Tras el fallecimiento del Papa Francisco I y los preparativos para la celebración del cónclave, que iniciará el próximo 07 de mayo, los medios, tanto los mainstream como los alternativos, comenzaron a difundir, como igualmente pasó en 2005 tras la muerte de Juan Pablo II o en 2013 ante la renuncia de Benedicto XVI, una serie de noticias sensacionalistas, que giran en torno, o de las supuestas profecías sobre el último Papa y el fin del mundo, o bien, sobre las presuntas facciones políticas existentes al interior de "la Iglesia" (término bajo el que se identifica únicamente al clero) o de los Cardenales electores, como si trasladaran a la elección papal los mismos avatares y características propias de la elección de un Presidente de la República en EUA, México o cualquier otro país en el que exista un régimen presidencialista.
Comentemos un poco estos fenómenos:
Los Occidentales tenemos cierta fascinación por la idea del fin del mundo, o incluso, como a veces se dice: "un culto al colapso" según algunos comentaristas, por lo que siempre existe el miedo a que ocurra un cataclismo, un evento repentino, masivo y catastrófico, que destruya a la humanidad o a la civilización, incluso, la Historiografía Occidental, y hasta la Paleontología y la Geología igualmente han pretendido estructurar su estudio del pasado en torno a eventos catastróficos y súbitos que definen los cambios de épocas: se habla de la "Invasión de los (indefinidos) Pueblos del Mar" como la causa del final de la Edad de Bronce, la caída del Imperio Romano de Occidente se imagina como algo que ocurrió de un día para otro con hordas de miles de germanos saqueando, destruyendo y violando todo a su paso, el fin de la Edad Media se ilustra con la caída de Constantinopla, pese a que el Imperio Romano Oriental ya era un fantasma desde 1204 y en buena medida el asedio hecho por los turcos pasó como una nota al pie para la Europa Occidental, que temía más la eventual caída de Hungría, y es muy probable que acontecimientos así de específicos como la demolición del Muro de Berlín o el 11 de septiembre de 2001 pasen como el nuevo parteaguas.
Así, quién sabe si realmente con base científica, o con una interpretación mitológica, o apocalíptica, de la ciencia, al estudiar los estratos geológicos, se hable de extinciones masivas en el pasado provocadas por meteoritos, erupciones volcánicas colosales encadenadas o eras de hielo que semejan a aquella leyenda de la mitología indígena mesoamericana de los
"5 Soles", eras pasadas acabadas por inundaciones, huracanes, terremotos o incendios generalizados, mientras los astrónomos nos predicen el final definitivo del planeta con la conversión del sol en una gigante roja dentro de 5,000 millones de años y su posterior apagado hasta volverse una enana blanca.
En ese sentido, la muerte del romano pontífice aparece naturalmente, como el cierre de una época, como lo es, de un pontificado, por lo que la gente, inspirada en esta superstición de espera del colapso, alimentada además por la cultura popular que, en los últimos años nos ha repetido una y otra vez la idea del apocalipsis zombi, en la que se repiten los mismos patrones (hay un grupo de sobrevivientes, que encuentran que los otros, en especial si son gente religiosa, heterosexual y anglosajona, son los verdaderos peligros antes que los zombis, quienes o son creados por un cuitlacoche asesino, los experimentos de una malvada empresa privada o un proyecto militar del imperialista y poco transparente gobierno de EUA, que se le salió de control, eso es lo de menos, por supuesto, los creadores de esta tan repetida historia al parecer son Marxistas y Wokes que siempre abordan la misma temática y con los mismos mensajes, sea en videojuegos, cine o series de TV).
Esta idea del colapso viene originado, en mucho, por la interpretación que hizo de la Historia San Agustín, en su obra
La Ciudad de Dios, partiendo de la propia estructura de las Sagradas Escrituras, que comienzan con el Génesis
, con la creación del mundo y el origen del pueblo Judío, para terminar en el Apocalipsis, una visión del Apóstol San Juan del fin de los tiempos, y quien aporta una concepción lineal-ascendente del tiempo, a diferencia de concebirlo cíclicamente, como los antiguos lo planteaban, de ahí la teoría de los ciclos de cambio de formas de gobierno de Polibio de buenas a malas y de regreso y que continúa siendo base de la
forma en que, en Oriente, se ve la Historia.
Sabemos bien que en la Teología existen los llamados
Novísimos, estudiados por la rama de la
Escatología, entre las que está, por supuesto, el estudio del Final de los Tiempos, mismos que fueran anunciados por el propio Jesús y también, en el contenido del Apocalipsis de San Juan, también, en algunos libros del Antiguo Testamento, como el del Profeta Daniel, se contienen algunos de estos vaticinios, sin embargo, cuando se habla de que el próximo Obispo de Roma será el último, cada vez que fallece uno, se alude a autores o fuentes que ni siquiera cuentan como revelaciones privadas, tal es el caso de Nostradamus, de San Malaquías o del propio Juan XXIII, cuando no, se pretende señalar a las apariciones marianas, en especial a Fátima o La Salette, como fuentes; aún así, en ninguna se habla de que
el último Papa será de raza negra, lo que, a mi parecer, es algo incluso racista: ¿porqué tendría que ser alguien del África Subsahariana un signo ominoso? Ya en los 90, la película
Deep Impact, acerca del choque de un meteoro similar al que, se teoriza, fue causa de la extinción masiva de los dinosaurios a fines del periodo Cretácico, se jugó con que un Presidente de EUA, interpretado por el gran Morgan Freeman, era señal del evento catastrófico; pese a que pocos años después, Barry Soetoro/Barack Obama llegó al cargo y a pesar de que causó desastres por todos lados, (por sus actos, no por el color de su piel) no pasó nada que llevase a la extinción de la humanidad.
