El mapa que aquí se presenta ilustra la situación actual en la campaña militar del Estado Islámico liderado por el Califa Abú Bakr II Al-Baghdadí en Libia, en su imparable guerra encaminada al surgimiento de un nuevo Imperio Musulmán, el asirio y radical islámico, hijo de los campos de batalla abiertos en la antigua Mesopotamia desde la invasión norteamericana del año 2003 reproduce en sus hechos lo que ha ocurrido en el pasado con todo caudillo guerrero que surge en la más convulsa y más estratégica región del mundo desde Sargón de Akkad y pasando después por Senaquerib, Nabucodonosor, Ciro el Grande, el propio Mahoma, Saladino, y Othman: une unos cuantos partidarios e inicia una serie ininterrumpida de conquistas y destruye huellas del pasado --como lo hecho recientemente con la destrucción de invaluables muestras de la herencia de la humanidad, de esos antecesores suyos en la forja de imperios-- para representar que es a partir de él que la Historia comienza y una nueva era inicia.
El autoproclamado emperador del Islam no ha tenido merma en su capacidad de combate ni en su capacidad de ganar adeptos. Los bombardeos aéreos de EUA, Jordania o Egipto no han causado ningún daño real en la estructura de las potentes fuerzas militares con las que cuenta; no solamente tropas de infantería, también blindados, aviones, artillería, misiles y armas químicas, sus tropas lucen perfectamente entrenadas y equipadas. Aquí no me voy a meter a las teorías conspiranóicas de que el ISIS es apoyado por Israel y EUA; puede que lo fuera en un principio como parte de la oposición siria en contra del Gobierno de Bashar el Assad y que posteriormente se salió de control, fundamentalmente se trata de un movimiento apoyado por las monarquías del Golfo Pérsico: Arabia, Emiratos, Qatar, de las que ya he hablado aquí, deseosas de contrarrestar el cada vez mayor poderío militar y --si no hubiera sanciones frenándolo-- hasta económico y político que tendría Irán en la región, más con un programa nuclear que le colocaría al frente del equilibrio de fuerzas entre las potencias de la región.
La realidad es que Al Baghdadí ha extendido su poder ahora al Norte de Africa y ha encontrado en la Guerra Civil Libia desatada gracias a la intervención occidental que derribó al gobierno del Coronel Gaddaffi y le mató ¿para ocultar los negocios oscuros entre éste y el Gobierno de Francia de Nicolás Sarkozy? campo fértil para nuevos militantes que claman por la reconstrucción del Imperio Musulmán desaparecido tras la derrota de los Otomanos en la II Guerra Mundial y su derrocamiento por el pro-occidental Mustafá Kemal Atatürk en 1923. Como se ve en el mapa, ha encontrado en la Libia Tripolitana el apoyo suficiente e instalado un gobierno islamista leal a su causa en la capital Tripoli y se ha hecho con el control de los principales puertos, puntos de partida para la inmigración africana hacia Europa con la isla italiana de Lampedusa a unos cuantos kilómetros de la costa libia, entre tanto, el régimen quizá no menos islamista (los laicistas libios murieron con Gaddaffi) pero que ha sido reconocido por los Occidentales como legítimo y "democráticamente electo" se ha atrincherado en la Cireniaca e instalado en Tobruk.
Esto en sí mismo es una radiografía de cómo ha resurgido la tradicional y añejísima rivalidad entre las tribus libias de ambas partes del país, existente desde los tiempos de los Faraones en el vecino Egipto. Pero también muestra cómo el novel Califa está llevando las de ganar y se puede presumir que los siguientes puntos de su estrategia serán los mismos que sus antecesores en el trono califal, en particular Selim I, Solimán I el Magnífico y Selim II siguieron en el siglo XVI: tratar de controlar el Mediterráneo usando las islas como una serie de escalones para llegar a Italia y obtener el mayor premio: Roma.
Aquella estrategia fue tremendamente sangrienta y al final fracasó: por un lado, los islámicos chocaron con la resistencia que se les opuso en las islas: ni Chipre ni Creta cayeron fácilmente, y menos Rodas con la resistencia de los Caballeros Hospitalarios, quienes se mudarían a Malta, donde le propinarían a Solimán el Magnífico la mayor de sus derrotas; entre tanto, vía mar los Otomanos desplegaron las depredaciones de los piratas argelinos y tunecinos, y armaron una poderosa flota con la que buscaban el control del mar... el sueño se acabó en Lepanto, después de haber sido hecha pedazos la armada otomana ante la flota liderada por Don Juan de Austria y Andrea Doria, los musulmanes no volvieron a representar una amenaza seria para las potencias europeas, en ese entonces genuinamente cristianas, por el Mediterráneo. La estrategia cambiaría y los Califas subsecuentes, en particular Mohamhed IV, intentarían nuevamente la estrategia por tierra partiendo de los Balcanes al centro de Europa y de ahí el segundo sitio de Viena, que terminaría también en derrota en 1683.
