Buscar este blog


21 de septiembre de 2016

DE CAMBIOS, LA MUERTE Y LAS AUSENCIAS


Primero que nada, una disculpa por desatender el Blog, por ahí tengo pendiente un post sobre la situación actual de la política de México y además, hay tantos otros temas por escribir... el caso es que ahora que trabajo por mi cuenta no es igual que hasta hace 3 meses en que me desempeñaba como funcionario público, al trabajar en la iniciativa privada en México, uno se da cuenta de lo complejo, lo difícil que es hacerlo en un país donde una de las frases célebres es "vivir fuera del presupuesto es vivir en el error." Lo que ilustra el papel de empleador máximo que tiene el Estado en nuestro país, y las prestaciones, estabilidad y la verdad, facilidad, que tiene todo aquel que trabaja en el Sector Público en nuestro país; por el contrario, trabajar en el sector privado implica inseguridad, riesgo, ser estrangulado por el Fisco, precisamente para financiar al Sector Público que se encuentra hipertrofiado a fin de garantizar prebendas y canonjías para todos los amigos de los políticos, y mucho más trabajo, mucha más paciencia y menos tiempo libre.

Pero en fin; digamos que estos dos últimos años han representado para mi enormes lecciones y cambios diametrales en mi vida. Por un lado, me vi sacudido por mi gradual salida del Sector Público: primero, porque el año pasado me vi desplazado del puesto que ostentaba para permitir que la esposa de un influyente se hiciese con el mismo para poder seguir medrando; posteriormente, hace tres meses, perdí mi empleo en un gobierno municipal, debido a un comentario que con ánimo sarcástico hice en redes sociales --en mis tiempos libres y nada que ver con mi trabajo-- sobre la lamentable matanza de Orlando, y fui víctima de la virulenta inquisición gay que, por ejemplo, ahora ha desatado sus anatemas y maldiciones contra todos los que participaron en las "Marchas por las Familias", mostrando el particular concepto que tienen de la tolerancia quienes más se ostentan como tolerantes, por lo que mi cabeza rodó tras haber sido sacrificado en los altares mediáticos para el lucimiento del alcalde. Pero dos meses después de esto, vino algo mucho más fuerte: la pérdida de mi madre.

Hace poco más de un mes que se fue, y la verdad, fue un golpe muy duro para mi, mucho más que la muerte de mi padre hace veintiún años... siendo el menor de tres hijos y que permanecía soltero, me hice cargo de ella desde que mis hermanos mayores fundaron sus propias familias. ¿Qué puedo decir? Que todos estos años que estuvo mi madre sola conmigo hice de uno de mis objetivos el procurar que fuera feliz en su vejez. Creo que puedo decir, con absoluta tranquilidad, que lo logré, que di todo lo que podía darle. En el mundo egoísta y materialista de hoy, a los ancianos se les ve como una carga, se les ve como estorbo, como cada quien está en la búsqueda de lograr una idea de éxito personal que se configura en la obtención de bienes materiales, honores, aplausos, fama.  El dedicarse a servir a otro se ve como algo que produce infelicidad, una carga, un peso insoportable. No es así, yo busqué que mi madre pasara una vejez tranquila, feliz, en la que nada le faltara, y ¿saben qué? Al hacerlo yo era feliz. Una felicidad que sé, no volveré a sentir.

Esta serie de acontecimientos me ha vuelto mi mundo de cabeza, pero me ha reforzado en mis convicciones: como nunca, he sentido la presencia de Dios en mi vida y la dimensión de mis errores, sé que quizá me faltó prudencia cuando hice aquel comentario, pero quizá también así debía ser para que saliera de mi zona de confort, y vino aparejada con la muerte de mi madre para que al fin, me enfrentase yo solo al mundo, de manera independiente y de una vez por todas madurara y dejara de ser un Peter Pan. 

