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23 de diciembre de 2017

CATALUÑA



Samuel Huntington decía que como efecto de reacción ante la Globalización, los regionalismos, las diferencias culturales más mínimas, iban a convertirse en referentes por aquellas comunidades o grupos que se sentirían amenazados por la imposición de una cultura global, que en general, ha venido a ser la "angloamericanización" del mundo, dado el dominio de los medios y de la cultura popular que tiene EUA, y en menor medida, Gran Bretaña, en la actualidad.

En parte por ello, y también por la pésima redacción de la Constitución Española de 1978 con la que la Madre Patria demolió el régimen franquista y se encausó por los caminos de una Democracia que empoderó a los partidos políticos e insertó al país ibérico en la Comunidad Europea, después Unión Europea, cediendo grandes tajadas de Soberanía a los tecnócratas de Bruselas, España inició un proceso disgregador que parece ir marcha atrás en el tiempo hacia la descomposición del proceso de integración y unificación español que culminó en 1492 con la toma de Granada por los Reyes Católicos. Es increíble que tras 500 años no haya cuajado la formación de una nacionalidad, más cuando la misma se construyó durante los siete siglos que duró la Reconquista en la lucha contra el Islam militante, y que posteriormente, se tradujo en la conquista del primer Imperio de carácter global que conoció la Historia y que se extendió por los cinco continentes.

Y es que en estos regionalismos actuales, presentes en las diferentes regiones españolas existe un mucho de artificial: en cuestión de idiomas, ni el Asturiano, ni el Aragonés, ni el Leonés o el Gallego sobreviven hoy más allá de núcleos rurales: el Castellano, finalmente, se identificó como el idioma Español y fue el que se extendió por el mundo tras la epopeya de los grandes exploradores y conquistadores hispanos o al servicio de la Corona Española: Colón, Cortés, Pizarro, Balboa, Magallanes y otros. Es de señalar sin embargo que tanto bajo Fernando como Isabel y sus sucesores los Austrias, España no era concebida como un Estado centralizado, sino como una federación de reinos, finalmente, durante el proceso de reunificación de lo que originalmente fue la Hispania Visigoda, rota por los Musulmanes, los reinos que finalmente fueron conduciendo la lucha contra estos se fueron formando aglutinando reinos y señoríos feudales que se iban conformando en los territorios que poco a poco se arrebataban a los mahometanos.

Esto implicaba que los monarcas de Castilla y de Aragón se comprometían a respetar los fueros o leyes propias de cada una de las regiones que se adherían a sus reinos, y finalmente, cuando bajo Carlos I de España y V de Alemania se conformó la monarquía hispánica unificada, se entendía que el monarca no era en estricto sentido, Rey de España, sino Rey de Castilla, de León, Aragón, Valencia, Granada, Navarra y un largo etcétera de títulos que denotaban la soberanía y el señorío sobre distintas regiones. Es el caso que Cataluña nunca fue un reino propio e independiente, y si bien su germen se encuentra en la Marca Hispánica creada por Carlomagno a fines del siglo VIII como zona de defensa para evitar la irrupción islámica en Francia, no se concibió a la misma como una entidad soberana, sino como una serie de condados, como Barcelona, o una ciudad que sería luego tomada por los musulmanes como Valencia, que luego serían dependientes de la Corona de Aragón. Los reyes de la Casa de Austria así estructuraron la monarquía hispánica, reconociendo la autonomía de cada región componente de pero todo cambió con los Borbón.

Generalmente se dice que el problema nacionalista catalán inicia con los Borbón y se señala que el asedio sufrido por Barcelona por las tropas leales a Felipe V de Borbón durante la Guerra de Secesión Española, es el evento fundacional de la lucha por la independencia de Cataluña, esto es parcialmente cierto: los Catalanes de aquél entonces no luchaban, como ahora pretenden los nacionalistas, por esa causa, sino por la continuidad de la dinastía de los Habsburgo sobre el Trono Español, siendo partidarios del Archiduque Carlos de Austria y oponentes a la llegada de la familia francesa de los Borbón al solio de San Fernando.

