Como todas las instituciones occidentales, el deporte organizado y profesional, en general, se encuentra en decadencia; recordemos que tal y como lo entendemos, el deporte, como actividad lúdica, de ejercicio físico benéfico para la salud, y también como espectáculo para el entretenimiento, y por ende, como actividad económica, es un invento occidental; cierto, entre los Griegos antiguos, los indígenas americanos, con juegos como el de pelota o el Lacrosse, o en el Medio Oriente y la India con juegos como el Ajedrez o el Polo, y en Roma con los juegos gladiatorios o las carreras de cuádrigas, y las justas y torneos de caballeros medievales, existen antecedentes, aunque los mismos tenían primordialmente una finalidad ritual, (incluso las contiendas de gladiadores romanos generalmente se hacían en festividades religiosas o para honrar la memoria de un difunto ilustre, para apaciguar a los espíritus con la sangre de los combatientes), de entrenamiento militar, y en segundo lugar el entretenimiento.
Pero el deporte como tal, en sus diversas disciplinas que conocemos, nació con la Revolución Industrial, ante el surgimiento del ocio posterior a las jornadas de trabajo, lo que antes era exclusivo lujo de los aristócratas, como el Tenis, Jeu du Paume en la Francia borbónica, el Golf o la Equitación, pasó a las clases trabajadoras, surgiendo entonces los deportes reglamentados e institucionalizados en clubes y federaciones: el Fútbol, el Rugby, el Basquetbol, el Béisbol, Voleibol, Gimnasia, Atletismo, Automovilismo, etc. A raíz de ello, a fines del siglo XIX, el Barón francés, Pierre de Coubertin, fundó el Comité Olímpico Internacional (COI) y fundó los Juegos Olímpicos modernos --por supuesto, no los refundó, los juegos actuales no tienen nada que ver con aquellos que eran los más importantes de una serie de muchos festivales religiosos que se celebraban en la antigua Hélade, como formas de convivencia entre los helenos de las distintas polis alrededor de sus elementos comunes, como el culto a las deidades olímpicas, la poesía épica y su cultura compartida, interrumpiendo el constante estado de guerra existente entre las distintas entidades políticas y etnias griegas.
A diferencia de los antiguos, donde los triunfos eran celebrados como logros individuales de los atletas, los Juegos Olímpicos modernos se fueron contagiando de política; la formación de selecciones o equipos representativos de los países pronto se vieron no como conformados por profesionales que practicaban tal o cual disciplina deportiva, sino como representantes de la Nación, como guerreros, partes de ejércitos que competían o se enfrentaban a otros a fin de demostrar una mayor fuerza; esto, sobre todo, se dio a partir de 1936 en los Juegos celebrados en Berlín; Hitler y su ministro de propaganda, Joseph Goebbels, fueron los que convirtieron a las Olimpiadas en un espectáculo mundial, en un ejercicio de propaganda nacionalista, de Alemania, pero igualmente de todos los países competidores, y también... en un negocio, parte de una nueva Industria del Entretenimiento. Los Juegos de 1936, fueron, pese a que luego vendría la Guerra, un parteaguas en la Historia del Deporte mundial y a partir de ahí, las competiciones y torneos se convirtieron en el show que conocemos.
Posteriormente, los Juegos siguieron sirviendo a finalidades políticas pese a ser también escaparate de grandes atletas, caracterizándose por el enfrentamiento entre los dos bloques ideológicos de la Guerra Fría: de un lado la URSS y el Bloque Comunista, y del otro, EUA y el Bloque Liberal-Capitalista. Los Juegos de Tokio de 1964, mostraron el renacer de Japón tras la destrucción de la Segunda Guerra Mundial, y en 1968, México hizo unos Juegos ejemplares tras haber reprimido un alzamiento estudiantil fomentado desde el exterior por el Comunismo, parte de los fuertes movimientos universitarios en EUA y Europa que sembraron el germen de la decadencia posmoderna que vivimos hoy, principalmente a través del Mayo Francés de 1968, y que ha tocado fondo, como lo diremos, en la inauguración de los juegos parisinos de hoy.
