Como lo he sostenido en este espacio en repetidas ocasiones, los hechos demuestran que los teóricos de la conspiración están cada vez más equivocados: ni Protocolos de los Sabios de Sión son verdaderos ni el movimiento político fundado por el judío austriaco Theodor Herzl y radicalizado después por David Ben Gurion tiene la influencia que se le atribuye sobre la política internacional desplegada por EUA, Reino Unido y demás aliados occidentales respecto al Medio Oriente, por el contrario, el Estado de Israel y el Sionismo cada vez aparecen más aislados y situados en un plano más bajo en los intereses de Occidente, opacados tanto por su propia inepcia para trabar una buena relación con sus vecinos como por su fanatismo radical que les ha llevado a cometer crímenes indecibles y por tanto, a ser muy mal tratados por la opinión pública mundial: tras la Guerra en Gaza, a ningún líder europeo ni a Obama le conviene aparecer como patrocinador de las carnicerías israelíes en contra de los palestinos, por lo que el desdén hacia el régimen sionista crece, y más en contra de su actual representante: el ultranacionalista Benjamín Netanyahu.
Por el contrario, quienes han crecido en poder e influencia en muchos aspectos son las monarquías, enriquecidas por el petróleo, que se encuentran situadas en la Península Arábiga: Kuwait, Omán, Emiratos Arabes Unidos, Bahrein, Qatar y sobre todo: Arabia Saudita se han convertido en potencias regionales por su propio derecho, y me atrevo a decir que cuentan con la fuerza suficiente como para doblegar a sus otrora metrópolis o patrones occidentales.
Arabia Saudita es el caso más claro: su origen se remonta a la rebelión que se gestó, en contra del Califato Otomano, desde el siglo XVIII, por la poderosa familia Al-Saud y su apoyo a la interpretación puritana del Islam predicada por el clérigo y jurista árabe Mohamhed Ibn Abd Al Wahhab, --quien le da el nombre de Wahhabismo a su doctrina-- quien criticó la aparente heterodoxia de los Califas turcos, así como la vida de lujos de estos y su origen no-árabe y no-semita, y planteaba un retorno a las formas primitivas, y más puras, del Islam. Como desconoció la legitimidad del clan turco como titular del Califato o vicaría del Profeta Mahoma y su autoridad imperial sobre todos los musulmanes sunnitas, sus seguidores pronto se situaron en abierta rebelión contra el poder de La Sublime Puerta. Así, el principal apoyo de la rebelión fue el príncipe Mohamhed Ibn Saud, quien se planteaba librar del dominio Otomano y erigirse en gobernante de toda Arabia y quizá, en nuevo líder de un Islam purificado con los turcos de origen mongólico expulsados del trono imperial.
La rebelión tuvo éxito parcial, pues pudo hacerse con el control de la parte central de la península, no así del Hedyaz, la región occidental que forma costa con el Mar Rojo y donde se encuentran las ciudades santas del Islam de La Meca y Medina, donde los Otomanos mantuvieron un dominio férreo a través de la linajuda familia de los Haschemitas, descendientes de Mahoma que gobernaban la región desde el siglo X y habían cambiado fácilmente sus lealtades de los mesopotámicos Abasidas a los turcos Otomanos en el pasado y renunciando ya desde antes al Chiísmo que les hubiera permitido defender sus derechos al trono imperial del Islam; sin embargo, el estado de guerra entre los leales al Califa turco y los seguidores del príncipe rebelde árabe se mantuvo permanente con triunfos de unos y otros alternándose durante todo el siglo XIX. Este estado de cosas se mantuvo hasta la Primera Guerra Mundial. Por aquel entonces, la familia Al-Saud era encabezada por el príncipe Abdul-Aziz, quien mantenía viva la llama de la rebelión y resultaba ser tanto un gran guerrero como un hábil político que aprovechaba la creciente debilidad del "Hombre enfermo de Europa" como se llamaba al Califato Otomano, que consiguió que éste le reconociera el título de Emir y la independencia de sus dominios que se extendían ya sobre gran parte de Arabia.
Pero Abdul-Aziz (izquierda) no quedaba contento con eso: la causa Wahhabita no triunfaría sino hasta conquistar las ciudades santas musulmanas, y la coyuntura internacional vendría a su favor. A fines del siglo XIX e inicios del XX, los británicos, franceses y norteamericanos eran los principales acreedores del Imperio Otomano. Por aquel momento, además, con la plena revolución industrial se necesitaban energéticos y prospectores occidentales encontraron que la península arábiga y otras partes de lo que quedaba del Califato estaban repletas de petroleo y gas natural, los últimos Califas, rehenes del movimiento de los Jóvenes Turcos negaron el otorgamiento de concesiones a cambio de reducción de la deuda.
Así que la entrada en la Guerra del Califato del lado de Austriacos y Alemanes les presentó una magnífica oportunidad a los occidentales para acabar de una vez por todas con la amenaza del Islam imperial y quedarse con los hidrocarburos: apoyarían a príncipes y caciques locales en distintas regiones del Imperio Otomano para dividirlo y a cambio obtendrían grandes concesiones petroleras. Así, mandaron a Arabia a varios militares, entre ellos el famoso Thomas Edward Lawrence de Arabia, quien brindó su apoyo como asesor a los Saud y otros príncipes, junto con otros asesores británicos. Al final, Abdul Aziz expulsaría a los Haschemitas de La Meca, los británicos, como consolación, le darían a estos descendientes del Profeta el trono de un país artificial dibujado por el Acuerdo Sykes-Picot: Jordania. Entre tanto, Abdul Aziz se proclamó "Rey del Hedjaz" pero no sería hasta 1935 que consolidaría su dominio sobre la mayor parte de la península, con el beneplácito de Londres, proclamándose Rey de Arabia, añadiendo su apellido, para indicar que era la parte de la península sobre la cual regía su familia, respetando a los otros territorios al sur: Emiratos, Omán, Bahrein, Yemen (del cual hablaremos) y Qatar, así como Kuwait al noreste.
Tras su larga y aventurera vida, que terminó en 1953, el Rey fundador ha sido sucedido por sus hijos, aún no llega al poder ninguno de sus nietos; hay que recordar que la poligamia, existente entre los pueblos de Medio Oriente desde antes del Islam, ha generado siempre innumerables problemas: se puede leer en la Biblia la rebelión de Absalón contra su padre el Rey David de Israel, la expedición de los 10.000 guerreros griegos liderados por Jenofonte a favor de uno de los pretendientes al trono persa y en los Califatos Omeya, Abasida, Fatimita y Otomano, los muchos hijos de distintas madres llevó a constantes guerras civiles entre pretendientes al trono imperial, intrigas y asesinatos en los harenes. Los Saud llegaron a un arreglo, después de todo, Abdul-Aziz tuvo 45 hijos con sus 4 esposas reglamentarias y múltiples concubinas, como cada uno de sus vástagos a su vez ha tenido decenas de hijos también por la poligamia, se señala que la casa de Saud cuenta con 7,000 príncipes en total, de esta manera, se llegó a un pacto que ha hecho que los hermanos se hayan sucedido en el trono civilizadamente sin crímenes de serrallo de por medio, tal y como se ve en este cuadro:
Hay que reconocer que los Saud, quienes heredaron la astucia política de su padre, lograron, en 60 años, convertir a un país poblado por tribus nómadas con apenas ciudades pequeñas en el mapa en un Estado moderno con una vibrante vida urbana en grandes ciudades, no solo La Meca y Medina, sino también Riyad, la capital que es también el principal polo de desarrollo y la ciudad más grande, o Yedda en la costa del Mar Rojo, lo volvieron una potencia económica y se encuentra dotado de una de las capacidades de influir en el panorama internacional más grandes. Arabia cuenta con un nivel de vida muy alto en la región, junto con Emiratos o Qatar, a diferencia de lo ocurrido en México o Venezuela, los monarcas sauditas han sabido aprovechar la inmensa riqueza petrolera del subsuelo, irónicamente utilizando un esquema medieval para su manejo: el Rey es el propietario de tierras, aguas y subsuelo en un concepto patrimonialista del Estado, las petroleras, cuando se les concesiona la explotación de los hidrocarburos se vuelven socios de la corona