Hoy, al nuevo emperador musulmán le sale más barato: con pequeñas células terroristas e implantando el miedo puede ir subiendo poco a poco, la aplicación del terrorismo le puede llevar a que, con una fuerza pequeña puede lograr resultados devastadores y sin temor a sufrir un desastre como el de Lepanto o el de Malta, tal y como se aprendió de la lección del 11 de septiembre de 2001.
El peligro es real, la determinación de Abú Bakr II también. ¿Tendrá éxito? depende también de la respuesta de los gobiernos europeos; pero hay muchos frentes abiertos y hasta deslealtades: si en el pasado la Francia de Francisco I no dudó en aliarse al Califato por sus intereses en contra de España y después Luis XIV negó todo tipo de ayuda contra el Islam por su rivalidad con el emperador austriaco Leopoldo I, ahora es la Grecia gobernada por la Izquierda radical y demente de Syriza, obediente a los intereses de Moscú, la que pretende a chantajear a Europa con la idea de que si no le rescatan económicamente o más bien, le regalan el dinero, abrirá las puertas a los inmigrantes musulmanes que lleguen de Turquía o el Egeo, sin importar que vengan terroristas entre ellos, para Tsipras y sus secuaces, es más grande el resentimiento por la ocupación alemana en la II Guerra Mundial y el sometimiento económico en el que los germanos hundieron recientemente a la Hélade mediante la banca y gracias a las corruptelas de sus políticos, que la dominación musulmana sobre Grecia de 1453 a 1821, brutal, castrante y feroz... su ateísmo y oposición al Cristianismo los impulsa a ello, además de la extraña fascinación que los movimientos de Izquierda sienten por el Islam, sea por la defensa del pueblo palestino contra Israel, o bien, porque Mahoma y Marx tuvieron como punto en común la concepción de la violencia para conseguir los fines: para el Islam, es la Jihad, para los Comunistas, es la Revolución.
Europa por tanto, se encuentra en una situación peligrosísima, como lo dije anteriormente, a punto de estar agarrada entre dos frentes: el martillo ruso y el yunque del Islam, para éste, la toma de Roma sería un símbolo del poderío islámico y refrendo de encontrarse dirigido por Alá para lograr la conversión del mundo a la doctrina de Mahoma, como en su momento, lo representó la toma de Constantinopla por Mohamhed II que incluso la renombró como Estambul y la hizo capital del Califato; para el pretendiente al trono imperial, la toma de Roma o un ataque mayúsculo contra el corazón de la Cristiandad --los musulmanes lo siguen viendo así-- le daría la legitimación que necesita para ser reconocido como genuino vicario del Profeta, y las consecuencias serían inimaginables.
Por el bien de la Civilización, por el bien de la Cristiandad, si es que aún queda conciencia de ella, esperemos que fracase, su triunfo representaría el derrumbe para todo Occidente; aunque quién sabe, quizá es lo que nos merecemos.
Europa por tanto, se encuentra en una situación peligrosísima, como lo dije anteriormente, a punto de estar agarrada entre dos frentes: el martillo ruso y el yunque del Islam, para éste, la toma de Roma sería un símbolo del poderío islámico y refrendo de encontrarse dirigido por Alá para lograr la conversión del mundo a la doctrina de Mahoma, como en su momento, lo representó la toma de Constantinopla por Mohamhed II que incluso la renombró como Estambul y la hizo capital del Califato; para el pretendiente al trono imperial, la toma de Roma o un ataque mayúsculo contra el corazón de la Cristiandad --los musulmanes lo siguen viendo así-- le daría la legitimación que necesita para ser reconocido como genuino vicario del Profeta, y las consecuencias serían inimaginables.
Por el bien de la Civilización, por el bien de la Cristiandad, si es que aún queda conciencia de ella, esperemos que fracase, su triunfo representaría el derrumbe para todo Occidente; aunque quién sabe, quizá es lo que nos merecemos.
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