Pero en 1972, en Munich, Alemania, ocurrió una enorme tragedia: la actuación del grupo fundamentalista islámico Septiembre Negro, con el secuestro y muerte de varios deportistas israelíes, exhibiendo la ineptitud de las autoridades alemanas para enfrentar al terrorismo. Posteriormente, vinieron las Olimpiadas de Montreal, que generaron un endeudamiento inmenso que no se pagó sino hasta poco después del año 2000, mientras numerosos atletas competían dopados y se daba el surgimiento de la gran Nadia Comanecci y la escuela (corrupta) de gimnasia rumana encabezada por Vela Karoli (de quién después se descubrió, era un abusador de sus pupilas) y después, tras la invasión soviética de Afganistán, vino el boicot de Estados Unidos y algunos de sus aliados a presentarse en los Juegos de Moscú, en 1980. Cuatro años después, la URSS devolvería el gesto, junto a varios de sus satélites, y boicotearían las Olimpiadas de Los Ángeles, EUA, en 1984; aún así, ambas ediciones contaron con grandes exponentes del deporte.
Los Juegos de Seul, Corea del Sur, se hicieron bajo una enorme tensión por las revueltas que culminaron con la democratización del país, y señalaron el inicio del despegue del desarrollo, igualmente, de dicha parte de la península; mismo que se ha hecho a marchas forzadas y a base de una explotación despiadada de los jóvenes profesionistas que han llevado a enfermar a la sociedad y a su práctica esterilización; la baja natalidad amenaza con la desaparición de su pueblo. Las Olimpiadas de Barcelona 92, representaron las primeras después de la caída de la URSS y la disolución del Bloque Comunista, y con las que la España de Felipe González pretendía mostrarse como ya plenamente democrática e inmersa en la integración europea.
La edición de Atlanta, 1996, arrebatada a Atenas, Grecia, para celebrar el centenario de la celebración de las primeras en la capital helena, se distinguieron por un favoritismo descarado hacia el país anfitrión, pero también, por un nuevo atentado terrorista: una bomba estallada en el festival cultural que se llevaba a cabo en una plaza de la ciudad, por parte de un atacante local, que entre otras cosas, protestaba por la represión a la secta de los Davidianos hecha por el gobierno de Bill Clinton pocos años antes.
Luego vino una serie que, quizá, vio los Juegos con el mejor nivel deportivo que jamás se ha visto: Sidney, Australia, en el 2000, Atenas, 2004, Pekín 2008, Londres 2012 y Río de Janeiro 2016. Sin embargo, probablemente los Juegos celebrados en la ciudad del Ática comenzaron a presentar síntomas de declive representados en las consecuencias económicas demoledoras que tuvieron para el país, mostrándose la realidad de la Unión Europea como un esquema de dominación del continente por el "Eje Franco-Alemán" y cómo toda Grecia prácticamente quedó hipotecada a los intereses financieros de la banca germana, surgiendo la valiente voz de Yannis Varoufakis para denunciar a un personaje nefasto como Angela Merkel.
Pekín fue la muestra de acceso de China al Mundo Desarrollado, su graduación como gran potencia mundial, con una organización impecable y la muestra del acelerado crecimiento en bienestar económico, productividad y poderío; a la par que se hacía la Inauguración, y como si fuese un ensayo de lo que vendría después, las fuerzas rusas entraban en Georgia y le arrebataban a la patria chica de Stalin las regiones de Abkhazia y Ossetia del Sur.
Londres y Río, pese al costo económico, fueron ediciones excelentes en lo deportivo, y en los que se implementaron los estadios desmontables, lo que permitió evitar muchos de los errores de Grecia, cuyas instalaciones olímpicas se han unido a su vasto patrimonio arqueológico y al incremento de su deuda pública.
Pero después llegó la pandemia de COVID-19 y los Juegos a celebrarse en Tokio en 2020 fueron pospuestos al 2021; aunque la organización y la disciplina japonesa se impusieron, pasaron casi desapercibidos ante la carencia de figuras, y el desinterés generado por el desfase.
