A inicios del siglo XVII, el entonces Rey de España, Felipe III, impulsado por su Primer Ministro el Duque de Lerma, emitió uno de sus decretos más polémicos: la expulsión de los Moriscos; estos eran musulmanes o sus descendientes a los que se había permitido permanecer en España tras la culminación de la Reconquista en 1492 con la toma de Granada por los Reyes Católicos. Muchos de ellos se habían convertido al Cristianismo; sin embargo, se sospechaba de la sinceridad de ello, razón por la cual Isabel y Fernando habían fundado el Tribunal de la Inquisición. Esto no era por mera intolerancia religiosa como se habría pensado, después de todo, los islámicos que quisieran conservar su culto podían hacerlo y seguían contando con algunas mezquitas pequeñas, sin embargo, si se convertían aparentemente y en realidad se conservaban como adeptos al mahometismo, podían ser sospechosos también respecto de sus lealtades, más cuando la conversión, por así decirlo, les abrían las puertas a lo que hoy llamaríamos "derechos políticos" y podrían ocupar cargos públicos, que, ante la amenaza del Califato Otomano no era asunto menor.
La decisión de Felipe III no fue fácil y era claro que tendría consecuencias gravísimas. Los moriscos habían conservado sus tierras y eran parte importante de los pequeños propietarios rurales y poseían buen número de granjas, o bien, se desempeñaban como obreros en las manufacturas o peones en los latifundios de nobles y burgueses ricos en Andalucía y sobre todo, en el Reino de Aragón. Sin embargo, tras la derrota musulmana en Lepanto, y con Marruecos, Argelia y Túnez --provincias otomanas-- cerca de España cruzando el Mediterráneo, siendo además centros de operación de corsarios islámicos que depredaban las costas del Imperio Hispano tanto en la península ibérica como en Italia, la población musulmana en el reino constituía un grave riesgo, más cuando había constantes rebeliones, como la de las Alpujarras, o actuación de grupos de moriscos que, precisamente espiaban para el Califato, entonces regido por Ahmed I, y que colaboraban con las depredaciones de los corsarios berberiscos y tunecinos, o les pasaban información --el famoso, para los parapsicólogos y pseudohistoriadores mapa del almirante turco Piri Reis, no es más que una copia del mapa de Juan de la Cosa, hecho antes de que los descubrimientos de los navegantes españoles fueran hechos públicos-- la expulsión fue decretada y evidentemente llevó a muchas situaciones que hoy en día se calificarían de abusivas e inhumanas, incluso se dio una rebelión que fue aplacada a sangre y fuego en la Sierra Morena, y hubo un gran desplazamiento de población; los moriscos fueron obligados a embarcar, a su costa, con rumbo a Marruecos y Argelia; donde, como incluso ocurre hoy, en muchos casos los musulmanes expulsados de Europa fueron víctimas de sus correligionarios en las zonas que los recibieron, que les robaron y hasta esclavizaron o asesinaron.
El perjuicio económico a España fue mayúsculo ante la pérdida de una buena proporción de la población activa de aquel entonces (recuérdese que España no tenía el número de habitantes o la densidad de la misma con la que contaban sus rivales Francia o Inglaterra) y las tierras confiscadas a los moriscos fueron a parar a manos de terratenientes favorecidos por Lerma en muchos casos, recuérdese que el hábil jefe de la administración de Felipe III, un hombre que era mucho más sensible y flexible que su padre Felipe II y también consciente de no ser tan capaz para el gobierno, por lo que cedió el encabezar la administración al hábil pero corrupto noble que más tarde se salvaría de ser procesado por sus sucios negocios al acceder a las órdenes sagradas y a un capelo cardenalicio tras enviudar. Algunos dicen que esto provocaría el relativo atraso de España respecto de las otras potencias europeas al privarse de una fuente de mano de obra valiosa. Por otro lado, la tradición jurídica castellana y aragonesa no era proclive a dar un trato inhumano a las personas, aún a las no cristianas, como se demostró con las medidas jurídicas para la protección de los indígenas durante la conquista y colonización de América, sin embargo, la decisión tomada por el monarca español fue contundente y ejecutada con todo rigor y celeridad.
