En torno al artículo anterior, (desgraciadamente, debido a ciertas incompatibilidades entre el blogger para dispositivo movil como el Ipad y el que se accede por la PC, se borró gran parte, habré de restaurarlo poco a poco) en que desgrané lo ocurrido con Obama en estos primeros cuatro años de gobierno, las causas de su reelección y lo que podemos esperar de su segundo mandato, mi maestro y amigo, el Doctor en Derecho por la Universidad de Navarra Rigoberto Ortiz me hizo los siguientes comentarios a través de la red social por la que mantenemos contacto:
Pues mira Yorch: Es el mundo según Michael Moore, que a la mexicana es el montaje de Presunto culpable. Es creer a pie juntillas en las profecías de Andrés Roemmer o de Leo Zuckermann. Es creer que la juventud es pura per se y por tanto, ni atreverse a criticar a los #yosoy132...Es la "educación" en competencias, es criticar a EPN por no leer, sin leer tampoco, es tragarse 69 mil muertes y decir "fue entre ellos." Es la frivolidad masiva que dice que George Clooney es un intelectual, tanto como Lady Gaga una Mozart hecha mujer y Messi el culmen de todo talento. Es tragarse el bulo de Shakira y sus caderas. Es el mundo de "primaveras" porque ni en Europa fueron exitosas sino culpables de el desmadre actual. Es creer en conspiraciones astrales y despreciar la fe y la teología...
Es tragarse el bulo de la sexualidad irresponsable, de la agenda gay y lésbica, de la medicridad de las maquiladoras de esclavos chinos, de Steve Jobs, de Selena Gómez y }Mark Sánchez. >Es el mundo del condón hipersensible, a pesar del papiloma y el SIDA. Es el mundo de la peor música posible. Es el mundo del Gandman style. De nada han servido 500 años del milagro del techo de la Sixtina, la gente prefiere a Attolini...Nunca, nunca, el espíritu humano estaba tan al fondo del abismo.
Esto me mueve a reflexionar sobre el tema central de este Blog que es servir de crónica del proceso de decadencia de México y el mundo desde mi visión particular. Y es que estamos en decadencia, pero la mayoría de la gente no se da cuenta de ello, por el contrario, creen que vamos camino de un mayor esplendor, lo cual es entendible: seguramente los Mayas del siglo VIII, pese a las señales de alarma que podían verse en los recursos cada vez más escasos y las guerras más constantes no creían que estaban en camino del declive, y las pirámides cada vez más altas, los palacios reales y otros edificios públicos cada vez más lujosos quizá les convencían de que, por el contrario, lo mejor estaba por venir, igualmente los Romanos del siglo IV poco podían sospechar que estaban a unas cuantas décadas de que su imperio, en la parte del oeste, se disolviera, muy probablemente creían que estaban en una era en la que el poder romano se mantendría eternamente. Así, los que creen que estamos en un camino de permanente ascenso e impulsan muchos de los procesos o ideas postuladas o impulsadas en Europa supuestamente en pro de la Libertad y de una "mejor calidad de vida" se etiquetan como "Progresistas" y así, en la reunión reciente que tuvo el Presidente Electo de México, Enrique Peña Nieto, con los Gobernadores estatales elegidos en la misma jornada que él pertenecientes a la Izquierda, ellos mismos acudieron bajo el membrete de "Gobernadores Progresistas", porque están a favor del progreso, del desarrollo, o como en la sentencia del Tribunal Constitucional Español, en que aprueban las uniones de personas del mismo sexo bajo el rótulo de matrimonio en aras de la "evolución social"... sin embargo, esto no es del todo cierto.
Todo proviene de una concepción lineal de la Historia que Occidente tiene desde San Agustín de Hipona y su obra "La Ciudad de Dios", escrita en el siglo V d.C. y durante la terrible crisis que puso fin a la cultura clásica grecorromana en la parte occidental de Europa y Norte de Africa, donde el santo obispo vivía, dicha obra ha sido de las más importantes en la Historia Universal de la Filosofía y ha tenido una influencia impresionante.
