1.- Antecedentes:
En el marco de la creciente tensión por la posesión de las Islas Senkaku entre China y Japón, es dable hacer un artículo en torno a ambos imperios orientales, cuya rivalidad, al menos, se remonta hasta el siglo VII d.C., y hoy amenaza con escalar a un enfrentamiento, incluso, armado, lo que no es nuevo: el Celeste Imperio y el Imperio del Sol se han enfrentado en los campos de batalla en diversas ocasiones, y sus luchas han definido en mucho la situación de Asia oriental.
Primeramente, hay que hablar que este es uno de los muchos conflictos territoriales que Japón y China tienen con sus vecinos, producto de la expansión de ambos imperios y de Rusia durante los siglos XVI y XVII en el caso de Pekín, y XIX y XX en el caso de Moscovitas y Nipones. Así, China tiene conflictos fronterizos con Rusia que han llevado a conflictos diplomáticos y a escaramuzas fronterizas desde la época de Catalina II la Grande. China a su vez tiene conflictos con Vietnam en cuanto a mar territorial e incluso en las fronteras terrestres, después de todo, bajo el Gobierno de la Dinastía Han, buena parte de Indochina era una gobernación más del Imperio de los Dragones. Japón, por su parte, debido a la expansión y a la rivalidad que inició con Moscú al derrotar a Rusia en 1905, inició con esta potencia una disputa por la posesión de la isla de Sajalin, misma que, geográfica y geológicamente es parte del archipiélago japonés y se encuentra habitada por Ainus o los indígenas blancos de dichas islas, tal isla volvió a manos de los eslavos tras la derrota de Japón en 1945.
Pero centrémonos en la rivalidad China-Japón: históricamente, la rivalidad empezó cuando el monarca japonés, en el siglo VII, afirmó su independencia respecto del trono chino, asumiendo oficialmente el título de Emperador (en japonés Tenno, en chino Huang Di) para mostrar su igualdad con el gobernante continental que pretendía dominar universalmente y consideraba a todos los vecinos parte del Imperio Chino, mismo que, hay que recordar, se fundó por la unificación de varios Estados asiáticos, por lo que, siguiendo esa lógica, tanto Corea como Japón estaban llamados o previstos en las ambiciones chinas para ser integrados en el Imperio, Japón intervino en los asuntos de Corea, alegando derechos ancestrales de la Dinastía Yamato sobre la península (en aquel entonces el mito del origen solar de Jimmu, el primer monarca japonés no se había consolidado y se recordaba su procedencia coreana) y se dio la primera Guerra Sino-Japonesa, misma que terminó a favor de los continentales, entre tanto, el Emperador nipón se retiró a sus islas derrotado e inició las reformas militares que condujeron al nacimiento de los Samurái y al sometimiento de los Ainu en las islas del norte.
En el siglo XIII, los Chinos, ahora formando parte del Imperio Mongol y con Kubilai Khan en el trono del Dragón participaron en la invasión de Japón, esta vez, fueron derrotados, tanto por las inclemencias del tiempo como por los Samurái. En el siglo XVI, los Japoneses, bajo el mandato del Shogún o Jefe Militar Toyotomi Hideyoshi invadieron Corea y se enfrentaron a los ejércitos enviados por la Dinastía Ming para defender al Estado cliente peninsular. La contienda terminó en un empate, tras haber devastado Corea, finalmente, la corte pekinesa reconocía a la monarquía nipona de los Yamato como igual, pero a la vez, estos renunciaban a todo derecho sobre la península... lo que no mantendrían. A fines del siglo XIX, Japón, bajo el mandato del Emperador Meiji (nombre de pila: Mutsuhito) que había revolucionado su imperio con la adopción de la tecnología e instituciones occidentales, sobre todo militares, derrotó aplastantemente a una China que no sabía digerir la modernidad y el contacto con Occidente, liderada por la Emperatriz Cixi de la dinastía Manchuriana o Quing, a la que arrebató precisamente la norteña región de su origen que sometió a un protectorado, y le llevó a enfrentarse a la Rusia Zarista en la Guerra de 1905 y en una serie de contiendas con la URSS en 1938-1939, además de apoderarse de Corea.
