Durante una década, Angela Merkel ha gozado de una posición privilegiada, quizá sobrevalorada, como la "mujer más poderosa del mundo" y como una gran estadista... no es por ser machista, pero admitámoslo, la germana está muy lejos de tener los talentos de Margaret Thatcher, o más atrás en el pasado, de una Isabel la Católica, Leonor de Aquitania o Isabel I y Victoria I de Inglaterra, más bien heredó una situación hegemónica de Alemania sobre el bloque europeo y se dejó llevar por la inercia de una corriente que desde la reunificación de 1991 ha aupado a Alemania a un Cuarto Reich sin necesidad de lanzar ejércitos a la conquista como en el pasado lo hicieran Guillermo II y Adolfo Hitler.
Pero ahora, esto parece cambiar: la verdad es que Merkel no había tenido ningún problema serio con el qué lidiar durante su largo mandato sobre Berlín, y en cuanto a los conflictos internos de la Unión Europea, como la crisis griega, han sido situaciones que le han sido beneficiosas a Alemania para aumentar su poder sobre el bloque continental; pero ahora, no ha sabido enfrentar la problemática que está siendo causada por las oleadas de refugiados sirios, libios e iraquíes que huyen de la conmoción ocasionada por las Primaveras Arabes, mismas que Alemania ayudó a provocar junto a EUA, Inglaterra y Francia, tanto en su propio país como en todo el Viejo Continente. En realidad, la situación de los refugiados se ha convertido en la primera verdadera crisis a la que la Canciller tiene que hacer frente, y recordemos, tal y como sucede en la vida de las personas, que es en las dificultades, y no en la prosperidad donde se prueban los talentos y capacidades de cada quién y más de los gobernantes.
También Merkel se encuentra atada de manos: sobre los alemanes pesa y pesará siempre el fantasma maldito del Nacionalsocialismo y su ideología racista; por ello, los alemanes desde los años 60 han querido romper con ese pasado y tratado de mostrarse tolerantes, abiertos e incluyentes con lo que sea: preferencias sexuales, razas, credos, ideologías y etnias, insensatamente, quisieron convertir a Alemania en una especie de réplica de Estados Unidos y crear una sociedad multicultural en la que todo cabe, también se vieron impelidos a ello por una natalidad en descenso, un nivel de vida alto que alejó a las mujeres del hogar y a los hombres les hizo vivir para el trabajo y a todos, en general, al disfrute del ocio sin preocuparse por responsabilidades.
Eso lleva que, ante la cada vez mayor islamización de Alemania no se reaccione: hacerlo, poner candados o límites a la migración y a la difusión del Islam sería visto como un regreso a la intolerancia del Fürher, además de económicamente poco redituable: se necesita mano de obra barata, y los alemanes, con alto nivel educativo, no están dispuestos a tomar ese papel, ni a tener hijos que incorporados a la vida laboral, sostengan los jugosos planes de pensiones, y el retomar la vida familiar llevaría a poner fin al floreciente negocio del vicio; hoy por hoy tan próspero en todo el mundo y en todas sus facetas. Por eso, hasta ahora, los alemanes habían mostrado una gran pasividad ante la creciente presencia musulmana en su país y veían con normalidad que el turco Mesut Özil o el púnico Sami Khedirá vistieran los colores nacionales en la selección de fútbol, y que incluso lo hiciera el ghanés Boateng; no hacerlo sería despertar a los fantasmas de Hitler, Goebbels o Himmler; quienes sin embargo, no dudaron en aceptar entre sus tropas a contingentes del Medio Oriente y Africa.
Sin emabrgo, recientemente han ocurrido hechos que llevan, poco a poco, a despertar a los alemanes de este letargo: en la víspera de año nuevo, los festejos fueron ensombrecidos por una serie de abusos sexuales y violaciones planificadas y llevadas a cabo en grupo por refugiados sirios sobre mujeres germánicas, así como posteriormente se han reportado incidentes de agresiones de parte de islámicos contra los otrora orgullosos "arios" en Colonia y otras ciudades de Alemania. No es de extrañarse; el Islam, pese aparentemente ser puritano y darse casos como el tapar esculturas de desnudos romanos ante la visita a Italia y al Vaticano del Presidente iraní Hassan Rohani para servilmente no ofenderle,
contiene en realidad, en cuanto a su doctrina moral sexual una gran dosis de permisividad del hombre sobre la mujer, (la homosexualidad es, por otro lado, detestada, pero a diferencia del Cristianismo, donde se rechaza al pecado, pero no al pecador, en el Islam los homosexuales varones son perseguidos y muertos como si fuesen plaga, y en eso coinciden Sunnitas y Chiítas, Persas, Turcos y Semitas, mientras que tienen gran tolerancia al lesbianismo) que se expresa por ejemplo en la posibilidad de matrimonios de hombres maduros con adolescentes o de plano, niñas y la licitud de relaciones sexuales con éstas, la poligamia y el concubinato, el matrimonio por tiempo determinado --aunque ahí la mujer puede fijar en el contrato una serie de ventajas-- la esclavitud sexual, prácticas como las danzas eróticas como la del vientre o los siete velos, que no son vistas como pecaminosas, lo mismo que la literatura erótica, recordando que clásicos de las letras musulmanas como las Mil y Una Noches, o las obras del persa Omar Khayyam, están llenos de pasajes tórridos que dejan a D.H. Lawrence y a Henry MIller como escritores de cuentos infantiles, o a Hugh Hefner como un santo puro y casto. Simplemente, la visión del paraíso islámico, sin duda heredada de sus elementos paganos, ofrece una serie de placeres sensuales, muy propio para pueblos que enfrentaron una realidad dura ante la aridez de los desiertos y estepas: ríos de leche y miel o árboles de dulces frutos en bosques de inmenso verdor, pero sobre todo, con la posibilidad a los hombres, y en particular los guerreros, de gozar eternamente de las huríes, espíritus femeninos de infinita belleza y perpetua virginidad.
