Empieza la Semana Santa y con ella, un tiempo que debería ser de reflexión y de recogimeinto, de plantearse no solo cuestiones religiosas, que bien pueden servirnos para pensar en las cuestiones realmente trascendentales de nuestra vida; desgraciadamente esto no es así, y en el hedonismo imperante, esta semana se ha vuelto todo lo contrario de lo que debería ser, sobre todo desde los años sesenta hasta nuestros días, para ser una semana de vicio y de disipación, que ya no de diversión sana y merecido descanso... lo que ha quedado en el pasado.
En mucho, esto, junto con la actual crisis desatada por los escándalos de abuso sexual por parte de clérigos, tiene su base en lo sucedido hace poco más de cuarenta años, con el Concilio Vaticano II. En aquel entonces, los Papas Juan XXIII y Pablo VI, advirtiendo que la modernidad traía o representaba graves riesgos para que la gente continuase con la práctica de la Religión y Moral cristianas (hedonismo, comodidad, modas, rebeldía juvenil, liberación sexual, feminismo, etc.) decidieron que la Iglesia debía ponerse al día (aggiornamiento, como decían ambos pontífices italianos) y debía abandonar su apariencia monolítica e inamovible a fin de ser más atractiva para las nuevas generaciones y adecuarse con el mundo industrial, de avances científicos y tecnológicos veloces y drásticos, y de convulsiones sociales que apareció tras la Segunda Guerra Mundial.
Quiero aclarar que no soy ningún teólogo, así que mi opinión no está autorizada realmente para cuestionar lo sucedido en ese, uno de los concilios ecuménicos más importantes de la Historia, sino que se trata de mi punto de vista personal como Católico sobre algo que creo, estuvo impulsado por las mejores de las intenciones, pero que ha terminado esn ser el germen de multitud de problemas que hoy vemos, motivado, más que por las conclusiones a las que se llegó durante el mismo, por los excesos en la aplicación de las resoluciones a las que se llegó y por la excesiva apertura que se dió.
Este Concilio fue diferente a los anteriores, que generalmente fueron convocados ante la presencia de un grave problema o una crisis fuerte en el seno de la Iglesia y que concluyeron en el cierre de filas y una mayor rigidez en la disciplina eclesiástica, así en 1870 y ante el desafío presentado por el Liberalismo y el Nacionalismo decimonónicos, se convocó por Pío IX al Concilio Vaticano I, que fortaleció la autoridad universal del Papa con el Dogma de la Infalibilidad en materia religiosa y ética, y fijó en forma definitiva el culto mariano con el Dogma de la Inmaculada Concepción, aunque realmente no fue un concilio tan trascendental, como sí lo fue el anterior, el Concilio de Trento en el siglo XVI que puso fin a los excesos del clero renacentista, establecio rígidas normas de disciplina para los sacerdotes y religiosos, reguló la celebración de los sacramentos y echó a andar la Contrarreforma con gran éxito, pues se frenó al avance del Protestantismo. Si nos vamos más atrás en el tiempo, la resolución del "Cisma de Avignon" en los siglos XIV y XV, que estuvo a punto de partir en dos o tres partes a la Iglesia Católica fue gracias a los concilios ecuménicos, y la Revolución Papal de Gregorio VII que estableció la separación entre la Iglesia y el Estado en el siglo XI se realizó gracias a los concilios, así como se enfrentó a la separación de los Ortodoxos en esa misma época.
Pero todo ello tuvo como común denominador el cierre de filas y la solución de un problema presente, no preventivo. Por el contrario, el Vaticano II fue un concilio preventivo ante las posibles amenazas que la modernidad representara a la fe. Sin embargo, es de reconocerse que a fines de los 50 e inicios de los 60 se dió cierto renacimiento espiritual que hasta se vio contagiado en la cultura popular: fue la época del gran cine bíblico que motivó el desarrollo del género del peplum (como se ha llamado al constituido por películas que tratan sobre las civilizaciones antiguas, desde los Egipcios hasta los Mayas, pasando, por supuesto, por Judíos, Griegos y Romanos, llamado así por una prenda de vestir femenina usada por las griegas y romanas, especie de blusa sin mangas sujeta a los hombros por broches).
