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25 de junio de 2015

A 200 AÑOS DE WATERLOO


Hace 200 años exactamente (empecé a escribir este artículo el 18 de junio) se libró la Batalla en los campos alrededor del pequeño poblado de Waterloo, en la actual Bélgica, a unos 30 kilómetros de Bruselas. A lo largo de la Historia se han dado hechos de armas de enorme trascendencia que representaron cambios drásticos en los acontecimientos posteriores: desde la Batalla de Qadesh, en la que Egipto conoció la cúspide de su poder con Ramsés II para ser frenado en su expansión por los Hititas y su Rey Muwatalli II, pasando por otras muchas: Gaugamela, donde Alejandro Magno aniquiló a las fuerzas persas de Darío III, sellando el destino de la Dinastía Aqueménida, Zama, donde Roma acabó con el poderío cartaginés, Adrianópolis, donde los Godos pusieron fin a la invencibilidad de las Legiones imperiales, Poiters que puso fin a la expansión del Islam en Europa Occidental, los Cuernos de Hattina, en que los Musulmanes acabaron con el Reino de Jerusalén fundado por los Cruzados, Otumba, donde Hernán Cortés puso fin a la hegemonía militar Mexica en Mesoamérica, Lepanto, donde el Islam perdió el control sobre el Mediterráneo, Rocroi, donde España perdió la hegemonía en Europa a favor de Francia, y posteriormente, ya en tiempos más recientes, Stalingrado, donde los Soviéticos vencieron a los Nazis y lograron cambiar la suerte de la Segunda Guerra Mundial, o la Ofensiva del Tet en Vietnam, donde fue rota la moral del ejército estadounidense.

La Batalla de Waterloo se incluye en esta lista de batallas definitivas, fue el final de la última guerra mundial antes de los conflictos denominados así propiamente, una serie de conflictos iniciados en 1789 con el proceso revolucionario francés; no se trató solamente de la defensa egoísta de las Monarquías Europeas contra la "Democracia" y "Libertad" surgida de la Revolución, para nada, este proceso político y social galo demostró ser bastante agresivo y letal, y la prueba estuvo en El Terror y el genocidio de La Vendée, además de tiránico, la prueba estuvo que Inglaterra, país en el que ya estaba instalado un régimen constitucional y democrático en buena parte desde el Acta de Establecimiento cien años antes fue el principal opositor al proceso, que no lo vio como similar al vivido en su Historia, sino como su antítesis; y no es para más: el proceso constitucional británico, iniciado hace 800 años con la expedición de la Carta Magna, implicó el adelgazamiento del Estado y la libertad individual, el francés, que inició con el absolutismo de los Borbón, desembocó en la creación de un Estado garante de todo y proteccionista, intolerante e invasivo, que tuvo su más alta expresión, precisamente, en el Imperio Napoleónico. (Aunque muchas de sus características sobrevivieron y se extendieron a buena parte del Mundo Occidental, Hispanoamérica, por ejemplo, en mucho tiene en el origen de sus males el abandono de la tradición libertaria castellana y aragonesa, tan importante como la inglesa, en aras de adoptar el modelo "liberal" francés, estatista, antirreligioso y oneroso).

Napoleón ya había sido derrotado: en 1812, en la cúspide de su poder, el Corso había impuesto el Bloqueo Continental con el que pretendía ahogar económicamente a Inglaterra, cerrando todos los puertos al comercio británico. Contrario a lo que se piensa o a la imagen muy sobrevalorada del emperador, Napoleón cometió muchos errores estratégicos y políticos. El bloqueo lo pretende instrumentar, por ejemplo, sin contar con una fuerza naval importante. Desde 1804, Francia había perdido su armada tras la Batalla de Trafalgar --quizá ahí fue donde quedó fijado el destino de Napoleón-- y de por sí Francia nunca llegó a ser una potencia naval como sí lo fueron Inglaterra, España, Holanda o Portugal, la alianza con España, a la que la había arrastrado el Gobierno de Carlos IV y su Ministro Manuel Godoy, con la idea de debilitar a "la Pérfida Albión" y que España obtuviese ventaja, después de todo, habían dado un gran golpe a Londres con la ayuda dada a la Independencia de EUA, algo que, a la larga fue un error gravísimo para Madrid. (El Imperio Español hubiese sobevivido si, por el contrario, España hubiese auxiliado a Inglaterra en contra de Francia y ayudado a suprimir la rebelión de las 13 colonias, pienso yo, pero pesó el "pacto de familia" entre los Borbón galos y los hispanos antes que una visión a largo plazo), terminó con la destrucción también de la flota hispana en la misma batalla ante el genio naval de Horatio Nelson.