De esta manera, lo que en realidad pasa es que las oleadas de refugiados que han entrado a Europa y buscan a Alemania como destino final de su peregrinación se están sintiendo ya victoriosos sobre el Viejo Continente y que las mujeres alemanas, croatas, suecas y de los lugares por donde pasan son su parte del botín, pudiendo disponer de ellas libremente.
Ante esto, la situación de la Sra. Merkel, supuesto ícono del feminismo, ha sido la de la avestruz y meter la cabeza en un agujero mientras guarda un vergonzoso silencio acerca de los incidentes reportados, salvo tímidas declaraciones en que cierta a señalar el fracaso del multiculturalismo en Alemania o la necesidad de voltear a ver las raíces cristianas, pero sin decisión ni fuerza; y es que teme que todo el esquema de la democracia alemana posterior a la posguerra se derrumbe, lo mismo que se pretenda resucitar al fantasma de la idea de la "superioridad racial" germana. Tampoco quiere poner en riesgo los intereses de las industrias alemanas, necesitadas de mano de obra ni el factor demográfico necesitado con urgencia para mantener vivo el esquema del Estado de Bienestar creado por Brandt y Adenauer y heredado por Kohl, Schröder y ella, y al que se debe el alto nivel de vida y desarrollo del que gozan los tedescos.
El Gobierno de Merkel luce así, paralizado, y muchos lo intuyen: pese a no querer obrar en contra de los principios democráticos para defender al país del tsunami de refugiados, los regímenes europeos, con su manga ancha para ellos van a terminar por labrar la propia demolición del sistema, y no solo eso, de Europa en sí misma, como lo predijera Oriana Fallaci tras el 11 de septiembre, están entregándole al enemigo milenario de Occidente los destinos y el futuro de la cuna de la Civilización Occidental, y lo peor es que parece que a nadie le importa, sino que estamos en nuestro hemisferio muy divertidos y ocupados en autodestruirnos, con nuestras autoridades legislando contra la naturaleza y destrozando a la familia, promoviendo vicios o creyendo en derechos para los seres irracionales. No en balde ahora trasciende cómo Irán ha estado financiando al partido Podemos en España, de la misma manera en que ha dado su apoyo financiero y diplomático al Chavismo en Venezuela o a las locuras de Tsipras y Syriza en la Hélade. Resulta muy curioso que un partido como el dirigido por Pablo Iglesias que apoya al homosexualismo, el aborto y otros puntos de la agenda "progresista" sea apoyado por la República Islámica Persa, de estricta doctrina chiíta y radicalmente opuesta a toda esa agenda "liberal"... ¿Será que apoyan el debilitamiento de las sociedades occidentales y en particular, de la codiciada España?
El peligro es que esto empieza a generar descontento entre los ciudadanos alemanes étnicos y esto coincide con la publicación de una nueva edición de Mein Kampf, el libro de Hitler, lo que puede propiciar la radicalización de los alemanes ante un nuevo enemigo de origen semita que ya no sería la descendencia de Isaac, sino la de Ismael. Si por un lado tenemos al radicalismo islámico, y por el otro, un rebrote del ultranacionalismo en Alemania y algún otro de los países europeos afectados, tenemos el caldo de cultivo perfecto para el estallido a no muy largo plazo, de un conflicto interétnico en Europa, no religioso, puesto que Europa ha dejado de ser cristiana y postular un ateísmo que ha llevado a las personas ahora en la preocupación por el medio ambiente, en la adoración al placer, sobre todo sexual, y al materialismo. Como bien lo dice el ex-diputado israelí Moshé Feiglin, --para que le de coraje a los Tradilocos neonazis-- el vacío espiritual y cultural dejado por la descristianización está siendo llenado por el Islam, no solo con inmigrantes, sino con europeos nativos que se convierten a la fe de Mahoma hartos de tanto nihilismo y afeminamiento, que ven en la cultura guerrera y la valentía suicida del musulmán capaz de sacrificarse por sus ideas y su cosmovisión, una alternativa a un mundo en que la preocupación del día es comprar cosas, lograr el éxito profesional para aumentar los ingresos y comprar más cosas, y divertirse en forma cada vez más intensa.
Entre tanto, las autoridades parecen claudicar y rendirse, aceptar el predominio del Islam y hacen reverencia al iránio en su visita --aunque hay que destacar el rarísimo pero valiente gesto de Françoise Hollande de no cambiar el menú de la cena de Estado para recibir a Rohani, quien evidentemente molesto canceló su asistencia-- y a los demás líderes islámicos. Su actitud es cobarde y pese a querer salvar con ella a la "santa" Democracia no harán sino destruirla. La idea de crear una sociedad neutra, laica, como hoja en blanco donde encima pueda dibujarse un arcoiris es utópica y como tal, terminará en desastre.
Dentro de unos siglos, Angela Merkel no será recordada como la mujer más poderosa del mundo, sino como la que abrió la caja de pandora de la destrucción de Europa.