a través de la petrolera estatal ARAMCO y comparten con ésta las ganancias, como resultado, los impuestos que se cobran en Arabia son bajísimos, no se necesitan cuando el Estado mismo es empresario y socio en múltiples negocios de particulares tanto nacionales como extranjeros y no hay diferencia entre el patrimonio de la Nación y del monarca, éste a su vez, invierte la fortuna obtenida en el desarrollo de infraestructuras: por ejemplo, donde antes circulaban caravanas de dromedarios hoy en día existen modernas autopistas donde transitan coches deportivos de lujo, se ha multiplicado el presupuesto dedicado a la educación superior e incluso a la investigación científica y tecnológica en los últimos años. No puede negarse que el gobierno de los hermanos Saud no haya tenido una sincera preocupación por el bienestar del pueblo y aún más, por la defensa genuina del interés nacional y convertir a Arabia en una potencia de alcance global.
Sobre todo ha sido bajo los dos últimos reyes: Fahd y Abdullah, que la economía se diversificó y expandió, así como hubo todo un proceso de modernización; en mucho, esto se debió a que Fahd cambió su aliado estratégico occidental: la Guerra del Golfo Pérsico en 1991 motivó a este monarca, deseoso de sacudirse la amenaza "republicana" que representaba el próspero Irak de Saddam Hussein y su régimen laico calcado del ejemplo turco, a acercarse a EUA al tiempo que relegaba la tradicional alianza o tutela de la decadente Gran Bretaña, lo que le permitió atraer capitales norteamericanos y celebrar jugosas alianzas, como han trascendido los negocios entre familias de políticos estadounidenses, como los Bush, celebrados con la petrolera estatal árabe.
Pero por supuesto, los Saud no son reyes de Las Mil y Una Noches, tienen también puntos oscuros o de plano tenebrosos: el régimen que han establecido es una monarquía absoluta en la que si bien existe una constitución escrita desde 1992: la Ley Básica de Arabia Saudita promulgada por Fahd, ésta establece la concentración de los tres poderes: Legislativo, Ejecutivo y Judicial; si bien existe algo similar a un parlamento, sus miembros son designados por el propio Rey y tiene una mera función consultiva, no realmente legislativa. El Rey en su tribunal, constituye también la última instancia del Poder Judicial y toda la administración responde ante él, existiendo un Gabinete cuyas carteras muchas veces están ocupadas por miembros de la familia real. Los gobiernos regionales son designados por él, y en cuanto a los municipales, ha sido hasta recientemente que se celebraron por primera vez elecciones, sin que existan partidos políticos... aunque, la verdad, ante la experiencia mexicana con la Democracia a la que me refería en el artículo anterior, uno no sabe si envidiar a los árabes sauditas por la simplicidad de su sistema político absolutista y que les ha dado resultados.
Lo que sí, la propia Ley Básica establece que el sistema jurídico del reino se rige por la Shari'a, esto es, el Derecho Islámico derivado del Corán y de las tradiciones jurídicas del Medio Oriente que arrancan en Hammurabi hace 3,700 años, el Islam en su interpretación Wahhabita-Sunnita es la religión oficial y el Cristianismo y el Judaísmo no son tolerados y son perseguidos, a menos de que se sea diplomático y se permita la práctica del culto en un ámbito estrictamente privado al interior de las embajadas. De igual manera, las mujeres son consideradas ciudadanas de segunda clase y tienen prohibido hasta manejar vehículos, mientras que las penas a los criminales incluyen la decapitación, la mutilación y la crucifixión, mientras que la oposición política y la crítica al régimen, por supuesto, es silenciada con toda brutalidad. El Wahhabismo, por otro lado, es la fuente del fundamentalismo de los grupos militantes como Al-Qaeda y el ISIS, junto con muchos otros, que han sido hasta financiados por el gobierno saudita, --incluso, el nuevo Rey (en la foto con la que inicia este post, detrás de su fallecido hermano y predecesor) Salman, es señalado por ser, durante su desempeño como Ministro de Defensa, como el principal patrocinador de la causa de grupos terroristas fundamentalistas.