En 1931, los Japoneses invadieron de lleno China en la última edición de la eterna contienda entre los imperios orientales: en ese momento, China pasaba por la peor etapa de su Historia, dividida entre Nacionalistas y Comunistas, enfrentamientos entre antiguos señores feudales y caciques militares, y fue arrollada por el ejército imperial japonés mandado por el Emperador Showa (Hirohito) y protagonizaron eventos de barbarie espantosos como el saqueo de la ciudad de Nanking, un verdadero genocidio, la experimentación con prisioneros chinos y una crueldad desorbitada. Comunistas y Nacionalistas se unieron y China lanzaría una guerra de resistencia como parte de los Aliados en la Segunda Guerra Mundial; al final, los Japoneses fueron derrotados, y tras el retiro de las tropas niponas y la firma del Tratado de Paz entre ambas potencias en 1978, quedaron sin embargo algunos pendientes, como es el diferendo sobre las aguas territoriales en el Mar de China Oriental, lo que incluye el contencioso de las Senkaku. Cabe señalar que Japón y Noruega han sido, a nivel internacional, países que se han opuesto a la firma de Convenciones en materia de Derecho Marítimo y a conceptos tales como "mar territorial" o "zona económica exclusiva".
Estas islas, deshabitadas, no son ambicionadas por ambos imperios por ser territorios ricos, sino por su plataforma continental, repleta al parecer, de reservas de petróleo y sus aguas circundantes con bancos de pesca riquísimos.
2.- ¿Qué ha pasado con Japón?
Pero la rivalidad va más allá de cuestiones históricas, militares y territoriales para entrar en los terrenos económicos...
Hace unos 20 años, causaba sensación y éxito de taquilla el filme Rising Sun protagonizado por Sean Connery y Wesley Snipes, basado en la novela homónima del famoso autor de ciencia-ficción y thrillers Michael Crichton, en la que se retrataba un Japón que con sus empresas y su trato despectivo hacia los gaijin o "bárbaros" exranjeros se adueñaba de la economía norteamericana; aquel era un tópico muy frecuente y otras películas de la época, como Robocop 3 o Volver al Futuro 2, mostraban un Japón hegemónico para las primeras décadas del siglo XXI a golpe del poder de sus empresas.
Pero no ha sido así, por el contrario, y a pesar de las grandes multinacionales japonesas, la economía del Sol Naciente lleva cerca de 20 años totalmente estancada y con una crisis económica crónica que amenaza con agravarse, lo que contrasta con China, que hoy en día es una economía pujante y es una potencia en ascenso y que ha desplazado a Japón del segundo sitio como economía del planeta; aunque, sin embargo, el índice de desarrollo humano y el ingreso per cáptia sean mucho mayores en Japón que en su eterno rival continental; aún así, no hay duda de que China es mucho más poderoso que la monarquía del Crisantemo.
¿Porqué ha sucedido esto? ¿Qué le falta a Japón para dar el gran salto que sí está dando China? Aquí algunos factores:
- El crecimiento japonés llegó a su límite: Desde la Revolución Meiji en las décadas de 1850-1860, Japón conoció un espectacular desarrollo industrial y económico que en pocos años lo sacó de la Edad Media y lo colocó a la vanguardia, llegando a rivalizar con las potencias occidentales en el periodo situado entre los años 1905-1945, sin embargo, esa fortaleza de Japón que en ese entonces sí lo colocaba como serio aspirante a la hegemonía en Asia y la Cuenca del Pacífico y que lo llevó a chocar con EUA, fue alimentado por su propio expansionismo: Japón carece de recursos naturales y materias primas con qué alimentar su industria. Precisamente las presiones norteamericanas para que los mercados Australiano y las colonias británicas y europeas en el Sureste de Asia y el Pacífico únicamente le comprasen y abastecieran al mercado estadounidense, necesitado de materias primas y compradores tras la crisis de 1929, fueron las que orillaron a Hirohito a aliarse a la Alemania Nazi e ir a la guerra contra Roosevelt. Después de la Guerra, Japón se levantó de nuevo en forma impresionante, mas, sin los mercados ni las materias primas a las que tenía acceso en su etapa imperial, llegó un momento, a fines de los años 80 que su economía dejó de crecer y se estancó, ya no pudo sostener ese esfuerzo comprando caras materias primas, (piénsese, por ejemplo, que productos agrícolas como los melones, en Japón, son artículos de lujo) y elaborando manufacturas a precios accesibles para el mercado. China en cambio, si bien compra bastantes insumos al exterior, goza de un enorme territorio y de todos los climas, poseyendo en sí misma de grandes recursos que sustentan su maquinaria industrial. Sus multinacionales, por contraste, están extendidas en todo el mundo, sobre todo las del sector automotriz, en las que destaca Mitsubishi, el consorcio empresarial más grande del mundo, sin embargo, estas multinacionales dejan los beneficios en los lugares donde se instalan más que en Japón.
