No, no se trata de una película de terror serie B de los años 70 protagonizada por Vincent Price haciéndole de científico loco, ni tampoco de una secuela de "Cujo" la novela de terror del gran Stephen King, llevada al cine en 1983 (en la imagen, una escena) sobre un perro de raza San Bernardo enloquecido que ataca sin motivos a los seres humanos. Se trata de un episodio que está revelando que el Dr. Miguel Angel Mancera Aguayo no está resultando, pese a su triunfo contundente en las pasadas elecciones de julio, un gobernante efectivo de la Ciudad de México, por el contrario, es notoria su inseguridad, sus titubeos, y finalmente, su tendencia a poner cortinas de humo como en esta ocasión para evitar reconocer el grado de ineptitud y de desorden que impera en las instituciones capitalinas, la cada vez mayor anarquía, fruto de la aplicación de las ideas de la Izquierda del "todo vale" y el amparo a grupos y mafias clientelares, y también, la ingobernabilidad que se adueña de la metrópoli; cosa que por otro lado, no es imposible de arreglar, después de todo, Tokio, la capital imperial de Japón, es tan grande y quizá un poco más (por su connurbación con Yokohama) que la antigua Tenochtitlan, y sin embargo, no es el desbarajuste que es la capital de nuestro país, víctima de quienes han hecho del vandalismo, la protesta y el caos, su estilo de gobierno y de hacer política.
Durante el pasado mes de diciembre aparecieron en las inmediaciones del Cerro de la Estrella, en la Delegación de Iztapalapa, --pequeña elevación de gran significación histórica, pues ahí los antiguos Mexica celebraban, cada 52 años, el inicio de uno de sus "siglos" acorde con su calendario con la ceremonia del encendido del "Fuego Nuevo", por ahí pasaron las tropas de Hernán Cortés para ser recibidas por el emperador indígena Moctezuma II, y ahí cada Viernes Santo, el cerro se convierte en un Calvario donde se representa la pasión y muerte de Nuestro Señor desde hace casi dos centurias,-- los cadáveres de varias personas con huellas de mordidas de perro, lo peor, entre los muertos estaban una madre joven y su hijo de ocho meses de edad, a lo que las autoridades respondieron haciendo una razzia de perros callejeros a los que acusaron de ser ferocísimos canes comedores de carne humana.
He sabido, en mi trabajo, de casos de perros que han atacado, matado y devorado a niños, pero en todos esos incidentes se ha tratado de perros que por raza o genética son excesivamente agresivos, como Rottweilers o Pitbulls, Doberman o Mastines, y además, en todos esos casos, los perros estaban entrenados para vigilancia o combate, y los ataques se debieron a que los niños, por seguir la pelota o algo así, entraron al terreno, donde, negligentemente, a horas en que la finca no estaba sola ni desprotegida, el can andaba suelto, y éste, cumpliendo con su entrenamiento, agredió a quien identificó, por ese mismo condicionamiento, como intruso o fuente de un posible peligro.
Pero en este caso, se trata de perros famélicos, que ciertamente, andan en grupo, mezcla de muchas razas sin vestigios de genes de los perros de las clases mencionadas, familiarizados con la presencia humana y que más bien se acercan a los transeúntes esperando recibir un pedazo de torta o cualquier sobra apelando a la compasión que suelen tener las personas contra estos canes, mismos que son producto de la irresponsabilidad de los propios dueños de mascotas, que muchas veces compran un cachorro para alegrar al hijo, éste, pierde el interés a los meses de comprado el perro y cuando éste, al crecer, deja de ser el adorable y felpudo perrito para convertirse en un babeante y feo Boxer de cara chata, por ejemplo y los padres deciden dejar de gastar en croquetas y cuidados para un perro al que el niño ahora descuida y hasta agrede, y la manera más fácil de deshacerse de él es abrirle la puerta y echarlo a pedradas, subirlo al coche y botarlo en una calle perdida al otro lado de la ciudad y otras formas, por demás, crueles para con el animal.
Ojo, no se me confunda tampoco con los "defensores de los derechos de los animales" que ahora pululan por las redes sociales y que sólo exhiben el cada vez mayor grado de inhumanidad y de estupidez del que somos capaces los supuestamente racionales hombres, quizá inspirados en mucho por conceptos e ideas provenientes del primitivo, acientífico, irracional y sobrevalorado, gracias a Hollywood, Derecho Anglosajón, donde jamás se ha llegado a producir una teoría coherente sobre la personalidad jurídica y por tanto de la capacidad para adquirir o gozar de derechos y a la vez de tener obligaciones; el incidente de Mancera y sus supuestos perros asesinos, ha servido para que muchos de estos verdaderos fanáticos de un ecologismo exagerado aparezcan por el Internet defendiendo la "inocencia" de los canes y exigiendo su liberación, casi pidiendo un juicio justo como sale en las ñoñas películas de Disney inspiradas en las grandes deficiencias del Common Law...
