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21 de junio de 2011

SIRIA, TIERRA ESTRATEGICA

La fotografía es del Krak de los Caballeros, considerado el mejor castillo jamás construido o un ejemplo perfecto de la arquitectura militar europea en la Edad Media, se encuentra dominando un entorno de verdes colinas, y en su apogeo, hacia los siglos XII y XIII, podía albergar una guarnición de más de 2,000 hombres, siendo prácticamente inexpugnable, gracias a sus tres anillos de fortificaciones, túneles y trampas, pero lo más curioso es que ese castillo y ese paisaje no se encuentran en Europa, sino en Asia, y más precisamente, en Siria.

El que los caballeros cruzados pertenecientes a la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén, Rodas y Malta, (hoy concidos solamente como "Orden de Malta" y dedicados únicamente a labores humanitarias y honoríficas) provenientes del Reino de Jerusalén y del Principado de Antioquía en el siglo XII hayan construido esta impresionante fortaleza muestra la importancia que el control del territorio sirio ha tenido a lo largo de la Historia y las duras luchas por mantenerla bajo control.

Siria es probablemente, una de las naciones más antiguas de la Tierra, la capital, Damasco, tiene evidencias de estar habitada desde el Neolítico y el desarrollo de la agricultura. Geográficamente, está conformado por una región que se extiende al este de los montes Líbano, y que se encuentra irrigada tanto por el río Orontes como por el nacimiento y curso alto del Eufrates, lo que hace que gran parte de su territorio sea muy fértil y dotado de clima mediterráneo, comparable al sur de España o a Grecia, aunque hay partes desérticas también. Su población está conformada por la etnia Aramea, que en la antigüedad fuera seminómada y diseminó su lengua por todo el Medio Oriente, siendo la lengua más hablada, como nativa, en los tiempos de Cristo en toda la región y ya desde antes, a grado tal que fue lengua oficial de los Imperios Asirio y Persa y compitió con el Griego en los tiempos helenísticos. Sin embargo, al igual que lo ocurrido en Egipto, Mesopotamia y Norte de Africa, con la llegada del Islam cedió su lugar al Arabe, su lengua hermana, a grado tal de que ahora el Arameo sobrevive apenas como lengua litúrgica de los Cristianos Sirios y en pequeños  poblados en las zonas montañosas del centro del país; entre los Judíos que no salieron de la "Tierra Prometida" tras la diáspora, se siguió hablando, hasta que la resurrección del Hebreo (otra lengua estrechamente emparentada) con el renacimiento de Israel en 1948 motivó que hoy se encuentre prácticamente condenado a la extinción.

Siria empezó estructurada en innumerables tribus seminómadas de los Arameos, dedicados a la agricultura, la ganadería y el comercio, aprovechando la posición del país: al oeste, se encontraba Fenicia, tras los montes Líbano, y el acceso al Mediterráneo, al este: Mesopotamia y el curso del Eufrates, vía natural para llegar a los reinos mesopotámicos; al sur, los Cananeos y sus pequeños y conflictivos reinos eran también un buen mercado, al norte, el Asia Menor y el Imperio Hitita era también un vínculo importante, por lo que pronto, la riqueza empezó a fluir hacia Siria.

Los Imperios antiguos se dieron cuenta de la importancia de la región y empezaron las disputas por ella: Egipcios e Hititas combatieron en las llanuras cercanas al poblado de Qadesh la primera gran batalla de la que se tiene registros, misma que terminó en un virtual empate y llevó a la firma del primer tratado internacional que se conserva por escrito. Después de estos hechos y tras la decadencia del Imperio Nuevo Egipcio, y también del derrumbe del Imperio Hitita, (un pueblo al parecer de origen germánico) Siria quedó unificada bajo el mandato de los reyes de Damasco, por momentos tuvo una gran participación en la política regional, siendo marcada su rivalidad con otras pequeñas potencias de la zona, como el Israel unificado de David y Salomón, el Israel o Reino del Norte tras el cisma de las 10 tribus, asì como Edom y Amón, mismos que se encontraban en la actual Jordania. Al igual que todos estos pueblos, Siria fue conquistada por los Asirios y los Babilonios, y posteriormente por los Persas.

