A casi una semana de las elecciones intermedias, aún siguen las reacciones, asombros y análisis sobre lo que sucedió. En realidad, habló el hartazgo; muchos como yo, decidieron no votar o anular el sufragio, cosa además habitual en los procesos electorales intermedios, limitados a renovar alcaldías, congresos estatales y la cámara baja del Congreso de la Unión. Otros, optaron por tendencias u opciones poco tradicionales.
Aunque el PRI ha mantenido su mayoría parlamentaria a nivel federal, y ganado algunas gubernaturas, como Sonora, San Luis Potosí o Guerrero, donde venció a la Izquierda --responsable real, por sus nexos con el Narco, de la tragedia de Ayotzinapa-- y con él, sorprendentemente su aliado, el Partido Verde, que hizo gala de todas las más sucias mañas en la política mexicana habidas y por haber, violando toda la normatividad posible y coleccionando sanciones económicas (que paga con dinero salido de nuestros impuestos) que parecen no dolerle, también se anotó triunfos, es claro el mensaje o ambiente de derrota que se respira sobre él, habiendo perdido lugares clave como el estado de Querétaro, en duda la situación de Colima, donde todavía no se aclara si el ganador fue el partido en el poder o el PAN, éste último pese a que su candidato: Jorge Luis Preciado, hasta ahora Senador por el estado costero del Pacífico, es toda una fichita conocido por sus borracheras, hacer ruidosas fiestas incluso en las instalaciones mismas del Senado de la República y su vida desordenada, pero sobre todo, quizá donde se muestra más los focos de alerta es en la situación de Jalisco y de Nuevo León, los estados más importantes de la República Mexicana.
En el caso de Jalisco, es claro que la derrota del PRI fue absoluta mientras que el ex-priísta Enrique Alfaro, con su discurso pendenciero y bravucón convenció a un electorado que votó enojado, indignado y harto del hasta ahora, pésimo gobierno de Aristóteles Sandoval y de los munícipes que dirigen los destinos de la urbe de Guadalajara, dividida en principalmente cinco municipios: Guadalajara, Zapopan, Tlaquepaque, Tonalá y Tlajomulco de Zúñiga, un gobierno que en los últimos casi tres años ha visto empeorar la situación de la seguridad pública, que no ha implementado ninguna medida coherente o decidida para reactivar una economía estancada, que no ha podido regular ni meter en cintura siquiera al transporte público, ni arreglar el desastre urbano o poner coto a la corrupción. Por el contrario, todos los problemas parecen haberse agravado.
En este contexto, Enrique Alfaro --cuya labor y la de quienes lo rodean-- no ha sido en realidad muy diferente a la de los actuales gobernantes, ni en Tlajomulco ni en ningún otro lugar, supo aprovechar muy bien las emociones de las masas indignadas con su discurso revanchista, y con un grupo variopinto que indica que fue apoyado, por un lado, por la elite empresarial jalisciense, por otro, por la Izquierda extrema que se ha agremiado en el partido Movimiento Ciudadano, y también por ex-panistas del grupo del ex gobernador Emilio González, señalados por ser de "Extrema Derecha", es decir, el político de discurso mesiánico llegó al poder apoyado por un intento de mezcla del agua y el aceite, y a ver cómo funciona; pero no solo eso, su partido se quedó con casi todos los municipios que integran la Zona Metropolitana de Guadalajara, con excepción de Tonalá, que continúa en manos del PRI y falta, hasta ese momento, lo mismo que en el caso de Colima, a que concluyan los conteos de voto por voto, que se defina la elección en Tlaquepaque.
En definitiva, parece que el PRI ya tiene casi perdida la gubernatura de Jalisco para las próximas elecciones en 2018, a menos que el Gobernador Sandoval decida ahora sí diseñar un proyecto claro de gobierno, hacer cambios en su administración y tomar decisiones; lamentablemente, dudo que sea tiempo de hacerlo y que realmente lo vaya a hacer.
Mención aparte, y quizá un atisbo de futuro tienen los triunfos de Jamie Rodríguez el Bronco, para la gubernatura de Nuevo León y del joven Pedro Kumamoto (arriba) como diputado local por el distrito electoral 10 (Municipio de Zapopan), aquí en Jalisco, ambos candidatos independientes, pero sin duda apoyados, en el caso del llamado Bronco, por la elite empresarial neoleonesa, harta de los desaciertos en materia económica y del desaseo de la administración actual priísta en el rico estado industrial del norte del país, y el otro caso, por la clase media-alta de la sociedad tapatía que habita en ese distrito electoral.