Entre las reformas más importantes estuvo el abandono del Latín como lengua litúrgica y adopción de las lenguas vernáculas o propias de cada país, como lo habían hecho los Ortodoxos en el siglo XI y los Protestantes en el XVI, y el permitir el uso de música popular en las celebraciones religiosas en vez de los cantos gregorianos y la música sacra clásica. De igual forma, la Liturgia de la Misa cambió, buscando que el pueblo participase más en la celebración del sacrificio.
He de aclarar que nunca en mi vida, al igual que la mayoría de los menores de 55 años he presenciado una misa de acuerdo al rito tridentino (llamada así por el Concilio de Trento que lo fijó) desde niño, y en la escuela de los Hermanos Maristas en la que estudié y que fue una de las congregaciones que con más entusiasmo adoptó las reformas del concilio vaticano, y hasta ahora he estado en misas amenizadas por guitarras y coros juveniles, incluso hasta con mariachis, y no dudo de que bajo uno u otro rito se produce la transubstanciación y se trata de eucaristías plenamente válidas, sin embargo, el rito de Trento le daba una gran solemnidad y oportunidad de reflexionar a los feligreses ante la presencia de Dios a la que se daba plenamente su lugar, en un clima de respeto y recogimiento. Las misas actuales, por el contrario, a veces parecen diálogos o rutinas de preguntas y respuestas, la música popular le resta solemnidad y hace bastante mundano el clima dentro del templo; por otro lado, el cambio en la posición del celebrante mirando a los asistentes hace que la Misa parezca un espectáculo que se escenifica en el altar y no como era el sentido original de que el pueblo, a través del sacerdote, ofrece el sacrificio hacia Dios, por lo que el celebrante miraba hacia el Altar que se encontraba adosado a la pared y ornado con los fabulosos retablos en el pasado.
Los templos perdieron este sentido y poco a poco empezaron a construirse más con sentido escénico que como lugares de oración, no es de extrañarse que pocas iglesias construidas en los últimos 40 años sean realmente artísticas y tengan como modelo estadios deportivos o teatros, como es el caso de la actual Basílica de la Virgen de Guadalupe en el DF. Las Misas y demás celebraciones religiosas se convirtieron así en espectáculos de masas y en eventos sociales sin que se pudiese sentir el misterio de lo sagrado, cuando no en eventos rutinarios de los domingos que en cuanto menos duren mejor para así poder ir a ver el fútbol; la pérdida del Latín y de la Música Sacra, por su parte, alejaron la cultura de las Iglesias, la aparición de los coros juveniles brindó oportunidades para socializar y echar relajo, junto con tanto grupo juvenil para misiones o para retiros espirituales que no han servido para encontrar nuevas vocaciones, sino para vivir una religiosidad superficial. El retiro de la mantilla o velo a las mujeres produjo informalidad y que las Iglesias se volvieran pasarelas, etc.
En el aspecto doctrinal y pese a que afortunadamente teólogos "progresistas" como Hans Küng fueron rechazados por el concilio, se abrió la puerta a la Teología de la Liberación que trató de conciliar el Marxismo con el Cristianismo, lo que generaría multitud de problemas en Latinoamérica, de igual forma, aparecerían grupos como el "Camino Neocatecumenal" o "Renovación Carismática" de evidente inspiración protestante y el disgusto o la sospecha hacia grupos más tradicionalistas como el Opus Dei que tendrían que bregar para obtener reconocimiento.
En materia de disciplina del Clero, el sacerdote quedó más expuesto, pues se hizo más mundana su participación: el abandono de la vestimenta talar: sotana, hábito, alzacuello, que hasta ahora parece poco a poco rescatarse implicó una pérdida de conciencia de su papel y su función, así como se perdió el respeto hacia su persona, lo que sin duda, generó que el sacerdote quedase más cerca de las tentaciones, lo que sin duda ha tenido mucho que ver en los recientes escándalos.
