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13 de noviembre de 2018

EL CASO KHASHOGGI


La Globalización, un proceso iniciado en Occidente, ha sin embargo, beneficiado a sus enemigos principales: China, Rusia y el Islam, principalmente, todos ellos han obtenido más del proceso mundialista que perdido, y dentro, por ejemplo, del mundo islámico, un indiscutible ganador ha sido Arabia, gobernada por la Casa de Saud y que aspira a convertirse en el Estado central o hegemónico de la civilización musulmana, como diría Samuel Huntington, cuando no, incluso, aspira a ocupar el trono califal, vacante desde 1923 con el derrocamiento de Mohamhed VI, último representante de la Casa de Othmán.

Aunque nominalmente el viejo Rey Salman bin Abdul-Azziz ibn Saud es el Jefe de la "Casa de los 3,000 príncipes", el poder en realidad lo ostenta ya su hijo y heredero, representante ya de una nueva generación dispuesta a tomar las riendas del país que es cuna del Profeta Mahoma y del Islam, terminando así la serie de hijos del primer Rey que se fue turnando el trono en orden de edad y de importancia de sus respectivas madres en el harem real. Mohamhed bin Salman ibn Saud, es hoy por hoy, quizá el líder islámico más poderoso y más peligroso para Occidente --aunque ahí compite de cerca con el Presidente turco Reccep Tayyip Erdogán-- tiene a su cargo no sólo el ser el heredero al trono, sino también, el ser el Ministro de Defensa y gobernante de facto del desértico y petrolizado reino.

Mientras en Occidente nos estamos suicidando de la mano de la Democracia y mil y una discusiones bizantinas, sea sobre aeropuertos, el género de Miss Universo, si un personaje animado es ofensivo para cierta etnia, si los animales tienen derechos, etc. los islámicos conocen, practican y aplican la política real, la lucha por el poder verdadero, saben que una civilización cuyas nuevas generaciones se sienten ofendidas por palabras, y cuyas instituciones básicas como la Iglesia Católica se autodemuelen  para no incomodar a la orgía de consumo, hedonismo y frivolidad que inunda nuestras calles desde Londres hasta Buenos Aires, ellos tienen todo para tomar el poder global por asalto; no en balde, el propio príncipe Mohamhed ha declarado que "Medio Oriente es la nueva Europa", una frase desafiante que recalca que ahora será, como lo fue en la antigüedad, que en la región del "creciente fértil" nuevamente se tomarán las decisiones vitales y trascendentes.

Los últimos monarcas árabes han sido muy inteligentes en planear el empoderamiento de su país: fue el rey Fahd, probablemente el más notable que ha generado la dinastía saudita hasta el momento, quien sentó las bases para convertir a su país en una potencia regional, aprovechando la coyuntura representada por la Guerra del Golfo en 1991; hasta ese momento, Arabia no era más que un país productor de hidrocarburos de relativa riqueza; a partir de esos acontecimientos, se convirtió en un país desarrollado, y con ella, sus vecinos Emiratos Árabes Unidos, Qatar y Bahrein. ¿Qué hizo Fahd? Estableció una alianza estratégica con EUA, permitiendo la instalación de bases militares en su territorio que sirvieron tanto para aplastar al régimen laico de Saddam Hussein como para amenazar y contener a Irán, con quien pronto nació la rivalidad, ya presente por la división entre Sunnitas y Chiítas. 

Pero no solamente abrió las puertas a los extranjeros, también logró que estos le abrieran las puertas a Arabia: el país, con altas ganancias petroleras, las comenzó a invertir tanto en Europa como en EUA, y eso hicieron también emiratíes o qataríes. Por esa razón, hasta los potentados más impulsores de las políticas globalistas, como un Bill Gates o un George Soros doblan las manos y hasta la cerviz ante el poderío económico súbito de las petromonarquías de Medio Oriente, quienes de esta manera se brincan ideologías de género, abortismos, legalización de drogas y demás, es más saben que ante la crisis demográfica que los países europeos sufren, pueden aportar inmigrantes que lograrán el sueño de la conquista e Europa y sometimiento o destrucción de la Cristiandad ante la Ummah, la comunidad de creyentes en el Islam.

Tras el 11 de septiembre de 2001, en vez de que Arabia fuese vetada por ser el origen de la mayoría de los atacantes, se colocó como el aliado más cercano de Washington en Medio Oriente en detrimento de Israel, que pronto se vio cuestionado y hecho a un lado por EUA por la cuestión palestina, llegando al extremo con Obama quien tuvo sucesivos desencuentros con el Estado Judío. Entre tanto, EUA armó a Arabia, que ahora cuenta con unas poderosas fuerzas armadas y una billetera llena con la que ha movilizado recursos para financiar movimientos islamistas radicales de inspiración wahabita-salafista en Medio Oriente, como el Estado Islámico o los rebeldes sirios en contra de Assad, las Primaveras Árabes o más recientemente la brutal guerra que tiene desatada Arabia contra la etnia Huti, de Yemen, chiítas y aliados incondicionales a los Persas desde los tiempos Sasánidas.