- Un sistema político impuesto: La Constitución Japonesa actualmente en vigor fue dictada por el General Douglas McArthur, comandante de las tropas estadounidenses en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial y jefe de las fuerzas de ocupación tras la victoria. El régimen establecido en ella es más que nada, una especie de corset puesto para evitar que las ambiciones niponas vuelvan a desbordarse y a buscar obtener gratuita y violentamente aquello de lo que carece, anula a la figura del emperador, que en Japón no es un monarca como los europeos, sino una encarnación de la divinidad, similar al Dalai Lama tibetano, y por tanto, derrumba las bases mismas de la independencia japonesa labrada en la búsqueda de legitimidad de la dinastía Yamato frente a las pretensiones hegemónicas chinas al convertirlo en un monarca ceremonial, imitando únicamente su presencia protocolaria del sistema inglés pero sin los poderes efectivos de la Jefatura del Estado que ejerce Isabel II, todo lo cual fue, más que nada, pensado para castigar al ambicioso --y un verdadero monstruo oculto tras su cara de intelectual tranquilo-- Hirohito y cuyos pecados tendrán que cargar Akihito y sus herederos. El sistema parlamentario diseñado por McArthur subsanó la carencia de un Jefe de Estado fuerte con un esquema de partido político hegemónico, el Partido Liberal Democrático, que a semejanza del caso mexicano, ejerció el poder de forma ininterrumpida hasta el 2007 y nuevamente lo ha recuperado tras el breve intervalo en que el Partido Democrático de Japón ejerció el poder, golpeado por el tsunami. China en cambio, a partir de 1949 consolidó un régimen que si bien bajo las banderas del Marxismo se presentó como nacionalista y surgido de la propia evolución social y política china proveniente de una monarquía teocrática que había sido el modelo a seguir por los Yamato para estructurar su régimen, además, Mao y los gobiernos siguientes, han consolidado la independencia y la afirmación de la soberanía de China en todos los aspectos, no permitiendo ingerencia alguna al interior, incluso es de recordar como rompieron con la Rusia Soviética, y decidieron ir por su propio camino sin aceptar su influencia.
- Una clase política corrupta e inestable: Pero a diferencia de lo hecho por el PRI en México, el PLD nipón no ha garantizado, en los últimos 30 años la estabilidad, pero eso sí, a semejanza del "dinosaurio" ha sido extraordinariamente corrupto y sucio en el ejercicio del poder, precisamente los constantes escándalos de corrupción, la división interna del PLD en facciones, algunas más liberales, otras más conservadoras, unas más nacionalistas y otras más favorables a la globalización en constante conflicto, y la existencia de una oposición dedicada a bloquear sistemáticamente las iniciativas y programas del Gobierno, contra el que dirigen una constante política de "acoso y derribo" han orillado a que en las últimas tres décadas los gobiernos japoneses duren en promedio, 6 meses, siendo el único Ejecutivo que pudo mantenerse con relativa calma y por varios años el de Junichiro Koizumi, quien espantó a China, Corea y demás vecinos por su ferviente nacionalismo y honra a los caídos en la II Guerra Mundial. En China, el Partido Comunista ha sabido mantener la estabilidad interna, la disciplina y el consenso; si bien es cierto que la corrupción es igualmente elevada, ha sabido ejercer mecanismos más efectivos de control y de sanción, como ha ocurrido recientemente en el caso de Bo Xilai, quien pretendió contender por la Presidencia de la República con Xi Jinping, quien asumirá el cargo en marzo próximo y fue defenestrado ante los terribles casos de corrupción en que él y su mujer se vieron envueltos, con asesinato incluido. En Japón, ante la inestabilidad política, se ha buscado subsanarla con un sistema conocido como "Guía Administrativa" con el cual se ha creado una burocracia profesional con permanencia e inamovilidad en el cargo, lo cual ha sido positivo en una parte, en otra, la burocracia se comporta como una élite privilegiada y también, muy poco honesta.
