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6 de febrero de 2009

EL PADRE MACIEL

Al ser un tema de actualidad, debo entrar en el escabroso asunto del Padre Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo y del Movimiento "Regnum Christi", cuestión que no es sencilla de tratar y que mueve a muchos hacia la animadversión, cuando no al odio más acendrado no solo hacia el personaje, sino hacia la mencionada congregación religiosa y a la Iglesia Católica en general.

Debo confesar que yo mismo me he sentido indignado por este caso, la verdad nada repugna más que un pederastra, y creo que para ellos debería aplicarse el castigo más cruel y sangriento posible (creo que, desde el siglo XVIII con las blandas e ilusorias teorías del Marqués de Beccaria sobre la readaptación social lo único que se ha logrado es incrementar la inseguridad de las sociedades al permitir la existencia de elementos nocivos) y al principio impulsado por la ira llegué a caer en ese pensamiento falaz, inmaduro y radical, que sin embargo es postulado y difundido hoy en día por los medios masivos de comunicación y los izquierdosos, convertidos en los nuevos inquisidores y hasta en expertos en Eclesiología, Teología, Etica y Derecho Canónico, cuestiones que por lo general desprecian (si no, véase a Cármen Aristegui, léase "Proceso", "La Jornada" o "El País" y quisieran ver que se hiciera con los Legionarios lo que tanto critican que hizo la Iglesia medieval con la supresión de los Templarios.

Además, para que nos hacemos, si la Iglesia permitiera el matrimonio de los sacerdotes occidentales, solución mágica de los izquierdosos para evitar los casos de abuso sexual, por que en la Iglesia católica de rito oriental o uniata--ortodoxos que volvieron al redil de Pedro, como los católicos Ucranianos o los maronitas de Líbano, se permite el matrimonio de los clérigos previo a su ordenación) de inmediato los medios izquierdosos se pondrían a investigar casos de esposas golpeadas o abandonadas y la infidelidad de los sacerdotes, que en lo que en realidad andan es detrás de los escándalos y les importa un bledo la privacidad de las personas y su dignidad, hasta la de las propias víctimas a las que dicen defender, como veíamos en el post anterior con el caso de Phelps, guardando las distancias. Por otro lado, resulta curioso que ningún medio haya investigado lo que sucede con el clero budista, ya sea tibetano, zen o de alguna otra de sus ramas, donde también existe el voto de castidad y donde incluso muchos novicios empiezan en la niñez su carrera religiosa, pero resulta que el budismo es popular en la farándula.

Siendo objetivos es de reconocer que el Padre Maciel pasará a la Historia junto al Papa Alejandro VI como uno de los clérigos más vergonzantes y corruptos que han existido, y como tales caerá sobre ellos un juicio severo e implacable, además de que es más que probable que el proceso de beatificación del sacerdote mexicano quedará trunco, pero quizá, de lo que hicieron se desprendan muchas cosas rescatables.

Con esto no quiero defender a Maciel, pero tampoco condenarlo: está muerto, y ya no se puede echar atrás el tiempo y corregir lo sucedido, y si hay gente, dentro de los Legionarios que encubrieron sus inmoralidades y delitos, también deben ser hechos responsables penal y canónicamente; pero también, existen muchas personas que en este movimiento encontraron un camino para mejorar sus vidas y para servir a los demás, es cierto que en mucho ha sido una obra religiosa dirigida a ciertas elites, pero bueno, la pertenencia a cierto estatus económico no elimina las necesidades espirituales, quién sabe, a lo mejor alguien privilegiado económicamente necesita más buscar a Dios o a la verdad que un pobre indígena que habita en la jungla.

También en su movimiento se han dado sacerdotes ejemplares y misioneros que han hecho apostolado entre los más necesitados, tampoco estoy diciendo que todos son perfectos, mi experiencia con otro grupo similar (el Opus Dei) me demostró la certeza del dicho: "de todo hay en la viña del señor", hay santos y hay gente buena, pero también la hay con intereses oscuros y muchos convenencieros y otros tantos hipócritas, pero es que eso es lo que sucede, finalmente, las personas son libres y toman sus decisiones, además de que el pertenecer a "x" o "y" asociación no implica la santidad o la perfección automáticas.

Bien puede ser que Maciel, en algún momento en que tomó conciencia de sus atrocidades pensó en algo que pudiese servir para que otras personas pudiesen mejor que él, como el propio Papa Borgia, quien planteó una reforma integral del corrompido clero del Renacimiento, probablemente para evitar que surgieran otros como él o su hijo César, por otro lado, sin Alejandro VI Copérnico no habría difundido su teoría heliocéntrica ni sus teorías económicas monetaristas, puesto que fue el pontífice español quien llevó al párroco polaco a enseñar a las universidades romanas. Quizá en ambos casos nos encontramos ante hombres atormentados, en la lucha interna que todo ser humano tiene entre el bien y el mal, y en la que todo el mundo corre el riesgo de perder, como sucedió con ellos.

Finalmente, existe un caso muy claro, y es mi parte favorita de la Biblia, los Libros de Samuel muestran la vida del Rey David, contrario a lo que sucedía con los faraones egipcios o con los reyes mesopotámicos y persas en la misma época, no se trata de un discurso glorificante y elogioso sobre la figura de un monarca: es la historia de un hombre común y corriente que se convierte en líder de un pueblo, y es capaz de las más grandes hazañas, y a la vez, de los más horrendos crímenes, capaz de amar hasta a Absalón, su hijo rebelde que pretende derrocarlo, pero a la vez, de odiar despiadadamente a sus enemigos, de la más grande humildad y a la vez de la más alta soberbia. En resumidas cuentas, es la historia de esa lucha interior, pero en ese caso, se trata de alguien que al final logró vencer y esto no implicó impunidad, David reconoció valientemente sus errores y enfrentó, con ese mismo valor, las consecuencias de los mismos, y en eso radica el verdadero arrepentimiento...

En resumidas cuentas, todos corremos el riesgo a ceder ante nuestros más bajos impulsos, diferentes en cada uno de nosotros, pero en nosotros está el ceder o el superarlos, y en eso, ni Dios se mete, pues es algo que debemos hacer por nosotros mismos.