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24 de abril de 2017

FRANCIA SE JUEGA SU DESTINO


Se dice que cuando Henry Kissinger, por aquel entonces Asesor de Seguridad Nacional en el Gobierno de EUA viajó a China a fin de limar asperezas previas al viaje de Nixon con el que empezaría el proceso de apertura del Celeste Imperio al mundo, y se reconocería como legítimo al Gobierno Comunista entonces presidido por Mao Tse Tung, se entrevistó con el Primer Ministro Chou En Lai, hombre perteneciente a la más rancia casta de mandarines de la antigua monarquía de los "Hijos del Cielo", de finísimas maneras y cultura vastísima, reconvertido en eficiente burócrata marxista. 

Conversando con Chou, Kissinger quiso saber cuál era la visión que la cúpula dirigente china tenía sobre la Historia y las ideologías occidentales, así que le preguntó qué opinaba de la Revolución Francesa, después de todo, el origen tanto del Capitalismo como del Socialismo radicaba en las ideas de la Ilustración y en los acontecimientos de julio de 1789. Chou sonrió, como habitualmente hacen los asiáticos para ocultar lo que genuinamente piensan y respondió al astuto diplomático judeo-germano-estadounidense:

--Es un acontecimiento demasiado reciente como para tener una valoración completa de ello.

¿Y cómo no? En la larguísima Historia de China, un país que ha existido como Nación desde el 221 a.C. y que también ha mantenido, salvo periodos temporales de división, su identidad como Estado desde entonces, los hasta entonces 180 años transcurridos desde la toma de la Bastilla hasta el momento de esa entrevista eran apenas un parpadeo, los chinos tienen conciencia y capacidad de aventurar sus planes a largo plazo, nunca a corto ni mediano; mucho de las reformas económicas que impulsaría una década más tarde Deng Xiao Ping ya habían sido, aunque no lo parezca, cocinadas por Mao y Chou desde los años de la "Larga Marcha", pues su visión del Marxismo era radicalmente diferente a la que aplicaban los Rusos por entonces, y ni se diga Cubanos o Albaneses. En realidad, la modernización y el colocar al antiguo coloso asiático como gran potencia mundial era un punto prioritario en el ideario de los revolucionarios chinos, y la prosperidad actual, era visionada ya desde la caída de Pu Yi a manos de las fuerzas desatadas por el Dr. Sun Yat Sen en 1911.

En Occidente, por el contrario, están por cumplirse 228 años de la toma de la Bastilla, y pensamos que lo hecho por Mirabeau, La Fayyette, Danton, Marat o Robespierre se ha quedado fijo y es el gran hito del avance jurídico y político de nuestras sociedades: constituciones escritas, catálogo de derechos fundamentales a ser protegidos por el Estado, Democracia representativa y sufragio universal y que será un legado que perdurará por la eternidad... quizá no sea así; quizá, esa Revolución, que costó mares de sangre con el Genocidio de la Vendeé, que aupó a un psicópata con delirios de tirano como Napoleón, quien no habría existido sin la revolución para llevar la muerte y las ambiciones de su propia autocracia a todos los rincones de Europa, y que costó a la propia Francia todo un siglo de inestabilidad política, matanzas y desórdenes, y que se extenderían en distintos momentos y lugares con sus continuadores, esté en realidad destinada a fracasar, vícitma de sus propios excesos libertarios que no tuvieron nunca un límite, y que llevaron a generar una entropía cada vez mayor que ha llevado a una anarquía aparente que en realidad es una dictadura perfecta de los Estados benefactores y sociedades débiles de seres infantiles y débiles que solo quieren que se les regale cuanto satisfactor puedan encontrar para sus necesidades reales o inventadas, verdaderas o superfluas.

Pero además, existen muchos que no quieren reconocer, ni que los demás lo hagan, que el tinglado se está cayendo, que el juego es insostenible y quizá no pueda durar mucho más, pero como se benefician del cotarro, no queda más que hacer creer que nunca se ha estado mejor que ahora y que todos aquellos responsables, con sus ideas o sus acciones del desmoronamiento actual fueron en realidad héroes o paladines de las más nobles causas, aunque las mismas hayan quedado ahora reducidas a lo prosaico, aberrante o estúpido, pues no queda más por qué luchar, o qué demoler, más bien. 