Pero sobre todo, el daño principal ha sido que desde entonces mucha gente y los medios tienen la idea de que la Iglesia debe adecuarse a los tiempos y a las modas, tendencias y antojos de la sociedad, y no que sea ésta la que debe acomodarse a ciertos criterios y valores éticos defendidos por la Iglesia a fin de ser mejor. En conclusión, el Concilio Vaticano II en vez de sentar los medios para hacer frente y resolver una crisis la produjo. Cuarenta y tantos años después, es posible ya hacer una evaluación de sus resultados y buscar la forma de corregir los efectos negativos; en este sentido, creo que Benedicto XVI ha empezado a hacerlo, por la forma en que ha planteado el rescate del Latín y del rito tridentino, la recomendación de poner una cruz en el altar para recordar que el sacrificio se ofrece a Dios en la misa y no es una escenificación hacia el pueblo, el acercamiento ya casi definitivo a los Lefevbristas, quienes se opusieron al concilio (en muchos casos con justa razón, pues vieron lo que venía) y la forma en que está enfrentando los escándalos sexuales indican su voluntad de echar atrás aquellas reformas que resultaron contraproducentes, ajalá y así sea, porque es esa solemnidad y esa espiritualidad que se respira en los templos antiguos, que se escucha en la música sacra y se aprecia en los ornamentos rtituales anteriores al Vaticano II y que tanto gustan al Papa actual lo que incluso ha atraído a gente de otras religiones y sectas cristianas al volver a la Iglesia y no la modernización que implica una rendición ante los gustos del mundo... sí, yo estaría a favor de retornar a la tradición, y me vale madres que me digan mocho o conservador!!
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Nadie los contenta:
La postura de los Medios de Comunicación respecto a estos temas es como la de la gente en la fábula del señor y el niño que llevan un burro y que unos dicen que deberían montarse los 2 en el animal, otros que pobre animal, otros que el papá debería ir arriba y otros que el hijo, no se les tiene contentos: cuando el papa actuaba con discreción, le decían que era un encubridor, ahora que ha hablado con extrema dureza contra los pederastras y los hace responsables ante los tribunales y se hacen las denuncias respectivas, dicen que no es suficiente, si ordenara quemarlos vivos en la hoguera le dirían que volvió la inquisición y si los metiera a calabozos dirían que es un blandengue, nadie los entiende!! Lloran todavía por la desaparición de los Templarios pero quieren que desaparezcan los Legionarios de Cristo y casi casi que encarcelen a todos sus miembros (y en el caso de los legendarios monjes-guerreros hubo acusaciones también de abuso sexual) Critican que se matara en nombre de Dios en las Cruzadas, algo que la Iglesia ha reconocido abiertamente como un error, aparte de que esas guerras fueron algo mucho más complejo, porque hay que recordar que los Musulmanes no eran hermanitas de la caridad, pero consideran muy respetable que los Aztecas hicieran sacrificios humanos en honor a sus divinidades, donde no ven ningún error, sino un concepto diferente sobre el valor de la vida humana.
Si los clérigos contrajeran matrimonio ahí los tendrían a los periodistas denunciando que los sacerdotes són más infieles que los laicos o que le pegan a la esposa, si hubiera sacerdotisas dirían que son lesbianas, en fin, la realidad es que solamente buscan atacar a la Iglesia por nomás o por que sus jefes los Masones les ordenan, y es que es la misma hipocresía de siempre de la Izquierda-Progresista que condena a los sacerdotes pederastras mas pide la liberación de Roman Polanski y en Holanda plantea la despenalización de tan nefanda práctica y en México pide que se reconozca el "derecho al placer" (¿y porqué no el derecho a cagar, a bostezar o a sudar?) y se sexualiza a los niños desde edad temprana para luego lamentarse de tanto embarazo no deseado y SIDA.
Hace bien el Papa al decir que le tienen sin cuidado lo que estos "pontífices de la decadencia" digan. Lo que temo, es que en unos diez o más años se pueda dar la criminalización del Cristianismo, y en específico de la Iglesia Católica aduciendo que es contraria a los derechos humanos, (creo que esto es una posibilidad real y se dará en Europa para empezar) pero eso sí, ya lo verán, al Islam con su particular trato a la mujer y su intolerancia ni lo tocarán por que le tienen un pavor tremendo los muy cobardes y el Islam irá por ellos... cuando se den cuenta de lo que habrán causado, será demasiado tarde.