- El virtual protectorado norteamericano: En muchos sentidos, Japón se comporta a veces como un Estado con soberanía limitada, sobre todo por lo que ve al aspecto militar; tras 1945, el poderoso Ejército Imperial, con su oficialidad procedente de los clanes Samurái fue desmantelado, y en su lugar se establecieron bases militares norteamericanas, como la famosa de Okinawa, en el territorio del Imperio insular. Ya para fines de la década de los 50, al igual que en el caso alemán, y por temor a la expansión comunista, se permitió a Japón volver a formar una fuerza armada, a la que se denominó: "Fuerzas de Autodefensa de Japón"; hoy en día, el Imperio del Sol es uno de los países con más alto gasto militar en el mundo, pero a diferencia de la Era Showa (reinado de Hirohito), bajo la Era Heisei (el reinado de Akihito) el armamento japonés es 100% de procedencia norteamericana, israelí y alemana; tiene prohibido fabricar armas vehículos y equipo militar además de exportar tales implementos. Aún así, se dice que Japón cuenta con la tecnología y la industria para en 6 meses lograr capacidad hasta nuclear, no en balde, en los puertos japoneses se da mantenimiento a los submarinos norteamericanos.En este rubro, China tiene plena independencia para su política de defensa, y su ejército cuenta con capacidad nuclear y armamentos propios, su punto débil, sin embargo es su marina y su fuerza aérea, aunque en el caso japonés su marina de guerra, sin portaaviones y sin submarinos, es más una guardia costera poderosa que una efectiva fuerza naval, lo que sí, los aviones chinos son malas copias de los MiG rusos, aunque están apenas desarrollando aparatos de nueva generación que si son de temer.
- Cuestiones anímicas e ideológicas:
Veamos atentamente estas dos imágenes...son los mismos personajes: Yagami Light y su novia y cómplice Amane Misa, del anime/manga Death Note. Arriba es en la versión interpretada por actores de carne y hueso, abajo, son los dibujos del anime.
La diferencia es tremenda, ¿no? En el arte de la pintura, el dibujo y la ilustración japonesa que viene desde el siglo X, y que se desarrolló mucho con el gran Hokusai en el XIX, se utilizaron las mismas técnicas, el mismo colorido y los mismos tonos que ahora se usan en las series animadas y películas japonesas, pero, a partir de los años 50 se dio un cambio radical: los rasgos de los personajes. Antes de esa década, los dibujos de japoneses mostraban los rasgos propios de los orientales: ojos rasgados, nariz algo chata, cara ovalada y cabello oscuro; después, los nipones empezaron a dibujarse a ellos mismos con rasgos exageradamente occidentales en el estilo que son ya hoy típicos y clásicos: ojos grandes, redondos o cuadrados, en algunos casos, sobre todo para indicar cierto carácter siniestro, oblicuos sin llegar a ser rasgados, incluso con ojos azules, piel blanca, cabellos rubios, castaños o rojizos (y de colores extravagantes, en lo que también es un código para indicar características emocionales) caras angulosas o afiladas, narices finas o aguileñas, y muchos personajes de alta estatura o complexiones propias de europeos, algo muy pero muy raro de encontrar en el país. Incluso, en el anime mencionado, se da la aparición de personajes extranjeros: norteamericanos y europeos, que en Japón pasan desapercibidos, como si no hubiera distinción alguna, no solo física, sino también cultural entre Occidentales y Nipones.