El artífice de toda esta política agresiva ha sido el Príncipe Mohamhed, quien busca, sin duda, convertir a Arabia en el Estado hegemónico del Mundo Islámico, y qué mejor con él como Jefe de Estado, y quizá también alguna preeminencia más allá; por ello, no ha dudado en emplear los medios clásicos de la política en Medio Oriente existentes desde los tiempos bíblicos: el homicidio y la intriga, y así, ha purgado tanto a la familia real como a la alta burocracia de la monarquía saudita, mediante acusaciones de corrupción y eliminado así rivales en el control de los hilos que manejan al reino y sus tentáculos islamistas en el exterior. 

Pero ahora, las ambiciones de Mohamhed chocan directamente con las de Erdogán el turco, y ambos líderes se encuentran ahora enfrentados por el asesinato del periodista saudita Jamal Khashoggi, (en la imagen al inicio de esta entrada) un opositor a la política seguida por la familia Saud, y en especial, por el príncipe.

No nos equivoquemos: Khashoggi, si bien era un opositor al absolutismo real y teocrático que los Saud han desplegado por ochenta años al frente de la Arabia unificada tras de que Abdul-Azzis Ibn Saud expulsara a los Haschemitas del Hedjaz (región donde se encuentran las ciudades sagradas de La Meca y Medina), tampoco era un impulsor de la Democracia y la Libertad; las sociedades islámicas están tan compenetradas por las enseñanzas coránicas en todos los aspectos que plantear que va a aparecer alguien crítico a las doctrinas del profeta y plantear una sociedad regida por los valores de la Ilustración francesa del siglo XVIII y el Racionalismo inglés del XVII es una falacia, y los hechos recientes han demostrado, con las Primaveras Árabes o la deriva islamista de Turquía, que el legado pro-occidental y de laicización de las sociedades impulsado por personajes como Atatürk, Saddam Hussein, Nasser o Ghaddafi, o ha sido derrotada o se encuentra seriamente en peligro.

Así, aunque el periodista árabe colaborase en un diario tan progresista como el Washington Post, y diese su opinión para la CNN, la realidad es que el personaje había sido simpatizante, y hasta amigo de Osama bin Laden, que recordemos, comenzó su carrera terrorista como opositor a la política de acercamiento de Fahd a EUA, y el haber permitido la presencia de tropas norteamericanas en la tierra de origen del Islam; pues si bien Osama también había comenzado como aliado de los norteamericanos en contra de los rusos soviéticos en Afganistán, eso no implicaba permitir que ellos tuviesen una injerencia directa en los asuntos internos del reino, ni tampoco que asentasen sus reales en "tierra sagrada".

De este modo, Khashoggi no era ningún "progresista" en el sentido occidental del término; más bien era un purista, al igual que Bin Laden, crítico del pragmatismo saudita, y de las decisiones tomadas por capricho de los monarcas o del príncipe heredero actual, y que había sido arropado, como lo ha sido el fundamentalismo islámico recientemente, por la Izquierda occidental tanto en Europa como en EUA, que ve en los islamistas a buscadores de justicia en contra de las prácticas coloniales occidentales y sus esbirros israelíes, como son medios como The Washington Post o CNN, pero que sin embargo, para la Casa de Saud era un opositor peligroso, como lo había sido el antiguo magnate de la construcción. De forma tal que un complot que culminó con el degollamiento y descuartizamiento del periodista para ser sepultado clandestinamente en los terrenos del consulado árabe en Estambul parece algo que fue organizado desde arriba.

Por supuesto, la casa real derivará la responsabilidad en uno o más chivos expiatorios, que dirán ser los autores intelectuales del horrendo crimen, aunque quizá Erdogan, quien es un verdadero zorro, pretenda utilizar este caso como arma en contra de sus rivales del sur en la búsqueda del poder sobre el Islam Sunnita, y tratar de contribiuir al alejamiento de Trump respecto de la Corte de Riyadh y una mejora de las relaciones entre EUA y Ankara, después de todo, los Turcos forman parte de la OTAN, aunque para muchos, como para los Griegos y los Búlgaros, sean un convidado de piedra o un enemigo en casa.

Como puede verse, las cosas han cambiado poco en Medio Oriente desde la Edad de Bronce: la intriga, el crimen de Estado y el juego de alianzas y contra alianzas son moneda corriente, y esto es apenas el principio; ¿qué pasará cuando el hoy príncipe Saudita alcance la corona a la muerte de su padre? ¿será aceptado como nuevo rey por el resto de príncipes de la petromonarquía? ¿Turquía le dejará seguir sus planes hegemónicos? ¿Buscará el Califato para sí? Definitivamente, veremos un thriller político de proporciones bíblicas del que se definirá, en mucho, el futuro del planeta entero para generaciones venideras.

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Pregunta:

¿Quién dotó a los Palestinos de misiles de verdad, que han sido capaces de vulnerar el sistema de defensa antiaérea Cúpula de Hierro de Israel en vez de los cohetes caseros imprecisos y poco efectivos?

El ataque del 12 de noviembre fue, decididamente, una declaración de guerra contra el Estado Judío y una advertencia de que las hasta ahora débiles fuerzas militantes de la Franja de Gaza cuentan hoy con armamento capaz de amenazar realmente a los hebreos. Y la pregunta es: ¿Quién está detrás?

Todo esto me lleva a afirmar: algo, gordo, está pasando en Medio Oriente, y es la lucha por el poder verdadero más allá de nuestros bizantinos e inútiles debates ideológicos.

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