En el Evangelio, Cristo dice que sólo el Padre Eterno sabe el día y hora del fin, pero que habríamos de leer los signos de los tiempos; si bien vivimos tiempos convulsos, no lo son más que los que apreciaron los habitantes del Imperio Romano a inicios del siglo V, o en la Europa de 1453, y quizá menos de lo que percibieron los indígenas mesoamericanos a partir de 1519 tras el desembarco de Hernán Cortés, y aún en todos esos casos, como el actual, no se trató de un acontecimiento repentino y demoledor que marcó de inmediato un antes y después --pareciera que muchos piensan que en la noche del día en que Rómulo Augusto entregase sus insignias a Odoacro, todos se acostaron vistiendo túnica y toga, y despertaron vistiendo mallas, camisa, jubón y sombrero emplumado al estilo Robin Hood, ya en la Edad Media-- cuando en realidad, fue un largo proceso de lentas transformaciones políticas, sociales, demográficas y culturales que había arrancado desde el reinado de Marco Aurelio.
Hoy en día, estamos en un mundo en constante transformación: la baja natalidad de los europeos y la inmigración masiva de África y Medio Oriente están transformando --aunque no nos guste-- la faz del Viejo Continente y dará lugar a un nuevo mundo. Lo que vemos que ocurre en México, Argentina, Estados Unidos y otros países, con el ascenso de líderes carismáticos y autoritarios, es parte del proceso de cambios del sistema político del Estado Liberal de Derecho, basado en la Democracia, a algo nuevo que todavía está lejos de cuajar y adoptar rasgos definidos. El ascenso de China, la Rusia resurgente y el quiebre del orden construido tras la Segunda Guerra Mundial basado en el Derecho Internacional, que ahora permite a potencias como la India y Pakistán, o Israel lanzarse o amenazar con la guerra total por defender su existencia o sus intereses, la reaparición de la Piratería como instrumento de las potencias para hacer la guerra de modo indirecto, como lo hicieron Inglaterra, Holanda y España en el Caribe del siglo XVII hoy en el Golfo Pérsico con los Hutíes yemenitas contra Israel o EUA, de parte de Irán, todo eso nos abre un panorama incierto, pero fascinante en que vemos a la Historia actuando ante nuestros ojos, dibujando un futuro que será muy distinto al que hemos conocido hasta ahora.
Ante todo eso, debemos recordar que la Iglesia lleva existiendo 2,000 años, y ha visto las convulsiones del pasado que hemos resumido aquí. La promesa de Jesús:
"Las Puertas del Infierno no prevalecerán ante ella," o aquella
visión de San Juan Bosco en que la vio como una barca que, en medio de la tormenta, se mantiene a flote; así, ante el panorama actual podemos estar seguros, confiando en la promesa del mismo Dios, que el electo a partir del próximo 07 de mayo, será el adecuado para confrontar el oleaje. Como lo planteábamos en el post anterior, Francisco I respondió a una generación y a una realidad que ahora, se desvanece. Cumplió un papel en el tiempo que le tocó, como en el pasado le tocara a Alejandro VI o Julio II durante el Renacimiento, en una época de descubrimientos, expansiones y revoluciones científicas y tecnológicas, --en buena parte, justo como la nuestra-- y fueron polémicos al ser hijos de su tiempo y lugar. Hoy, en las congregaciones preparatorias del cónclave, los Cardenales
se han manifestado críticos con la obra del pontífice argentino en sus puntos polémicos y parecen alcanzar un consenso hacia una vía más conservadora, tradicional, que brinde certezas y que la gente, en medio de la tormenta que azota al mundo, pueda asirse a los maderos de la barca de San Pedro sabiendo que no podrá hundirse.
En ese sentido, creo que el próximo pontificado irá acorde con los signos de los tiempos que vienen, creo que será alguien que procurará dar más certezas en vez del indeciso y cambiante papado de Bergoglio, quien, me da la impresión, quedó en buena parte pasmado al verse elevado al solio pontificio y se dedicó a capotear los problemas antes que enfrentarlos, procurando quedar bien con todos, para al final no quedar bien con nadie. Oremos por el cónclave y el próximo Papa, no cometamos el error de no haber rezado por el pontífice sudamericano cuando incluso, nos suplicó hacerlo, y en muchos casos, ignoramos su petición de ayuda porque no era lo que nosotros esperábamos que fuera, ignorando que si ocupó la cátedra petrina fue porque Dios así lo quiso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario