En 2024, sobre todo en su segundo semestre, hemos sido testigos, como lo apuntábamos en los últimos posts, de una serie de crisis políticas en países occidentales o de aquellos sometidos a su esfera de influencia, como ha sido el caso de Corea del Sur, casos en que se pone en riesgo, sino es que se ha iniciado en ellos el proceso de disolución del Estado Liberal Democrático de Derecho, destacando los casos de Alemania o de Francia, sumidos en crisis política y económica; pero sobre todo, es de señalarse el caso de Canadá, país que se encuentra en un proceso claro de implosión, y todo a raíz de unas declaraciones explosivas del Presidente electo de EUA: Donlad Trump, relativos a la implantación de aranceles del 25% sobre las exportaciones del país de la hoja de maple a su vecino del sur.
La realidad, no es que Trump haya provocado la demolición de Canadá, probablemente, su intención sea destruir a la figura de Justin Trudeau y lograr su dimisión como Primer Ministro del reino del extremo norte de nuestro continente, finalmente, el Ministro canadiense representa la antítesis de su postura ideológica; el presunto hijo ilegítimo de Fidel Castro es uno de los abanderados más acérrimos de la ideología woke, un apóstol de la Socialdemocracia y un consentido de las élites financieras y tecnológicas que le han promovido desde el Foro de Davos. Probablemente, lo que busca el neoyorkino es que, derribado el debilitado Liberal, ascienda a la jefatura del Gobierno de Ottawa el conservador Pierre Poilievre, quien interesada --y también servilmente,-- ha tratado de imitar y coincidir con las posturas ideológicas del reelegido mandatario estadounidense, en un desesperado intento de encontrar la salvación para su país, que se encuentra padeciendo una severa crisis, larvada durante muchos años y que ha terminado de explotarle en las manos al joven político reconocido como hijo del anterior Ministro Pierre Elliot Trudeau.
En descargo de Justin Trudeau, hay que señalar que Canadá ha sido una bomba de tiempo que ha seguido, sin querer, los mismos pasos que condujeron a Argentina a convertirse en el país de las eternas crisis económicas. También, lo que se ha revelado en los últimos años, es la emblemática hipocresía anglosajona que busca ocultar los problemas y defectos debajo de la alfombra antes de resolverlos, a fin de no perder la imagen de haber logrado el éxito por su superioridad racial o religiosa --no importa que en Canadá la mayoría de la población cristiana sea de credo católico, ya que por la influencia británica hay un inevitable espíritu protestante en la mentalidad-- en contraste del subdesarrollo de la América Hispana y la aniquilación de la Francesa, absorbida por los anglosajones tras la Guerra de los Siete Años, la venta de Louisiana por Napoleón a EUA y el infierno terrenal que es Haití.
Así, Canadá desde su independencia del Imperio Británico en 1922, lograda por la vía pacífica en que se constituyó como un Dominio, esto es, una posesión personal del monarca británico, pero ajeno totalmente a las instituciones del gobierno inglés, ya que cuenta con su propio Poder Legislativo: un Congreso bicameral con una Cámara de los Comunes y un Senado, un Poder Ejecutivo, con un Gabinete Ministerial presidido por un Primer Ministro, emanado de dicho parlamento, y un Poder Judicial propio, pero que únicamente coincide con la isla europea en contar con el mismo Jefe de Estado, la misma persona que ocupa el trono inglés, ocupa el trono canadiense al mismo tiempo, por lo que Carlos III es Rey de Canadá, y por ello, su Consejo Privado, órgano que asesora en materia jurídica y política al monarca, viene a ser también la última instancia, por encima de la Suprema Corte Canadiense, que dirime conflictos en el país norteño.
Canadá nació así a la vida independiente poseyendo la segunda extensión territorial del mundo después de Rusia, repleto de recursos naturales, en los que destaca el agua potable, el petróleo y el gas natural, metales preciosos y minerales industriales, así como amplios recursos silvícolas y suelos fértiles para la agricultura y la ganadería, con el problema de contar con un clima tan extremo como el siberiano, lo cual ha condicionado un pobre crecimiento demográfico, por lo que Canadá, cuenta, al día de hoy, con apenas 47 millones de habitantes, una población similar a la argentina, amontonada en su mayoría en la frontera sureste del país con Estados Unidos, en particular en la Provincia de Ontario, porque a fin de facilitar la administración de tan inmenso territorio, se adoptó un modelo federal imitado de EUA pero con regímenes parlamentarios locales, en los que existen diez Provincias autónomas y tres territorios federales administrados directamente desde Ottawa.