El empoderamiento de Arabia le llevó naturalmente a chocar con la eterna gran potencia de la región: Irán y ahí es donde debemos entender muchos de los movimientos que se están dando y que ya he resañado en otro momento dentro de este blog, en lo fundamental, que las Primaveras Arabes han servido para impulsar movimientos radicales de corte sunnita que son apoyados tanto por la Corte de Riyad como por las otras cortes islámicas de Doha, Al-Kuwait, Dubai y Abu Dhabi dirigidas contra regímenes laicos que podían resultar más pragmáticos y aceptar un acercamiento a Irán, como el caso de Libia y Túnez o que abiertamente son sus aliados, como en el caso de Siria y el Irak post-Saddam; que en esto, el gobierno de Abdullah y ahora el de Salman, obtuvo el respaldo de EUA y ha podido actuar con total impunidad, aún en contra de éste y sus aliados fomentando al radicalismo y financiando y protegiendo tanto a Al-Qaeda como al ISIS o a Boko Haram, puesto que Occidente no puede actuar contra Arabia sin perder al mayor exportador de petróleo, ni los nexos motivados por la avaricia que tienen muchos políticos y empresarios occidentales con esos regímenes o personajes ligados a ellos, o las inversiones que miembros de la realeza y potentados de esas monarquías tienen en Europa y el propio EUA y que en algunos casos, como el británico, constituyen montos suficientes para sacar a flote el barco semihundido desde el 2008.
En ese aspecto es que se explica los increíbles elogios y muestras de respeto de los líderes occidentales hacia el difunto Rey Abdullah, quien incluso fue saludado como un "reformista" o "modernizador", incluso con un viaje repentino de Obama hacia Riyad para presentar sus respetos en los funerales del monarca árabe, lo que ha sido señalado como un acto de enorme hipocresía y que simboliza la subordinación de los intereses de Washington a los de Arabia: ¿Cómo puede ser que se planteen sanciones en contra de Corea del Norte y constantemente se ataque al régimen de los Kim como liberticida y asesino, cuando el régimen Saudita no es muy diferente en su actuar?
El objetivo de Arabia es convertirse en la gran potencia Sunnita y en el líder del Islam, rol histórico que, por ser cuna de dicha religión, considera merecer, papel en el que puede dejar atrás a Turquía quien, pese a su creciente islamización bajo Erdogán, no puede cortar con el discurso laicista de Atatürk de un tajo ni sus vínculos con la OTAN, pese a ello, resulta claro que la república otomana se encuentra secundando a las monarquías del Golfo Pérsico en el apoyo al ISIS en contra del régimen laico presidido por los Chiítas Alauitas como Bashar el-Assad en Siria y un Irak dominado por los mismos simpatizantes de Teherán. Por otro lado, es de temer que Arabia ya tenga un programa nuclear propio para hacer frente al iniciado por los Persas.