Los Borbón, por otro lado, no respetarían, tras la guerra y consolidarse al frente de España y su Imperio la especial constitución de la monarquía hispana, sino que, llegados de Francia --misma que tampoco es un todo homogéneo, regiones como Aquitania, Languedoc o Bretaña, tienen también una lejana historia de autonomía y de lenguas propias, recuérdese que el idioma que conocemos como "Francés" es la "Lengua de Oil", mientras que en gran parte del territorio galo se habla la llamada "Lengua de Oc" u Occitano-- país en el que su dinastía, con Enrique IV, Luis XIII y finalmente Luis XIV se había consolidado la centralización administrativa y el absolutismo en manos del Rey, quien acumulaba en sus manos las potestades ejecutivas, legislativas y judiciales y ejercía su poder sobre todo el territorio a través de unos delegados o intendentes nombrados directamente por él sobre un país dividido en departamentos administrativos; hasta el día de hoy, esa es la estructura de Francia, que es el país centralista por excelencia.

Así, los Borbón desconocieron los fueros y los sistemas jurídicos de las diferentes regiones españolas, imponiendo el Derecho Castellano como común a todo el reino, eliminaron la necesidad de convocar a Cortes como órgano legislativo e impusieron el centralismo, creando las Intendencias bajo funcionarios nombrados directamente por el Rey, lo cual por supuesto, no benefició a las élites locales. Después, si bien la Constitución de Cádiz en 1812 pretendía imponer algo similar a un Federalismo con las Diputaciones Provinciales, la división territorial en Provincias que funcionaban dentro de un contexto centralizado no se alteró demasiado; hasta la Constitución de 1978 que equivocadamente reconoce nacionalidades dentro de España, muchas de ellas sin justificación histórica alguna, como el caso de los Andaluces, quienes descienden de Castellanos que ocuparon el territorio que fue recuperado de los Musulmanes y que, por tanto, no tienen un contexto diferente al resto de los españoles.

En realidad, todo esto vino a beneficiar a políticos locales que, basándose en discursos nacionalistas o regionalistas han justificado la creación de cacicazgos y corruptelas en cada región de España o "Comunidad Autónoma", amenazando a la integridad del Estado y de la misma Nación Española: resulta absurdo que los Catalanes vengan ahora a decir que siempre han sido oprimidos por los Españoles cuando ellos mismos son Españoles, y fuera de ese país, todo el mundo los reconoce como tales. El Catalán, en realidad dialecto Valenciano, fue resucitado cuando, si uno lee a Don Quijote, uno puede comprobar cómo, al llegar a Cataluña y visitar Barcelona, nadie le habla en dicha lengua, sino todos lo hacen en perfecto Castellano, lo cual contrasta con el episodio del Vizcaíno, un vasco que a duras penas se da a entender en un muy mal Español, lo que indica que dicha lengua se encontraba en franca retirada respecto de la lengua de Castilla.

Sin embargo, el Nacionalismo Catalán actual se ha nutrido de las ambiciones descaradas de una casta política y empresarial local que ansía con hacerse de un feudo donde imperen sus intereses y sus corruptelas sin la fiscalización de Madrid, para ello, se han servido de la Leyenda Negra, añeja artimaña propagandista usada por los rivales de España, como Francia, Portugal, Inglaterra y Holanda, para atacar y desprestigiar a la potencia ibérica, acusándola de oscurantista, fanática y sangrienta por la Inquisición, la lucha contra un Islam sobrevalorado y retratado como la cumbre de la tolerancia y la cultura o la conquista de América donde se ha elaborado un retrato irreal de las civilizaciones neolíticas americanas, para hacerlas pasar por tan avanzadas que hasta contactaban alienígenas, mientras los conquistadores son mostrados como simples saqueadores y asesinos. De igual manera, han manejado un discurso igualmente absurdo en el que se pretende demostrar una superioridad racial o étnica de los Catalanes, y que incluso, muchos personajes ilustres de la Historia española e incluso europea eran de ese origen, lo cual no lleva si no a provocar risa.