En Francia eso está sucediendo: vemos que la élite política que ha medrado desde 1789 con el caos, la corrupción, las frivolidades y la manipulación de la gente, --los ganadores de la Revolución fueron, al final, no los idealistas ni los conquistadores, sino los camaleones, codiciosos y traidores como los Fouché y los Talleirand-- están frente a señales que indican un peligro inminente y real de que la destrucción de Francia como Nación, y de Europa entera como idea, como civilización y cultura, están ante su más que probable declive y fin, pero no hacen nada por frenarse y voltear el timón para no caer en el precipicio, ¿porqué? Porque hacerlo representaría reconocer que todo este tiempo se ha ido por el lado equivocado. Cuando surge una voz de la cordura que ha alertado de lo que se viene encima, se le tacha de demente, o con la etiqueta favorita de todo lo malo desde 1945: de "fascista", de "rascista" o "xenófobo" y demás alusiones a miedos patológicos.

Así, en estas elecciones presidenciales, por un lado tenemos a Marine Le Pen, candidata y líder del partido Front Nationale, quien es tachada casi con unanimidad, por los mismos medios que siguen insistiendo hasta el día de hoy que el ahora Presidente de EUA Donald Trump es una especie de loco furioso mientras extrañan a Barack Obama/Barry Soetoro con sus palabras de azúcar y políticas de horror, de amenaza y de racismo, y del otro a Emmanuel Macrón, quien parece cortado con la misma tijera que otros políticos muy cercanos a nosotros, como Justin Trudeau de Canadá o Enrique Peña Nieto en México: Joven, bien parecido y cabeza hueca, instrumento de quién sabe qué intereses... ¡Caray! Parece que ahora, se busca talentos políticos en agencias de modelos masculinos o se pretende crear ese patrón de políticos "mirreyes", quizá para captar el voto femenino empoderado.

Lo que es más, se llama a constituir un frente común de todos los partidos tradicionales, existentes casi desde la instauración definitiva de la República tras la tragicomedia de Napoleón III, encabezados por Macron en contra de la Sra. Le Pen quien es vista como la gran amenaza para Francia y para una Unión Europea que hace agua por todos lados. Mientras la verdadera amenaza: la infiltración islámica radical, sigue arrebatando vidas y cometiendo atentados en todo el Viejo Continente, cada vez con más frecuencia y con más audacia, al ver que los gobiernos europeos doblan la cerviz dócilmente, pensando que condescender con el Islam lo apaciguará y les brindará la mano de obra que desesperadamente necesitan para sostener su potencial industrial y sus sistemas de pensiones, colapsados ante la falta de jóvenes y un mayor número de ancianos, aa los que ahora se pretende eliminar con eutanasias para cuadrar las cuentas.

Los Europeos lo han dejado todo, lo han perdido todo en pos del placer como fin último de la Libertad que desde 1789 se les presentó como máximo ideal. La Libertad que ofreció la Ilustración no fue verdadera, y como ya lo vio el gran Goya: el sueño de la razón engendró monstruos, ahora, están dispuestos a entregarse a las manos de una ideología político-religiosa como es el Mahometismo que es sin duda, el principal enemigo de la Libertad en el mundo, antes que escuchar voces que les hablen de su identidad, de sus raíces perdidas, de trabajo, de orden, de disciplina, de respeto a la naturaleza humana y de dignidad. No quieren que termine la fiesta y sin embargo, están conduciéndola a su fin. 

El genial escritor Michel Houellebecq imaginó en su última novela: Sumisión, una Francia en que, para evitar la llegada del Front Nationale al Palacio del Elíseo, los "Progresistas" hacían una alianza con movimientos islamistas; como resultado, los musulmanes tomaban el poder y comenzaban la reconversión de Francia en un Estado Islámico, en que los franceses quedaban reducidos a ser extranjeros en su tierra: dhimmi, sometidos, y veían perder sus libertades y derechos ante la imposición de la rígida férula de la Shari'a... ¿Acaso el literato vio el futuro? O simplemente, se dio cuenta de la inevitable espiral de decadencia y muerte en la que su nación se encuentra embarcada?