Pero también el futuro se plantea ante mi como un campo abierto de oportunidades y de experiencias que jamás había vivido, y ahora lo estoy haciendo; siento el temor de la incertidumbre, pero también la confianza de tener la capacidad suficiente y quizá hasta sobrada, pera enfrentar los retos que vengan, creo también que vienen las recompensas por los sacrificios realizados en el pasado, el cual ya ocurrió y queda atrás. Tengo muchas razones para tener un optimismo realista, tampoco desbordante, y también para sentirme satisfecho. Cumplí en ver por mi madre, y como funcionario, nadie puede acusarme de irregularidades, abusos o malas acciones. El hecho que me hayan despedido por un sarcasmo, que sí, indirectamente reflejaba mis convicciones más que avergonzarme es para tener la frente en alto, más al ver que soy parte de una mayoría que poco a poco, está dejando de ser silenciosa, como se vio en la marcha de hace dos semanas, que no me he dejado lavar el cerebro por lo que los medios dicen y mantengo mis convicciones basadas no solo en costumbres e inercias, sino porque así lo he razonado y así lo he aceptado, porque me he convencido racionalmente de estar en lo correcto. Por el contrario, me doy cuenta que tengo certezas que me imponen sobre los que dudan o aquellos a los que les da igual todo.

Así, aunque tengo motivos para confiar en el futuro y en la inmensa providencia de Dios que no me abandona, y que tengo también la certeza de que mi madre está ya gozando de su presencia tras sus sufrimientos ocasionados por una penosa enfermedad: el mieloma múltiple, combinada con una neumonía, también no puedo sentir una enorme tristeza, qué se puede hacer. Tolkien reconoce que no todas las tristezas ni todas las lágrimas son malas. Así me pasa a mi, pues la ausencia de mi mamá pesa: recuerdo lo último que me cocinó: carne molida en caldo de jitomate, ya no pudo hacerme pacholas pues el dolor en su cadera se lo impedía... no sabíamos que era una fractura provocada por la osteoporosis generada por el mieloma. Todos los días extraño sus guisos, extraño ver que se quedaba dormida en el sofá del estudio viendo TV, extraño arroparla por las noches cuando se iba a dormir, como si hubiera vuelto a ser una niña pequeña y darle un beso en la frente, deseando que durmiera tranquila. Llego a casa y solo me encuentro el silencio, solo me encuentro la ausencia.

Extraño mucho a mi mamá, pero sé que debo superar este duelo y salir adelante, tengo muchas razones por las que luchar y demostrar que no he sido derrotado, que la vida continúa y todo puede ir a mejor. Después de todo, se me ha dado la oportunidad de iniciar una segunda etapa en mi vida... ¿la voy a desperdiciar? Para nada. Como nunca, ahora estoy consciente de que también el día final para mi llegará, como para todos. Si fuésemos inmortales ¿qué haríamos? Quizá seríamos como lo plantea Borges en La Ciudad de los Inmortales, todos los días serían iguales, siempre habría un mañana y aplazaríamos todo. No habría razón para vivir en realidad, y sin poder morir, estaríamos en realidad muertos.

Porque la vida es lucha, y no es para cobardes. Todos los días debemos luchar con nosotros mismos, con nuestros miedos y defectos y así, superarlos para ser mejores. Para lograr trascender y ser factores de cambio. Por ello es que en la Edad Media y el Renacimiento se ilustraba hasta con obras de arte la máxima memento mori, es decir: recuerda que morirás, como un antídoto contra la vanidad y el materialismo. Hoy en día, en este año que ha sido especialmente pródigo en la muerte de personalidades del espectáculo famosas, desde David Bowie hasta Juan Gabriel/Alberto Aguilera, e incluso en el ámbito personal, aparte de mi madre se ha producido la muerte de los padres de amigos míos, bien cabe hacer una reflexión acerca de la propia mortalidad, y de cómo al tener clara la misma, se convierte en nuestro principal impulso para la vida. También, para aprender que lo que vale la pena en realidad es nuestro aspecto espiritual y no el material: cuando tenemos claro esto, como ocurre con los santos, es que nos volvemos realmente libres: ninguna tentación que nos ofrezca el mundo podrá hacernos caer, ni ningún dolor físico podrá derrotarnos.

En fin, he decidido compartir con Ustedes, mis lectores esta reflexión personal motivada por los cambios que he experimentado en mi vida. Por supuesto que seguiré con el Blog, solo ténganme paciencia. No renunciaré a mi libertad de expresarme libremente en mis opiniones ni ideas. Ni nadie debe hacerlo. Solo así nos mantendremos definidos sin importar aquello que nos quieran imponer.

4 de septiembre de 2016

DE IDOLOS Y DIVOS...