Nunca se ha dado una explicación clara del porqué de este cambio en el estilo de dibujo tradicional japonés. Algunos aducen que los ojos grandes y el cabello de colores claros sirven para dotar de mayor expresividad a los rostros y mostrar la personalidad de los personajes; pero el dibujo en el estilo antiguo era igualmente expresivo, y nos ha dejado retratos de jefes samurái llenos de profundidad psicológica y gran dinamismo. La otra explicación es mucho más dura y mucho más plausible:
Los japoneses, tras la derrota de la Segunda Guerra Mundial sufren de un terrible, pesado y demoledor complejo de inferioridad y de derrotismo. Sufren en otras palabras, del síndrome del conquistado.
Así, el japonés ha perdido el orgullo y el aprecio por sus raíces y por su ser, y ha ido más allá de lo originalmente planteado por el Emperador Meiji en sus reformas del siglo XIX que buscaba que Japón, para no ser engullido por el colonialismo occidental, pudiera hacerse tan fuerte como las potencias europeas, aunque sí se han cumplido los temores del "Ultimo Samurái" Saigo Takamori y lo denunciado por el escritor Yukio Mishima en los 60: la pérdida de la cultura propia en las nuevas generaciones, su desarraigo, la falta de identidad y la adopción de vicios, modas y costumbres ajenas que cada día, desdibujan más a Japón.
No solamente cada vez son más las jóvenes japonesas que se hacen cirugía plástica para abrir el pliegue mongólico de los ojos y hacérselos como los de los occidentales, y hombres y mujeres que se tiñen el pelo de rubio, castaño o pelirrojo, o aclaran su piel amarilla-morena con maquillajes para verse como anglosajones, también la droga, el alcoholismo, la promiscuidad han hecho mella en los japoneses, sometidos además a una educación en la que, bajo el pretexto de evitar el peligro del nacionalismo, responsable de las grandes ambiciones el Emperador Showa y su camarilla militar que llevó a Japón al expansionismo y a la guerra, ha estado eliminando los valores culturales y sociales tradicionales de los nipones para centrarse en un progresivo "agringamiento" o afán de imitación de los Estadounidenses y que ha centrado la competencia y el logro de fines meramente económicos como la calidad y la productividad los objetivos a conseguir por todo japonés según la educación empresarial o técnica que recibe. Como resultado, además de un gran materialismo y un pragmatismo rampante, la lealtad del nipón es para con la empresa, no para la patria, y no se posee orgullo nacional, sino vergüenza y se desea ser como son los otros.
Además de ello, se da en el japonés actual una pesada sensación de tedio, de aburrimiento existencial que algunos escritores, como el famoso Haruki Murakami, lo retratan a la perfección en sus personajes carentes de objetivos, planes a largo plazo y que se dejan llevar por el curso de los acontecimientos, pero resultan indecisos y hasta un tanto cobardes. Bien lo decía McArthur, uno de los Occidentales que más ha comprendido y amado a la cultura japonesa: el pacifismo y el dejar de ser el pueblo guerrero que fue, acabaría con el espíritu de Japón.