Y ahora llegamos a los Juegos de París: un absoluto desastre, no solamente por la situación política, económica y social de Francia, sometida a una tensión no resuelta tras las elecciones parlamentarias celebradas al inicio del mes, y el desgobierno que ello conlleva, ya que buscaron evitar el ascenso del Partido de Le Pen por considerarlo de Ultraderecha y ahora no saben qué hacer ante el ascenso de la Ultraizquierda aliada del Islamismo; se trata de unas Olimpiadas tremendamente ideologizadas desde su logotipo y mascota: la imagen de la Marianne, esto es, la representación, como una figura femenina, de la pretendida libertad revolucionaria y de la República Francesa, y un gorro frigio animado (curiosamente, de manera similar a la mascota del Mundial de Fútbol de Qatar, que era un turbante) tocado que era entregado a los esclavos libertos en Roma, y que los revolucionarios franceses en 1789 hicieron símbolo de la libertad y que usaban los milicianos encargados de hacer masacres, saqueos y ejecuciones de aristócratas y católicos.
Así, al tenor de ello, la ceremonia inaugural se caracterizó por presentar, primero, una visión parcial y sesgada de la Historia de Francia, como si la misma comenzara a partir de la Revolución y no fuera más allá, pero, lo peor, con un espectáculo rayano en lo ritual y en el satanismo. Lo único positivo de la misma, fue la presentación de la banda de Heavy Metal Gojira al inicio, tras una presentación de una imagen perturbadora de María Antonieta decapitada, en los balcones del palacio donde esta reina fue encarcelada por los revolucionarios, y que la virtuosa banda dirigida por los hermanos Joseph "Joe" (guitarra y voz), y Mario (batería y percusión) Du Plantier, nativos de Bayona, empezó a tocar una versión bastante potente de la canción Ça Irá, un himno revolucionario francés. En mi opinión, esto puede devolver al género al Mainstream, lo cual es positivo para poner fin al marasmo musical del reggaeton y el pop vacuo y frívolo de Taylor Swift o Dua Lipa...lo malo, que quizá esto desate la histeria contra Gojira y el género por nuevamente identificarlo con algo diabólico.
Y es que el resto de la ceremonia fue... asqueroso, perturbador, y abiertamente satánico, verdaderamente perverso. Para nada se reflejó la Historia y la cultura francesa a diferencia de lo mostrado por chinos o ingleses, incluso griegos en las ediciones anteriores; parecía centrarse en la obsesión que tiene el mundo posmoderno de hoy en la búsqueda del placer sexual y la supuesta identidad generada por ello: travestidos y transexuales, con niños ahí acompañándolos en el acto en lo que parece promoción de la pedofilia, y una burla directa a la Última Cena de Da Vinci en un clarísimo ataque al Cristianismo y exaltación a la obesidad como insulto al mismo deporte. El escándalo ha sido mayúsculo, a lo que se suma multitud de quejas y de problemas que reflejan únicamente la decadencia completa de Francia, de Europa y todo Occidente:
Inseguridad, con delegaciones víctimas de robos, una organización deficiente y caótica, sabotaje a las líneas ferroviarias, un apagón generalizado en la Ciudad Luz, infestada de ratas y llena de musulmanes que invadieron la cancha en un partido de fútbol entre Argentina y Marruecos, ataques a aficionados judíos e insultos a los deportistas israelíes, la exclusión de Rusia y Bielorrusia con el pretexto de la Guerra en Ucrania, la amenaza de que ocurran ataques terroristas, logística de transporte pésima, Villa Olímpica sin aire acondicionado en medio de una ola de calor, camas "ecológicas" de cartón incómodas y que pueden generar contracturas o lesiones en atletas a punto de competir, además de privarlos del sueño, se convierten en el sello de esta edición de unos juegos que, además, están desangelados, carentes de figuras o reliquias de mejores tiempos como Rafael Nadal, Novak Djokovic, o Lebron James ya en las últimas etapas de sus carreras, se suman a lo que pinta a un fracaso, ese sí, de proporciones olímpicas.