San Agustín (en la imagen) quiso escribir una obra en la que diese respuesta a las preguntas que muchos se hacían: "¿Está cayendo el Imperio?" "¿Porqué ha sido saqueada Roma por los bárbaros?" "¿Es éste un castigo divino?" "Y si cae Roma, ¿qué pasará después? ¿Llegará el Fin del Mundo?" el obispo contestaba dibujando una teoría historiográfica que procuraba darle sentido a los acontecimientos, desde una óptica cristiana, claro está, pero bastante influida por su filiación neoplatónica también, así, además de su división entre la "Ciudad de Dios", inmaterial e ideal, y la "Ciudad del Mundo", material e imperfecta, el Padre de la Iglesia señaló que la tendencia, sin embargo de esta última es de perfeccionarse y tender al logro del ideal, el fin último de la Historia es la salvación de la humanidad y por tanto, el logro del perfeccionamiento; así, concibió al devenir histórico como una línea ascendente hacia ese destino ideal: empieza con su análisis de los hechos contenidos en la Biblia y en la Historia de Grecia y Roma, todos tendientes a la aparición de Jesucristo, y posteriormente a él, situado en el centro, a la construcción de la Iglesia y de ahí, a la Parusía y Juicio Final. Una etapa significaba la superación de la anterior y así sucesivamente: Los Patriarcas fueron el inicio, posteriormente a ellos, Moisés independiza y define al Pueblo de Israel, que conquista Palestina y erige sus reyes, o en Roma, la Monarquía fue superada por la República y ésta por el Imperio, ante la caída de éste, San Agustín tranquilizaba a sus lectores afirmando que venía una época mejor y más esplendorosa, más cercana ala segunda venida de Cristo, por lo que no había que temer al futuro, cada etapa significaba un avance, una superación una cancelación de lo anterior y un logro: "progreso", aunque San Agustín no definió ni habló con claridad de ese concepto.
Los historiadores posteriores, dentro de nuestro mundo occidental tomaron la tesis historiográfica augustiniana, incluso secularizándola, y así, ya para el siglo XVIII se generó el consenso en la historiografía europea de la división en edades: Prehistoria-Antigüedad-Edad Media-Edad Moderna-Edad Contemporánea, todo visto desde una óptica de avance, siendo esta época, en medio de la Revolución Industrial, en que surge la idea de "progreso", para sustentarla, se tomaron en cuenta los avances tecnológicos y científicos: herramientas de piedra en la Prehistoria, cobre, bronce y hierro en la Antigüedad, el desarrollo de la Filosofía y la Política en Grecia y los primeros avances científicos o en la comprensión racional del mundo, para luego, entrar--en una visión simplista y prejuiciosa--en una regresión a la oscuridad durante la Edad Media y posteriormente reiniciar el progreso durante el Renacimiento, llegando al siglo XVIII con los grandes avances en la industrialización y en el establecimiento de conceptos como Democracia, derechos humanos, libertades públicas y la secularización del pensamiento y la caída de las monarquías absolutas; se vislumbraba entonces que el futuro era luminoso, pues brillaba en él la esplendorosa luz de la razón; la Ciencia y la tecnología eran los caminos para ello; la Ciencia-Ficción surgiría después de la mano de Mary Shelley y de Julio Verne, la primera, en su novela Frankenstein o el Moderno Prometeo, preconizaba que el avance científico llegaría a tal grado que se le arrebataría a Dios la capacidad de generar vida, aunque eso podría tener fatales consecuencias. Incluso, en los terrenos biológicos habría que intuir que mucho de la teoría de la Evolución de Darwin se encuentra influida por la visión ascendente de la Historia (humana, o en este caso, natural) de San Agustín.
Hegel y Marx, lejanos descendientes ideológicos del romano norafricano, por su parte, con su estudio dialéctico de la Historia, además contribuyeron a mantener la tesis augustiniana: al final, el progreso llevaría al logro de la salvación significada en el "Comunismo Científico" y la sociedad sin clases ni Estado que tendría como resultado, un paraíso apacible similar al imaginado por John Lennon en su famosa canción. Esta visión es la que sostiene la "Izquierda Progresista" en nuestros tiempos y sus militantes, sea José Luis Rodríguez Zapatero, Marcelo Ebrard u Obama-Soetoro, se sienten llamados a abrir paso al progreso, a propiciar el cambio social y a una evolución hacia un futuro mejor lleno de bienestar material y libertades, no es de extrañar que se sientan como "iluminadas" como gente que ha comprendido el funcionamiento de la Historia y que, anticipándose a ella ha decidido propiciar el cambio, entendiendo que éste siempre será para bien.
Pero también ha existido otra visión de la Historia: la que la muestra como un eterno retorno o ciclo; resulta curioso que el propio Platón, antecesor del santo de Hipona lo dibujase, mas sería Polibio, otro platónico, en el siglo II a.C., primero enemigo, y después admirador de la Roma republicana en expansión, quien defendiese esta tesis, partiendo de la teoría sobre las formas de gobierno o los cambios en la organización política de los Estados. Polibio estudió el caso romano y lo colocó como paradigma para el estudio de cualquier otro pueblo: una comunidad pequeña que inicia bajo un gobierno sacerdotal y sencillo de un Rey, al crecer la comunidad política el papel del Rey deja de encajar y se convierte en República, misma que se fue abriendo a la participación de todas las clases sociales en una Democracia, misma que, en su época avanzaba ya a la conformación de un régimen militar autoritario: una tiranía, como remedio a los desórdenes sociales que acarreaba la Democracia, lo que más tarde se daría efectivamente en la figura del Imperio.