Pero en fin, la Iglesia en 2010 se ha salvado de crisis peores, y de persecuciones, no en balde, cuando Napoleón, en la cumbre de su poder y de su soberbia le dijo al Cardenal Consalvi que destruiría a la Iglesia, el prelado le contestó con una gran sabiduría: "No, no podrá... ¡Ni siquiera nosotros (los clérigos) hemos podido!" Unos años después, Napoleón era derrotado y desterrado a Santa Elena tras haber estado a punto de dominar el mundo mientras la Iglesia continuó su camino.
Quiero aclarar que no soy ningún teólogo, así que mi opinión no está autorizada realmente para cuestionar lo sucedido en ese, uno de los concilios ecuménicos más importantes de la Historia, sino que se trata de mi punto de vista personal como Católico sobre algo que creo, estuvo impulsado por las mejores de las intenciones, pero que ha terminado esn ser el germen de multitud de problemas que hoy vemos, motivado, más que por las conclusiones a las que se llegó durante el mismo, por los excesos en la aplicación de las resoluciones a las que se llegó y por la excesiva apertura que se dió.
Este Concilio fue diferente a los anteriores, que generalmente fueron convocados ante la presencia de un grave problema o una crisis fuerte en el seno de la Iglesia y que concluyeron en el cierre de filas y una mayor rigidez en la disciplina eclesiástica, así en 1870 y ante el desafío presentado por el Liberalismo y el Nacionalismo decimonónicos, se convocó por Pío IX al Concilio Vaticano I, que fortaleció la autoridad universal del Papa con el Dogma de la Infalibilidad en materia religiosa y ética, y fijó en forma definitiva el culto mariano con el Dogma de la Inmaculada Concepción, aunque realmente no fue un concilio tan trascendental, como sí lo fue el anterior, el Concilio de Trento en el siglo XVI que puso fin a los excesos del clero renacentista, establecio rígidas normas de disciplina para los sacerdotes y religiosos, reguló la celebración de los sacramentos y echó a andar la Contrarreforma con gran éxito, pues se frenó al avance del Protestantismo. Si nos vamos más atrás en el tiempo, la resolución del "Cisma de Avignon" en los siglos XIV y XV, que estuvo a punto de partir en dos o tres partes a la Iglesia Católica fue gracias a los concilios ecuménicos, y la Revolución Papal de Gregorio VII que estableció la separación entre la Iglesia y el Estado en el siglo XI se realizó gracias a los concilios, así como se enfrentó a la separación de los Ortodoxos en esa misma época.
Pero todo ello tuvo como común denominador el cierre de filas y la solución de un problema presente, no preventivo. Por el contrario, el Vaticano II fue un concilio preventivo ante las posibles amenazas que la modernidad representara a la fe. Sin embargo, es de reconocerse que a fines de los 50 e inicios de los 60 se dió cierto renacimiento espiritual que hasta se vio contagiado en la cultura popular: fue la época del gran cine bíblico que motivó el desarrollo del género del peplum (como se ha llamado al constituido por películas que tratan sobre las civilizaciones antiguas, desde los Egipcios hasta los Mayas, pasando, por supuesto, por Judíos, Griegos y Romanos, llamado así por una prenda de vestir femenina usada por las griegas y romanas, especie de blusa sin mangas sujeta a los hombros por broches).
Entre las reformas más importantes estuvo el abandono del Latín como lengua litúrgica y adopción de las lenguas vernáculas o propias de cada país, como lo habían hecho los Ortodoxos en el siglo XI y los Protestantes en el XVI, y el permitir el uso de música popular en las celebraciones religiosas en vez de los cantos gregorianos y la música sacra clásica. De igual forma, la Liturgia de la Misa cambió, buscando que el pueblo participase más en la celebración del sacrificio.