Queda claro que Emmanuel Macron, y los dirigentes de Europa y buena parte de Occidente, tanto en la política como en el mundo de la empresa, son un grupo de perturbados, sociópatas y degenerados, corrompidos hasta la médula por el vicio y la soberbia, mientras que el deporte, como bien lo ha mostrado el canal de Youtube "Los Expulsados", se encuentra cada vez más arruinado por el ánimo de lucro excesivo, los intereses de mil y un agentes externos al deporte, entre medios de comunicación, patrocinadores, y la politización, lo que mata el talento y los sueños de nuevas promesas para esas disciplinas.
El pueblo francés está adormecido, y se le ofrece la droga del placer "sexual" (el sexo es una forma de reproducción, lo que no tenga ese final es una vil práctica masturbatoria para generar dopamina) para olvidar los graves problemas que tienen, y olvidan que su peor enemigo, el gran destructor de su país, es Emmanuel Macron. Si los franceses despertaran, habrían de llevar a cabo, ahora sí, una verdadera Revolución que derroque a ese mequetrefe, depravado y estúpido, que está acabando con su patria, poseído por el odio, y que eche abajo todo el adefesio ideológico y político surgido de los disparates errados y fanáticos de la Ilustración y de la gran tragedia ocurrida entre 1789 y 1815. Francia es más que la Revolución, es más que la guillotina y el demente de Robespierre, es más que Napoleón y sus megalomanías y sus intentos de crear un nuevo orden, es más que el caos y la decadencia disfrazadas de inclusión y libertad; Francia es Carlomagno, es Dumas, Balzac, Verne y Víctor Hugo, es el gótico y el románico, el barroco, Poussin, Degas, Declaroix, David, Ingres, Manet y Toulusse-Lautrec, es Bizet y Ravel, es la Torre Eiffel y es el Sacre Cour, que permaneció iluminado en el apagón, como dando la oportunidad a los galos de volver hacia la luz; es San Luis IX, es Santa Juana de Arco, es la valentía de Ney y la dignidad de De Gaulle, la caballerosidad de Du Guesclin, es la fe de Santa Teresita de Liseux y la paz del Cura de Ars, la extravagancia y el poder de Luis XIV, la astucia de Richelieu, los duelos de capa y espada de D´Artagnan y de Cyrano, las risas de Moliere, la magia de los Lumiere y de Meliés, la ciencia de Curie, Lavoisier, Becquerel, Pasteur o Lamarck, el burlesque del Mouline Rouge, el talento de Belmondo, las reflexiones de Pascal y de Descartes, y la grandeza de la Abadía de Cluny y la sabiduría teológica y filosófica de la Sorbona...
Francia son los castillos del Loira, la Sainte Chapelle con sus vitrales irreales, la batalla de Normandía, los viñedos, su gastronomía, su pan, su vino, el Mediterráneo y los paisajes de Córcega, es Vercingétorix, Julio César y Clodoveo.
Así que, Sr. Macron, Sres. Organizadores, están muy equivocados: Francia es mucho más que el odio genocida de los Jacobinos, más que la demencia de Sade, más que el nihilismo de Sartre o los rencores de la Beauvoir, más que la frivolidad traidora de la Chanel, que el clasismo de Louis Vuitton, más que los disparates de Foucault o las prostitutas de Pigale y las estafas de Saint Germain o los crímenes de Giles de Rais, es más que la envidia y la traición a la Cristiandad de parte del Rey Francisco I que abrió las puertas al Islam, es más que la soberbia de arribistas y falsos franceses como Mbappe, y todos aquellos pecados, fealdades y obscenidades que pretenden mostrar ahora como inclusión y libertad. Afortunadamente, es más lo bueno que lo malo, y hay muchos que hoy se lo están señalando.
Nada de eso vimos en la inauguración, los franceses lo han olvidado, han dejado de ser lo que realmente eran. Están condenados a desaparecer. La pesadilla, apenas comienza.