Pero más allá de Polibio, tenemos, ya en el siglo XX, la aparición de la obra de Oswald Spengler: La Decadencia de Occidente entre 1918 y 1923, en dos volúmenes, cuya imagen abre este post, y que es una obra que no ha sido comprendida en toda su dimensión y que quizá, en el futuro, sea considerada tan influyente como la obra de San Agustín.
Spengler (en la imagen), es considerado junto a Maquiavelo y Carl Von Clausewitz miembro del trío de los "Autores Malditos" de la Filosofía Occidental; ¿porqué? porque hablan de cuestiones reales y palpables de las que nadie quiere hablar, de las que nadie quiere que se sepan y que son desagradables: Maquiavelo habla de la realidad de la Política y de que el gobernante, muchas veces, si quiere el bien para su pueblo, habrá de rebajarse y ensuciarse las manos en el lodazal, Clausewitz habla de la realidad de la guerra y de que la misma es inevitable y muchas veces hasta necesaria cuando el laberinto de las relaciones entre Estados o grupos humanos llega al conflicto y no deja otra salida, por lo que habla cómo debe de planearse, pelearse y evaluar y utilizar sus resultados. Spengler, por su parte, habla de la vida de las civilizaciones y en particular de la Occidental y de la inevitabilidad de su caída y destrucción, no por fatalismo, sino por la naturaleza misma de las sociedades humanas y de los Estados, Naciones y grupos que constituye el ser humano, el motor verdadero del cambio son estos derrumbes de las civilizaciones que dejan el campo fértil para que otras nuevas crezcan sobre los campos fertilizados por las ruinas de las anteriores.
No en balde, las obras de Clausewitz y de Spengler, al menos aquí en México, son difíciles de conseguir, y cuando aparecen en las librerías están en precios prohibitivos, confieso no haberla leído completa por lo mismo y haberla consultado en más de una ocasión en línea, pudiéndose encontrar publicada en Internet.
Spengler entra al estudio de las que llama "Altas Culturas" o Civilizaciones, identificando que todas ellas han tenido vidas similares a las de un organismo biológico y él identifica sus diferentes etapas: juventud, crecimiento, florecimiento y decadencia, de esta forma, considera que los historiadores no pueden abarcar una Historia Universal completa, porque, como ocurre frecuentemente, la misma es meramente eurocentrista y es un estudio de la Historia desde la óptica occidental y aplicando criterios y etapas propias de nuestra civilización a las ajenas; así, no cabe hablar de Antigüedad-Edad Media-Renacimiento en China donde la Historia ha demostrado una continuidad pasmosa desde su constitución como Estado unificado en 221 a.C. y no existe esa noción de ruptura y superación del pasado, o simplemente, en el caso de Rusia, donde bien podría decirse que existe una Edad Media hasta fines del siglo XVII, en que Pedro el Grande aplica sus reformas y "europeíza" al gigante eslavo, mismo que además tiene una herencia grecorromana recibida en forma parcial y tardíamente por su contacto con el Imperio Romano Oriental y la Iglesia Ortodoxa, mas no en forma directa como las naciones occidentales surgidas inmediatamente de los despojos del mundo clásico.
En el caso de Occidente, considera que es una civilización que se forma por los elementos de la cultura clásica, como el racionalismo griego, la idea de poder y Derecho de Roma, las concepciones morales y religiosas judeo-cristianas y el sentido práctico germánico; la juventud sería la Edad Media, el Crecimiento la expansión colonial iniciada tras el viaje de Colón, el florecimeinto un periodo que abarca del siglo XVI hasta mediados del siglo XIX y la decadencia el tiempo posterior, donde, como estamos viendo, ante el desprecio a las raíces cristianas y el olvido del pensamiento clásico, la planta se está secando desde abajo.
Además de ello, Spengler no considera que los avances tecnológicos y científicos sean una constante lineal hacia el futuro, sino considera que los propios han sido de la Civilización Occidental y su "modernidad" en contraposición a las otras que identifica y que considera que siguen ancladas en lo que se llamaría "antigüedad", pero para él, esto no obedece sino a dos paradigmas diferentes: las civilizaciones no-occidentales, pretéritas y presentes se enmarcan en un paradigma que él llama "Apolíneo", mientras que nuestra Civilización Occidental sigue un paradigma o ideal "Fáustico".
¿A qué se refiere con ello? El paradigma apolíneo (por Apolo, dios de la sabiduría, arte y belleza) ancla a la civilización al desarrollo espiritual e intelectual del hombre, no le interesa el desarrollo de prácticas o de cuestiones materiales y se expresa en el desarrollo del pensamiento religioso y filosófico, así como en las artes, desde la arquitectura y hasta la música. Spengler nos dice que Occidente empezó, durante su etapa de juventud, teniendo un paradigma apolíneo, mas durante su crecimiento y esplendor fue cambiando hacia un paradigma muy diferente al que denomina Fáustico por el personaje de Goethe, (autor al que Spengler admiraba muchísimo) el Dr. Fausto, ¿porqué? Fausto es un alquimista, un científico, un hombre que a través de la razón, planea desentrañar los misterios de la naturaleza para su beneficio: obtener oro del plomo o el elíxir de la eterna juventud, por ejemplo, finalmente, Fausto hace un pacto con el diablo para obtener todo lo que siempre soñó, como juventud, belleza, placeres, riqueza, fama y honores, pero nada de eso lo complace sino hasta que conoce a la princesa Margarita, encarnación de la verdadera felicidad y de la sabiduría, lo que empieza en Fausto siendo lujuria, termina volviéndose amor sincero y al último momento, es el amor y la intercesión de Margarita la que redime a Fausto, y el demonio Mefistófeles ve al último momento como el alma del alquimista le es arrebatada y llevada al cielo.
Spengler consideraba que Goethe había retratado en su obra lo que estaba pasando con el hombre desde el siglo XVIII y hasta el XX: la búsqueda de modificar la naturaleza y arrebatar los secretos de la misma a fin de lograr beneficios concretos y materiales, sin importar el costo ni las pérdidas, pero al final, la verdadera felicidad aparecerá lejos e inalcanzable --Margarita es inmune a los encantos diabólicos de Fausto-- hasta que haya una verdadera vuelta a las intenciones puras y los fines espirituales; así, la civilización fáustica estará destinada al fracaso y se derrumbará como todas las demás anteriores a ella, pero mientras otras civilizaciones o bien tienen la capacidad de regresar al inicio y retoñar, tras decaer, como estamos viendo con China o el Islam, la Fáustica perecerá sin remedio, aunque de sus escombros podrán surgir nuevos elementos para construir un nuevo mundo.
Y es que Spengler, como buen alemán, fue conmovido por la derrota de la Primera Guerra Mundial, y moriría en las vísperas de la Segunda atormentado por lo que iba a estallar, pero el historiador no se quedó pasmado ante la situación particular de su patria, vio más allá y se dio cuenta de que lo que acababa de ocurrir era el suicidio colectivo más grande de todos, sabía que toda nuestra civilización había quedado herida de muerte con el balazo que Gavrilo Princip le había propinado al Archiduque Francisco Fernando y la pesadilla que siguió. El abandono del paradigma apolíneo nos ubicó en una espiral descendente en que la visión del mundo y sobre el propio ser humano se simplificó y redujo a lo material, lo mecánico, lo cuantificable y capaz de ser medido y tasado. El ser humano se castró, y la Civilización Occidental se limitó en sus alcances, la Primera Guerra Mundial fue solo el inicio de lo que el predecía, iba a ser el periodo de decadencia de nuestro mundo, el uso de medios científicos y tecnológicos para la destrucción y la muerte, la caída de las últimas monarquías europeas sustentadas en una base teológica, como la Austriaca y la propia Alemana o la Rusa (marginalmente situada en la línea entre Occidente y otra cosa) terminaban con la concepción de un orden para abrir la puerta al caos democrático, mientras Darwin, Freud, Marx y otros colaboraban en reducir al ser humano a su mínima expresión, a despojarle de su dignidad y convertirlo en objeto, en engranaje, en pieza de la maquinaria, sea el Estado, sea el Mercado.