Y también está el apoyo exterior que han recibido de países como Qatar, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos o Irán, países que buscan incentivar la migración islámica a España para la "recuperación de Al-Andaluz", y que han financiado al separatismo, o Rusia, que aunque niega una injerencia en el proceso separatista, es evidente el apoyo que sus medios oficiales, como RT o Sputnik, han dado a los nacionalistas catalanes, pues al Kremlin le conviene una Europa dividida y debilitada, más cuando el Brexit da la pauta para la disolución de la Unión Europea, además de que la eventual separación de Cataluña sin duda iniciaría un proceso de reforzamiento de regionalismos que podría llevar a la involución de Europa hacia una especie de nuevo feudalismo: recuérdese que los Catalanes además se encuentran presentes en toda la llamada Costa Azul francesa, los Vascos, igualmente con un pasado reciente separatista a través del terrorismo ejercido por la banda ETA, están en el norte de España y se extienden a la Navarra Francesa, en Reino Unido, esto puede dar fuerza al separatismo Escocés, mucho más sustentable que el Catalán, al de Irlanda del Norte e incluso el de Gales, el separatismo latente de Lombardía y el Véneto en Italia, y otras regiones en diversos países europeos, por lo que lo desatado en Cataluña puede tener consecuencias insospechadas.

Pero lo más sorprendente de todo ha sido la manera estúpida en que ha reaccionado el Gobierno Central Español encabezado tanto por el Rey Felipe VI como por el Presidente Mariano Rajoy y su Vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría; en vez de defender la integridad del Estado y de la Nación, han buscado defender la Democracia, cuando ésta se encuentra contaminada por el lavado de cerebro que los Nacionalistas como Puigdemont, Ada Colau, Junqueras, Jordi Pujol o Artur Mas, y la Izquierda Española encarnada ahora en Podemos, una banda de hipsters y júniors a sueldo de Irán y la Venezuela Chavista, han educado a la juventud en la Leyenda Negra y la perpetua vergüenza de ser español y de pedir disculpas por serlo, el victimismo falso de los Catalanes y la prohibición de una lengua universal como el Castellano en pro del poco conocido idioma local, al que hablan como si fuese una lengua extranjera aprendida a la fuerza.

Como resultado, en las recientes elecciones celebradas, sin las condiciones necesarias para la conservación de la constitucionalidad, los resultados dan la mayoría absoluta a los nacionalistas, los cuales quedan legitimados y podrán plantear el inicio de un proceso independentista, pese a la mayoría relativa alcanzada por el partido Ciudadanos, poniendo en riesgo a la unidad de España como a la estabilidad de Europa Occidental entera.

Todo por defender una Democracia, misma que, cada vez queda más claro, es la manera con la que los grandes manipuladores de las masas, se hacen con el poder y lo mantienen engañando al pueblo al que le hacen creer que gobiernan por su interés, cuando en realidad, es interés de grupo o de individuo. Veamos que sucede, pero España, la primer potencia mundial de la Historia, se encuentra en riesgo de desaparecer, víctima de su decadencia, de sus complejos y de la cobardía de sus dirigentes, que prefieren verla perdida a dejar de ser etiquetados como demócratas...





21 de diciembre de 2017

¿HACIA DÓNDE VA STAR WARS?




Como ya antes lo mencioné en este espacio, no soy especialmente fanático de la saga creada por George Lucas; no tengo juguetes ni coleccionables ni parte alguna de todo el merchandising derivado de la misma, por ahí recuerdo que de niño sí tuve una camiseta con la efigie del androide R2-D2, pero nada más. Sin embargo, es parte de mi vida, al haber nacido en 1976, se puede decir que el serial fílmico ha acompañado mi paso por este planeta, así que es inevitable que hable de él.