La condición de cruce de caminos hizo de los Sirios tremendamente cosmopolitas, y esto se reflejó más tras las conquistas de Alejandro Magno y la Epoca Helenística: Seleuco, uno de los amigos del joven rey Macedonio, tras su muerte se adueñó de la mayor parte de su Imperio, que iba desde las costas del Mediterráneo Oriental hasta Afganistán y el Norte de la India, y si bien al principio se estableció en Babilonia, después, comprendiendo la importancia estratégica del territorio sirio, se mudó a éste, fundando ciudades como Seleucia y Antioquía, que fueron capitales construidas según el modelo griego y que se volvieron focos culturales, económicos y políticos del mundo helenizado, igualmente, el reino de los Seleúcidas se denominó "Reino de Siria" y fue, probablemente, la mayor potencia de la época.

Sin embargo, a partir del siglo III a.C. las tensiones étnicas dentro del inmenso imperio sirio-seleúcida llevaron a su lento desmembramiento: en Asia Menor surgieron nuevos reinos de origen griego: el Ponto o Pérgamo, por ejemplo, en el extremo oriente del reino, Bactriana y Sogdiana se convirtieron en los exóticos y poco conocidos reinos indo-griegos, mientras la India, unificada por los Maurya se convertía también en una potencia poderosa que arrebató provincias a los helenos de los seleúcidas.En el siglo II a.C., una tribu iránia, los Partos Arsácidas lograron la independencia de la mayor parte del Imperio, resucitando en cierta forma al Imperio Persa; esta dinastía se mantendría en el poder hasta el siglo III d.C., en que los Persas Sasánidas los derrocarían; los Macabeos, por su parte, lanzarían la guerra por la recuperación de la independencia de Israel, que había pasado de los Persas a los Ptolomeos egipcios, y de estos a los Seleúcidas, finalmente, y con el apoyo de una Roma cada vez más poderosa, fundaron la dinastía de los Hasmoneos, que gobernaron hasta la conquista romana, a fines del siglo I a.C., siendo sustituídos por los Herodianos impuestos por Roma. Así, el reino Seleúcida quedó reducido a la Siria propiamente dicha.

Cuando Roma conquistó definitivamente Siria en el siglo I a.C. con la extinción de los Seleúcidas, se convirtió en una provincia del Imperio, aún así, muy importante por su cercanía con el Imperio Parto y porque de ella partían las legiones que controlaban las rutas con Egipto, granero del Imperio, con la volátil Judea y el Asia Menor; además, fue fuente de las influencias orientales que a partir del siglo III empezaron a sentirse con fuerza en el Imperio Romano: basta citar al emperador Vario Avito Bassiano Severo Heliogábalo Augusto, quien recibió ese cog-nomen por ser sumo sacerdote del dios solar sirio El-Gabal, cargo heredado de su abuelo materno (recordemos que en la Dinastía de los Severo, romanos del Norte de Africa, las mujeres pertenecían a una familia sacerdotal siria) y ser nativo de Emesa, ciudad donde ese númen recibía culto, siendo su ídolo un meteorito negro, de unos 2 metros de alto de forma cónica y que incluso fue llevado a Roma, donde se le edificó un templo. Si bien el gobierno de Heliogábalo fue pésimo, pues el propio monarca era un niño mimado y un sibarita cuya mayor preocupación eran los placeres a costa del erario, terminando por ser asesinado dejando el trono en manos de su primo, Severo Alejandro I, un gobernante capaz, su gobierno representó la llegada de las influencias culturales y del cosmopolitismo sirio a Roma, particularmente, fue el primer emperador en proponer una unificación religiosa, en este caso, bajo el culto al meteorito cuyo nombre ostentaba, pero sentò un precedente que después seguiría Aureliano, que propuso igualmente un culto solar, popular entre los guerreros y finalmente tendría éxito con Constantino y Teodosio con el Cristianismo.