Todos los síntomas listados por mi maestro y que cito al inicio de este post seguramente habrán sido vislumbrados por Spengler: en efecto, ya no tenemos compositores que lleguen a las cotas de los clásicos: Mozart, Beethoven, Vivaldi, Bach, los últimos: Mahler, Orff, Sostakovich, de Falla, en el caso de México: Ponce, Moncayo, Chávez se fueron tras la primera mitad del siglo, cierto, en la música Rock actual se ha producido música de calidad, sí, pero estamos hablando de música popular, no de música con finalidad elevada y culta, la música sacra se ha igualmente mundanizado, más tras el Concilio Vaticano II y del solemne y espiritual canto gregoriano hemos pasado a las guitarras y coros de adolescentes en pantalones cortos. Los actores de Holywood pasan por intelectuales y un jugador de fútbol es celebrado más que cualquiera de los grandes artistas del pasado, celebramos los 500 años de las pinturas de Miguel Angel en la Sixtina, y hoy en día los grandes pintores solo plasman manchones de colores sobre lienzos que se subastan en cantidades millonarias, y si antes se inspiraban en lo sagrado, ahora sus temáticas giran en torno a lo blasfemo, lo vulgar, lo morboso y lo feo. La arquitectura ha dejado de enfocarse a lo estético para irse por lo funcional, la ciencia pretende sustituir a la Filosofía y a la Teología, la cultura verdadera se desprecia a favor de aquello que muestran los medios, y así es en todo, y al final, todo se tasa en dinero y el dinero es el objeto primordial de muchos al ser la puerta a los placeres y al ocio; como nunca antes, el entretenimiento, esto es, las actividades lúdicas para cuando no hay nada que hacer, son la industria más floreciente de todas.
Ante todo esto, no es difícil comprender porqué no tenemos ya estadistas como Richelieu, el Conde-Duque de Olivares o siquiera como Churchill o de Gaulle, porqué no tenemos líderes como Carlos V, Carlomagno o incluso Napoleón, sino políticos que son construcciones mediáticas y productos de mercadotecnia que se venden como productos de consumo a través de una adecuada imagen y de una oferta de comercial que promete la continuación de ese proceso de descomposición y la gente feliz, lo acepta, la decadencia es ya inevitable e imparable, solo nos queda preguntarnos qué seguirá; es notoria la influencia de Spengler en ciertos autores como Tolkien, Bradbury, Stephen King y apuesto que Pendleton Ward, el autor de la serie de animación post-apocalíptica Hora de Aventura también conoce de sus doctrinas, en todos ellos permea una desilusión por el mundo tecno-científico que hemos creado y postulan que el mismo no es señal de progreso, es una mera característica propia del tipo de civilización edificado, cuando éste perezca, y si hay un retorno a lo Apolíneo, lo que surja se parecerá más a la Edad Media que a nuestro mundo de Internet, computadoras, satélites y máquinas.
Como Fausto, nos queda el arrepentimiento y volver hacia el espíritu y los ideales en un último momento, casi como el Imperio Romano Oriental que gozó de un gran florecimiento cultural en Mistra a fines del siglo XIV, o el Romano Occidental en el pensamiento cristiano de los siglos IV a VI, pero ojo: a Fausto, la intercesión y el amor de Margarita le valieron la salvación de su alma, pero no le alcanzaron para evitar la muerte...
Los historiadores posteriores, dentro de nuestro mundo occidental tomaron la tesis historiográfica augustiniana, incluso secularizándola, y así, ya para el siglo XVIII se generó el consenso en la historiografía europea de la división en edades: Prehistoria-Antigüedad-Edad Media-Edad Moderna-Edad Contemporánea, todo visto desde una óptica de avance, siendo esta época, en medio de la Revolución Industrial, en que surge la idea de "progreso", para sustentarla, se tomaron en cuenta los avances tecnológicos y científicos: herramientas de piedra en la Prehistoria, cobre, bronce y hierro en la Antigüedad, el desarrollo de la Filosofía y la Política en Grecia y los primeros avances científicos o en la comprensión racional del mundo, para luego, entrar--en una visión simplista y prejuiciosa--en una regresión a la oscuridad durante la Edad Media y posteriormente reiniciar el progreso durante el Renacimiento, llegando al siglo XVIII con los grandes avances en la industrialización y en el establecimiento de conceptos como Democracia, derechos humanos, libertades públicas y la secularización del pensamiento y la caída de las monarquías absolutas; se vislumbraba entonces que el futuro era luminoso, pues brillaba en él la esplendorosa luz de la razón; la Ciencia y la tecnología eran los caminos para ello; la Ciencia-Ficción surgiría después de la mano de Mary Shelley y de Julio Verne, la primera, en su novela Frankenstein o el Moderno Prometeo, preconizaba que el avance científico llegaría a tal grado que se le arrebataría a Dios la capacidad de generar vida, aunque eso podría tener fatales consecuencias. Incluso, en los terrenos biológicos habría que intuir que mucho de la teoría de la Evolución de Darwin se encuentra influida por la visión ascendente de la Historia (humana, o en este caso, natural) de San Agustín.