Pude ver la nueva entrega: Episodio VIII, Los Últimos Jedi, y ahora aquí me pongo a plasmar mis impresiones sobre la misma (ojo: spoilers):

Primero que nada, siempre he pensado que Star Wars contiene una muy buena idea, pero ha sido mal contada; esto se debe a que, admitámoslo, George Lucas es un mediocre narrador y un cineasta medio, no importa que fuese compañero de generación en la Escuela de Cine de la Universidad del Sur de California de Steven Spielberg o de Francis Ford Coppola; él está muy pero muy atrás de ambos grandes directores. El logro, sin embargo, inigualable de Lucas que ya he mencionado aquí antes, radica en que sus películas fueron pioneras o aventajadas para su época en varios aspectos: le dio a la Ciencia Ficción --pese a que su historia tiene muy poco de ciencia y mucho, demasiado de ficción para ser considerada del género-- carta propia para ser un género cinematográfico, pues posteriormente a ella aparecería Alien de Ridley Scott, ésa sí perteneciente a la ciencia ficción más dura, innovó en los aspectos técnicos de los efectos especiales y sobre todo, generó por primera vez todo el fenómeno de mercadotecnia que ahora acompaña a los lanzamientos de muchos estrenos de Hollywood: juguetes, ropa, chácharas coleccionables, cromos, etc.

Sin embargo, y como alguna vez lo dijera Juan Manuel de Prada, la historia ideada por Lucas gira en torno a un maniqueísmo simplón, y por supuesto, no cuenta con la elaborada estructura de la obra de Tolkien, o la actual, de George R.R. Martin, y tampoco de los grandes de la fantasía científica: Asimov, Herbert, Bradbury o Clarke, aunque quizá su simplicidad bastó a las audiencias de finales de los setenta e inicio de los ochenta para llenar los deseos de escuchar y ver una historia épica, en un momento en que estaba lejos de darse en la pantalla la posibilidad de ver aventuras y acción  de proporciones míticas ambientadas además en el espacio y en un ambiente futurista, con el recuerdo reciente de la carrera espacial hacia la Luna. Esa simplicidad le hizo ser fácilmente asimilable y comprendida por el público.

Sin embargo, la última entrega: Los Últimos Jedi ha desatado enorme controversia entre los espectadores, y esto por diversas razones:


  1. En primer término, las deficiencias del creador de la historia: George Lucas, como narrador, la realidad es que Star Wars surgió de un cúmulo de lecturas e influencias del cineasta, pero al momento de redactar el guión, no siguió un plan premeditado ni hizo un esbozo general de la historia, por ello se dio ese extraño comienzo a la mitad, a partir del episodio IV, Una Nueva Esperanza, en 1977, cuestiones tales como la identidad de Darth Vader como Anakin Skywalker, y la paternidad de éste sobre Luke y Leia, fueron improvisadas y escritas sobre el camino. En pocas palabras, Lucas quería contar una saga, pero sin tener la más mínima idea del pasado y el futuro de sus personajes, quizá también porque cuando filmó en 1977, lo hizo con ánimo de experimentar y no sabía si su idea tendría éxito o no.
  2. El afán de lucro del propio Lucas y sus limitaciones como narrador, hicieron que posteriormente a la conclusión de la primera trilogía con El Retorno del Jedi en 1983, y ante la voracidad de la multitud de fans de la serie, deseosos de saber qué pasaba después de la victoria final de los rebeldes sobre el Imperio, le llevaron a licenciar sus personajes para la elaboración de series animadas, guiones de videojuegos y sobre todo: novelas, la mayoría de regulares a malas y a pésimas, juegos de rol y cómics, creando el llamado Universo Expandido, que al contar con la aprobación de Lucas, llevó a que, para muchos fanáticos, aquello constituyera una especie de canon, como si se tratase de una Biblia, considerando que, posteriormente, de hacerse nuevas películas dentro de la serie, se tendrían que ajustar a lo narrado en tales historias.
  3. Las precuelas y su controversia: veinte años después del éxito de la trilogía original, Lucas decidió contar por él mismo lo que había pasado antes del Episodio IV, así que se enfocó con La Amenaza Fantasma, El Ataque de los Clones y La Venganza de los Sith, contar la historia del ascenso y caída de Anakin Skywalker, sin embargo, se inventó un personaje innecesario como Jar Jar Binks, buscando como agregarle algo de comedia a la saga, pero con un personaje infantil, sobrante y pesado que no convenció a nadie. La elección de un novel actor como Hayden Christensen que no supo interpretar la tragedia interna del patriarca espacial de forma convincente, salvo su ira, tampoco contribuyó a que estas películas contentaran a los fanáticos, pero sobre todo, la incapacidad de Lucas por dotar de profundidad a su historia y de un contexto político y social creíble o coherente, propio de "Ciencia-Ficción Dura", como era su intención, le restó méritos a las películas, por lo demás filmadas en forma espectacular y con nuevas innovaciones técnicas.
  4. La llegada de Disney: Lucas más que un cineasta es un empresario, y como tal, no dudó en vender su casa productora y los derechos de su historia al cada vez más enorme monopolio del entretenimiento que es Disney. Esta, decidió tomar en sus manos la continuación fílmica de la saga y exprimirla lo más que se pueda; pero a la vez, impregnarla de su agenda política, identificada con las doctrinas de la ideología de género, el multiculturalismo y demás puntos propios de lo "políticamente correcto" que han sido pregonados por el Partido Demócrata de EUA, los Clinton y Obama, llevó a la "casa de Mickey Mouse" a desoír las voces de los seguidores de la saga y reescribir el canon según sus intereses tanto monetarios como políticos.
Como consecuencia, hemos tenido ya dos entregas: El Despertar de la Fuerza, y ahora Los Últimos Jedi, que han sido un tanto decepcionantes, pues en mucho, no coinciden con las historias del "Universo Expandido", han traicionado la esencia de los personajes como originalmente fueron diseñados por Lucas y por otro lado, han carecido de total originalidad.

Como ya en su momento lo señalé en este espacio, el episodio VII fue una especie de refrito del episodio IV, dirigido por un J.J. Abrams que, según daba la impresión; tenía un plan original que hubiera sido interesante con el desertor Finn, --interpretado, a mi parecer, muy bien por el nigeriano John Boyega--, como protagonista, pero que después, ante las presiones de Disney por forzar a una protagonista femenina, como es el caso de la Jedi Rey, terminó por hacer una película desangelada y que se va desinflando a medida que corre el metraje, a la vez que repite situaciones y circunstancias ya antes vistas. De nada sirvió además que buscara reproducir la crudeza de una serie interminable de guerras por treinta años y sus efectos devastadores, así como lo cruento de los combates con armas generadas por una tecnología como la presentada en los filmes, la película no termina de cuajar.

Pero ahora, Los Últimos Jedi es una película que, en general sería "buena", pero hasta ahí, si no fuera parte de la saga; sin embargo, termina por desarticular y romper con la historia original de George Lucas en su esencia, y eso tiene a los fans desencantados, cuando no, hasta enojados con el resultado. 