Precisamente, tras la Dinastía de los Severo vendría un primer momento de que la helenizada y a la vez semítica Siria se reivindicaría, volviendo a ser el centro de un Imperio que, aunque efímero, llegó a ser una amenaza clara para la permanencia del Imperio Romano, tal fue el caso del Imperio de Palmira, dirigido por Zenobia, esposa del Gobernador de Siria que, ante el desmoronamiento del poder imperial enmedio de las guerras entre generales, senadores y pretendientes de todo tipo por el trono, más las invasiones de pueblos germánicos, decretó la separación de una gran parte del oriente de los dominios romanos respecto al centro:  Siria, Palestina, Egipto y la Libia Cireniaca pasaron a manos de la poderosa mujer que proclamada reina gobernaba en nombre de su hijo. Aureliano no perdió el tiempo, y tras derrotar a Tétrico, que también intentó separar las Galias y Britania del Imperio, se lanzó contra Palmira, derrotó a las tropas de Zenobia y arrasó a la próspera ciudad comercial, cuyas ruinas aún hoy son impresionantes.

Durante el resto del dominio romano, Siria fue uno de los principales focos de difusión del Cristianismo, así como del desarrollo de la vida monástica, también, Damasco siguió siendo un punto destacado en el pensamiento y el conocimiento: uno de los arquitectos responsables de la construcción de la Basílica de Santa Sofía en Constantinopla era un sirio helenizado, la jurisprudencia encontró en la misma ciudad a grandes exponentes, lo mismo que la Filosofía y la Teología, pero entonces, apareció el Islam.


Siria se convirtió en centro de los imperios musulmanes: Damasco fue la primera capital del Mundo Islámico con los Omeyas y posteriormente siguió siendo una de las principales ciudades del Islam.El antiguo emplazamiento del templo de Zeus en la época helenística y de la catedral en la época romano-cristiana se volvió sede de la Gran Mezquita, la primer gran obra de la arquitectura musulmana y que podemos ver en la foto de arriba. Igualmente, Damasco fue una capital cultural y de desarrollo de la Sahari'a o Derecho islámico, con Saladino y los Ayyubíes Damasco compartió la capitalidad con el Cairo, naciendo un fuerte sentido de unidad entre ambas naciones que después llevaría a Nasser a proyectar la unión de ambas en la República Arabe Unida, aunque fracasaría.

Pese a la dominación islámica, ha perdurado en Siria una importante minoría cristiana, que desgraciadamente en los últimos años ha ido decreciendo ante el creciente temor que general la inestabilidad política de la región, sobre todo tras la invasión norteamericana a Irak. Actualmente, se calcula que los cristianos son únicamente 850,000, cuando en los años sesenta llegaba hasta 2 millones, de ese número, 300,000 son católicos y el resto ortodoxos orientales, bajo el status de Dhimmi, pagando un impuesto especial, se dejó a los Cristianos profesar sus creencias, aunque sin hacer proselitismo, pero desarrollaron durante mucho tiempo la vida monacal y la literatura y arte religiosas. Hoy en día, se han convertido en aliados del cruel régimen de Assad, no por malevolencia, sino por que el régimen de esta familia ha sido tolerante y hasta protector con ellos, y existe la posibilidad de que la caída de la dictadura de un régimen laico y parte del mismo movimiento Baath que gobernó Irak bajo Saddam desde la caída de la Monarquía lleve al poder a los radicales de corte Sunnita, (mientras que Assad es parte de la poderosa minoría Chiíta, lo que le ha convertido en un aliado natural de Irán) pues muchas de las protestas que ahora han sido sangrientamente reprimidas se han gestado en las mezquitas y Madrasas o escuelas coránicas, lo que lleve a un clima de intolerancia contra los Cristianos, Judíos residentes, ya de por sí estrechamente vigilados por el régimen, dada la cercanía con Israel, Druzos y Kurdos tanto musulmanes como zoroastrianos y yezidistas que habitan en el norte del país, aunque Assad, recientemente ha tratado ganarse a éstos otorgándoles derechos políticos.