Para lograr el bloqueo continental sin una armada poderosa para París ni su aliado español, Napoleón se vio obligado a sobreextender sus dominios personales, por ello, invadió España y Portugal, Europa Central y Oriental y creó Estados clientes con sus hermanos o colaboradores al frente como reyes; Napoleón en realidad no era ningún demócrata ni seguidor de los ideales de la Revolución, así como Stalin reconstruiría el Zarismo sin corona a su favor, Bonaparte reconstruyó la monarquía gala en sus sienes, pero fue más allá: se proclamó Emperador en vez de Rey y pretendió ser un nuevo Carlomagno o un nuevo Justiniano con el que el Imperio Romano renacía, por ello la codificación jurídica, no fue por aras de simplificar o sistematizar el Derecho, fue con aras de igualar lo hecho por el César en Constantinopla en el siglo VI y también, crear un sistema jurídico que para su aplicación dependería de decretos y actividad de un Legislativo supeditado al Emperador y de una burocracia igualmente controlada desde arriba, mientras el corrupto Fouché establecería un sistema policíaco y represivo, disfrazado de administración de Justicia... la herencia de esto pesa sobre todos nuestros países de tradición Romano-Canónica y no es gratuito que muchos vean como ideal al sistema Anglosajón: casuista, centrado en los jueces y garante de la libertad individual, aunque más primitivo.

Pero faltaba Rusia, si bien el Zar Alejandro I había firmado la Paz de Tilsit y el Kremlin se comprometía a ser parte del Bloqueo Continental, nunca lo respetó, y bien sabía que Napoleón no tenía los medios para asegurar la adhesión rusa al Bloqueo contra Inglaterra. Sin embargo, cuando el Corso se enteró que mercancías británicas se internaban en los mercados europeos a través de los puertos rusos del Báltico se lanzó a la invasión de Rusia; entre tanto, en España, desde 1808 surgió una gran insurrección popular en contra del dominio francés, cosa que fue apoyada por los ingleses, que enviaron tropas bajo el mando de Sir Arthur Wellesley, primer Duque de Wellington.


Wellington, (a la izquierda) proveniente de una familia angloirlandesa, era un segundón que llegó al ejército para no encasillarse como abogado o clérigo, enviado a las milicias coloniales en la India, hizo en el subcontinente una carrera militar sin fanfarrias pero exitosa; hombre frío y calculador, llamado por ello el Duque de Hierro, parecía no perder el temple ni la serenidad para tomar decisiones aún cuando tuviese el peligro encima, lo que contrastaba, en realidad con un aborrecimiento total por la violencia y las matanzas, se dice que después de Waterloo, contemplando los cadáveres regados en el campo, pronunció una frase memorable: "lo único que es tan triste como una batalla perdida es una batalla ganada"; hombre rígido y disciplinado, admirador de la cultura española, veía con horror los saqueos de sus soldados, a los que no dudaba en calificar como "la hez de la Tierra" pues comprendía que la mayoría de ellos provenían de estratos sociales muy bajos, y eran carentes de educación y de moralidad, parte del naciente proletariado industrial inglés y aplicaba correctivos severos. Así, logró crear un ejército con soldados altamente profesionales y bien entrenados, que provenían del enganche voluntario (pues en Inglaterra no existía el servicio militar obligatorio) y fue un extraordinario comandante defensivo, que sabía muy bien escoger el terreno para sus batallas y atraer a sus oponentes a las ratoneras que sabía tender.

