El jueves 23 de junio, los británicos acudieron a las urnas y decidieron, por un 51.9% contra un 48% abandonar a la Unión Europea, referéndum que se conoce como el Brexit. (por Britain y exit).
Para quien conoce la Historia británica, y en especial la reciente, esto no debería ser tan sorprendente, desde su ingreso a la entonces Comunidad Económica Europea, Inglaterra (llamémosle así por comodidad), ha sido un miembro sui generis, que siempre parece haber llevado la contraria a sus vecinos del continente; incluso, se le acusó muchas veces de ser una especie de portavoz o intruso a nombre de los intereses norteamericanos, inclinados a impedir o hacer más lentos los procesos de integración; esto tal vez alguna que otra vez fue cierto, la realidad es que, ante la Guerra Fría y el posterior proceso de Globalización, Washington parece haber estado más bien interesado en que Europa se uniese como bloque en contra del opuesto bando comunista encabezado por la Rusia Comunista y ahora como experimento de la más avanzada mundialización y del multiculturalismo.
Lo que sí es cierto es que no hay que olvidar que la debilitada Inglaterra de la Posguerra quedó forjando una alianza que en apariencia se mantiene indestructible con su antigua colonia americana y que borró los desencuentros, tensiones y suspicacias que habían definido la relación entre ambos países anglosajones desde la Independencia, la Guerra de 1812 y que se mantuvo todo el siglo XIX. Esta alianza fue evolucionando hacia una virtual dependencia de Londres a los dictados de Washington, sobre todo tras la dimisión de Margaret Thatcher; desde entonces, los ingleses prácticamente han carecido de una política exterior propia que no dependa del visto bueno que otorgue el gobierno de la otrora posesión de ultramar, mientras que, también, puede percibirse que bajo los ministerios de John Mayor, Tony Blair, Gordon Brown y finalmente David Cameron fue repentinamente creciendo la devoción y la obediencia a los dictados de las autoridades del bloque continental situadas en Bruselas y Estrasburgo.
La inclusión de la Gran Bretaña en la Unión Europea, además, era aberrante y contraria a toda la Historia de la isla desde Guillermo el Conquistador: conscientes de su insularidad, y también de la vulnerable pero estratégica posición geográfica que ocupan, los ingleses nunca han aceptado poderes hegemónicos continentales, sino que la posición británica siempre ha sido proclive a un fuerte nacionalismo y a oponer resistencia a cualquier intento de ser dominados por las grandes potencias de tierra firme. Así, los Plantagenet buscaron en la llamada Guerra de los Cien Años romper la dependencia feudal que tenían respecto de los reyes de Francia, heredada del duque normando; después, no solo la lujuria llevó a Enrique VIII a divorciarse de la española Catalina de Aragón y al cisma anglicano, sino también el temor a ser dominado por un poder hegemónico hispano-alemán encarnado por Carlos V; la misma feroz rivalidad que atizaría su hija Isabel I y la consolidación del cisma que ella hizo con sangrienta persecución de los católicos se explica precisamente como una manera de reforzar el sentimiento nacional inglés en contra del afán imperial español de Felipe II.
Posteriormente; Inglaterra actuaría como contrapeso de la hegemonía francesa desde Luis XIV a Napoleón; y en su afán de fortalecerse para oponerse a los intentos imperiales de España y Francia por someterla, terminaría convirtiéndose en la primera potencia mundial durante todo el siglo XIX, conociendo su máximo apogeo con la Reina Victoria I. Cuando ahora su poderío indiscutible se vio disputado por la Alemania de Guillermo II y de Adolfo Hitler, Inglaterra acudió a la guerra mundial buscando restaurar el equilibrio en el continente; aunque el resultado fue perder su estatus imperial y ceder el cetro a dos nuevas potencias que esperaban su turno: Estados Unidos, en quien, de cierta manera, ha continuado el predominio anglosajón, y Rusia, encarnada como Unión Soviética.
Ante todos estos antecedentes, para muchos ingleses, sobre todo en las áreas rurales, en los pueblos pequeños de la campiña que Tolkien tan bien caricaturizó como la Comarca de los Hobbits, para los viejos veteranos que aún quedan de la Segunda Guerra Mundial y para los nostálgicos del Imperio que añoran lo retratado por la literatura de la Era Victoriana y el cine ambientado en esa época, el que ahora la corte de Saint James siga fielmente los decretos, no de dictadores militares temibles y poderosos como Bonaparte o Hitler, sino de burócratas venales y políticos segundones apoltronados en despachos de mobiliario minimalista situados en Bruselas es más que humillante, lo mismo lo que ya juzgan no como una alianza basada en la Historia compartida y la ayuda conjunta en las dos hecatombes mundiales, sino como un sometimiento servil a la voluntad de una antigua colonia de parte de unos políticos carentes de visión y de valor que han traicionado a la corona y al pueblo.
¿Porqué Inglaterra aceptó estos sometimientos? Por la conciencia de su decadencia como potencia imperial: las dos guerras mundiales llevaron a dar la independencia a las diferentes colonias y posesiones de ultramar: Canadá, Nueva Zelanda, Australia, Sudáfrica y demás territorios en el "continente negro", así como los mandatos o protectorados en Medio Oriente, y sobre todo: la India y su incalculable riqueza natural y humana. Ante esta debilidad, Inglaterra debía pertenecer a un bloque unido que se opusiera a la Rusia Soviética y el bando comunista bajo el liderazgo norteamericano. A un poder continental hegemónico sólo le podría confrontar siendo parte o sometiéndose a otro. La prueba estuvo en las Malvinas, donde una dictadura tercermundista estuvo a punto de propinarle a Inglaterra una derrota que hubiera sido más que bochornosa, que si no lo hizo fue más por falta de medios propios que por el extenuado y menguante poderío militar y naval anglosajón.