Siria perteneció al Imperio Otomano, y tras su derrumbe pasó a convertirse en un mandato francés. Los sirios, siempre tan cosmopolitas, adoptaron mucho del gusto y hábitos occidentales traídos por los galos, las elites empezaron incluso a buscar educarse en Europa y hubo una gran migración hacia el Viejo Continente, inundándose las universidades de estudiantes sirios. Tras la Segunda Guerra Mundial y el fin del sistema de mandatos, Siria surgió a la vida independiente en un mapa trazado artificialmente por las potencias occidentales y en el que aparecía, en 1948, el Estado de Israel.

Desde entonces, la rivalidad con Israel ha venido a definir el papel de Siria en la región: gobernada por regímenes militares que se han sucedido sin interrupción desde la Independencia, se ha convertido en uno de los principales poderes militares de Medio Oriente, incrementado por la alianza con la Unión Soviética, logró armar un ejército en apariencia temible; sin embargo, una y otra vez fue derrotado por Israel, en 1948, en 1967 en la Guerra de los 6 Días y en 1973 en la Guerra del Yom Kippur, donde incluso perdió territorio, como los Altos del Golán en manos de los judíos, pues la tecnología y el entrenamiento norteamericanos a las fuerzas israelíes se demuestran superiores a las rusas. Aunque el régimen, encabezado desde los años 70 por Hafez Al-Assad y desde el 2000 por su hijo Bashir, es de orientación laica y nacionalista, tomado del ejemplo turco y parte del movimiento panarabista Baath que también gobernó Irak, no ha dudado en apoyar a grupos radicales de inspiración religiosa, como Hamas y Hezbolá, con tal de fomentar el alzamiento Palestino en contra de Israel (aunque hipócrita e inhumanamente, no ha buscado integrar a aquellos en su sociedad, sino los mantiene en campos de refugiados, para seguir usándolos como moneda de cambio humanitaria y señalar las crueldades del Estado Judío) y asegurarse además el convertir a Líbano en un estado satélite, necesario para desde ahí atacar más directamente a Israel.

Hoy en día, sin embargo, quien más debe temer la caída de los Assad es Israel, si Siria queda en manos no de un régimen nacionalista y laico como el actual, sino de uno pan-islamista y religioso el panorama se complicará aún más, pues si hasta ahora había una tensa rivalidad con Siria que no llegaba a las armas desde 1973, un régimen más hostil todavía y reacio a negociar y a la diplomacia sería el principio de un cierre de puertas y de un verdadero sitio a Israel, que ha perdido en Egipto al primero de los regímenes árabes que reconoció su existencia y firmó la paz con él, y que ahora ha sido sucedido por un régimen pseudorrevolucionario, en realidad, continuador del anterior pero condescendiente con los grupos islamistas, que empieza a estrechar alianzas con los enemigos de los intereses occidentales en la zona.

Irán también está preocupado, pues la salida de Assad y la elite Chiíta del poder en Damasco reducirá su capacidad de influencia sobre los grupos radicales palestinos y libaneses, y mostrará la división islámica tradicional entre los dos bandos, el Chiíta y la potencia persa enfrentado al Sunnita de inspiración árabe y turca.

El  pronóstico es reservado, Siria ha sido y será cruce de caminos, y como decíamos de Pakistán, lo que en ella suceda será crucial para delinear lo que será el futuro del acontecer internacional.





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