Llegado a España, coaligado con las fuerzas portuguesas y españolas y las Juntas liberales que habían tomado el poder en lugar del Rey Fernando VII, prisionero de Napoleón, Wellington creó un infierno para las tropas imperiales del Corso, abriendo un Frente Occidental mientras que por el este, Napoleón era derrotado por el invierno y la dura resistencia rusa.  Los años de 1813 y los inicios de 1814 se batió en retirada: herido de muerte su poder militar en la Batalla de Leipzig o Batalla de las Naciones, se encerró a defenderse a sangre y fuego dentro de sus fronteras, finalmente avasallado, se rindió y se le exilió a la Isla de Elba, en medio del Mediterráneo, de donde fue hecho Rey y se le permitió conservar su guardia, mientras, se reunía el Congreso de Viena y se restauraba a los Borbón, en la persona de Luis XVIII en el trono de Francia.

Napoleón no duró mucho tiempo ocioso, regresó y rápidamente el ejército le dio su apoyo, iniciando el periodo conocido como Los Cien Días, de inmediato, las potencias europeas volvieron a unirse en contra de Napoleón, quien fue declarado "fuera de la Ley" mientras él decidía lanzar una nueva campaña para vencer a los aliados y obligarlos a aceptar una paz negociada de la que obtuviera el reconocimiento como soberano de Francia. Para ello, decidió ocupar Bélgica, territorio en ese momento bajo control de los aliados, buscaba tomar Bruselas y desde ahí, haría una oferta de paz.

La realidad es que parece que Napoleón, ya aquejado de numerosas enfermedades: una sífilis mal tratada, úlceras estomacales que degenerarían en cáncer, gota, y otros problemas propios de un militar veterano, no tomaba en cuenta las circunstancias ni los hechos duros: Francia estaba agotada tras veinticinco años de guerras y regímenes expoliadores, las enormes matanzas revolucionarias y en los campos de batalla habían cobrado su cuota demográfica y las finanzas públicas estaban muertas, la eventual victoria del emperador en Waterloo poco hubiera cambiado el escenario: Rusos y Austriacos habrían entrado por el sur de Francia que no hubiera podido oponer una resistencia efectiva y nuevamente habrían entrado a París, mientras que Inglaterra habría armado otro ejército con qué atacarlo y financiado el esfuerzo bélico en su contra, lo mismo que Prusia y hasta España habría entrado en la liza. Desde su regreso de Elba ya estaba derrotado, pero no lo quería aceptar.

Napoleón sólo pudo armar, a toda prisa, al Ejército del Norte de 125,000 hombres, y así partió a la batalla, teniendo en mente derrotar a los británicos principalmente y de los prusianos, buscando derrotarlos por separado, evitando la unión entre ambas fuerzas y tomar Bruselas, desde donde lanzaría una oferta para lograr una paz negociada con los aliados, de no lograrla, cosa que era lo más probable, al menos esperaba ganar tiempo, a fin de reunir las tropas y elementos suficientes para batir a Austriacos y Rusos, aun distantes, de las fronteras francesas.

Napoleón había perdido a varios de sus mejores mariscales a lo largo de sus 15 años de campañas, en particular, se había distanciado de dos de los mejores: por un lado de Luis Nicolás Davout, probablemente el mejor de todos sus comandantes; para muchos, incluso muy superior en su habilidad estratégica y táctica al emperador; quizá por ello, por simple envidia o temor a verse opacado, éste le había relegado a puestos administrativos en los últimos años, y durante el Gobierno de los 100 días, le había dejado en París con el cargo de Ministro de Defensa, entre tanto, Joachim Murat, su cuñado y gran comandante de caballería, intentaba hacerse con la corona de Nápoles, sin tener apoyo popular y después ejecutado por los aliados. A su lado, Napoleón contaba con el fiel Mariscal Ney, buen líder de infantería, carismático y devoto de la figura del Corso, aunque irreflexivo e impulsivo, lo que le costaría la muerte por haberse rebelado contra Luis XVIII y Grouchy, recién ascendido a Mariscal, quien era un jefe con aptitudes más limitadas.