Felipe III muy probablemente estuvo consciente de lo que hacía, incluso de las consecuencias, más cuando la España de la época fue pionera en contar con académicos que elaboraron los primeros análisis económicos, pero también supo que tenía que adoptar esa medida a fin de garantizar estabilidad y paz en España y en Europa, al menos por un momento, y cancelar todas las pretensiones del Islam de recuperar Al-Andalus, evitando que los Otomanos contasen con una quinta columna al interior de España. En pocas palabras, fue una decisión valiente, que de no haber sido tomada, quién sabe qué consecuencias habría tenido en siglos pasados con los intentos del Califato turco por fenar su caída ante los europeos, o que tendría en la actualidad, más con los regionalismos españoles.
En cambio, veamos la época actual: París, Bruselas, Orlando, Niza y ahora Munich, Alemania y San Etienne, en Normandía, Francia, donde ha entregado su vida el primer mártir europeo del siglo XXI: el Padre Jacques Hamel... la lista y la cronología del horror islamista se alarga, como también crece la omisión de los líderes occidentales y su cobardía para llamar pan al pan y vino al vino. En la época de la corrección política es prioridad el no ofender, el no generar controversia, no expresar lo que se piensa, se opina o se cree en pro de una supuesta armonía, diversidad y tolerancia, creyendo cándidamente que si yo declino mi derecho a defenderme y pongo la otra mejilla, el agresor se conmoverá y depondrá las armas; erróneamente se piensa que estamos en Portugal en 1973 y que podemos poner fin a la amenaza terrorista con claveles que coloquemos en los cañones de los fusiles, con veladoras, cartitas sentimentales y osos de peluche en el lugar en que cayeron las víctimas y pianistas indignados que toquen ese himno a la pasividad del drogadicto llamado Imagine.
La cuestión es que nadie de entre los líderes occidentales se atreve a reconocer la naturaleza expansionista y bélica del mensaje contenido en el Corán, ¡vamos! desde el Papa Francisco I a mandatarios como Françoise Hollande, Obama o la Sra. Merkel, nadie se atreve a decir que el Islam trae consigo un mensaje de conquista y guerra, sino que todos insisten que el Islam es una "religión de paz" y que el libro que compila la predicación de Mahoma es un "libro de amor". Incluso entre representantes de la Izquierda o del llamado "Progresismo", se hacen comparaciones tendientes para demostrar que la Biblia, --sobre todo en sus libros históricos del Antiguo Testamento-- es mucho más violento que el libro sagrado del Islam o que la Legislación Mosaica es más cruel que la Mahometana; olvidando que ambas, en terrenos materiales, son herederas del Código de Hammurabi babilonio que ya contaba con medidas draconianas que pasaron a ambos sistemas legales semitas.
Como dice el columnista de origen Palestino Raimond Ibrahim, los líderes --si es que se les puede llamar así-- occidentales, parecen o idiotas o cobardes, o ambas cosas; pues no se encuentra razón lógica alguna para justificar el que no vean la naturaleza bélica y conquistadora del Islam, y que dicha doctrina ha tenido desde su elaboración con Mahoma como vehículo ideológico para la unificación de las tribus árabes y posteriormente sirvió como justificante para la expansión imperial de Omeyas, Abbasidas y Otomanos.
Por el contrario, se nos quiere decir que todos los atentados que han ocurrido son hechos aislados, producto de personas desequilibradas o con problemas psicológicos; sin embargo, el incremento en la frecuencia de los ataques indican otra cosa: no se trata de hechos aislados ni de personas con problemas mentales, tampoco lo demuestra los vídeos o declaraciones de los perpetradores que juran lealtad al Califa Abu Bakr (II) Al-Baghdadí, lo que demuestra una ineludible comunión con los ideales del Estado Islámico, aunque en el caso muniqués resulta que el autor del ataque era un persa nacido en Alemania, lo que indica que estaba muy lejos de ser leal al ISIS, ya que se trata de un musulmán chiíta y no sunnita como es el movimiento extremista nacido en Siria e Irak.
