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16 de marzo de 2025

TAUROMAQUIA

 Las posturas sobre la tauromaquia sin sangre

Aquí va otro post polémico que sé que a algunos de mis amigos no les va a gustar, pero quiero expresar mi opinión personal sobre el tema.

De entrada, quiero aclarar: no soy taurino, ni nadie en mi familia lo ha sido, y eso que somos de origen rural, del campo del estado de Hidalgo, en el centro del país; he sido más bien indiferente, sin embargo, sé que mi abuelo Ángel, que en paz descanse --falleció hace unos 40 años-- sin caer en extravagancias o payasadas vegetarianas o animalistas, sentía disgusto respecto a las corridas de toros, pues las veía como un ensañamiento contra un animal majestuoso y también, como el disfrutar con el riesgo que corre el matador, quien, contrario a lo que dicen los animalistas, no es ningún cobarde, pero sí un temerario, que además, se somete a un riesgo innecesario para disfrute de un público, que mi abuelo consideraba morboso. Quizá por eso, y que mi padre era de igual opinión, es que siempre he sido un tanto indiferente a la llamada Fiesta Brava, realmente nunca le he visto el lado artístico, aunque reconozco que se debe tener habilidad para esquivar a una bestia de media tonelada de peso que --también contrario a lo que dicen estúpidamente los animalistas y veganos-. no está indefenso, cuenta con dos afilados cuernos sobre la cabeza, lo que, junto a ese peso y la velocidad que puede alcanzar a la carrera: unos 25 Km por hora, aunque pueden acelerar en trechos cortos hasta a 35, los hace verdaderas armas letales vivientes, además de que sí, son bastante agresivos por naturaleza.

Para mi, el que maten o no a una res me da igual, en México estamos retrasados unos 10 años de la evolución política del resto del Mundo Occidental, y no es de extrañarse que bajo esta segunda administración Izquierdista, se estén dando propuestas, sobre todo en el Gobierno de la Ciudad de México, de prohibir las corridas de toros "con violencia" --¿cómo serán sin violencia, cuando ésta es la esencia misma de la fiesta? y para disgusto de los snowflakes izquierdistas, la Naturaleza que tanto dicen defender es violenta en sí misma-- dentro de un pico de wokismo, que sin embargo, tal y como lo dije en el post anterior, se irá desinflando por la influencia del Trumpismo y que seguramente entre los acuerdos que se están tejiendo entre "Don" y "Clau" (ya veremos cómo en la primer reunión que tengan, se tratan como amiguis, para desconcierto y frustraciones de muchos) está el ir virando hacia la Derecha en todo aquello que se considere necesario hacerlo, más para propiciar una "alternancia" hacia un proyecto de ese signo, entre tanto, se seguirá presumiendo de que México es una Nación progresista, y así se protegerá más a un animal que a los no nacidos al permitir los abortos o a las víctimas de la delincuencia. Lo que no quita que el ser humano, en su relación con los animales, deba tomar en cuenta que se trata de seres sensibles, cuyo sacrificio, para alimentarnos o darnos productos como su cuero, que satisfacen nuestras necesidades, debe ser agradecido; el hacer sufrir a un animal por mera diversión, es en sí mismo, algo cruel e innecesario.

De cualquier modo, Y EN MI PARTICULAR OPINIÓN, lo reitero, es mi apreciación, totalmente subjetiva que no busco imponer a nadie, yo no le encuentro nada de mística, ni de arte --aunque vaya que sí ha inspirado multitud de obras literiarias, plásticas, musicales, operísticas y cinematográficas, como otras muchas actividades humanas agradables o terribles-- en esquivar a un animal con la ayuda de un pedazo de tela, enfurecerlo intencionalmente, hacerle sangrar y finalmente matarlo, o en presenciar la embestida del toro al desafortunado mataor que resulta eviscerado, desangrado con la femoral cortada o con el cuello roto al caer tras haber salido volando por el golpe del bóvido con su testuz; la verdad, si alguien decidiera ir a un rastro a presenciar el sacrificio de ganado cómodamente sentado, mientras disfruta de vino tinto de una bota y come alguna botana de pan y queso, sería llevado inmediatamente a un manicomio, mientras que si va a un coso, a contemplar algo similar, puede salir presumiendo de culto y desplegando un esnobismo a veces insoportable.

