El otro día mi amigo y mentor, el Dr. Rigoberto Ortiz se lamentaba ante la noticia de que la hermosa actriz norteamericana Ellen Page anunciaba ser homosexual y lanzaba todo un discurso en que, siguiendo la lógica marxista más evidente, señalaba que las diferencias entre hombre y mujer eran creaciones sociales... --supongo que la señorita no tomó el curso de Biología donde se veía la diferencia entre los pares de cromosomas XX y XY, o bien, esto está comenzando a verse como un conocimiento prohibido, un tabú que derrumbaría la actual homosexualización-- además de ello, a mi maestro, quien tiene también estudios teológicos y de Derecho Canónico, no ha dejado de causarle desazón, como a muchos, la extraña, extravagante por no decir otra cosa que causaría escándalo, deriva del Pontificado de Francisco I al frente de la Iglesia Católica.
El desánimo que causan este tipo de eventos, a lo que se suma la campeante corrupción en el ambiente social, político y gubernamental en México; recientemente, por ejemplo, se dio en Jalisco una muy cuestionable ratificación de magistrados de tribunales del Poder Judicial local, donde se rumora que existió la venta de plazas, la violencia en Michoacán y una acción de parte de las autoridades que no acaba de cuajar, la inseguridad pública, las tensiones políticas a nivel internacional con los casos de Venezuela y de Ucrania --donde acaba de recrudecerse la violencia-- que demuestran que estamos casi como hace 100 años, al borde de una confrontación por el poder global que puede arrastrarnos a todos hacia el pozo, nos revela bastante el momento histórico en el que nos encontramos.
El 14 de febrero pasado, decidí hacer un pequeño experimento a través del Facebook: puse en mi muro una critica al frívolo festejo de ese día, en la que señalaba que en realidad en ese día lo que se festeja es la lujuria y el interés, que no el amor ni la sincera amistad, ambas especies raras sino en peligro de extinción hoy en día, lo que me llamó la atención fue la reacción de buena parte de mis "amigos" agregados en la red social, sobre todo por la burla y la extrañeza que generó la palabra "lujuria", esto es, el término les pareció chistoso, raro, extremo y no le dan la connotación negativa que conlleva tradicionalmente.
Esto es indicativo de la época en que nos encontramos: para la gente, conceptos como el de pecado o de vicio resultan anacrónicos o carentes de sentido, quizá porque en el imperio de los mercados bajo el que vivimos la publicidad estimula constantemente los instintos primarios para hacernos consumir, a grado tal que las personas se dejan llevar por sus arrebatos, lo que, por supuesto, beneficia a los comerciantes, sea de comestibles, sea de carne humana, esta última, una industria que hoy en día tiene éxito sin precedente y genera grandes beneficios a todos los ahí envueltos: farmacéuticas que elaboran anticonceptivos o medicamentos contra enfermedades venéreas, propietarios de moteles, fabricantes de preservativos, dueños de table-dances, proxenetas, productores de pornografía, tratantes de blancas, etc. el homosexualismo es una sola de las aristas de una hipersexualización que lo empapa todo, y que parte de que, desde la invención de la "píldora", la gente ha tomado al sexo como algo que puede generar placer y puede ser desvinculado de su finalidad natural: la reproducción, y por tanto, se le puede generar de cualquier manera, incluyendo las relaciones homosexuales; todo esto, por supuesto, ya existe desde el origen mismo de la humanidad, pero nunca, como hoy se le ha dado un lugar tan prioritario o se ha extendido tanto como antes.
En esa tendencia es que la institución del matrimonio se encuentra en crisis, pues ahora la relación hombre-mujer es vista exclusivamente desde una óptica sexual, por lo que, sin el atractivo físico ni la capacidad plena para ello, la relación se ve carente de sentido, además de que la mal entendida "liberación femenina" que ha puesto a la mujer a competir contra el varón, si no es que ha generado una verdadera hostilidad de las unas contra los otros y viceversa.
Pero la crisis de la moralidad sexual y familiar es solo un punto en toda la crisis actual: vivimos la era de los excesos, del egoísmo y de la búsqueda de goces mundanos y fugaces, de lo rápido y lo extremo, la cultura es despreciada a favor del negocio, y así es que se pide a las Universidades incubar empresas y generar profesionales, pero no se genera conocimiento ni investigadores. En este mundo donde, como dijera el filósofo colombiano Nicolás Gómez Dávila, todo gira en torno a dos polos: "el negocio y la cópula", no hay espacio para el conocimiento ni la sabiduría.
Por ello, no es de extrañarse que gran parte del mundo esté encantada con Jorge Mario Bergoglio, después de todo, el pontífice argentino representa una Iglesia acobardada y que prefiere hacerse a un lado y esconderse antes de cuestionar la realidad social, política y económica del mundo, y si lo hace, como en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium lo hace de forma que sea políticamente correcta, con un lenguaje de apariencia izquierdista y moralizante sin ir más allá o demostrando poco conocimiento sobre los temas. Con Bergoglio en la cátedra de San Pedro ha llegado a lo alto el clero mediocre y escaso de formación, --cuando antes, en todas las épocas el clero católico había sido refugio de hombres cultos y sabios-- que pretende seguir aplicando las recetas de "buenismo", del optimismo triunfalista y la cara amable, las canciones con guitarra y la dictadura de la juventud, recetas todas que tras su aplicación después de los años 60 no han demostrado devolver a las personas hacia la fe, sino lo contrario, han frivolizado la religión y la están convirtiendo en un discurso filantrópico y en el cumplimiento de ritos huecos, sin generar en los creyentes un verdadero compromiso moral y de vida o un interés y búsqueda por la sabiduría; no quisiera ser un aguafiestas, pero mucho me temo que Francisco I dejará, al terminar su pontificado a una Iglesia Católica desacreditada por completo, reducida a lo mínimo y dividida por dentro, callando ante la cada vez mayor permisividad ética entre las personas en todos los aspectos.
Con todo esto, quiero señalar que no concuerdo con lo presentado hace poco por Bill Gates en el Foro Económico Mundial de Davós, en que el magnate de la informática presentó una muy optimista previsión de que nos encontramos en el umbral de una especie de "edad de oro" de la humanidad y que para el 2050 la pobreza habrá desaparecido. Incluso tengo amigos que concuerdan con él, pero yo no me lo creo, tampoco creo que Gates sea una persona malvada o perversa en sí misma o parte de la "conspiración mundial", es cierto que apoya políticas antinatalistas y hasta el aborto, pero muy probablemente esto se deba a varias cuestiones de su persona: primero, muy probablemente no tuvo una formación moral correcta y se educó en el pragmatismo y el materialismo más extremos; por otro, Gates es un ñoño que no tiene más contacto con la realidad que las pantallas de las computadoras y también fue diagnosticado con cierto grado de autismo: el síndrome de Arsperger que implica carecer de empatía y dificultades para pensar más allá de sí mismo o comprender a los demás; si creó junto a su esposa una fundación filantrópica muy probablemente lo hizo con intenciones de obtener beneficios fiscales y por recomendación de sus publicistas que le aconsejaron dar la imagen de un magnate caritativo.
Por el contrario, y así se lo comenté a mi amigo y maestro: creo que el momento actual pasará, y creo que el orden o sistema económico actual va a derrumbarse una vez que lleguemos al límite, para lo cual, a mi parecer, no nos falta mucho: la vida confortable y con la tecnología imperante exige exprimir al máximo los recursos naturales y humanos para mantener la producción de todos los artículos de consumo que nos dan una vida en apariencia más cómoda y mejor que la que ha tenido la humanidad en todos los tiempos, pero a costa de la depredación ambiental (a riesgo de oírme como ecologista) y la explotación brutal de personas en los países emergentes o subdesarrollados y aún la conversión de los seres humanos en objetos en el mundo desarrollado. Al igual que pasó con otras Civilizaciones en el pasado, como con los Mayas o la Isla de Pascua, llegaremos a un límite y nos derrumbaremos cuando seamos incapaces de mantener un ritmo y un estilo de vida que es tan demandante, además de que creer que todo basta con lograr el bienestar económico y olvidarnos del resto de los aspectos del ser humano.
Cuando se derrumbe ese sistema económico, se derrumbará todo el andamiaje que sostiene el hedonismo en que el ser humano ha estado viviendo desde el siglo XX y su confianza depositada en sí mismo, en su inventiva y su razón; como dice aquel dibujo de Goya que tuve la oportunidad de admirar en el Museo Pedro Coronel en Zacatecas, nos daremos cuenta que "el Sueño de la Razón engendra Monstruos", y entonces tendremos que empezar de nuevo y aceptar que nos bastaba algo más sencillo y entender que nos encontramos reducidos por nuestras propias limitaciones.
Ese día llegará tarde o temprano, quizá lo veamos, quizá no, pero entre tanto, el camino será muy duro y todos lo sufriremos, nadie quedará exento ni podrá ser un simple espectador. Como Alejandro Dumas pone en boca de Edmundo Dantés, no nos queda más que confiar y esperar, pero procurando mantenernos firmes en nuestras convicciones y no dejar de denunciar aquello que está mal y promover los valores morales acordes con la Naturaleza. Al final, la razón y la verdad triunfarán y los oropeles y escenografías se derrumbarán.
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