Al igual que los habitantes del extremo sur del continente, los canadienses habían conocido una larga etapa de bonanza económica y prosperidad basada en la industria primaria: agricultura, ganadería y minería, su industrialización no es realmente plena y se hace con tecnología importada, principalmente, del vecino del sur. La economía además, se hizo monodependiente del intercambio con éste, y los desarrollos de industrias tecnológicas propias han sido éxitos efímeros, o como decimos en México: llamaradas de petate, recordemos cómo hace 15 años se desató la fiebre por los teléfonos celulares de la marca Blackberry, de los primeros "teléfonos inteligentes" con pleno acceso a Internet y aplicaciones o programas de cómputo, y un teclado completo, físico, para escribir textos largos o complejos en el aparato, desarrollados por la empresa canadiense Research in Motion, misma que, pese al éxito inicial, fracasó a los pocos años, sin poder competir ni con el Iphone de Apple, ni con los teléfonos del sistema Android, terminando de ser sepultados por marcas chinas como Huawei, misma que luego fue vetada acusada de espionaje y encarcelando con esos cargos a una de sus ejecutivas.
Pero además, igual que los argentinos, y ante una baja población, misma que, ante el horrible clima y la falta de diversidad en oportunidades de desarrollo, migra hacia EUA o Inglaterra, y hasta a México, los gobiernos canadienses estimularon la inmigración de forma descontrolada durante muchos años, atiborrándose de gente desesperada proveniente de la India, Asia Oriental o el Medio Oriente dispuesta a soportar temperaturas de -50 grados Celsius con tal de acceder a un mejor nivel de vida y posibilidades de prosperar en lo que sea. Para ello, además, las sucesivas administraciones crearon un "Estado del Bienestar" de manual, el sueño húmedo de Keynes y Lassalle, en el que el Estado subvenciona todo: salud, vivienda, educación, subsidios a la agricultura, a la industria, al desempleo, etc., a lo que Trudeau agregó asistencia al suicidio, al aborto, a los colectivos LGTBQ, a los inmigrantes recién llegados, y otros muchos más, con lo que el gasto público se elevó a niveles estratosféricos, junto con el mantenimiento de una burocracia inmensa para el tamaño de la población, todo sosteniéndose ya no solamente de los ingresos fiscales producto de altas tasas impositivas, sino también de deuda, fundamentalmente contratada, cómo no, con instituciones del vecino del sur.
Alguna vez, yo platiqué con un profesor canadiense, que impartía clases de Inglés en la misma Universidad que yo, aquí en México, y él me comentaba que el que se clasificara a Canadá como "País Desarrollado" era una ilusión, él me comentaba que en realidad su país estaba "en vías de desarrollo" como México, solo que un poco más adelantado. Él me decía que la situación en la sociedad y economía mexicanas en aquel entonces (aquella plática fue alrededor del 2008) era similar en muchos aspectos a la que había presentado su país en los años 60. Claro, Canadá era presentado en aquella primera década del 2000 como un ejemplo: la gente se saludaba por las calles, salía de su casa y podía dejar la puerta abierta o sin seguro y nadie se metía a robar, el servicio médico gratuito y de alta calidad; es decir, Canadá era casi casi presentada como el logro final de la Utopía, la sociedad casi perfecta, armoniosa y próspera, así que yo subestimé las palabras del buen profesor Douglas quien negaba esa imagen idílica.
En recientes años, muchos de aquellos inmigrantes, contando incluso sólo con visa de turista, adquirieron inmuebles, acaparando el mercado, en lo que evidentemente era estrategia de inmobiliarias chinas e hindúes, y aún consorcios agropecuarios de aquellos gigantes asiáticos, ocasionando un aumento en los precios de la vivienda y generando una crisis que ni los subsidios gubernamentales pudieron paliar, igualmente, se vino generando una inflación desbocada, que recuerda mucho a cómo empezó el problema en Argentina, mientras que la Pandemia mostró las tendencias autoritarias y dictatoriales de Trudeau, recordando cómo cubrimos aquí la represión a las manifestaciones de transportistas y el decomiso de sus cuentas bancarias. Las medidas restrictivas impuestas durante los años 2020 y 2021 precipitaron a la quiebra a numerosos negocios y empresas, y la economía canadiense quedó torpedeada en su línea de flotación, sin poderse recuperar hasta la fecha.
Y así, al final, el tinglado ya no aguantó más: como Napoleón profetizara, no por inspiración del Espíritu Santo o la posesión de algún don sobrenatural, sino por su perspicacia e inteligencia política: el dragón chino despertó y ha puesto de cabeza al mundo, y junto a él, el oso ruso igualmente curó sus heridas y ha salido de su cueva buscando reconstruir su imperio perdido. Como consecuencia, un Occidente jactancioso y que se había echado a dormir en sus laureles no estaba preparado para el sismo que significaría el renacer de ambos gigantes. China ha inundado los mercados globales con sus productos, con los que las industrias europeas no pueden competir, y abriendo un mercado en el que Canadá no puede evitar vender sus materias primas ni evitar la entrada de sus productos, pero que ahora, EUA, con Trump, aparece como esposa o novia celosa que desea obligar a sus vecinos y socios: México y Canadá, a un matrimonio monógamo con él y que además, a la primera que volteen a ver a la atractiva chica asiática, recibirán un severo castigo.
La reacción de Trudeau, miembros de su administración, y aún del Premier o Gobernador de la Provincia de Ontario, resultó ser patética, infantil y hasta hilarante, con una precipitada irrupción en una cena en el club del neoyorkino en Mar-a-Lago, Florida, sin invitación y siendo repetidamente humillado por el magnate, quien, medio en broma, medio en serio, ha hablado de la anexión de Canadá a EUA, y tratado abiertamente a Trudeau como "gobernador" del estado 51 de la Federación norteamericana, dada la total dependencia que tiene Canadá de Estados Unidos; pero además, ha revelado que el país de la hoja de maple está lejos de ser aquél paraíso terrenal del que se hablaba: la frontera terrestre más larga del mundo, sin vigilancia casi y despoblada, ha servido para la introducción de inmigrantes ilegales en el vecino del sur; la legalización de las drogas en varias ciudades de Canadá ha propiciado la producción a niveles industriales, de drogas sintéticas, como el fentanilo, sin ninguna dificultad, y su envío a EUA, algo que se había procurado ocultar, de ahí que, aunque el Gobernador Douglas Ford de Ontario diga que es insultante la comparación con México, es bastante acertada en realidad.
Los canadienses están abriendo los ojos y se están confrontando con la realidad de su país: que padece severos problemas estructurales o sistémicos que ponen en duda su viabilidad como ente soberano, con una economía en realidad subdesarrollada, que las ambiciones de parte de Estados Unidos por adueñarse de todo o parte de su territorio, existentes desde la Independencia y de la lucha contra el intento de reconquista británico de 1812 se mantienen, y que, en realidad, esa presunta igualdad de los Five Eyes junto a Reino Unido, Nueva Zelanda y Australia, no existe, sino que son vistos como subordinados e inferiores por gran número de gringos a los que Trump representa.
Trudeau está en la cuerda floja, su administración ha sido un desastre para Canadá, probablemente, sí sea hijo de Fidel Castro; después de todo, ha demostrado tener el mismo espíritu tiránico y la "habilidad" para destruir en poco tiempo un sistema económico que, como fuera, funcionaba, al igual que el dictador caribeño, es un sujeto además, cobarde, frívolo y con evidentes problemas personales, quizá provocados por las dudas sobre su origen, además de que haber sido oficialmente hijo de un Primer Ministro anterior, tampoco le brindó la preparación para el cargo: vivió toda su vida como un júnior, dedicado a ser profesor de teatro en Preparatorias, e incluso intentó alguna vez convertirse en boxeador profesional. La gente está harta de él, los diputados en el Parlamento piden su cabeza, lo sostienen los inmigrantes de la etnia Sikh de la India, que encabezan un partido político y que ven en él un apoyo a su separatismo, lo que ha llevado a tensiones fuertes con Nueva Delhi, a la vez que sus estómagos agradecen las subvenciones generosamente aportadas. Le renunció la Viceprimer Ministro Chrystia Freeland, encargada también de la cartera de Finanzas, infame descendiente por vía materna de colaboracionistas ucranianos con la Alemania Nazi y artífice del vergonzoso homenaje en la cámara a un criminal de guerra ucraniano.
Lo lamentable es que Poilievre no representará una mejora para el pueblo canadiense, sino que de su discurso se desprende una voluntad de someterse a los designios de Trump y somenter a Canadá a la servidumbre del poderoso vecino sureño. Francamente, y como se puede ver en varios vídeos, crecen las dudas de que el país pueda mantenerse en el futuro como un Estado Soberano. Y es que todos los países americanos, lo he dicho aquí, somos fruto de una serie de experimentos sobre la aplicación de las teorías de la Ilustración, empezando por EUA, aunque Canadá posiblemente sea el experimento más completo de todos, el Estado más sintético jamás imaginado, sin pasado, y por lo visto, también sin futuro.
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