A unos cuantos días de que se celebren las elecciones a la Presidencia de la República en Estados Unidos de América, el mundo contiene la respiración. El resultado que se obtenga de dichos comicios, con el regreso a la Casa Blanca de Donald Trump, o el ascenso a la Primera Magistratura de la todavía Vicepresidente Kamala Harris no solamente condicionará la vida política interna y externa de nuestro vecino del norte durante los próximos cuatro años, sino quizá el futuro a corto y mediano plazo, y más allá del coloso del norte y de todo el mundo, mismo que se encuentra aguantando la respiración, y todo mundo espera el anuncio de los resultados para saber qué hacer.
En EUA están en juego muchas cosas: no es una mera contienda electoral entre dos partidos políticos que se difencian apenas con matices y practican la misma doctrina sustentada en el excepcionalismo norteamericano y el destino manifiesto, como había sido hasta no hace mucho tiempo y desde el siglo XIX. No, se trata prácticamente la contienda entre dos visiones del mundo enfrentadas y que tienen dividida a la sociedad en el propio país y en todo Occidente: de un lado, el Partido Demócrata, que siempre ha sido el partido de las viejas élites gobernantes que tomaron el poder tras la Independencia: terratenientes, esclavistas, hoy los empresarios del Complejo Militar-Industrial, los medios, el espectáculo, las finanzas y la tecnología, que tras la Guerra Civil --los líderes de la secesión del sur, habían sido militantes demócratas,-- buscando lavar su imagen, erigieron un mensaje de defensa de las minorías de inmigrantes no anglosajones, como irlandeses e italianos, religiosas como con los católicos y judíos, que veían con aprehensión el protestantismo radical de muchos Republicanos, y posteriormente las personas de raza negra, aunque, en el fondo, siguieron con un discurso segregacionista, de donde surgió el Ku Klux Klan, surgido precisamente del Partido del Burro.
Hoy, los Demócratas, tras el discurso woke de defensa de minorías étnicas, de preferencias sexuales presuntamente discriminadas, diversidad, inclusión y cuidado del Medio Ambiente, encubre que sigue siendo el garante de las "élites" (en realidad oligarquías, las élites sería cuando hablemos de grupos de personas que sí poseen una superioridad o son mejores al resto, en este caso, se trata de gentuza con dinero) norteamericanas que desde Jefferson decían defender la Libertad mientras mantenían esclavos, y que, como ha quedado al descubierto con los escándalos de Jeffrey Epstein y Sean Diddy Combs, desde su pretendida superioridad se pretenden dueños y señores de otros, impunes y capaces de todo, temiendo que, ante el panorama actual, se den cambios que lleven a la pérdida del poder que han ostentado hasta el momento en EUA y buena parte del mundo.
Del otro lado, Donald Trump aparece como alguien que ha renovado totalmente al Partido Republicano, desligándolo de aquella connivencia, sobre todo con el Complejo Militar-Industrial, y rescatado su carácter como representante de las clases medias, cada vez más depauperadas como resultado de la Globalización que desindustrializó el país y las políticas ambientalistas que restringen las actividades económicas, y hasta amenazadas en su vida por los delirios eugenésicos y transhumanistas, de los pequeños empresarios e industriales tradicionales que igualmente ven restringidos sus negocios, las ciudades inundadas de indigentes y delincuentes como producto de la permisividad con inmigrantes, captados como probables votantes demócratas, y de las drogas, cada vez más legalizadas por ser un hábil medio de idiotización y de control social, lo mismo que con el manejo político de la sexualidad, además del antinatalismo. La receta perfecta para la decadencia del país, ante las potencias emergentes como Rusia y China, que decidieron al fin asaltar el poder global.