Hegel y Marx, lejanos descendientes ideológicos del romano norafricano, por su parte, con su estudio dialéctico de la Historia, además contribuyeron a mantener la tesis augustiniana: al final, el progreso llevaría al logro de la salvación significada en el "Comunismo Científico" y la sociedad sin clases ni Estado que tendría como resultado, un paraíso apacible similar al imaginado por John Lennon en su famosa canción. Esta visión es la que sostiene la "Izquierda Progresista" en nuestros tiempos y sus militantes, sea José Luis Rodríguez Zapatero, Marcelo Ebrard u Obama-Soetoro, se sienten llamados a abrir paso al progreso, a propiciar el cambio social y a una evolución hacia un futuro mejor lleno de bienestar material y libertades, no es de extrañar que se sientan como "iluminadas" como gente que ha comprendido el funcionamiento de la Historia y que, anticipándose a ella ha decidido propiciar el cambio, entendiendo que éste siempre será para bien.
Pero también ha existido otra visión de la Historia: la que la muestra como un eterno retorno o ciclo; resulta curioso que el propio Platón, antecesor del santo de Hipona lo dibujase, mas sería Polibio, otro platónico, en el siglo II a.C., primero enemigo, y después admirador de la Roma republicana en expansión, quien defendiese esta tesis, partiendo de la teoría sobre las formas de gobierno o los cambios en la organización política de los Estados. Polibio estudió el caso romano y lo colocó como paradigma para el estudio de cualquier otro pueblo: una comunidad pequeña que inicia bajo un gobierno sacerdotal y sencillo de un Rey, al crecer la comunidad política el papel del Rey deja de encajar y se convierte en República, misma que se fue abriendo a la participación de todas las clases sociales en una Democracia, misma que, en su época avanzaba ya a la conformación de un régimen militar autoritario: una tiranía, como remedio a los desórdenes sociales que acarreaba la Democracia, lo que más tarde se daría efectivamente en la figura del Imperio.
Pero más allá de Polibio, tenemos, ya en el siglo XX, la aparición de la obra de Oswald Spengler: La Decadencia de Occidente entre 1918 y 1923, en dos volúmenes, cuya imagen abre este post, y que es una obra que no ha sido comprendida en toda su dimensión y que quizá, en el futuro, sea considerada tan influyente como la obra de San Agustín.
Spengler (en la imagen), es considerado junto a Maquiavelo y Carl Von Clausewitz miembro del trío de los "Autores Malditos" de la Filosofía Occidental; ¿porqué? porque hablan de cuestiones reales y palpables de las que nadie quiere hablar, de las que nadie quiere que se sepan y que son desagradables: Maquiavelo habla de la realidad de la Política y de que el gobernante, muchas veces, si quiere el bien para su pueblo, habrá de rebajarse y ensuciarse las manos en el lodazal, Clausewitz habla de la realidad de la guerra y de que la misma es inevitable y muchas veces hasta necesaria cuando el laberinto de las relaciones entre Estados o grupos humanos llega al conflicto y no deja otra salida, por lo que habla cómo debe de planearse, pelearse y evaluar y utilizar sus resultados. Spengler, por su parte, habla de la vida de las civilizaciones y en particular de la Occidental y de la inevitabilidad de su caída y destrucción, no por fatalismo, sino por la naturaleza misma de las sociedades humanas y de los Estados, Naciones y grupos que constituye el ser humano, el motor verdadero del cambio son estos derrumbes de las civilizaciones que dejan el campo fértil para que otras nuevas crezcan sobre los campos fertilizados por las ruinas de las anteriores.
No en balde, las obras de Clausewitz y de Spengler, al menos aquí en México, son difíciles de conseguir, y cuando aparecen en las librerías están en precios prohibitivos, confieso no haberla leído completa por lo mismo y haberla consultado en más de una ocasión en línea, pudiéndose encontrar publicada en Internet.
Spengler entra al estudio de las que llama "Altas Culturas" o Civilizaciones, identificando que todas ellas han tenido vidas similares a las de un organismo biológico y él identifica sus diferentes etapas: juventud, crecimiento, florecimiento y decadencia, de esta forma, considera que los historiadores no pueden abarcar una Historia Universal completa, porque, como ocurre frecuentemente, la misma es meramente eurocentrista y es un estudio de la Historia desde la óptica occidental y aplicando criterios y etapas propias de nuestra civilización a las ajenas; así, no cabe hablar de Antigüedad-Edad Media-Renacimiento en China donde la Historia ha demostrado una continuidad pasmosa desde su constitución como Estado unificado en 221 a.C. y no existe esa noción de ruptura y superación del pasado, o simplemente, en el caso de Rusia, donde bien podría decirse que existe una Edad Media hasta fines del siglo XVII, en que Pedro el Grande aplica sus reformas y "europeíza" al gigante eslavo, mismo que además tiene una herencia grecorromana recibida en forma parcial y tardíamente por su contacto con el Imperio Romano Oriental y la Iglesia Ortodoxa, mas no en forma directa como las naciones occidentales surgidas inmediatamente de los despojos del mundo clásico.