En principio, este resultado es positivo e incluso, inspira optimismo por quizá, a futuro, se de el derrumbe del corrupto y decadente sistema de partidos, dando lugar a que directamente los ciudadanos voten y sean votados sin intermediarios; por otro lado, también se teme a que esto abra las puertas a los caudillos carismáticos de discurso anti-sistema, sea en el caso de Alfaro, sea en el caso del regiomontano o del nipo-mexicano, será la gestión que tengan en los próximos años lo que definirá si estamos ante una evolución hacia un gobierno más participativo y cercano a la ciudadanía o si, por el contrario, estamos ante la emergencia de caudillos carismáticos de tendencias mesiánicas y autoritarias que aprovechan las emociones de las masas para hacerse con el poder; los fantasmas de la República de Weimar y de Venezuela flotan en el ambiente.
Lo que quedó claro de este proceso electoral es la calidad de los actuales dirigentes de México: estamos en manos de un grupo de jóvenes de entre 35 y 45 años o poco más, tanto en el Gobierno Federal como en gran parte de los locales, que no son otra cosa más que Júniors, hijos de políticos o empresarios, con gran dependencia de sus padres o mayores, desligados de la realidad cotidiana de la población y ajenos al sentir de la población, poco responsables o sensibles hacia las consecuencias de sus actos en la vida pública, y sólo centrados en sus intereses.
De que nos urge un cambio, nos urge, pero debe ser algo razonado, no como lo que sucedió en Cuernavaca, Morelos, donde ganó la elección el ex-futbolista Cuauhtémoc Blanco, sin duda, uno de los más grandes jugadores que ha dado el balompié nacional, reconocido por su picardía y creatividad en la cancha, pero también por su escasa educación, su violencia y agresividad personal. Creo, en definitiva, que esto demuestra cómo en la Democracia, las masas no se guían por la razón, sino por las emociones y por quien las manipula.
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Christopher Lee:
El cine mundial está de luto ante la pérdida de Christopher Lee, fallecido a los 93 años de edad, actor extraordinario de formación clásica y que tuvo fama, junto a Vincent Price y Boris Karloff, en la década de los 50, creando prácticamente el género de terror, además de encarnando a personajes emblemáticos como el Conde Drácula de Bram Stocker, el Mago Sarumán el Blanco, en El Señor de los Anillos y El Hobbit, de Peter Jackson, el Conde Dokku en la segunda trilogía de precuelas de La Guerra de las Galaxias o el efectivo y sofisticado asesino a sueldo Antonin Scaramanga enemigo del James Bond de Roger Moore en El Hombre del Revólver de Oro, todos ellos interpretados de manera magistral.
Pero no solo eso, Lee tuvo una vida espectacular, digna en sí misma de ser llevada a la pantalla: de origen aristócrata, --descendiente de Carlomagno por vía materna, emparentado con el General Lee de la Guerra Civil norteamericana y de la realeza británica por el paterno-- era también primo del mismo Ian Flemming, el autor de James Bond y amigo de J.R.R. Tolkien, de quien leía su obra maestra una o dos veces al año, como un ritual, y de quien había recibido la venia para interpretar a Gandalf, aunque terminaría encarnando a su antagonista Sarumán. Gran esgrimista, actor prolífico con 270 películas en su haber, con aptitudes para el bel canto y la música, compuso e interpretó rock sinfónico en sus últimos años, y fue miembro de las fuerzas especiales británicas en la II Guerra Mundial en su juventud, mantuvo además un matrimonio sólido con la modelo danesa Brigit Kroenke desde 1961, con quien procreó una hija. Hombre cultísimo y refinado, hablaba con fluidez 7 idiomas y también sabía latín y griego.
Todo un ejemplo de vida en busca de la excelencia y que no dejó de estar activo salvo por la muerte (al morir, había ya firmado para participar en dos películas el próximo año), su muerte es el fin de aquella extraordinaria generación de actores británicos representada por su gran amigo Peter Cushing, y sus también compañeros de juerga Peter O'Toole y Richard Harris, cuyo hueco será imposible llenar.
DESCANSE EN PAZ...
(Si no estamos en decadencia, entonces díganme porqué los faranduleros de antaño, como Lee, Cushing, O'Toole, Harris o Price eran tipos cultos, refinados y verdaderos caballeros, e incluso creyentes, y ahora tenemos que conformarnos con tipejos como Brad Pitt que son todo lo opuesto...)
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