Yemen y Arabia:
Coincidiendo con la enfermedad terminal de Abdullah, Irán movió sus fichas y apoyó sin lugar a dudas la rebelión de la etnia Houti, de fe Chiíta en el vecino Yemen; este país, dotado de una gran diversidad étnica, tiene una posición estratégica, frente al Cuerno de Africa en la entrada del Mar Rojo y ha sido la puerta de las influencias árabes en Africa, sede del antiguo Reino de Saba y de las tribus de la cordillera del Hadramut, cuenta con ciudades y paisajes que parecen sacados de la imaginación de Tolkien o Robert E. Howard en los que aún se construyen castillos, sin embargo, el país, que se mantuvo dividido durante la Guerra Fría en un país de corte comunista al sur y otro que se mantuvo fiel a las tradiciones islámicas al norte, desde su unificación cayó en una espiral de descomposición y enfrentamientos entre las dos regiones del país antes separadas y sobre todo entre los grupos étnicos, además del surgimiento de grupos radicales islámicos, teniendo Al-Qaeda nexos fuertes en el país, dado el origen hadramuti de la familia Bin Laden.
De esta manera, el caos se agravó en Yemen a partir del 2001 convirtiéndose en un campo de batalla, favorito territorio de caza de los drones del ejército norteamericano contra los líderes militantes islámicos, y un gobierno cada vez más débil titubeante entre los intereses de Washington y los de los grupos radicales.
Finalmente, el que de repente haya estallado una rebelión de la etnia Houti, chiíta y vinculada al pasado de las incursiones Persas, bajo el reinado de los Safávidas en el siglo XVI a la Península Arábiga es un episodio más del pulso existente entre Irán y Arabia en la lucha por la supremacía en la región, Ahora, los Houti se han hecho con el poder: ¿Qué busca Irán con esto? Probablemente cortar o evitar el crecimiento de los grupos fundamentalistas Sunnitas en el país que cuentan con el apoyo Saudita y de esta manera, proteger su flanco occidental... esto debe tener nervioso a la monarquía árabe, puesto que en su parte noreste, justo donde cuenta con los pozos petroleros más fructíferos, existe un fuerte enclave Chiíta, otro recordatorio de la presencia y expansión persa en la zona. ¿Qué pasaría si esa población: el 15% de los sauditas se plantean separar del reino y unirse al Irak dominado por sus correligionarios y bajo control persa?
Como se ve, el Juego de Tronos en esa área vital para la humanidad está muy vivo y animado... ¿hacia dónde vamos?
Pero Abdul-Aziz (izquierda) no quedaba contento con eso: la causa Wahhabita no triunfaría sino hasta conquistar las ciudades santas musulmanas, y la coyuntura internacional vendría a su favor. A fines del siglo XIX e inicios del XX, los británicos, franceses y norteamericanos eran los principales acreedores del Imperio Otomano. Por aquel momento, además, con la plena revolución industrial se necesitaban energéticos y prospectores occidentales encontraron que la península arábiga y otras partes de lo que quedaba del Califato estaban repletas de petroleo y gas natural, los últimos Califas, rehenes del movimiento de los Jóvenes Turcos negaron el otorgamiento de concesiones a cambio de reducción de la deuda.
Así que la entrada en la Guerra del Califato del lado de Austriacos y Alemanes les presentó una magnífica oportunidad a los occidentales para acabar de una vez por todas con la amenaza del Islam imperial y quedarse con los hidrocarburos: apoyarían a príncipes y caciques locales en distintas regiones del Imperio Otomano para dividirlo y a cambio obtendrían grandes concesiones petroleras. Así, mandaron a Arabia a varios militares, entre ellos el famoso Thomas Edward Lawrence de Arabia, quien brindó su apoyo como asesor a los Saud y otros príncipes, junto con otros asesores británicos. Al final, Abdul Aziz expulsaría a los Haschemitas de La Meca, los británicos, como consolación, le darían a estos descendientes del Profeta el trono de un país artificial dibujado por el Acuerdo Sykes-Picot: Jordania. Entre tanto, Abdul Aziz se proclamó "Rey del Hedjaz" pero no sería hasta 1935 que consolidaría su dominio sobre la mayor parte de la península, con el beneplácito de Londres, proclamándose Rey de Arabia, añadiendo su apellido, para indicar que era la parte de la península sobre la cual regía su familia, respetando a los otros territorios al sur: Emiratos, Omán, Bahrein, Yemen (del cual hablaremos) y Qatar, así como Kuwait al noreste.