Y es que veamos, el personaje de Finn va apagándose a medida que va avanzando la historia, de ser el presunto protagonista en el episodio anterior, se va volviendo cada vez más irrelevante. Poe Demerone, --pésimamente interpretado por Oscar Isaacs, quien además da cátedra de sobreactuación-- es probablemente el peor personaje desde el ya mencionado y despreciado Jar Jar Binks: es insoportable, es un verdadero idiota, insubordinado, temerario y peligroso que manda a sus tropas a la matanza para conseguir un resultado mínimo a cambio, y la reacción de la Princesa Leia, --la decadencia física de Carrie Fisher es más evidente en este filme que en el anterior, recuérdese que falleció, a causa de sus excesos y vicios que nunca superó pocas semanas tras concluir el rodaje-- ante ello, es irreal, mínima cuando un sujeto así, en cualquier ejército debía ser sometido a corte marcial ante el desprecio hacia la vida de sus compañeros y la pérdida de recursos valiosísimos para continuar con la lucha, por una República que no sabemos cómo volvió a derrumbarse y a volverse un movimiento de rebelión contra un poder surgido de la nada (La interrogante sobre de dónde salió el Líder Supremo Snoke, y su extraordinariamente armada Primera Fuerza continúa, además que resultó ser un villano de pacotilla, sin el poderío ni el misterio que Ian McDiarmind imprimía a Palpatine/Darth Sidious) que parece querer restaurar al Imperio.

De la protagonista Rey, ni se diga, es un panfleto feminista en sí misma, como lo fue también, la hasta eso, muy superior precuela Rogue One, además que la actuación de Daisy Ridley tampoco convence del todo. Mientras que el Luke Skywalker que vemos aquí, derrotado, indeciso, y que al final muere, o se hace uno con la Fuerza de manera inexplicable tras hacer, quizá la escena más memorable de la película y quizá una de las mejores de toda la saga, como es el enfrentamiento virtual con Kylo Ren, no convenció ni al propio Mark Hamill, quien criticó, con resignación, su papel en esta película. Lo mejor, sin embargo, en ambos episodios de la trilogía actual ha sido la actuación de Adam Driver como Kylo Ren/Ben Solo, personaje que, a diferencia de los anteriores, ha sido bien escrito y diseñado con sus conflictos morales y sentimentales, dudas y objetivos, además de que la interpretación del joven actor está por encima de la de sus compañeros de reparto. Otras cosas muy buenas de la película es el enfrentamiento entre Luke y Kylo del que hablé, y la escena final, donde vemos a un niño esclavo sensible a la fuerza que nos rememora al origen de Anakin Skywalker, como prometiendo un nuevo comienzo... ¿será eso el inicio de otra trilogía prometida en que no saldrá nadie con el apellido famoso?

Como ya comentaba Ben Shapiro, parece que Disney intenta matar a la historia como originalmente la planteara Lucas y con la que crecimos tantos a lo largo de nuestra vida, no sin antes exprimirla hasta sacarnos a los espectadores el último centavo, para después hacer un reboot de la saga según la agenda ideológica y mercadológica de la casa del ratón.

Porque, finalmente, Star Wars no puede ni debe ser tomada tan en serio: es sólo cuestión de negocios,  y evolucionará según los estudios de mercado que lleguen al consejo directivo de Disney, aún así, hay mucho esclavo del consumismo que compra hasta la pijama y el disfraz para el perro como alguno de los personajes, o la taza con el yelmo de Darth Vader y las figuras coleccionables que nunca sacará de su caja, por no decir los verdaderos idiotas que hasta creen en la religión Jedi. No es más que cuestión de negocio, mercadotecnia y mucho dinero. Si no les gusta lo que hacen, no compren, no vean, no vayan, y si realmente quieren épica: lean las historias clásicas o aquellas que menos conocidas, suponen un mayor reto al intelecto que la artificiosa, simplona y poco coherente historia de los Skywalker, pónganle un alto al voraz monstruo en que se ha convertido lo engendrado por el viejo y genial Walt.


9 de diciembre de 2017

¡OH JERUSALÉN!


Como tituló William Blake a uno de sus más célebres poemas, sobre la Ciudad Santa se despiertan hoy en día lamentos y exclamaciones de proporciones, literalmente, bíblicas; todo ante la decisión del Presidente Donald Trump de reconocerla oficialmente como capital del moderno Estado de Israel, tal y como se había planteado desde su fundación en 1948 por el movimiento sionista.