Si bien Trump no es garantía de que se dará un resurgimiento de un orden tradicional, y probablemente para lograrlo tendrá que acometer reformas profundas a un orden liberal en decadencia y que ha sido en mucho, la causa del desmoronamiento de instituciones sociales naturales y del encumbramiento de oligarquías,es al menos una esperanza de que frenará la caída de Estados Unidos, y con ella, del que ha sido garante, pese a todo, --sí, pese a su imperialismo, y pese a su hispanofobia y todos los defectos y males que se le quiera achacar,-- desde 1945 de cierto orden que se pretendió sustentar en normas jurídicas internacionales de las que EUA ha sido lo más cercano al órgano coactivo que, de alguna manera había asegurado un mediano cumplimiento de las mismas o un respeto a ciertos márgenes que evitaron que el mundo volviese a un estado de caos y competencia brutal con saldos sangrientos como lo había sido desde 1492 y hasta ese momento. Si el siglo XX fue capaz de ver tantos avances en el desarrollo tecnológico y aún en el humano (hasta un campesino sudanés en 2024 vive mejor que un guerrero nubio en el siglo III a.C., cuando gobernaban las reinas negras de Meroe) se debió al remanso de relativa paz que se vivió entre 1945 y 2001, y en el que se pudo aprovechar, como nunca antes, el conocimiento acumulado de las centurias anteriores.
Probablemente Trump no sea el mejor candidato posible, pero sí es el mejor existente en una Clase Política, que, al igual que la mexicana, luce desgastada, aunque quizá no tan muerta, con la posibilidad de nuevos liderazgos en el lado Republicano como J.D. Vance o Ron De Santis, y hay una esperanza de que Estados Unidos no se termine de hundir... siempre y cuando dejen que el empresario neoyorkino gane y pueda iniciar un proceso de reconstrucción de las estructuras que han sido demolidas perversamente por los Demócratas desde Bill Clinton. Mi temor es que, ante ya dos atentados y casi un tercero en contra de él, las oligarquías norteamericanas no estén dispuestas a dejarlo regresar a la Casa Blanca, temen que se inicien reformas profundas en el orden constitucional y legal norteamericano y la recuperación de un orden moral que les deje fuera del poder, ejecuten alguna trama que le impida ser reelecto para la primera magistratura en Washington.
¿Qué puede pasar de no dejar que Trump gane? Tal vez no estalle una nueva Guerra Civil, pero sí se acrecentarían las tensiones internas en una sociedad dividida por tantos factores, tanto raciales, de clases sociales y de ideologías al ser una sociedad formada como un rompecabezas sin que se haya jamás consolidado una identidad nacional única, y no es de dudarse que se den confrontaciones por la población de la América Profunda, de las zonas rurales del centro del país o de los estados antes boyantes en la industria y hoy olvidados ante los sofisticados y woke habitantes urbanos de ambas costas, adoctrinados y adormecidos por la maquinaria mediática y el control que sobre las universidades y la intelectualidad han ejercido los Demócratas desde hace más de un siglo.
El mundo, espera expectante: para Rusia y China, Trump es una oportunidad de entrar a un orden multipolar de forma negociada y sin guerra, con diplomacia y competencia abierta en el terreno económico; para Israel, es recuperar una alianza firme con EUA ante la amenaza persa, para Corea del Norte, quizá retomar el diálogo hacia una apertura y reformas como las que parecían comenzar con la buena relación entre el joven dictador y el viejo magnate. Para Hispanoamérica, una decidida acción contra la Izquierda, y tal vez en México la propia Claudia Sheinbaum se encuentre esperando el resultado para saber qué hacer, pues ha perdido el control sobre un Congreso dominado por su partido que pretende no volver a la supremacía del Ejecutivo de los tiempos priístas, sino a una supremacía parlamentaria hipertrofiada, desordenada y deforme; a la primer mandataria de origen hebreo de México el saco le está quedando grande y ante la oleada de reformas que le dejó AMLO, parece más con la intención de complicarle la existencia antes que allanarle el camino, le ha dejado una maraña de problemas en la que se enreda más a causa de su propia torpeza, al haber iniciado con un conflicto innecesario, estúpido y bizantino como es el pedirle al Rey de España por la Conquista de hace 500 años, sin la que ni su antecesor, ni ella, estarían en este continente.
De ganar Harris, Rusia y China, Corea del Norte e Irán sabrán que la guerra será el único camino, fortalecerán la alianza que de facto han constituido hasta ahora, y sin duda se convertirán, ahora sí, en una amenaza seria para EUA y Occidente entero, y el declive será ya imparable.
El lunes, y la mañana del martes, todo el mundo estará aguantando la respiración.
No hay comentarios:
Publicar un comentario