El día de ayer murió el cantautor michoacano, pero avecindado en Ciudad Juárez Chihuahua Alberto Aguilera Valadez y con él, su stage personna "Juan Gabriel", víctima de un paro cardiaco. Ayer, igualmente, hice un comentario en Facebook --lamentablemente, no me puedo guardar mis opiniones aunque sean polémicas, finalmente, hoy tengo más que claro que tengo el derecho a la libertad de expresión, pese a quien le pese--respecto a su figura y su música, y lo vuelvo a decir aquí:

Descanse en paz Alberto Aguilera, siendo sincero, su música no fue más allá de ser ideal para amenizar borracheras y eventos sociales, muy propia de la mexicanidad; por otro lado, no sé cómo no lo demandaron los homosexuales cuando su personaje "Juan Gabriel" era una caricatura ridícula de ellos.

Sí, es lo que siempre opiné y opino de él: cierto, de su vida se desprende un ejemplo de capacidad para salir adelante desde un origen muy humilde como hijo de una madre soltera, que estuvo en un orfanato y pasó un tiempo preso en una cárcel en la Ciudad de México o que dormía en los parques en lo que buscaba alguna oportunidad, pero tampoco lo engrandezcamos tanto: Aguilera no fue un músico extraordinario ni tampoco serio. En un país normal, pensemos quizá en Francia, jamás habría salido de los cabarets del barrio de Pigalle en París, y no habría pasado de ser un acto cómico, con sus canciones llenas de desamor, su música simple y repetitiva y un amaneramiento exagerado hasta el ridículo --lo que me hace dudar de que en la realidad fuese homosexual, (finalmente tuvo hijos con diversas mujeres, a las que por cierto, trató en forma pésima) y más bien fuera una característica que se le ocurrió para que el personaje "Juan Gabriel" llamase la atención por su exotismo, quizá caricaturizando la "onda glam" que se daba en otras latitudes de la mano del también recientemente finado David Bowie en aquellos años: mediados de los 70, en que iniciaba su carrera-- que más se prestaba para producir la carcajada que para apreciar la calidad de las notas y las letras de sus composiciones. La verdad, tampoco creo que Aguilera se sintiera particularmente talentoso, ni creo que originalmente tuviera altas expectativas, como tampoco tenía una formación musical académica o profesional, simplemente probó una fórmula que le funcionó y se mantuvo apegado a ella al ver que el público mexicano y de gran parte de Hispanoamérica respondía positivamente a la misma.

Admitámoslo: la música de Juan Gabriel resulta idónea solo para bailar en las bodas o emborracharse lamentando el amor perdido o no salir de la friendzone, y eso no tiene nada de malo, todos lo hemos hecho, hasta quien aquí escribe, y bueno, no creo que a nadie se le ocurra olvidar a la amada ingrata bebiendo tequila mientras se escucha una cantata de Bach o un concierto para violín de Vivaldi ni tampoco el Dark Side of the Moon de Pink Floyd, ni tampoco va a bailar en una boda o graduación con un motete de Thomas Capricornus o el último disco de Dream Theater sonando al fondo, hay música para cada ocasión, pero eso también lleva a que asumamos las cosas en su lugar y nos demos cuenta que tampoco fue "el compositor mexicano más grande de la Historia", al menos de la segunda mitad del siglo XX...

Aguilera sostuvo su éxito en una plataforma que no fue otra que Televisa: la empresa de la familia Azcárraga, desde que era la XEW Radio en los años 30 fue definitoria para el medio del espectáculo, y para la cultura, del mexicano, le guste o no a muchos, a muchos que hoy en día despotrican contra esa televisora por su relación con el PRI y el Gobierno actual, pero que sin embargo veneran productos de ella, como Chespirito y el propio Juan Gabriel, y se encuentran inmersos en una cultura generada desde que Emilio Azcárraga Vidaurreta se adueñara de las ondas hertzianas en 1930: así, cuando el régimen postrevolucionario necesitaba una imagen nacionalista, inventaron la música del mariachi y la vendieron como "nuestra", como folklore inveterado y promovieron a --esos sí-- talentosos cantantes del género recién creado como Jorge Negrete, Pedro Infante, Luis Aguilar o Javier Solís, a quienes el cine convertiría en íconos del México ranchero de los charros que nunca existió pero que servía para inventar una identidad nacional. Como convenía a la ideología del perpetuo derrotado, promovieron a José Alfredo Jiménez con sus letras depresivas, del que se enorgullece de ser borracho y pobre, del que siempre pierde y hace alarde de ello y del que es cobarde y no tiene valor para enfrentar sus problemas y levantarse tras caer.

Televisa impulsó a Octavio Paz hacia el devaluado Premio Nobel, un intelectual orgánico del sistema que en su obra El Laberinto de la Soledad  promueve la idea del mexicano surgido de la violación, del eterno trauma de la conquista, nacido para perder y que siempre será víctima del extranjero. Con Chespirito un humor cruel que se burla del débil y del que no puede defenderse. Y con las telenovelas, la historia de la cenicienta, de las soluciones fáciles y casi mágicas que siguen en producciones nefastas como La Rosa de Guadalupe, con el discurso marxistoide de los ricos malos y los pobres buenos e inocentes. Mientras, el monopolio televisivo ahogaba talentos y frenaba ingenios, condenándonos al panorama actual de mediocridad y ayuno de talentos.

En la escena musical se vivió algo similar: de 1970 a 1996, Televisa ejerció una dictadura de puño de hierro a través de un personaje perverso llamado Raul Velasco. Es cierto, no todo lo que se produjo, incluso en la TV, fue malo, hubo cosas de gran valía y también se promovía a gente talentosa como José José o Emmanuel, Rocío Dúrcal o Julio Iglesias y Luis Miguel; pero también se promovió mucha basura, mucho relleno y se evitó el surgimiento de un verdadero rock nacional o una escena tan variada y rica como la que encontramos en Argentina, o no digamos en Inglaterra, por ejemplo. Velasco se convirtió en todopoderoso y controló la escena musical mexicana y de buena parte de Hispanoamérica con su programa televisivo Siempre en Domingo, con el cual promovía o hundía a cantantes y grupos musicales sin otro criterio más que el de sus gustos personales. Velasco no era en realidad muy versado en música, pues era originalmente cronista deportivo, además era también bastante inculto y supersticioso --lo que le llevó a ser uno de los principales difusores del New Age y de multitud de creencias orientales, siendo uno de los causantes de las ridículas y destructivas "tomas de energía" cada equinoccio de Primavera en Teotihuacán y otros sitios arqueológicos-- y saturó el mercado de la música popular de México e Hispanoamérica, dado el enorme alcance que por esos años tenía la señal de Televisa, de baladistas, siendo en realidad muy pocos los que fueron realmente talentosos o trascendentales, la inmensa mayoría de cantantes y compositores masculinos y femeninos del género eran dignos del olvido (¿se acuerda alguien hoy en día de Miguel Gallardo, de Sergio Fachelli, de Prisma, Pedro Marín, Iván o Mario Pintor, entre otros? yo sí porque de alguna manera tengo memoria para esa lista de insulsos) y de grupos de salsa o cumbia igualmente sosos y extintos tras el retiro de su valedor. En cambio, la escena del rock en español o mexicano fue condenada al ostracismo y se le mantuvo en silencio salvo que fuesen tan famosos que fuera imposible hacerlos a un lado, como ocurrió con Soda Stéreo o Caifanes, o porque fuesen lo suficientemente edulcorados como para ser considerados "inofensivos", como Maná.

Y Juan Gabriel fue una de las principales creaciones de Velasco, que vio en las extravagancias y las letras llenas de sacarina del entonces joven cantautor un gancho para atraer al público y no se equivocó, el éxito comercial fue instantáneo. Además, pronto las canciones de Aguilera, pese a sus letras melosas y torpes, y una música simple pero pegadiza, empezaron a ser grabadas por cantantes de talento, en especial la española Rocío Dúrcal, cuya voz y dotes interpretativas las hacían parecer obras maestras, con lo que el éxito aumentaba. Para colmo, y copiando lo que ocurría en los años dorados del cine nacional, en que los cantantes se convertían en actores --con afortunados casos de talentos naturales, eso sí-- Juan Gabriel llegó a estelarizar algunas producciones fílmicas, una de ellas autobiográfica, por cierto, cuya calidad, evidentemente era ínfima pese a que le llegaron a poner como coprotagonista a un gran histrión como Don Ramón Valdez, en aquel entonces en la cúspide de su carrera dado su magistral trabajo como parte del cuadro actoral de Chespirito.