Los Judíos, y en especial el Estado que se fundó como realización de los postulados nacionalistas planteados por el periodista austriaco de origen judío Theodor Herzl tras convencerse, al haber cubierto el famoso Caso Dreyfuss a inicios del siglo XX que sus correligionarios jamás se podrían integrar ni serían aceptados como parte de las sociedades europeas, que les rechazaron primero por motivaciones religiosas, y después, por los nacionalismos que les consideraban como un pueblo dentro de otros pueblos, que solamente la fundación de un Estado dotado de territorio y gobierno propio, se podría dar la defensa y el reconocimiento de los Judíos como Nación a la par de los demás pueblos occidentales, tienen la virtud de unificar en su contra a todos los extremos del espectro político e ideológico: los Tradicionalistas católicos extremos, por un lado, a los que llamo luego como Tradilocos --y que hacen flaco favor a lograr una restauración litúrgica y de disciplina en la Iglesia previa al desastroso Concilio Vaticano II, dado su puritanismo propio más de Oliver Cromwell que de San Pío X y su filofascismo-- les culpan de todos los males del mundo actual y en todo ven su mano negra, mientras que los Progresistas, o miembros de la Izquierda, que para los primeros son instrumentos y hechuras de los hebreos, les ven como opresores y verdugos del según ellos sufrido y desgraciado pueblo Palestino. Y si a eso le añadimos el apoyo que ahora brinda el empresario neoyorkino desde el Salón Oval a la capitalidad de la antigua Sión, quien, ante los medios, todo lo que hace está mal y está impregnado de odio, maldad y racismo, la medida es muy criticada y abundan hoy por hoy los que vaticinan consecuencias apocalípticas de la medida.

Sin embargo, los conglomerados mediáticos enemigos de Trump se olvidan, o pretenden que nos olvidemos, de varios hechos históricos: primero, los más recientes; fue en 1992 cuando el entonces Presidente Bill Clinton, como parte del proceso de paz que gestionó con Isaac Rabin y Yasser Arafat, planteó el reconocimiento de Jerusalén como Capital de Israel, algo en lo que tenían que ceder los Palestinos, y en general, el mundo musulmán. Sin embargo, no estaban dadas las condiciones para ello, y ahora, Trump decide que lo están, probablemente porque con ello da un golpe severo a la deriva pro-islámica que han adoptado tanto la Izquierda "progresista" como la ONU, por un lado, y también le da un puñetazo en donde más duele al Islamismo militante y a sus patrocinadores principales como son Arabia, Irán y Turquía.

Sorprende aquí la ingenuidad e ignorancia del Mexicano para quien todo lo hecho por Trump de reconocer a Jerusalén como capital de Israel es por supuesto, algo maligno, y se agradece en redes sociales el supuesto reconocimiento que hacen los Palestinos de Texas como territorio mexicano: Para empezar, Jerusalén ha sido su capital para los Judíos desde el rey David en ‭el siglo XI a.C., y su centro religioso y cultural desde Salomón a fines de esa misma centuria; la ocupación islámica (palestina) de esa ciudad es mucho más reciente, a partir del siglo VIII d.C. Lo hecho por el Presidente norteamericano es dar un golpe contundente al Islam y a las políticas pro-islámicas seguidas por Bush Jr y Obama y la ONU en los últimos años; para los tradilocos que ven en esto la mano del sionismo (al que culpan hasta de sus hemorroides) hay que señalar que el Estado de Israel ha respetado los lugares santos del cristianismo, lo que no ocurriría bajo dominio musulmán, (salvo claro, alguno que otro judío fanático y loco). Israel puede ser un error histórico pero hoy, debe ser un aliado imprescindible contra el islamismo militante y las ambiciones de Arabia, Irán y Turquía; por otro lado, la comparación entre Texas y Jerusalén es algo totalmente fuera de lugar: el hoy estado de EUA, realmente no fue más que nominalmente parte del Virreinato de la Nueva España, nunca fue colonizado debidamente ni por el Imperio Español ni por el México Independiente, que sólo tuvieron un control muy relativo sobre la región y fue un área muy marginal para nuestro país, no siendo sino hasta la migración por motivos económicos en el siglo XX la que realmente da una mayor presencia mexicana en Texas, y aún así, la cultura "Tex-Mex" que se ha formado es otra cosa, ni mexicana ni angloamericana; en el caso de Jerusalén, siempre ha sido punto central para la identidad, religión y cultura judías. Vamos, es como en el caso de México y la Ciudad de México, precisamente. La construcción de nuestro país y cultura, aunque se oiga muy centralista, no se explica sin la ciudad de México-Tenochtitlan desde el siglo XV, como tampoco se explica la cultura Judía, ni la Cristiana, sin Jerusalén, la cual tiene sólo una muy forzada inclusión en las doctrinas originarias del Islam, aunque la ONU y la UNESCO digan otra cosa.