Es cierto, todo indica que, en realidad, los muertos en Iztapalapa no son víctimas de los descendientes de los canis lupus, sino de jaurías de la peor de las fieras que, como decía Thomas Hobbes, son el lobo del ser humano: otros seres humanos, probablemente se trata de ejecutados en ajustes de cuentas entre delincuentes, venganzas y "lecciones" cuyos cadáveres son botados en los terrenos de la presunta reserva natural e histórica del cerro (llena de basura y abrojos) y sobre los cuales los hambrientos e infelices sacos de pulgas acuden a devorar como simple carroña. Mancera pretende ocultar la incapacidad, o el contubernio de sus policías, para dar con los verdaderos victimarios, recordemos que esa zona de nuestra capital es un verdadero nido de criminalidad y de grupos de poder, que en mucho, han financiado y apoyado las campañas políticas de la Izquierda a cambio de impunidad y favores, y he aquí que al novel Jefe de Gobierno del Distrito Federal se le ocurrió inventar la historia de los perros asesinos, menos mal que no llegó al grado de decir que había licántropos en la zona.
Pero eso sí, en el DF mucha gente ha dicho que saldrá hasta en marchas para exigir la liberación de los perros, olvidando que los perros --y gatos-- callejeros son un verdadero problema de salud pública en todo el país, y no solo eso, las mascotas que tienen dueño también; históricamente, desde la Epoca Prehispánica existe en estas tierras una verdadera adoración por los perros, que se traduce en noches llenas de ladridos y aullidos, calles asquerosas de heces fecales por doquier, enfermedades provenientes de la contaminación producida por los perros, pulgas, piojos y parásitos que el mexicano comparte con sus animales, aunque esta verdadera plaga no es solo propia de México ni tiene que ver con sus presuntas raíces indígenas, es una característica muy de América, y si no, vean el caso de EUA y en particular de Nueva York, donde se padece también de una fiebre perruna exagerada; el continente descubierto por Colón es un verdadero santuario dedicado a la veneración del canis familiaris de un extremo a otro.
A la par de eso, se produce una creciente deshumanización: muchos de los que aplaudieron la Ley para la Protección de los Animales en el DF, que hace que ahora a un perro no se le pueda pegar ni con el pétalo de una rosa, so pena de ir a la cárcel, aplaudieron la legalización del aborto, muchos de los que piden la adopción de canes permanece indiferente ante el sufrimiento de muchos seres humanos que en la misma ciudad sufren de pobreza, abandono y marginación, y sobre todo, no reconocen que el problema de los animales domésticos es ante todo, un problema de salud pública como bien lo dice el gran periodista Rafael Cardona.
Los animales no tienen derechos pues carecen de razón y voluntad, son verdaderos robots biológicos que se comportan acorde a una especie de programa preestablecido en sus instintos, y más claro: no tienen derechos porque no pueden contraer obligaciones, ni siquiera se ha logrado que Sea World celebre contratos de trabajo por escrito con un delfín, o con la orca del estanque en el que acuerden que es obligación del cetáceo echarse maromas en el aire antes de caer al agua a cambio de un salario de 30 kg de pescado al día o algo así, y el chimpancé de la más reciente película de la franquicia de El Planeta de los Simios es en muchas escenas una simulación por computadora. Lo que sí existe es el deber y la responsabilidad del hombre de dar un buen trato a los animales que le ayudan o han ayudado en sus tareas o le brindan cierto ornato y compañía, y de proteger el medio ambiente para el disfrute de las generaciones actuales y venideras, siendo un factor importante en ello la diversidad biológica, pero también existe el derecho de las personas a vivir en un ambiente sano y que el Estado les proteja de posibles problemas de salud; si se sacrificaron gallinas ante el brote de gripa aviar, vacas por la "enfermedad de las vacas locas", es posible y necesario sacrificar perros y gatos callejeros a fin de evitar problemas de salud que pueden ser graves; la fuente de muchas de las grandes epidemias que han asolado a la humanidad han sido la presencia de animales que funcionan como vehículos de transmisión de las enfermedades, piénsese en la Peste Negra medieval, extendida por las pulgas que proliferaron en las ratas, perros, cerdos y demás animales que en la Edad Media Europea, famosa por la poca higiene en la que vivían las gentes, cohabitaban en las mismas casas que las personas, muchas veces.
Se critica al Dictador Santa Anna que en el siglo XIX estableciera impuestos sobre los caballos, perros y gatos que se tuvieran, en mi opinión eso no es desacertado, y en muchos países del mundo desarrollado, como China, Singapur o Dinamarca se aplican y se lleva un registro de las personas que tienen perros, se les da acceso a salud veterinaria y demás, es una forma de hacer responsable a la gente sobre sus animales y evitar el probable surgimiento de plagas, y de esa manera se evita la mayor crueldad contra estos seres vivos: verlos abandonados y atropellados por los coches, también es una manera de recordar, a la cada vez más estúpida masa humana, de que primero está la dignidad de su propia especie y el literalmente, no respirar mierda es un primerísimo paso para lograrla.
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