He de aclarar que nunca en mi vida, al igual que la mayoría de los menores de 55 años he presenciado una misa de acuerdo al rito tridentino (llamada así por el Concilio de Trento que lo fijó) desde niño, y en la escuela de los Hermanos Maristas en la que estudié y que fue una de las congregaciones que con más entusiasmo adoptó las reformas del concilio vaticano, y hasta ahora he estado en misas amenizadas por guitarras y coros juveniles, incluso hasta con mariachis, y no dudo de que bajo uno u otro rito se produce la transubstanciación y se trata de eucaristías plenamente válidas, sin embargo, el rito de Trento le daba una gran solemnidad y oportunidad de reflexionar a los feligreses ante la presencia de Dios a la que se daba plenamente su lugar, en un clima de respeto y recogimiento. Las misas actuales, por el contrario, a veces parecen diálogos o rutinas de preguntas y respuestas, la música popular le resta solemnidad y hace bastante mundano el clima dentro del templo; por otro lado, el cambio en la posición del celebrante mirando a los asistentes hace que la Misa parezca un espectáculo que se escenifica en el altar y no como era el sentido original de que el pueblo, a través del sacerdote, ofrece el sacrificio hacia Dios, por lo que el celebrante miraba hacia el Altar que se encontraba adosado a la pared y ornado con los fabulosos retablos en el pasado.
Los templos perdieron este sentido y poco a poco empezaron a construirse más con sentido escénico que como lugares de oración, no es de extrañarse que pocas iglesias construidas en los últimos 40 años sean realmente artísticas y tengan como modelo estadios deportivos o teatros, como es el caso de la actual Basílica de la Virgen de Guadalupe en el DF. Las Misas y demás celebraciones religiosas se convirtieron así en espectáculos de masas y en eventos sociales sin que se pudiese sentir el misterio de lo sagrado, cuando no en eventos rutinarios de los domingos que en cuanto menos duren mejor para así poder ir a ver el fútbol; la pérdida del Latín y de la Música Sacra, por su parte, alejaron la cultura de las Iglesias, la aparición de los coros juveniles brindó oportunidades para socializar y echar relajo, junto con tanto grupo juvenil para misiones o para retiros espirituales que no han servido para encontrar nuevas vocaciones, sino para vivir una religiosidad superficial. El retiro de la mantilla o velo a las mujeres produjo informalidad y que las Iglesias se volvieran pasarelas, etc.
En el aspecto doctrinal y pese a que afortunadamente teólogos "progresistas" como Hans Küng fueron rechazados por el concilio, se abrió la puerta a la Teología de la Liberación que trató de conciliar el Marxismo con el Cristianismo, lo que generaría multitud de problemas en Latinoamérica, de igual forma, aparecerían grupos como el "Camino Neocatecumenal" o "Renovación Carismática" de evidente inspiración protestante y el disgusto o la sospecha hacia grupos más tradicionalistas como el Opus Dei que tendrían que bregar para obtener reconocimiento.
En materia de disciplina del Clero, el sacerdote quedó más expuesto, pues se hizo más mundana su participación: el abandono de la vestimenta talar: sotana, hábito, alzacuello, que hasta ahora parece poco a poco rescatarse implicó una pérdida de conciencia de su papel y su función, así como se perdió el respeto hacia su persona, lo que sin duda, generó que el sacerdote quedase más cerca de las tentaciones, lo que sin duda ha tenido mucho que ver en los recientes escándalos.
Pero sobre todo, el daño principal ha sido que desde entonces mucha gente y los medios tienen la idea de que la Iglesia debe adecuarse a los tiempos y a las modas, tendencias y antojos de la sociedad, y no que sea ésta la que debe acomodarse a ciertos criterios y valores éticos defendidos por la Iglesia a fin de ser mejor. En conclusión, el Concilio Vaticano II en vez de sentar los medios para hacer frente y resolver una crisis la produjo. Cuarenta y tantos años después, es posible ya hacer una evaluación de sus resultados y buscar la forma de corregir los efectos negativos; en este sentido, creo que Benedicto XVI ha empezado a hacerlo, por la forma en que ha planteado el rescate del Latín y del rito tridentino, la recomendación de poner una cruz en el altar para recordar que el sacrificio se ofrece a Dios en la misa y no es una escenificación hacia el pueblo, el acercamiento ya casi definitivo a los Lefevbristas, quienes se opusieron al concilio (en muchos casos con justa razón, pues vieron lo que venía) y la forma en que está enfrentando los escándalos sexuales indican su voluntad de echar atrás aquellas reformas que resultaron contraproducentes, ajalá y así sea, porque es esa solemnidad y esa espiritualidad que se respira en los templos antiguos, que se escucha en la música sacra y se aprecia en los ornamentos rtituales anteriores al Vaticano II y que tanto gustan al Papa actual lo que incluso ha atraído a gente de otras religiones y sectas cristianas al volver a la Iglesia y no la modernización que implica una rendición ante los gustos del mundo... sí, yo estaría a favor de retornar a la tradición, y me vale madres que me digan mocho o conservador!!