Pero ¿por qué se tapa tanto la realidad? ¿Porqué parece que las autoridades occidentales están dispuestos a sacrificar la libertad de sus pueblos y la seguridad y hasta la vida de sus ciudadanos? Aquí trataremos de dilucidar algunas, la realidad es muy compleja:
La decisión de Felipe III no fue fácil y era claro que tendría consecuencias gravísimas. Los moriscos habían conservado sus tierras y eran parte importante de los pequeños propietarios rurales y poseían buen número de granjas, o bien, se desempeñaban como obreros en las manufacturas o peones en los latifundios de nobles y burgueses ricos en Andalucía y sobre todo, en el Reino de Aragón. Sin embargo, tras la derrota musulmana en Lepanto, y con Marruecos, Argelia y Túnez --provincias otomanas-- cerca de España cruzando el Mediterráneo, siendo además centros de operación de corsarios islámicos que depredaban las costas del Imperio Hispano tanto en la península ibérica como en Italia, la población musulmana en el reino constituía un grave riesgo, más cuando había constantes rebeliones, como la de las Alpujarras, o actuación de grupos de moriscos que, precisamente espiaban para el Califato, entonces regido por Ahmed I, y que colaboraban con las depredaciones de los corsarios berberiscos y tunecinos, o les pasaban información --el famoso, para los parapsicólogos y pseudohistoriadores mapa del almirante turco Piri Reis, no es más que una copia del mapa de Juan de la Cosa, hecho antes de que los descubrimientos de los navegantes españoles fueran hechos públicos-- la expulsión fue decretada y evidentemente llevó a muchas situaciones que hoy en día se calificarían de abusivas e inhumanas, incluso se dio una rebelión que fue aplacada a sangre y fuego en la Sierra Morena, y hubo un gran desplazamiento de población; los moriscos fueron obligados a embarcar, a su costa, con rumbo a Marruecos y Argelia; donde, como incluso ocurre hoy, en muchos casos los musulmanes expulsados de Europa fueron víctimas de sus correligionarios en las zonas que los recibieron, que les robaron y hasta esclavizaron o asesinaron.
El perjuicio económico a España fue mayúsculo ante la pérdida de una buena proporción de la población activa de aquel entonces (recuérdese que España no tenía el número de habitantes o la densidad de la misma con la que contaban sus rivales Francia o Inglaterra) y las tierras confiscadas a los moriscos fueron a parar a manos de terratenientes favorecidos por Lerma en muchos casos, recuérdese que el hábil jefe de la administración de Felipe III, un hombre que era mucho más sensible y flexible que su padre Felipe II y también consciente de no ser tan capaz para el gobierno, por lo que cedió el encabezar la administración al hábil pero corrupto noble que más tarde se salvaría de ser procesado por sus sucios negocios al acceder a las órdenes sagradas y a un capelo cardenalicio tras enviudar. Algunos dicen que esto provocaría el relativo atraso de España respecto de las otras potencias europeas al privarse de una fuente de mano de obra valiosa. Por otro lado, la tradición jurídica castellana y aragonesa no era proclive a dar un trato inhumano a las personas, aún a las no cristianas, como se demostró con las medidas jurídicas para la protección de los indígenas durante la conquista y colonización de América, sin embargo, la decisión tomada por el monarca español fue contundente y ejecutada con todo rigor y celeridad.
Felipe III muy probablemente estuvo consciente de lo que hacía, incluso de las consecuencias, más cuando la España de la época fue pionera en contar con académicos que elaboraron los primeros análisis económicos, pero también supo que tenía que adoptar esa medida a fin de garantizar estabilidad y paz en España y en Europa, al menos por un momento, y cancelar todas las pretensiones del Islam de recuperar Al-Andalus, evitando que los Otomanos contasen con una quinta columna al interior de España. En pocas palabras, fue una decisión valiente, que de no haber sido tomada, quién sabe qué consecuencias habría tenido en siglos pasados con los intentos del Califato turco por fenar su caída ante los europeos, o que tendría en la actualidad, más con los regionalismos españoles.
En cambio, veamos la época actual: París, Bruselas, Orlando, Niza y ahora Munich, Alemania y San Etienne, en Normandía, Francia, donde ha entregado su vida el primer mártir europeo del siglo XXI: el Padre Jacques Hamel... la lista y la cronología del horror islamista se alarga, como también crece la omisión de los líderes occidentales y su cobardía para llamar pan al pan y vino al vino. En la época de la corrección política es prioridad el no ofender, el no generar controversia, no expresar lo que se piensa, se opina o se cree en pro de una supuesta armonía, diversidad y tolerancia, creyendo cándidamente que si yo declino mi derecho a defenderme y pongo la otra mejilla, el agresor se conmoverá y depondrá las armas; erróneamente se piensa que estamos en Portugal en 1973 y que podemos poner fin a la amenaza terrorista con claveles que coloquemos en los cañones de los fusiles, con veladoras, cartitas sentimentales y osos de peluche en el lugar en que cayeron las víctimas y pianistas indignados que toquen ese himno a la pasividad del drogadicto llamado Imagine.