Como sea, Aguilera se convirtió en ídolo de la mano de Televisa, por un lado, y del sistema político mismo, pues el cantautor nunca negó sus vínculos y su militancia en el PRI, siendo conocida --aunque ahora olvidada por la legión de fans-- su infame canción de apoyo al candidato del partido tricolor en la elección del 2000: Francisco Labastida, que perdería ante Vicente Fox. Esos vínculos le permitieron evadir cómodamente al fisco en numerosas ocasiones, aunque los gobiernos Panistas no fueron condescendientes con él. En resumen, se trató de un personaje que fue creado como parte de ese sistema que ahora se pretende superar de la relación entre el poder político y los medios de comunicación, y en particular el monopolio de los Azcárraga, y que en mucho representó el tipo de cultura popular que se pretendió implementar y difundir en México, como he dicho líneas arriba, que la gente escuche la música de Juan Gabriel en eventos sociales, en borracheras o bajo cierto estado de ánimo no tiene nada de malo... lo malo es que la gente en México, en su mayoría, no busque escuchar otro tipo de música, ni se busque crear otro tipo de música más elaborada, más culta, más rica; sino que la gente quede estancada en ella y piense que es lo más selecto, lo mejor que ha generado la música mexicana, a grado tal que incluso un Senador propone que se le ponga su nombre a un edificio histórico como es el Palacio de (las devaluadas en México) Bellas Artes.

De hecho al conocer la noticia del fallecimiento yo hice un comentario, refiriendo que él no fue realmente el músico más grande del siglo XX mexicano: se me vino a la mente el nombre de Juan García Esquivel, músico que --como siempre ocurre en nuestro país con los grandes talentos-- fue mucho más conocido y elogiado fuera de las fronteras, siendo admirado y reconocido por gente como Frank Sinatra, Alfred Hitchcock con quien trabajó en la banda sonora de sus películas, Bono, el vocalista de U2 y Quentin Tarantino. Se le consideró como uno de los grandes en el desarrollo de la música "lounge", pionero de la música electrónica y los efectos de sonido, tan es así que incluso creó los sonidos que se escuchan como alertas en distintas acciones en el sistema operativo Windows, cuando salió el Windows 95 hace ya 21 años. Esquivel incluso colaboró con Televisa en una de sus mejores producciones de su barra infantil con el programa educativo Odisea Burbujas, a inicios de los 80, de los que fue uno de sus principales creativos. A pesar de sus logros y éxitos mundiales, murió en 2004 desconocido en México. Y al ver mi comentario, me impresioné de la reacción, no solo los que comentaron mi publicación en Facebook no sabían de su existencia, sino que hasta parecían enorgullecerse de no saber quién era, e incluso hicieron burla de él.

Por de más está decir que para el gran público en México los nombres de José Pablo Moncayo, Carlos Chávez, Manuel M. Ponce y en las nuevas generaciones, el de Pepe Guízar, tampoco dicen nada. Todos ellos músicos con muchos más méritos que el michoacano recientemente fallecido, para el mexicano promedio, la música no es arte, ni es algo que se disfruta: es mero ambiente, mero acompañamiento en sus desahogos emocionales o simple relajo. El mexicano, sin importar su estatus socioeconómico, se conforma con poco, así lo han acostumbrado y así se busca que permanezca, que no aspire a más y mejores cosas, incluso en el ámbito del espectáculo. Es parte de lo que se busca, que siga siendo un agachado y un mediocre con gustos igualmente mediocres y una cultura pobre.

Es más, se busca que aquellos que por su conexión con los medios o el puesto público que tengan puedan decir que hay mejores cosas, no le abran los ojos a los demás. No en balde, cuando Nicolás Alvarado, Director del canal de televisión de la UNAM se atrevió a señalar las mediocres dotes musicales de Aguilera y el pésimo gusto de su espectáculo y vestuario, se le persiguió por una censura desatada por propios comunicadores como Fernanda Familiar y la recogida de firmas para pedir su despido, ante lo cual, se vio obligado a renunciar. Igualmente, en la ciudad de Mérida, Yucatán, un funcionario municipal de cultura que no quiso hablar de Juan Gabriel porque dijo que le "daba hueva" (es decir, pereza) hacerlo, fue también despedido de su cargo. No cabe duda que vivimos en tiempos que tras un extremo libertinaje en algunas cosas, vivimos en realidad en la más asfixiante de las dictaduras: la de lo políticamente correcto, y ante la imposición de los dogmas de las masas que les han sido implantados por políticos y dictadorzuelos con micrófono.

Y aquí está mi opinión, si no les gusta, ni modo, lo bueno es que ya no me pueden correr de ningún lado.