Es cierto, quizá una solución que podría calificarse de salomónica sería dejar la ciudad bajo una administración internacional, y que Jerusalén fuera una "ciudad libre" que no fuese ni de Judíos, Musulmanes o Cristianos, pero el hecho de la ocupación israelí sobre la metrópoli, el funcionamiento de la misma como capital de facto y las circunstancias actuales hacen de ésta una solución prácticamente inaplicable, más cuando ninguna de las partes, o grupos extremistas en ambas partes del conflicto: Judíos y Palestinos, están dispuestos a ceder y esto le daría más combustible al conflicto: recuérdese que, sobre todo, han sido estos últimos, junto con los países musulmanes, --junto con los extremistas sionistas, que por ejemplo, mataron a Rabin y probablemente provocaron el estado comatoso final de Ariel Sharon cuando éste empezó a buscar la paz con los Palestinos tras haber sido muy agresivo-- los que han rechazado los planes de partición del territorio y han provocado a Israel en guerras.

Y lo reitero: la fundación del actual Estado de Israel en 1948 sin duda fue un error histórico que contribuyó a convertir el Medio Oriente en un polvorín y a catalizar el radicalismo islámico, ya latente desde la supresión del Califato en 1923; sin embargo, hoy en día, debe ser utilizado como un aliado de Occidente, como punta de lanza para enfrentar a la amenaza del integrismo musulmán y las grandes potencias de la región como Irán, Arabia o Turquía, quienes deben ser frenadas en sus ambiciones hegemónicas y expansionistas a fin de generar un equilibrio: tenso y precario, pero equilibrio. El reconocer que Jerusalén es la capital de Israel es un buen paso en ese sentido.

Para los que ven en esto el inicio del cumplimiento de profecías sobre la llegada del Anticristo y el Armaggedón, es muy dudoso que esto escale más allá de los tradicionales enfrentamientos callejeros entre Judíos y Palestinos y el lanzamiento mutuo de misiles entre la Franja de Gaza e Israel, con el aprovechamiento mediático que harán los Palestinos de los niños muertos que pongan como escudos humanos en los emplazamientos de sus baterías para hacer renacer el antisemitismo ya sea de la Derecha o de la Izquierda Occidental y alguno que otro desplante retórico de Erdogán, Khamenei o Salman al-Saud. Trump no es ningún idiota ni tampoco un ignorante de las consecuencias de sus actos como lo plantean los medios, ni mucho menos está alineado con las élites a las que los tremendistas identifican con las "huestes del Anticristo"; pero como he dicho, las circunstancias han cambiado, y si se quiere ver cuánto, les recomiendo el análisis que hace la columnista de Actuall Candela Sandé.

La polémica está servida, y sin duda se abre un nuevo episodio en el delicado juego político del Medio Oriente.