La cuestión es que nadie de entre los líderes occidentales se atreve a reconocer la naturaleza expansionista y bélica del mensaje contenido en el Corán, ¡vamos! desde el Papa Francisco I a mandatarios como Françoise Hollande, Obama o la Sra. Merkel, nadie se atreve a decir que el Islam trae consigo un mensaje de conquista y guerra, sino que todos insisten que el Islam es una "religión de paz" y que el libro que compila la predicación de Mahoma es un "libro de amor". Incluso entre representantes de la Izquierda o del llamado "Progresismo", se hacen comparaciones tendientes para demostrar que la Biblia, --sobre todo en sus libros históricos del Antiguo Testamento-- es mucho más violento que el libro sagrado del Islam o que la Legislación Mosaica es más cruel que la Mahometana; olvidando que ambas, en terrenos materiales, son herederas del Código de Hammurabi babilonio que ya contaba con medidas draconianas que pasaron a ambos sistemas legales semitas.
Como dice el columnista de origen Palestino Raimond Ibrahim, los líderes --si es que se les puede llamar así-- occidentales, parecen o idiotas o cobardes, o ambas cosas; pues no se encuentra razón lógica alguna para justificar el que no vean la naturaleza bélica y conquistadora del Islam, y que dicha doctrina ha tenido desde su elaboración con Mahoma como vehículo ideológico para la unificación de las tribus árabes y posteriormente sirvió como justificante para la expansión imperial de Omeyas, Abbasidas y Otomanos.
Por el contrario, se nos quiere decir que todos los atentados que han ocurrido son hechos aislados, producto de personas desequilibradas o con problemas psicológicos; sin embargo, el incremento en la frecuencia de los ataques indican otra cosa: no se trata de hechos aislados ni de personas con problemas mentales, tampoco lo demuestra los vídeos o declaraciones de los perpetradores que juran lealtad al Califa Abu Bakr (II) Al-Baghdadí, lo que demuestra una ineludible comunión con los ideales del Estado Islámico, aunque en el caso muniqués resulta que el autor del ataque era un persa nacido en Alemania, lo que indica que estaba muy lejos de ser leal al ISIS, ya que se trata de un musulmán chiíta y no sunnita como es el movimiento extremista nacido en Siria e Irak.
Pero ¿por qué se tapa tanto la realidad? ¿Porqué parece que las autoridades occidentales están dispuestos a sacrificar la libertad de sus pueblos y la seguridad y hasta la vida de sus ciudadanos? Aquí trataremos de dilucidar algunas, la realidad es muy compleja:
- Los valores ideológicos actuales: Si se habla que desde la Revolución Francesa se ha buscado crear un Estado Laico, con libertad de culto y de conciencia, De igual manera, el Nacionalsocialismo alemán terminó por dar a entender que el nacionalismo fue la causa de las guerras y enfrentamientos; de ahí que el mensaje globalista a favor de sociedades multiculturales choque con la idea de excluir a los musulmanes de Europa, o de que ésta y Occidente en general tiene unas raíces definidas y propias; debe de llegarse a una sociedad neutra y en la que quepan todos los colores.
- La Democracia electoral: La población musulmana en los países europeos o en EUA se ha convertido en una apetitosa fuente de votos para los partidos políticos, estos, por supuesto, no quieren perderlos, así que prefieren abrirles las puertas y hacerles concesiones: reconocer a sus autoridades y normas tradicionales, darles espacio y ayudas para construir mezquitas, etc.
- El anticristianismo: No nos hagamos, en Occidente hay un cada vez más hostil clima contra el Cristianismo, un tema sobre el que vale la pena abundar en otro post, pero que principalmente surge de que esta doctrina religiosa es un obstáculo a la sociedad de consumo que tanto beneficia a las grandes fortunas capitalistas: finalmente se trata de estimular los impulsos, instintos y apetitos de las personas para que consuman, para ello, tienen que ser grandes buscadores de placeres y entretenimientos: sexo, drogas, frivolidades; una religión que plantea un afán de trascendencia, ascetismo y austeridad, sin el exotismo que vende del budismo, viene a ser un obstáculo para el negocio; así, se cree que el Islam, enemigo natural del Cristianismo desde el origen en la Alta Edad Media, servirá para si no destruir, sí eliminar la influencia de la Iglesia y del Evangelio en la sociedad de manera definitiva, estúpidamente, se piensa que después los musulmanes serán secularizados y modernizados.
