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5 de agosto de 2024

IRÁN, ¿TIGRE DE PAPEL O POTENCIA REAL?

 Irán-Israel, ¿guerra en veinticuatro horas?

Irán, desde el siglo VI a.C. ha sido una de las potencias definitorias del Medio Oriente y ha estado siempre en la búsqueda de la hegemonía. ya anteriormente, en este blog, he descrito el contexto geográfico e histórico que explica porqué la potencia persa tiene ese lugar tan preeminente y estratégico, y cómo desde la Revolución Islámica de 1979 ha buscado recuperar un rol en el concierto, ahora mundial, que le permita tener parte en la configuración, para beneficio de sus intereses nacionales, del Medio Oriente, donde ha construido una red de milicias, partidos políticos y gobiernos aliados o títeres, con los que ejerce su influencia sobre sus vecinos, en particular, sobre aquellos países que siempre han estado en su línea de expansión natural: Mesopotamia o Irak, Siria y Líbano. De esa manera, los iránios siempre han buscado acceder al Mediterráneo, y desde ahí, amenazar permanentemente a sus rivales regionales del mundo semita, (que hoy llamaríamos árabe-sunnita) y a Europa misma.

Más allá del odio religioso o la intolerancia de los clérigos chiítas, que pueden ser sólo el pretexto para mover a las masas fanáticas islamistas, la oposición a Israel se explica porque el Estado Judío rompe con esa expansión propia seguida por los Persas desde los tiempos de Ciro, Darío, Cambises o Jerjes; en tiempos bíblicos, los Judíos habían sido desterrados por Nabucodonosor a Babilonia y, dentro de la política de multuiculturalismo como le diríamos ahora, que le permitía a los reyes persas gozar de la lealtad de todo el conglomerado de tribus, etnias y credos sobre los que ejercían un dominio originado en la fuerza militar a la que había que sustituir por una dócil aceptación de su supremacía, mucho más barata de mantener, y qué mejor que permitiendo ciertas libertades y autonomía a los hebreos, entonces gobernados por Zorobabel, Esdras y Nehemías, conformando un Estado cliente del régimen Aqueménida que les devolvía a su territorio original.

Pero el Israel moderno es un Estado Soberano por propio derecho y dotado de fortaleza militar, económica y tecnológica, con una estructura, instituciones y mentalidad mucho más avanzadas que las de los persas. Constituye un rival por el predominio en la zona y un competidor que cuenta, --o contaba-- con el apoyo irrestricto de Occidente y, principalmente, de EUA, el hegemón de turno. Así, el sueño del régimen de Teherán de constituir una nueva hegemonía persa sobre el Medio Oriente topa con un Estado Judío que puede imponer su predominio en el área por sí mismo pese a su pequeñez, tal y como lo ha demostrado en la Guerra de Independencia de 1948-49, la Guerra de los Seis Días de 1967 y la Guerra del Yom Kippur en 1973, luchando contra varios enemigos, mucho más grandes y teóricamente más fuertes que él al mismo tiempo.

Esto ha llevado que los iraníes, libres de la guerra con Irak alentada por EUA, cuando Saddam Hussein era aliado de Washington con la misión de obstaculizar el desarrollo y presionar para el cambio de régimen en el país persa que les impedía el acceso a sus recursos petroleros, se embarcaron en una carrera armamentística por el desarrollo de equipamientos de alta tecnología: guerra electrónica, con el desarrollo de virus informáticos, y también drones, aviones y misiles, y a partir del año 2000, el desarrollo de armas nucleares. Igualmente, Teherán buscó acercarse a sus antiguos enemigos regionales: Rusia, Turquía y, finalmente, con la mediación china, a Arabia, llegando a una especie de tregua y alianza entre las facciones yemeníes apoyadas por ambas potencias islámicas con tal de unirlas en contra de Israel, con los Hutíes chiítas al frente encabezando sus operaciones de piratería en el Mar Rojo.

Así, Irán, más que por una genuina preocupación por el pueblo llamado Palestino, --quienes son musulmanes sunnitas y cristianos en su mayoría, y por tanto, opuestos al chiísmo pérsico-- pretende erigirse como el líder del llamado Eje de la Resistencia contra la entidad sionista, a la que no reconoce como Estado Soberano, y al efecto impulsa y financia a milicias como Hamas o Hezbollah, es porque busca eliminar a un peligroso rival que es, efectivamente, una cabeza de puente de Occidente en el Medio Oriente, como es Israel, y de paso, dejar detrás a Turquía, a Arabia y a Egipto, quienes han, hasta ahora, seguido una política de coexistencia con el Estado Judío, en aras de reconstituir el predominio persa en la región, perdido desde la derrota frente al Emperador Romano Oriental Heraclio, en el siglo VII d.C. y la posterior conquista por los árabes y su conversión a la fe Mahometana.