Tras su larga y aventurera vida, que terminó en 1953, el Rey fundador ha sido sucedido por sus hijos, aún no llega al poder ninguno de sus nietos; hay que recordar que la poligamia, existente entre los pueblos de Medio Oriente desde antes del Islam, ha generado siempre innumerables problemas: se puede leer en la Biblia la rebelión de Absalón contra su padre el Rey David de Israel, la expedición de los 10.000 guerreros griegos liderados por Jenofonte a favor de uno de los pretendientes al trono persa y en los Califatos Omeya, Abasida, Fatimita y Otomano, los muchos hijos de distintas madres llevó a constantes guerras civiles entre pretendientes al trono imperial, intrigas y asesinatos en los harenes. Los Saud llegaron a un arreglo, después de todo, Abdul-Aziz tuvo 45 hijos con sus 4 esposas reglamentarias y múltiples concubinas, como cada uno de sus vástagos a su vez ha tenido decenas de hijos también por la poligamia, se señala que la casa de Saud cuenta con 7,000 príncipes en total, de esta manera, se llegó a un pacto que ha hecho que los hermanos se hayan sucedido en el trono civilizadamente sin crímenes de serrallo de por medio, tal y como se ve en este cuadro:
Hay que reconocer que los Saud, quienes heredaron la astucia política de su padre, lograron, en 60 años, convertir a un país poblado por tribus nómadas con apenas ciudades pequeñas en el mapa en un Estado moderno con una vibrante vida urbana en grandes ciudades, no solo La Meca y Medina, sino también Riyad, la capital que es también el principal polo de desarrollo y la ciudad más grande, o Yedda en la costa del Mar Rojo, lo volvieron una potencia económica y se encuentra dotado de una de las capacidades de influir en el panorama internacional más grandes. Arabia cuenta con un nivel de vida muy alto en la región, junto con Emiratos o Qatar, a diferencia de lo ocurrido en México o Venezuela, los monarcas sauditas han sabido aprovechar la inmensa riqueza petrolera del subsuelo, irónicamente utilizando un esquema medieval para su manejo: el Rey es el propietario de tierras, aguas y subsuelo en un concepto patrimonialista del Estado, las petroleras, cuando se les concesiona la explotación de los hidrocarburos se vuelven socios de la corona a través de la petrolera estatal ARAMCO y comparten con ésta las ganancias, como resultado, los impuestos que se cobran en Arabia son bajísimos, no se necesitan cuando el Estado mismo es empresario y socio en múltiples negocios de particulares tanto nacionales como extranjeros y no hay diferencia entre el patrimonio de la Nación y del monarca, éste a su vez, invierte la fortuna obtenida en el desarrollo de infraestructuras: por ejemplo, donde antes circulaban caravanas de dromedarios hoy en día existen modernas autopistas donde transitan coches deportivos de lujo, se ha multiplicado el presupuesto dedicado a la educación superior e incluso a la investigación científica y tecnológica en los últimos años. No puede negarse que el gobierno de los hermanos Saud no haya tenido una sincera preocupación por el bienestar del pueblo y aún más, por la defensa genuina del interés nacional y convertir a Arabia en una potencia de alcance global.
Sobre todo ha sido bajo los dos últimos reyes: Fahd y Abdullah, que la economía se diversificó y expandió, así como hubo todo un proceso de modernización; en mucho, esto se debió a que Fahd cambió su aliado estratégico occidental: la Guerra del Golfo Pérsico en 1991 motivó a este monarca, deseoso de sacudirse la amenaza "republicana" que representaba el próspero Irak de Saddam Hussein y su régimen laico calcado del ejemplo turco, a acercarse a EUA al tiempo que relegaba la tradicional alianza o tutela de la decadente Gran Bretaña, lo que le permitió atraer capitales norteamericanos y celebrar jugosas alianzas, como han trascendido los negocios entre familias de políticos estadounidenses, como los Bush, celebrados con la petrolera estatal árabe.
