loable y leal). Estoy convencido que Maciel mintió y que contó con una poderosa red de encubrimiento y engaños, y en todo caso, la Historia desvelará el papel del Cardenal Sodano.

No me cabe ninguna duda que ambos papas son santos, como también lo son Pío XII y Paulo VI. Y coincido contigo, es un falso dilema el de tradicionalistas versus progresistas. El Concilio Vaticano II no ha cuajado porqué muchos de sus contenidos fueron ambiguos y porque los innovadores pervirtieron muchos de sus planteamientos. Ratzinger, un teólogo de gran capacidad de síntesis y abstracción, buscó un equilibrio que el tiempo y su salud truncaron. El Papa actual ni siquiera menciona al Vaticano II, quizás porque vivió del concilio virtual y no del real, dejándonos en una preocupante incertidumbre. De hecho, Francisco, ha sido un innovador que reduce a la liturgia a meros formalismos (lo de los trapos) y que parece embelesado con los curas obreros, cuyos agentes, serían los curas de las tan mentadas periferias.

YORCH dijo...

Excelente aportación y precisiones, Rigo!! Ojalá que el crecimiento del tradicionalismo nos lleve hacia una verdadera renovación del Papado antes de su decadencia, pero para ello se necesita una revisión profunda del Concilio y una depuración de sus contenidos.

Anónimo dijo...

Esos papas no son santos porque a Rigoberto le parezca. Los papas verdaderamente santos ya sabemos que características tenían, defendían a Cristo; y si el V II no cuajó es porque Dios no bendice la heterodoxia.

Anónimo dijo...

Asi que JP II luchó contra el comunismo, no me diga, pero que buen chiste, ja ja.

Anónimo dijo...

Jesucristo no les dió las llaves del Reino a los papas para que sean químicamente puros sino para que defiendan el Depósito de la Fe, por algo son hierarchas que guardan lo sagrado,
el gobierno de la iglesia se da para que cuiden el culto y la fe que es la nota de unidad.... no para que hagan de la iglesia una prostituta como lo hizo roncalli y sus okupas subsiguientes.
Que además no dejaron subir al trono al cardenal Siri al verdadero elegido que era anticomunista y lo usurpó roncalli un comunista en línea con el pensamiento masón. No lo dejaron gobernar, le hicieron un golpe de Estado con patrañas.

la prudencia de roncalli jajajajajaja dejar que el masón Auriol le ponga la tíara.... andá idiota mentecato rigo berto


ratzinger el gran teógolo ahhh jajajajjaja rigo deberías hacer un programa humorístico eres muy bueno para ello jajajajajaj
http://www.chiesaviva.com/457%20mensile%20spa.pdf


Anónimo dijo...

EL EVOLUCIONSTA MENCHEVIQUE RATZINGER jajajajajaj




Un día dije al Cardenal Ratzinger: “Eminencia, hemos de escoger: o la libertad religiosa tal y como está en el Concilio, o el Syllabus de Pío IX. Son contradictorios y hay que escoger”. Entonces me dijo: “Pero Monseñor, ya no estamos en los tiempos del Syllabus . –¡Ah! dije, entonces la verdad cambia con el tiempo. Entonces lo que usted me dice hoy mañana ya no será verdad. Ya no hay forma de entenderse, estamos en una evolución continua, es impo­sible hablar”.

http://www.statveritas.com.ar/Varios/CPConsagraciones.htm

Anónimo dijo...

EL EVOLUCIONSTA MENCHEVIQUE RATZINGER jajajajajaj




Un día dije al Cardenal Ratzinger: “Eminencia, hemos de escoger: o la libertad religiosa tal y como está en el Concilio, o el Syllabus de Pío IX. Son contradictorios y hay que escoger”. Entonces me dijo: “Pero Monseñor, ya no estamos en los tiempos del Syllabus . –¡Ah! dije, entonces la verdad cambia con el tiempo. Entonces lo que usted me dice hoy mañana ya no será verdad. Ya no hay forma de entenderse, estamos en una evolución continua, es impo­sible hablar”.

http://www.statveritas.com.ar/Varios/CPConsagraciones.htm

Anónimo dijo...

http://es.scribd.com/doc/21350010/Filosofia-de-la-Masoneria-Mons-Leon-Meurin