El propio Napoleón sabía que no podría con los aliados si los encontraba juntos por su superioridad numérica, por ello, buscó enfrentarse a los Prusianos e Ingleses por separado: Napoleón se encontró con los Prusianos en la población de Ligny, derrotándolos, pero el anciano y experimentado Blücher se retiró a tiempo y evitó verse aniquilado, alejándose velozmente de los franceses, sin que el Corso, quizá agotado, o deseando guardar sus fuerzas, los persiguiera. Al día siguiente, 17 de junio, Ney localizó a Wellington y a los británicos y aliados en Quatre-Bras, y lo que inició como una escaramuza terminó en una batalla a gran escala. Sin embargo, Napoleón no acudió a reforzar al mariscal y la batalla terminó en una especie de empate, pudiendo el inglés retirar su fuerza sin sufrir daños considerables.

Al anochecer, se encontraron Ney y Napoleón y al día siguiente continuaron la marcha encontrando a Wellington posicionado ante el pueblo de Waterloo, controlando el paso hacia Bruselas. el británico era un excelente defensivo, y como tal, sabía escoger el terreno; al parecer, había visitado el lugar un año antes y desde entonces había analizado el lugar, costumbre que tenía en cada campo que veía, estudiando las posibilidades que tenía para plantear una batalla defensiva. Así, Wellington aprovechó las elevaciones del terreno y la especie de embudo que había entre ellas y por donde pasaba la carretera, mientras que fortificó dos granjas: La Halle Sainte y Hougomont, así como la aldea de Papelotte, situadas en medio del campo  y desde donde podía cortar el avance galo y frenar sus ataques, para colmo, el clima jugó en su favor: llovió a cántaros aquella noche, el suelo, de naturaleza blanda, se convirtió en lodo, lo que impidió que Napoleón colocase su artillería en los puntos claves para causar daño en las líneas inglesas.

La batalla, que comenzó a las 11:00 am del 18 de junio de 1815, consistió en cuatro asaltos franceses contra la línea británica; entre tanto, temeroso de la llegada de Blücher, Napoleón envió a Grouchy a buscarle y detenerle para poder luchar y derrotar a los anglos y sus aliados. El novel mariscal se perdería entre la niebla en los bosques cercanos y no encontraría al viejo Prusiano quien sí encontraría el camino y, a marchas forzadas se apresuró para llegar a reforzar a Wellington. Este no sabía si los germánicos llegarían o no, pues no tenía posibilidad de comunicarse con el Mariscal, así que, armado de paciencia, flema británica y mucho valor, el General Cipayo como Napoleón despectivamente le llamaba se determinó a resistir lo más que pudiera, viviendo momentos dramáticos como la carga de la caballería pesada dirigida por Ney mientras Napoleón se retiraba del campo ante un fuerte dolor de estómago provocado por sus úlceras; rápidamente la infantería británica formó cuadros y repelió los ataques de los coraceros francos.


Finalmente, ya por la tarde llegaron los Prusianos y atacaron a los franceses por detrás. Napoleón comprendió que todo estaba perdido: no pudo romper la "delgada línea roja" de Wellington y Grouchy dejó escapar a los germánicos; sin más qué hacer, dejó el campo de batalla; con sus tropas de élite, la Guardia Imperial, protegiendo la retirada de los restos del ejército. La Guardia se llenó de honor y cumplió su lema: "La Guardia muere, pero no se rinde". Cuando se les conminó a rendirse, en un hecho que pasó a la Historia, uno de sus comandantes, el General Cambronne gritó "¡Mierda!" y a continuación fueron aniquilados por el fuego británico y prusiano combinado.