En el caso de Occidente, considera que es una civilización que se forma por los elementos de la cultura clásica, como el racionalismo griego, la idea de poder y Derecho de Roma, las concepciones morales y religiosas judeo-cristianas y el sentido práctico germánico; la juventud sería la Edad Media, el Crecimiento la expansión colonial iniciada tras el viaje de Colón, el florecimeinto un periodo que abarca del siglo XVI hasta mediados del siglo XIX y la decadencia el tiempo posterior, donde, como estamos viendo, ante el desprecio a las raíces cristianas y el olvido del pensamiento clásico, la planta se está secando desde abajo.
Además de ello, Spengler no considera que los avances tecnológicos y científicos sean una constante lineal hacia el futuro, sino considera que los propios han sido de la Civilización Occidental y su "modernidad" en contraposición a las otras que identifica y que considera que siguen ancladas en lo que se llamaría "antigüedad", pero para él, esto no obedece sino a dos paradigmas diferentes: las civilizaciones no-occidentales, pretéritas y presentes se enmarcan en un paradigma que él llama "Apolíneo", mientras que nuestra Civilización Occidental sigue un paradigma o ideal "Fáustico".
¿A qué se refiere con ello? El paradigma apolíneo (por Apolo, dios de la sabiduría, arte y belleza) ancla a la civilización al desarrollo espiritual e intelectual del hombre, no le interesa el desarrollo de prácticas o de cuestiones materiales y se expresa en el desarrollo del pensamiento religioso y filosófico, así como en las artes, desde la arquitectura y hasta la música. Spengler nos dice que Occidente empezó, durante su etapa de juventud, teniendo un paradigma apolíneo, mas durante su crecimiento y esplendor fue cambiando hacia un paradigma muy diferente al que denomina Fáustico por el personaje de Goethe, (autor al que Spengler admiraba muchísimo) el Dr. Fausto, ¿porqué? Fausto es un alquimista, un científico, un hombre que a través de la razón, planea desentrañar los misterios de la naturaleza para su beneficio: obtener oro del plomo o el elíxir de la eterna juventud, por ejemplo, finalmente, Fausto hace un pacto con el diablo para obtener todo lo que siempre soñó, como juventud, belleza, placeres, riqueza, fama y honores, pero nada de eso lo complace sino hasta que conoce a la princesa Margarita, encarnación de la verdadera felicidad y de la sabiduría, lo que empieza en Fausto siendo lujuria, termina volviéndose amor sincero y al último momento, es el amor y la intercesión de Margarita la que redime a Fausto, y el demonio Mefistófeles ve al último momento como el alma del alquimista le es arrebatada y llevada al cielo.
Spengler consideraba que Goethe había retratado en su obra lo que estaba pasando con el hombre desde el siglo XVIII y hasta el XX: la búsqueda de modificar la naturaleza y arrebatar los secretos de la misma a fin de lograr beneficios concretos y materiales, sin importar el costo ni las pérdidas, pero al final, la verdadera felicidad aparecerá lejos e inalcanzable --Margarita es inmune a los encantos diabólicos de Fausto-- hasta que haya una verdadera vuelta a las intenciones puras y los fines espirituales; así, la civilización fáustica estará destinada al fracaso y se derrumbará como todas las demás anteriores a ella, pero mientras otras civilizaciones o bien tienen la capacidad de regresar al inicio y retoñar, tras decaer, como estamos viendo con China o el Islam, la Fáustica perecerá sin remedio, aunque de sus escombros podrán surgir nuevos elementos para construir un nuevo mundo.