Sin embargo, ¿realmente tiene Irán con qué reconstruir su poder imperial? La verdad es que Israel, en los últimos meses, ha dejado entrever que los persas pueden ser como un gallo de pelea fanfarrón, que cacarea su agresividad y esponja sus plumas, pero que enfrente, tiene a un casuario en Tel-Aviv que de una simple patada lo puede reventar. 

Sin ir más lejos: Israel voló un anexo de la embajada iraní en Damasco desde donde se planeaban operaciones de las milicias anti-judías; Irán contestó con una serie de ataques aéreos que, ridículamente, avisó, casi caballerosamente, a sus enemigos israelitas, para que previamente tuvieran precauciones, además de que, aunque saturaron las defensas de la Cúpula de Hierro, la realidad resultó que sus misiles y drones fueron lentos, imprecisos y fáciles de derribar, siendo los daños mínimos. Por su parte, Israel contestó igualmente con unos ataques aéreos, que igualmente, devolviendo la cortesía, avisó que iba a hacer, resultando igualmente leves los daños en suelo persa, aunque fueron mucho más difíciles de eliminar y se dirigieron con precisión matemática a sus blancos. Es decir, ambos bandos parecieron querer mostrarle al otro lo que tenían y medirse uno al otro para saber su verdadera fuerza.

Posteriormente, se dio la sospechosa muerte del Presidente Ebrahim Raizi en un muy casual accidente de helicóptero, por supuesto, la versión oficial es que se trató de una falla mecánica en el aparato, achacando a las sanciones estadounidenses contra el régimen la falta de refacciones para el mismo, pues ¿cómo quedaría el régimen de admitir que los servicios secretos judíos, el Mossad, puedan infiltrarse en Irán y realizar operaciones de sabotaje? ¿Qué seguridad pueden garantizar a sus nacionales de ataques externos?

Pero el punto culminante es el ataque que llevó a la muerte al líder de la moribunda organización terrorista Hamas, Ismail Haniyeh, justo el día de toma de posesión del Presidente recientemente electo de la República Islámica: Masoud Pezeshkian. El mensaje no podía ser más claro, si pudieron llegar al líder palestino, también podían, de haberlo querido, eliminar al nuevo Jefe de Gobierno iraní, o incluso, ¿porqué no?, acabar con el viejo Ayatollah Alí Khamenei, líder supremo religioso y Jefe del Estado Persa.

Ante esto, nuevamente, Khamenei salió con su retórica grandilocuente y retadora de amenazar con una respuesta feroz al Estado Judío y enarbolar la "bandera roja de la venganza", y advertir que preparará un ataque sin precedentes. Es cierto que a los persas no se les puede tomar a la ligera, y para muestra, está el escritor hindú Salman Rushdie, que aunque la condena a muerte que le fuera decretada por su burla al Islam contenida en su obra Versos Satánicos en 1989 por Khomeini parecía ya olvidada, fue hace no mucho víctima de un ataque en Nueva York por parte de un partidario del régimen chiíta iraní, que se saldó con la pérdida de uno de sus ojos; así que es probable que sí se de un ataque, ya sea de parte de los Hutíes, de Hezbollah, de lo que queda de Hamas o cualquier otro de sus movimientos satélite, en contra de Israel; sin embargo, creo que ha quedado demostrado que la República Islámica no cuenta con los medios tácticos, tecnológicos y armamentísticos necesarios para provocar un daño verdadero al Estado Judío, mientras éste sí puede lograr la eliminación de sus líderes en cualquier momento.

Para Irán, o más bien para los integrantes del régimen imperante desde 1979, su propia agresión hacia Israel puede volverse en su contra y convertirse en su derrumbe al demostrar su incapacidad para lograr sus metas y su inferioridad real; sus hasta ahora aliados en la zona: Arabia o Turquía, probablemente no acudan a ayudarles, pues en el fondo, son sus enemigos seculares, y desearían sacarlo del juego por el predominio del Mundo Islámico, que además, es de inmensa mayoría sunnita y no chií, y tampoco China o Rusia se arriesgarían a "quemarse" enemistándose con Israel al acudir a defender a los, en realidad, débiles persas, sería un error equivalente al de Hitler al ayudar a Mussolini en los Balcanes y África.

Entre tanto, estamos en un tenso compás de espera, veamos que ocurre en estos días.

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