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Nadie los contenta:
La postura de los Medios de Comunicación respecto a estos temas es como la de la gente en la fábula del señor y el niño que llevan un burro y que unos dicen que deberían montarse los 2 en el animal, otros que pobre animal, otros que el papá debería ir arriba y otros que el hijo, no se les tiene contentos: cuando el papa actuaba con discreción, le decían que era un encubridor, ahora que ha hablado con extrema dureza contra los pederastras y los hace responsables ante los tribunales y se hacen las denuncias respectivas, dicen que no es suficiente, si ordenara quemarlos vivos en la hoguera le dirían que volvió la inquisición y si los metiera a calabozos dirían que es un blandengue, nadie los entiende!! Lloran todavía por la desaparición de los Templarios pero quieren que desaparezcan los Legionarios de Cristo y casi casi que encarcelen a todos sus miembros (y en el caso de los legendarios monjes-guerreros hubo acusaciones también de abuso sexual) Critican que se matara en nombre de Dios en las Cruzadas, algo que la Iglesia ha reconocido abiertamente como un error, aparte de que esas guerras fueron algo mucho más complejo, porque hay que recordar que los Musulmanes no eran hermanitas de la caridad, pero consideran muy respetable que los Aztecas hicieran sacrificios humanos en honor a sus divinidades, donde no ven ningún error, sino un concepto diferente sobre el valor de la vida humana.
Si los clérigos contrajeran matrimonio ahí los tendrían a los periodistas denunciando que los sacerdotes són más infieles que los laicos o que le pegan a la esposa, si hubiera sacerdotisas dirían que son lesbianas, en fin, la realidad es que solamente buscan atacar a la Iglesia por nomás o por que sus jefes los Masones les ordenan, y es que es la misma hipocresía de siempre de la Izquierda-Progresista que condena a los sacerdotes pederastras mas pide la liberación de Roman Polanski y en Holanda plantea la despenalización de tan nefanda práctica y en México pide que se reconozca el "derecho al placer" (¿y porqué no el derecho a cagar, a bostezar o a sudar?) y se sexualiza a los niños desde edad temprana para luego lamentarse de tanto embarazo no deseado y SIDA.
Hace bien el Papa al decir que le tienen sin cuidado lo que estos "pontífices de la decadencia" digan. Lo que temo, es que en unos diez o más años se pueda dar la criminalización del Cristianismo, y en específico de la Iglesia Católica aduciendo que es contraria a los derechos humanos, (creo que esto es una posibilidad real y se dará en Europa para empezar) pero eso sí, ya lo verán, al Islam con su particular trato a la mujer y su intolerancia ni lo tocarán por que le tienen un pavor tremendo los muy cobardes y el Islam irá por ellos... cuando se den cuenta de lo que habrán causado, será demasiado tarde.
Pero en fin, la Iglesia en 2010 se ha salvado de crisis peores, y de persecuciones, no en balde, cuando Napoleón, en la cumbre de su poder y de su soberbia le dijo al Cardenal Consalvi que destruiría a la Iglesia, el prelado le contestó con una gran sabiduría: "No, no podrá... ¡Ni siquiera nosotros (los clérigos) hemos podido!" Unos años después, Napoleón era derrotado y desterrado a Santa Elena tras haber estado a punto de dominar el mundo mientras la Iglesia continuó su camino.