- Ignorancia fatal sobre el Islam: En Occidente se carece, incluso por parte de nuestros dirigentes, que no son precisamente los más cultos de nuestras sociedades, de una comprensión completa del Islam; creyéndose que es solo un conjunto de doctrinas religiosas sobre espíritus y cuestiones metafísicas, ignorando que el Islam en sí, es todo un paquete civilizatorio en sí mismo, que incluye un conjunto de doctrinas religiosas y morales, pero también un sistema jurídico, un sistema político y una forma de sociedad, por ello resulta muy difícil, si no imposible, el intentar la secularización de las sociedades o de los individuos musulmanes, siempre queda algo en el fondo, y los ejemplos los tenemos en la fragilidad y el fracaso de los regímenes como el fundado por Mustafá Kemal y todos sus continuadores en otros países del Medio Oriente; los musulmanes, trasladados a otras regiones y aún en medio de otras poblaciones, no se integrarán a ellas, por el contrario, transplantan su cultura e intentan extenderla y hacerla florecer a donde llegan; por ello, el Islam puede ayudar a la Izquierda o a los "Progresistas" a desterrar al Cristianismo de la vida pública, pero el efecto no será la sociedad plural y amorfa que gire en torno a la economía y al consumo de placeres que sueñan, sino la islamización de las sociedades receptoras de musulmanes.
- La idea actual de los Derechos Humanos: El concepto de Derechos Humanos ha sido enormemente manipulado hasta convertirse en cadenas y esposas que atan a las manos del Estado para imponer el orden y el imperio de la Ley en sus sociedades, se le han inventado generaciones y progresividades en una tendencia que a lo que llevarán será a la anarquía y el libertinaje más irresponsable en que todo vale sin límite alguno. Los islámicos, que no desarrollaron este concepto y que además les resulta totalmente antipático, se escudan sin embargo en el mismo para gozar de la más amplia impunidad. Los gobiernos, por su parte, no osan enfrentar el problema por no caer en contradicciones en su discurso pro-derechos humanos, la fuerza queda como el último recurso a usar y se privilegia el diálogo, aunque sea con una parte que no entiende de diálogo más que el que se habla con las armas.
Es increíble, pero si lo analizamos bien, esto no es exclusivo de Europa con respecto al Islam, en México lo vemos con respecto a los "movimientos sociales", verdaderas sediciones que no solo se dirigen contra el --espantoso-- gobierno de Peña Nieto, sino que son auténticas agresiones a la sociedad, que están ocasionando severos daños a la economía con el bloqueo a puertos y vías férreas, y pese a los llamados y a los claros perjuicios que esto ocasiona, la autoridad no ejerce el legítimo recurso a la fuerza pública, ni aplica la Ley, es el temor a quedar como vulnerador a los derechos humanos, a la libre manifestación, etc. El Gobierno prefiere doblegarse y someterse a las exigencias de grupos vandálicos impulsados por intereses oscuros, con lo que provoca la ingobernabilidad, inestabilidad y por supuesto: inseguridad.
Desgraciadamente, no tenemos liderazgos: este tipo de procederes ha permeado desde la Iglesia hasta las autoridades municipales, la falta de valor y los deseos de quedar bien actuando como veletas nos ha llevado a una situación sumemente peligrosa, nuestra Civilización Occidental está pasando por una etapa crítica que exige una vuelta de timón y el regreso de liderazgos clásicos, impulsados por valores y convicciones fuertes, pero además por la conciencia de tomar decisiones que quizá serían impopulares o tomadas como tiránicas, pero que, al igual que una medicina amarga o una dolorosa inyección, tendrá efectos positivos para sus pueblos, como la tomada por Felipe III hace 400 años.
Es curioso, Felipe III es considerado como uno de los más débiles reyes de España, pues vivió bajo la sombra de sus titánicos padre y abuelo: Felipe II y Carlos V, y la gesta crepuscular de su hijo Felipe IV, sin embargo, con su acción de la expulsión de los Moriscos, demostró tener más conciencia de jugarse el futuro de España y de Europa entera ante el peligro representado por el Islam, que los gobernantes actuales del Viejo Continente. Si éste fue un "Austria menor", no sé qué tamaño tendrán los actuales políticos vistos desde el futuro.