Una semana después, Napoleón abdicaba y si bien al principio pensó en obtener la clemencia de los británicos y demás aliados para poder exiliarse en EUA, el único aliado que le quedaba a su Imperio derrumbado, finalmente tuvo que entregarse a la voluntad de Londres; el gobierno del príncipe regente Jorge (futuro Jorge IV), ante la demencia ya muy agravada de Jorge III, determinó que el corso era ahora un prisionero y le condenó al exilio en la isla de Santa Helena, en medio del Atlántico, frente a las costas africanas, donde moriría en 1821, siendo su muerte, hasta el día de hoy, objeto de controversia, para unos, moriría de cáncer de estómago, para otros, los británicos, temiendo su regreso a Europa, le envenenaron.

Waterloo fue una de las batallas más decisivas de la Historia, pues puso punto final a la hegemonía política y militar francesa, iniciada con otro combate histórico: Rocroi, en 1643, con la que simbólicamente se marca el paso de la supremacía española a la gala,  dando paso a la supremacía británica que perduaría, en los terrenos políticos y militares hasta la Segunda Guerra Mundial; podemos resumir el resultado de Waterloo permitiría grandes cambios en las relaciones internacionales:


  • Termina la supremacía francesa en los terrenos militares y políticos sobre Europa, ciertamente, los gobiernos siguientes, de Luis XVIII, Carlos X y Luis Felipe I iniciarían la conquista y colonización de territorios africanos y asiáticos, pero Francia perdió totalmente el carácter de potencia dominante; en el terreno cultural, sin embargo, mantendría su primacía hasta bien entrado el siglo XX.
  • Se inicia la etapa de apogeo británico, que le llevaría a consolidar el Imperio Colonial más grande del mundo y a alcanzar su máximo esplendor bajo Victoria I, de 1838 a 1901siendo el motor principal de la Revolución Industrial. No perdería esta hegemonía sino a causa de las dos Guerras Mundiales, y su influencia cultural llegaría a su máximo punto en los años 60 a través del Rock and Roll, aunque todavía al día de hoy su literatura, música, cine y otros medios ejercen un enorme influjo que llegan a superar a los de EUA en repetidas ocasiones.
  • España fue quizá la mayor víctima de las Guerras Napoleónicas, a resultas de las que perdió sus posesiones de Ultramar, inició un siglo XIX con grandes disputas políticas internas entre aquellos que buscaron la adopción del Liberalismo Francés y aquellos que plantearon un modelo propio anclado en la tradición castellana-aragonesa-navarra (Carlismo), si para antes de 1808 España era todavía una de las principales potencias del globo, después de 1815 pasó a ser un país segundón, que se fue quedando atrás en el proceso de industrialización y sin influencia política en los destinos del continente europeo, llegando a tocar fondo en 1898 con la pérdida de Cuba, Filipinas y Puerto Rico.
  • Se buscó, mediante el Congreso de Viena, la creación de un orden internacional con herramientas de solución pacífica de controversias mediante Congresos periódicos, y a través de la Santa Alianza, de un primer sistema de Seguridad Colectiva.
  • Se conjuró el peligro revolucionario mediante sistemas de "carta otorgada" que más que ser la adopción de los principios revolucionarios franceses fueron la evolución del "despotismo ilustrado" dieiciochesco, en que se reconocían ciertos derechos y se establecieron parlamentos y gabinetes electos que respondían ante el monarca, éste siguió ostentando la autoridad suprema; este sistema de Monarquías Absolutas un tanto atemperadas perviviría hasta su caída definitiva con el fin de la Primera Guerra Mundial, cien años después, cuando realmente cayó el Antiguo Régimen.
  • Iniciaría el proceso de unificación de Alemania que culminaría en 1870 con la derrota del sobrino y pobre imitador del corso: Napoleón III.
  • El sistema inaugurado con el Congreso de Viena, llamado Concierto Europeo, perduraría hasta 1914 a pesar de las Guerras de Crimea (que significó un intento europeo por sacar a Rusia del juego) de la Unificación Italiana y de la Franco-Prusiana en 1870.
No en balde, tras la batalla, los 50,000 muertos aliados y 67,000 fallecidos franceses fueron sepultados en un enorme túmulo sobre el que se erige, hoy en día, un imponente león británico; después de todo, sobre los caídos de aquel sangriento día, se levantó incuestionable, por un siglo, la hegemonía del Imperio Británico.

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