Pero por supuesto, los Saud no son reyes de Las Mil y Una Noches, tienen también puntos oscuros o de plano tenebrosos: el régimen que han establecido es una monarquía absoluta en la que si bien existe una constitución escrita desde 1992: la Ley Básica de Arabia Saudita promulgada por Fahd, ésta establece la concentración de los tres poderes: Legislativo, Ejecutivo y Judicial; si bien existe algo similar a un parlamento, sus miembros son designados por el propio Rey y tiene una mera función consultiva, no realmente legislativa. El Rey en su tribunal, constituye también la última instancia del Poder Judicial y toda la administración responde ante él, existiendo un Gabinete cuyas carteras muchas veces están ocupadas por miembros de la familia real. Los gobiernos regionales son designados por él, y en cuanto a los municipales, ha sido hasta recientemente que se celebraron por primera vez elecciones, sin que existan partidos políticos... aunque, la verdad, ante la experiencia mexicana con la Democracia a la que me refería en el artículo anterior, uno no sabe si envidiar a los árabes sauditas por la simplicidad de su sistema político absolutista y que les ha dado resultados.
Lo que sí, la propia Ley Básica establece que el sistema jurídico del reino se rige por la Shari'a, esto es, el Derecho Islámico derivado del Corán y de las tradiciones jurídicas del Medio Oriente que arrancan en Hammurabi hace 3,700 años, el Islam en su interpretación Wahhabita-Sunnita es la religión oficial y el Cristianismo y el Judaísmo no son tolerados y son perseguidos, a menos de que se sea diplomático y se permita la práctica del culto en un ámbito estrictamente privado al interior de las embajadas. De igual manera, las mujeres son consideradas ciudadanas de segunda clase y tienen prohibido hasta manejar vehículos, mientras que las penas a los criminales incluyen la decapitación, la mutilación y la crucifixión, mientras que la oposición política y la crítica al régimen, por supuesto, es silenciada con toda brutalidad. El Wahhabismo, por otro lado, es la fuente del fundamentalismo de los grupos militantes como Al-Qaeda y el ISIS, junto con muchos otros, que han sido hasta financiados por el gobierno saudita, --incluso, el nuevo Rey (en la foto con la que inicia este post, detrás de su fallecido hermano y predecesor) Salman, es señalado por ser, durante su desempeño como Ministro de Defensa, como el principal patrocinador de la causa de grupos terroristas fundamentalistas.
El empoderamiento de Arabia le llevó naturalmente a chocar con la eterna gran potencia de la región: Irán y ahí es donde debemos entender muchos de los movimientos que se están dando y que ya he resañado en otro momento dentro de este blog, en lo fundamental, que las Primaveras Arabes han servido para impulsar movimientos radicales de corte sunnita que son apoyados tanto por la Corte de Riyad como por las otras cortes islámicas de Doha, Al-Kuwait, Dubai y Abu Dhabi dirigidas contra regímenes laicos que podían resultar más pragmáticos y aceptar un acercamiento a Irán, como el caso de Libia y Túnez o que abiertamente son sus aliados, como en el caso de Siria y el Irak post-Saddam; que en esto, el gobierno de Abdullah y ahora el de Salman, obtuvo el respaldo de EUA y ha podido actuar con total impunidad, aún en contra de éste y sus aliados fomentando al radicalismo y financiando y protegiendo tanto a Al-Qaeda como al ISIS o a Boko Haram, puesto que Occidente no puede actuar contra Arabia sin perder al mayor exportador de petróleo, ni los nexos motivados por la avaricia que tienen muchos políticos y empresarios occidentales con esos regímenes o personajes ligados a ellos, o las inversiones que miembros de la realeza y potentados de esas monarquías tienen en Europa y el propio EUA y que en algunos casos, como el británico, constituyen montos suficientes para sacar a flote el barco semihundido desde el 2008.