Esto contrasta con China, donde el orgullo nacional, y la recuperación de valores culturales antiguos son muy importantes en la actual política de Pekín, verdaderamente imperial y muy similar en esos aspectos a la de las Eras Meiji, Taisho y Showa. (1850-1945)
- Un desequilibrio demográfico: Japón es víctima de su propio éxito. El histórico aislamiento de las islas del Imperio del Sol le permitieron evitar epidemias y tener un medio ambiente más sano que el resto de Asia, donde han nacido las grandes pandemias como la peste negra, por lo que los japoneses siempre han tenido una esperanza de vida más alta que el resto de los pueblos asiáticos, con el alto desarrollo humano alcanzado tras la II Guerra Mundial, Japón es uno de los países con mayor esperanza de vida: 82 años en las mujeres y 80 en los varones, aparte de que los casos de personas que llegan a los 100 no son raros. Aunado a esto, se da una baja natalidad desde los años 70, impulsada por la inclusión cada vez mayor de la mujer en el mercado laboral, el elevado coste de la educación y de la crianza de los niños en general y la falta de tiempo de los padres para dedicarlo a los niños, lo que ha propiciado que de una población de aproximadamente 127 millones, el 25% sean personas de la tercera edad y esto empiece a afectar los terrenos económicos y también a la cuestión social. El sistema de pensiones, por ejemplo, se encuentra cada vez más presionado y amenaza con colapsarse, (lo que motivó que el actual Ministro de Finanzas de Japón: Taro Aso, haya dicho una declaración totalmente excecrable respecto a los ancianos: "que tengan un poco de vergüenza y se den prisa en morir" para no colapsar las finanzas públicas, olvidando que él tiene ya 72 años de edad y su Jefe oficial, el Emperador Akihito: 79.China entre tanto, cuenta con 1,300 millones de habitantes, también las décadas de la "política de hijo único" tendiente a evitar o limitar la explosión demográfica ha provocado una gran desproporción entre hombres y mujeres, así como una eventual baja de la población y el envejecimiento de la misma con los mismos problemas económicos para financiar pensiones y obtener mano de obra; sin embargo, el enorme número de habitantes, la flexibilidad que algunas provincias y las áreas rurales han adoptado en cuanto a política demográfica y una probable revisión de la misma bajo la entrante Administración de Xi Jinping prometen que el futuro no será tan negro en este rubro para China, lo que le permitirá tener una sociedad más joven y dinámica.
3.- ¿Habrá guerra entre China y Japón?
No lo creo. Ambos países son, por ahora, aliados de EUA, e incluso, en el caso de Japón, se trata de un portectorado o satélite de Washington; aunque hay que decir que poco a poco crece en el Imperio del Sol cierto sentimiento de revanchismo y de retorno al nacionalismo, y que busca incluso una nueva constitución que devuelva al Emperador algunas potestades ejecutivas y le permita volver a contar con una política propia de defensa y unas fuerzas armadas en toda la regla; en definitiva, romper con su dependencia hacia los intereses norteamericanos y revalorar su cultura propia, Japón necesita del amparo norteamericano como único contrapeso al creciente poderío chino.
Por otro lado, a EUA no le interesaría un enfrentamiento entre ambos imperios asiáticos, China es su mayor acreedor y tiene una economía igualmente importante para EUA, no desearía verse involucrado en ese dilema ni mucho menos, romper con China, que literalmente lo tiene agarrado de los bolsillos... y del cuello.
De igual manera, los empresarios y políticos de ambos imperios saben que no es nada recomendable el enfrentarse cuando China y Japón son uno del otro el primer socio comercial, y las empresas japonesas necesitan de la mano de obra y el mercado chinos, y China necesita del capital y el mercado japonés, por lo que tampoco será plausible un enfrentamiento en el corto plazo, ni en el mediano.
El problema sobre la soberanía que tanto la Ciudad Prohibida como el Palacio Imperial de Tokio tienen sobre las Islas Senkaku continuará, pero será empleado como herramienta, por ambos regímenes, para impulsar el sentimiento nacionalista y apelar a crear, en el caso de China, el pensamiento de que es necesario ejercer nuevamente el papel del hegemón asiático a fin de evitar un nuevo expansionismo japonés y por ello se busca por la propaganda recordar los terribles hechos de Nanking y toda la invasión de los años 30-40. De parte de Japón, servirá también como búsqueda de rescatar a los nipones del marasmo en el que se encuentran y volver a estimular en ellos el sentimiento de orgullo propio y buscar romper las ataduras que EUA y McArthur le impusieron tras la derrota de 1945, los japoneses, al menos sus dirigentes, desean retomar el puesto de contrapeso de China que históricamente tuvieron en el Asia medieval.
Como sea, esta rivalidad nos ilustra cómo el balance de poder cruza el Pacífico y vuelve a instalarse en Asia, como ha sido en la mayor parte de la Historia de la Humanidad.
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