Y es que Spengler, como buen alemán, fue conmovido por la derrota de la Primera Guerra Mundial, y moriría en las vísperas de la Segunda atormentado por lo que iba a estallar, pero el historiador no se quedó pasmado ante la situación particular de su patria, vio más allá y se dio cuenta de que lo que acababa de ocurrir era el suicidio colectivo más grande de todos, sabía que toda nuestra civilización había quedado herida de muerte con el balazo que Gavrilo Princip le había propinado al Archiduque Francisco Fernando y la pesadilla que siguió. El abandono del paradigma apolíneo nos ubicó en una espiral descendente en que la visión del mundo y sobre el propio ser humano se simplificó y redujo a lo material, lo mecánico, lo cuantificable y capaz de ser medido y tasado. El ser humano se castró, y la Civilización Occidental se limitó en sus alcances, la Primera Guerra Mundial fue solo el inicio de lo que el predecía, iba a ser el periodo de decadencia de nuestro mundo, el uso de medios científicos y tecnológicos para la destrucción y la muerte, la caída de las últimas monarquías europeas sustentadas en una base teológica, como la Austriaca y la propia Alemana o la Rusa (marginalmente situada en la línea entre Occidente y otra cosa) terminaban con la concepción de un orden para abrir la puerta al caos democrático, mientras Darwin, Freud, Marx y otros colaboraban en reducir al ser humano a su mínima expresión, a despojarle de su dignidad y convertirlo en objeto, en engranaje, en pieza de la maquinaria, sea el Estado, sea el Mercado.
Todos los síntomas listados por mi maestro y que cito al inicio de este post seguramente habrán sido vislumbrados por Spengler: en efecto, ya no tenemos compositores que lleguen a las cotas de los clásicos: Mozart, Beethoven, Vivaldi, Bach, los últimos: Mahler, Orff, Sostakovich, de Falla, en el caso de México: Ponce, Moncayo, Chávez se fueron tras la primera mitad del siglo, cierto, en la música Rock actual se ha producido música de calidad, sí, pero estamos hablando de música popular, no de música con finalidad elevada y culta, la música sacra se ha igualmente mundanizado, más tras el Concilio Vaticano II y del solemne y espiritual canto gregoriano hemos pasado a las guitarras y coros de adolescentes en pantalones cortos. Los actores de Holywood pasan por intelectuales y un jugador de fútbol es celebrado más que cualquiera de los grandes artistas del pasado, celebramos los 500 años de las pinturas de Miguel Angel en la Sixtina, y hoy en día los grandes pintores solo plasman manchones de colores sobre lienzos que se subastan en cantidades millonarias, y si antes se inspiraban en lo sagrado, ahora sus temáticas giran en torno a lo blasfemo, lo vulgar, lo morboso y lo feo. La arquitectura ha dejado de enfocarse a lo estético para irse por lo funcional, la ciencia pretende sustituir a la Filosofía y a la Teología, la cultura verdadera se desprecia a favor de aquello que muestran los medios, y así es en todo, y al final, todo se tasa en dinero y el dinero es el objeto primordial de muchos al ser la puerta a los placeres y al ocio; como nunca antes, el entretenimiento, esto es, las actividades lúdicas para cuando no hay nada que hacer, son la industria más floreciente de todas.
Ante todo esto, no es difícil comprender porqué no tenemos ya estadistas como Richelieu, el Conde-Duque de Olivares o siquiera como Churchill o de Gaulle, porqué no tenemos líderes como Carlos V, Carlomagno o incluso Napoleón, sino políticos que son construcciones mediáticas y productos de mercadotecnia que se venden como productos de consumo a través de una adecuada imagen y de una oferta de comercial que promete la continuación de ese proceso de descomposición y la gente feliz, lo acepta, la decadencia es ya inevitable e imparable, solo nos queda preguntarnos qué seguirá; es notoria la influencia de Spengler en ciertos autores como Tolkien, Bradbury, Stephen King y apuesto que Pendleton Ward, el autor de la serie de animación post-apocalíptica Hora de Aventura también conoce de sus doctrinas, en todos ellos permea una desilusión por el mundo tecno-científico que hemos creado y postulan que el mismo no es señal de progreso, es una mera característica propia del tipo de civilización edificado, cuando éste perezca, y si hay un retorno a lo Apolíneo, lo que surja se parecerá más a la Edad Media que a nuestro mundo de Internet, computadoras, satélites y máquinas.
Como Fausto, nos queda el arrepentimiento y volver hacia el espíritu y los ideales en un último momento, casi como el Imperio Romano Oriental que gozó de un gran florecimiento cultural en Mistra a fines del siglo XIV, o el Romano Occidental en el pensamiento cristiano de los siglos IV a VI, pero ojo: a Fausto, la intercesión y el amor de Margarita le valieron la salvación de su alma, pero no le alcanzaron para evitar la muerte...
1 comentario:
Buenas noches, señor Yorch.
Se que este articulo es viejo, aun asi, llamo mi atencion que mencionara no poder haber conseguido el libro de Spengler, o al menos no poder leerlo del todo. Han pasado tres años y puede que usted ya haya podido haberlo encontrado y leerlo comodamente, pero si no es asi, permitame entonces ofrecerselo como un EPUP (I y II) por correo, sin ningun compromiso.
Espero no incomodarlo con lo escrito.
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