La Tauromaquia la podría definir como una práctica "pre-deportiva", pensemos que, en el pasado, lo que ahora consideramos como "deporte" tenía otras finalidades: rituales, como el Tlachtli o Juego de Pelota de los indígenas mesoamericanos, en que el movimiento de la pelota de caucho simbolizaba el movimiento del sol en el firmamento, aunque ya se sabe que igualmente se le daba una finalidad lúdica, y posiblemente no acababa en sacrificios humanos, sino que las esculturas e imágenes de decapitación presentes en los "estadios" construidos al efecto, evocaban el pasaje mitológico recogido en el Popol Vuh, el poema épico fundamental de los Mayas, de la muerte de los semidioses Hun-Hunapú y Vucub-Hunapú tras haber perdido la apuesta contra los dioses del Inframundo, los Señores de Xibalbá, en que apostaron la cabeza a cambio de que las deidades infernales permitiesen la creación del ser humano (spoiler: sus hijos Hunapú e Ixbalamque los vengarían); entre los Griegos, las competencias atléticas que dieron origen a los Juegos Olímpicos tenían como finalidad fundamental el adiestrar para la guerra, y en cierta forma, la suplían, y eran parte de festividades religiosas; lo mismo ocurría con los combates gladiatorios y posteriormente, con los torneos y justas medievales, abiertamente ligadas a la preparación militar de los caballeros. Y qué decir de la llamada Charrería, conocida por los angloamericanos como Rodeo, que no son sino la práctica de maniobras de doma, control y acarreo de ganado, salidas de la vida cotidiana de los colonos tanto hispanos como anglosajones al introducir tanto el caballo como los bóvidos en América.

Así, el Toreo no es sino una práctica muy antigua cuyas primeras manifestaciones las podemos encontrar entre los Minoicos de Creta como parte de sus rituales religiosos; posteriormente, los combates de gladiadores, en especial los de los venatores, especializados en representar cacerías sobre las arenas de los anfiteatros, quizá llevaron a la evolución a lo que conocemos hoy, siendo una forma de celebración que durante gran parte de la Edad Media y el Renacimiento se practicaba en más lugares de Europa, como incluso Italia. Sin embargo, poco a poco se fue reduciendo a la Península Ibérica (España y Portugal) y al sur de Francia, pasando al Imperio Español y fijando sus reglas y sus formas actuales a partir de finales del siglo XVIII e inicios del XIX, como incluso lo retrata el pintor Francisco de Goya en una serie de grabados.

Durante los siglos XIX y XX se convirtió en un espectáculo masivo, y se le rodeó de una mística y hasta pretendida espiritualidad católica, además de glamour, a mi modo de ver, para ocultar que es una simple práctica que apela al morbo. Sin embargo, a partir de los años 80, pudo apreciarse una lenta decadencia de la Tauromaquia, ¿porqué? Porque los deportes modernos, como el Fútbol, el Basquetbol, el Béisbol, el Automovilismo o el Fútbol Americano comenzaron a difundirse de manera masiva y comercial en el mundo hispano; las nuevas generaciones empezaron a fijarse más en estos deportes-espectáculo, además incruentos, que en una vetusta práctica que gira en torno al rito, a la sangre y a la muerte cuyos seguidores gradualmente fueron reduciéndose a una minoría, generalmente de clase acomodada y que además, adorna su afición en una pretendida superioridad moral y cultural, porque es algo que, para ser comprendido, exige ciertos conocimientos, cierta cultura a la que el común de los mortales no tenemos acceso por no tener esa altura de miras o de espíritu, además de presentarla como signo identitario de la Hispanidad en contraposición a la Globalización en la que el deporte masivo se volvió una de sus caras más potentes. Aunado a ello, el crecimiento de ideas en torno al cuidado del Medio Ambiente, y la protección a los animales, sin necesariamente caer en el Animalismo o el Ecologismo extremo, fue modificando la visión y la relación de muchos jóvenes respecto de los animales.

A mi modo de ver, las corridas de toros no deberían ser prohibidas; la Tauromaquia es una actividad a la que, al hacerla polémica, se le infunde vida; si los gobiernos de Izquierda en México, España o Sudamérica, le fueran simplemente indiferentes, harían más por extinguirla; ya que se encontraba en evidente decadencia, con plazas cada vez más vacías y unas masas cada vez más ajenas a ella. Por el contrario, prohibirla implica convertirla en un emblema de Oposición, de unas clases que pretenden ser las élites cultas, pensantes y buenas en choque con el populacho malvado y resentido presa de los demagogos. Es decir, es algo que contribuye a la polarización política e ideológica de la sociedad,  y lo peor: partiendo de una torpe e inútil discusión bizantina, pero que funciona perfectamente como una cortina de humo ante la crisis de seguridad que se vive en el país, recalcada por los siniestros hallazgos en Teuchitlán y manteniendo a la sociedad dividida y controlable en un momento en que debería estar unida para exigir la guerra definitiva contra el crimen; creo que bastaría con que las autoridades gubernamentales ya no intervengan en los espectáculos taurinos nombrando Jueces de Plaza, en todo caso, que haya una inspección sanitaria sobre los toros y servicios médicos y de protección civil para toreros y público, pero no entiendo porqué debe haber intervención directa del gobierno en las corridas en una función que debería ser de los empresarios taurinos, que tomando como ejemplo la existencia de asociaciones o federaciones de los hombres de negocios dedicados a los deportes profesionales, deberían formar algo similar.

Finalmente, debería dejarse que cualquiera que esté lo suficientemente desesperado ("más cornadas da el hambre", diría alguno de ellos) o demente (el Gleason, o el Pana) como para querer enfrentarse a un poderoso toro, lo haga, mientras haya quien quiera verlo, quienes, por la evolución de la sociedad, cada vez serán menos

Además, los políticos deben entender que vale más la vida de cualquier persona, aún la del no nacido, que la de cualquier vaca, y esa debería ser su prioridad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Chesterton tenía razón cuando dijo: «donde hay adoración animal, hay sacrificio humano». Mientras los izquierdistas hablan de corridas de toros “incruentas” en México y defienden aberraciones como el aborto, al mismo tiempo una marcha del gremio veterinarios expone las amenazas e incluso violencia de los dementes animalistas (en especial los perristas) y del crimen organizado. ¿Coincidencia o confirmación de la degradación que padecemos?

Locura perrista (video de Twitter)
https://x.com/jlgcapilano/status/1896546850934812978

Reportaje de Televisa
Veterinarios en México relatan ola de odio y miedo por extorsiones que sufren
https://www.youtube.com/watch?v=QQtS3I8ViiM


YORCH dijo...

Totalmente de acuerdo. Lo repito, no me gusta la tauromaquia y aquí di mis razones, pero el prohibirla es una estupidez, más cuando se prima la vida del animal sobre la humana. Sin duda es un rasgo de la decadencia de la Civilización Occidental esta sobrevaloración de los animales, yo tengo dos gatos, y si bien son seres fascinantes, y perfectos, no voy a tratarlos como humanos y "vestirlos" o "disfrazarlos" porque el humanizarles es igualmente crueldad animal; los trato como animales, pero eso no implica no quererlos y lastimarlos o hacerles daño. Ya los que lo llevan en carreolas, es increíble. Y hay que recordar, por ejemplo, como en el Islam sí se tiene una veneración exagerada por los gatos (heredada de los egipcios) y se llega a decir que quien mata a un gato se va al infierno, pero quien mate a un judío o cristiano, se va al cielo.