En ese aspecto es que se explica los increíbles elogios y muestras de respeto de los líderes occidentales hacia el difunto Rey Abdullah, quien incluso fue saludado como un "reformista" o "modernizador", incluso con un viaje repentino de Obama hacia Riyad para presentar sus respetos en los funerales del monarca árabe, lo que ha sido señalado como un acto de enorme hipocresía y que simboliza la subordinación de los intereses de Washington a los de Arabia: ¿Cómo puede ser que se planteen sanciones en contra de Corea del Norte y constantemente se ataque al régimen de los Kim como liberticida y asesino, cuando el régimen Saudita no es muy diferente en su actuar?
El objetivo de Arabia es convertirse en la gran potencia Sunnita y en el líder del Islam, rol histórico que, por ser cuna de dicha religión, considera merecer, papel en el que puede dejar atrás a Turquía quien, pese a su creciente islamización bajo Erdogán, no puede cortar con el discurso laicista de Atatürk de un tajo ni sus vínculos con la OTAN, pese a ello, resulta claro que la república otomana se encuentra secundando a las monarquías del Golfo Pérsico en el apoyo al ISIS en contra del régimen laico presidido por los Chiítas Alauitas como Bashar el-Assad en Siria y un Irak dominado por los mismos simpatizantes de Teherán. Por otro lado, es de temer que Arabia ya tenga un programa nuclear propio para hacer frente al iniciado por los Persas.
Yemen y Arabia:
Coincidiendo con la enfermedad terminal de Abdullah, Irán movió sus fichas y apoyó sin lugar a dudas la rebelión de la etnia Houti, de fe Chiíta en el vecino Yemen; este país, dotado de una gran diversidad étnica, tiene una posición estratégica, frente al Cuerno de Africa en la entrada del Mar Rojo y ha sido la puerta de las influencias árabes en Africa, sede del antiguo Reino de Saba y de las tribus de la cordillera del Hadramut, cuenta con ciudades y paisajes que parecen sacados de la imaginación de Tolkien o Robert E. Howard en los que aún se construyen castillos, sin embargo, el país, que se mantuvo dividido durante la Guerra Fría en un país de corte comunista al sur y otro que se mantuvo fiel a las tradiciones islámicas al norte, desde su unificación cayó en una espiral de descomposición y enfrentamientos entre las dos regiones del país antes separadas y sobre todo entre los grupos étnicos, además del surgimiento de grupos radicales islámicos, teniendo Al-Qaeda nexos fuertes en el país, dado el origen hadramuti de la familia Bin Laden.
De esta manera, el caos se agravó en Yemen a partir del 2001 convirtiéndose en un campo de batalla, favorito territorio de caza de los drones del ejército norteamericano contra los líderes militantes islámicos, y un gobierno cada vez más débil titubeante entre los intereses de Washington y los de los grupos radicales.
Finalmente, el que de repente haya estallado una rebelión de la etnia Houti, chiíta y vinculada al pasado de las incursiones Persas, bajo el reinado de los Safávidas en el siglo XVI a la Península Arábiga es un episodio más del pulso existente entre Irán y Arabia en la lucha por la supremacía en la región, Ahora, los Houti se han hecho con el poder: ¿Qué busca Irán con esto? Probablemente cortar o evitar el crecimiento de los grupos fundamentalistas Sunnitas en el país que cuentan con el apoyo Saudita y de esta manera, proteger su flanco occidental... esto debe tener nervioso a la monarquía árabe, puesto que en su parte noreste, justo donde cuenta con los pozos petroleros más fructíferos, existe un fuerte enclave Chiíta, otro recordatorio de la presencia y expansión persa en la zona. ¿Qué pasaría si esa población: el 15% de los sauditas se plantean separar del reino y unirse al Irak dominado por sus correligionarios y bajo control persa?
Como se ve, el Juego de Tronos en esa área vital para la humanidad está muy vivo y animado... ¿hacia dónde vamos?