Pero hoy en día las circunstancias han cambiado: Rusia ya no es un enemigo per se, ni existe un bloque amenazante. Inglaterra además, logró que las independencias de sus antiguas posesiones se hicieran de manera pacífica y estableciendo con ellas una relación de libre comercio y de libre tránsito de personas, con las que conserva nexos además, culturales, e incluso, políticos, cuando en muchos casos la Reina Isabel II es también la jefe de Estado simbólica de esos países. Hoy en día, grandes potencias emergentes se encuentran dentro de la llamada Commonwhealth o "Comunidad Británica de Naciones" como la India y Australia; si la isla enfoca sus baterías económicas a su antiguo imperio, podría reponer las pérdidas que representa la salida de la Unión.
Ante ese cambio de circunstancias, muchos británicos se han dado cuenta que es posible que la Unión no sea necesaria, más cuando existen una serie de fenómenos, más allá de ese sometimiento a autoridades continentales:
- La sobrerregulación europea en materia económica, comercial, derechos humanos, ambiental y laboral, que ha ahogado muchas actividades en Gran Bretaña.
- El hecho de que las autoridades comunitarias no son electas y, por tanto, no son representantes de los pueblos de los países miembros, ni pueden ser fiscalizadas por las autoridades nacionales ni la sociedad en general.
- La ideologización de la Unión, que ha caído presa de la Izquierda o de los "Liberales" y "Progresistas" que han impuesto una dictadura de lo políticamente correcto que amenaza la libertad de conciencia, de culto y de expresión.
- El que los países con economías más desarrolladas, aún fuera de la unión monetaria, como es el caso inglés, deben subsidiar a los países más pobres como Grecia y por tanto, sufragar los errores, o la corrupción, de sus autoridades.
- El "Estado de Bienestar" que es la política social seguida por la Unión: onerosa y sostenida por cargas fiscales altísimas o endeudamiento.
- La creación en las nuevas generaciones de una mentalidad hedonista y atenida a becas, financiamientos y subsidios gubernamentales: es de recordar en Inglaterra las protestas estudiantiles que exigen que la educación universitaria sea gratuita, lo mismo que los servicios de salud... pero no quieren trabajar, solo gozar de los beneficios.
- La invasión, por las instituciones europeas, de áreas que deberían ser propias de los Estados miembros ejerciendo su soberanía nacional, como es la regulación de la migración, más ante la crisis de los refugiados sirios en medio del Espacio Schengen.
Para una mayor comprensión de las causales del Brexit, podemos ver Brexit, the Movie, un documental en el que se narran los motivos de la votación:
[youtube https://www.youtube.com/watch?v=UTMxfAkxfQ0&w=560&h=315]
Ahora veamos el mapa de la votación que es bastante descriptivo de lo que pasó:
En azul, las circunscripciones electorales que votaron por mantenerse dentro de la Unión; en rojo, las zonas que votaron por salir.
Como se ve, toda Escocia y todo el Ulster o Irlanda del Norte votó por mantenerse en el bloque, ¿porqué? Porque ambas naciones celtas son las partes más pobres del país, y viven de los subsidios que la Unión y Londres les proporciona para sostener una política asistencialista; además, ambas regiones esperan, desde el siglo XVII, ayuda del continente para sacudirse el yugo anglosajón: qué mejor que propiciar un escenario favorable a la independencia para mantenerse dentro del bloque mientras la vieja Inglaterra, sola, se queda fuera; al fin, lo que querían las tribus Jacobitas, que España y Francia les apoyasen se haría realidad en cierta manera, en vez de dejarlos morir solos ante los casacas rojas en Culloden Moor. O que el alzamiento de Pascua en 1916 en Irlanda hubiese sido apoyado por Alemania en medio de la Gran Guerra.
Gales fue la sorpresa, al ser la única de las tres regiones célticas en votar, al igual que la mayor parte de Inglaterra por salir de la Unión. Esto se debe quizá a que se encuentra mucho más integrada a la sociedad sassenach (sajona) y tiene vínculos mucho más fuertes y añejos con Inglaterra (Gales fue incorporado a la corona inglesa en el siglo XIII, Irlanda en el siglo XVI, y Escocia hasta el XVII con la llegada al trono inglés de los escoceses Estuardo y definitivamente a partir de la primera mitad del XVIII tras la rebelión Jacobita)
La zona metropolitana de Londres también se inclinó por mantenerse en la Unión: lógico ante su población cosmopolita que se ha visto favorecida por la laxa política migratoria comunitaria, y también la mentalidad liberal de los londinenses, en especial de los jóvenes, partidarios y beneficiarios del "progresismo" impulsado desde Bruselas.
Bueno, este post ya ha sido bastante largo para explicar las causas del voto favorable al Brexit, en el próximo, hablaremos de las consecuencias; porque esto sí es un terremoto que tendrá repercusiones durísimas: de entrada, esto certifica el fracaso de la Unión Europea y que ha quedado herida de muerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario