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16 de enero de 2013

LAS TRIBULACIONES DE MONSIEUR HOLLANDE


Es de recordar aquí cómo al poco tiempo de asumir la Presidencia de la Quinta República Francesa, los partidarios de Francoise Hollande y la Izquierda desataron una activa campaña de propaganda por Internet en la que pretendían difundir los presuntos logros del mandatario en apenas 56 días de gobierno y con los que quería aparecer como la antítesis de Nicolás Sarkozy: al derroche, frivolidad y presunta corrupción del antecesor le seguía un mandatario centrado en la austeridad, la honradez y la eficiencia... lamentablemente, todo era falso y no tenía nada que ver con comunicaciones o información oficial salida del Gobierno Francés, sino eran meras elucubraciones de sus simpatizantes.

Por el contrario, Francia padece en realidad de un enorme endeudamiento público, la tasa de desempleo que alcanza a más de 3 millones de parados, y a la vez, el compromiso de ser uno de los motores de la Unión Europea junto a Alemania. Existe un enorme hueco entre los ingresos del Estado francés y lo que se debe, todo para mantener funcionando a una enorme máquina burocrática y un sistema que es epítome del "Estado de Bienestar" ideado por Kelsen, donde el Estado es el máximo patrón e inversor, y se atribuye el papel de redistribuidor de la riqueza para asegurar el cumplimiento de la egalité, que desde 1789 es uno de los ideales a lograr por el Estado francés nacido de la Revolución.

Y es que, finalmente, Francia erigió un Estado monumental como producto de la Revolución, que lejos de haber tenido un auténtico signo liberal, lo tuvo más bien estatista: Luis XIV y su Ministro de Hacienda: Jean Baptiste Colbert, mediante sus Ordenanzas de Comercio sentaron en realidad las bases para crear un sistema económico realmente liberal, tras estudiar el caso español y los problemas o el fracaso de su Mercantilismo, los cuales ocurrieron, precisamente, por el excesivo intervencionismo del Estado en la Economía, con la concesión de privilegios, monopolios y subvenciones a distintos sectores sociales. Gracias a ello, Francia empezó a tener una etapa de gran crecimiento económico que le metería, en el siglo XVIII de lleno en la Revolución Industrial, pero que también ocasionaría las tensiones sociales y la desigualdad, que en mucho serían el detonante de la Revolución Francesa en 1789. Después de la caída de Luis XVI, los Gobiernos sucesivos de Robespierre y su Comité de Salud Pública, el Directorio, y finalmente Napoleón con el Consulado y el Imperio fortalecieron el papel del Estado en la materia y dieron marcha atrás a la libertad económica; si bien, a primera impresión, se decretaron medidas tendientes a demoler supuestos frenos como la Ley Le Chapelier que abolió los gremios, estableció la relación obrero-patronal como individual y proscribió las huelgas, la realidad es que todo ello tendió a privilegiar a los industriales (que después de todo, fueron los impulsores de la Revolución, para desplazar a la Nobleza Terrateniente) que se pegaron al Estado como rémoras al tiburón, y empezaron a obtener los beneficios que éste les transmitía, naciendo así, un verdadero "enchufismo" al presupuesto estatal. Precisamente, una de las razones para que Napoleón pudiera erigir su trono y no ser perturbado en él al interior de Francia fue que su genocida aventura por Europa y que segó la vida de más de un millón de galos resultó beneficiosa para metalúrgicos, navieros, fabricantes de armas, calzado y uniformes, e incluso la naciente industria alimenticia que desarrolló los primeros medios de conservación de alimentos.Convenía dejar al megalómano al frente y que matase a muchos nacionales y extranjeros en sus delirios de conquista, finalmente, todos obtenían su parte del negocio en aquella primera ocasión de simbiosis ente el complejo militar-industrial y el Estado. En este sentido, no resulta nada extraño que Francia sea la cuna del Derecho Administrativo, con representantes como Jèze o Hairou, y que el evento que se considera seminal para el surgimiento de la jurisdicción contencioso-administrativa sea el llamado Arret Blanco, cuando una empleada de nombre Agnes Blanco fue arrollada accidentalmente por una carretilla en la tabacalera en la que trabajaba, que no era otra cosa más que una empresa pública, demandando al Estado por la reparación del daño.

Posteriormente a Napoleón, los gobiernos de la Restauración Borbónica, la Segunda República y el Segundo Imperio continuaron con estas prácticas, no en balde, las grandes novelas de la época, como El Conde de Montecristo o Los Miserables retratan, por ejemplo, a los enemigos de Edmundo Dantés, como una caterva de individuos que prosperan gracias a su relación con el Gobierno delatando disidentes y recibiendo contratos y concesiones, o en la inmortal novela de Víctor Hugo, donde sobre Jean Valjean gravita la ominosa presencia del Estado encarnada en el Inspector Javert sin que pueda librarse de ella y siempre resulta amenazante, opresiva y asfixiante.

Napoleón III echaría las bases para la construcción de un Estado de Bienestar que continuó construyéndose en los gobiernos siguientes, pero que culminaría con los Gobiernos del Frente Popular en el periodo de entreguerras, posteriormente a la Segunda, De Gaulle continuó con la misma política y de ahí en adelante, todos los Gobiernos franceses, ya sea socialistas o conservadores, se han caracterizado por aplicar una política en que el Estado, en forma paternal, ha subsanado la responsabilidad de los particulares en muchos rubros: pensiones generosas, jubilaciones anticipadas a los 40 años de edad, semanas laborales de cinco días o incluso menos y horarios flexibles, salud pública gratuita, becas y subvenciones a un sistema educativo público en su mayoría, pero en el que incluso las escuelas privadas, --hasta las de la Iglesia,-- reciben subsidios del Estado. Se dice que, en mucho, estas medidas fueron tendientes a evitar el crecimiento de los Comunistas en Francia, cuyo partido, tanto en el periodo entreguerras como en las décadas de los 50 y 60, contó con un buen respaldo entre los electores y con la indudable mano de Moscú detrás. Lo que sí creó fue una clase política omnipotente y extremadamente corrupta, así como una inmensa burocracia, haciendo que pertenecer al servicio público o buscar el favor del mismo, sea la principal forma de asegurarse un buen ingreso periódico o el éxito en los negocios. El Estado fue matando la iniciativa y el espíritu emprendedor en la sociedad francesa a cambio de confort y seguridad, y los pingües beneficios que los políticos y funcionarios obtienen de toda una estructura acromegálica de la administración pública.Un ejemplo de ello es que cualquier vacante en la estructura gubernamental, aún sea de cartero, propicia la aparición de miles de aspirantes, ya que en Francia, como en México y muchos otros países que hemos tomado su esquema, creemos que "vivir fuera del presupuesto es vivir en el error"...

Justificado en la Democracia y en el bienestar para el pueblo, y sobre todo después del movimiento de mayo de 1968 que derrocó a De Gaulle y eliminó los últimos restos de liberalismo, se creó un Estado-niñera y una sociedad de infantiles perpetuos, como prevenía Tocqueville (la obra de ese autor será tema de un futuro post) en la que el ocio es visto como algo fundamental en la vida, el Laicismo, omnipresente en la sociedad francesa y en el discurso oficial desde la época de la Revolución y su Jacobinismo que llevó al siempre minimizado u ocultado Genocidio de La Vendeé, hizo que de la vida de muchos franceses desapareciera toda idea de sentido trascendente de la vida, y entonces, aquello fue perfecto para la aparición de verdaderos farsantes intelectuales como Jean Paul Sartre y su mujer Simone de Beauvior, que, sin embargo, tuvieron un arrastre enorme en la juventud de los años 60 a 80, el hedonismo y la búsqueda del placer, las comodidades y la seguridad se convirtieron en los impulsos a la vida, y el Estado, en el garante a ello. Por el trío de ideales que constituyen el credo revolucionario francés se entendieron distintas cosas: Libertad = Libertinaje, sin frenos ni responsabilidad para hacer lo que sea, Igualdad = Crear una sociedad de clase media, la riqueza es ofensiva y el Estado es el gran distribuidor de bienes y de personas, no debe haber diferencias con el sentir y decir del Estado, y Fraternidad = Olvidar el nacionalismo y la cultura propias y concebir a Francia como un hogar en el que gente de todos lados cabe y puede enriquecer al país sin distinciones ideológicas, de credo, procedencias y demás.

Pero toda esta verdadera orgía de Bienestar ha terminado por pasar factura en lo económico y lo social: al principio, el alto nivel de vida y el desarrollo alto de Francia estuvo financiado por su vasto imperio colonial, centrado en Africa principalmente, cuando éste se disolvió tras la Segunda Guerra Mundial, Francia perdió vastos ingresos y materias primas para su industria, aún así, la economía se mantuvo sosteniendo gracias a su unión íntima con la alemana, relación que se tejió para evitar nuevos enfrentamientos bélicos entre los vecinos y que fue la base de la Unión Europea. Sin embargo, a la larga, todo les terminaría estallando.

La industria francesa ha ido de más a menos debido a la cada vez menor innovación y capacidad emprendedora de los galos, educados bajo criterios socialistas y mediante esquemas de competencias y constructivismo, han sido educados para ser ovejas pero no pastores, para ser mano de obra calificada pero no innovadores ni creativos, como bien lo ha señalado el sociólogo de la educación Pierre Bordieu, para reproducir en las nuevas generaciones lo vivido en las anteriores, pero no para atreverse a romper con los esquemas existentes. La población está abocada a un proceso de envejecimiento en que la juventud nativa es cada vez menor, dado que el hedonismo y la búsqueda de los logros profesionales llevan a postergar o evitar de plano, la paternidad y sobre todo, la maternidad; no existe estabilidad familiar, los matrimonios son cada vez más pequeños y el modo de vida homosexual se extiende, junto con las adicciones como expresión última del hedonismo imperante.

Se han abierto las puertas a los otrora súbditos franceses de las antiguas colonias: argelinos y otros musulmanes norafricanos, junto a muchos provenientes del centro y sur del continente, se han asentado en el país conformando poderosas comunidades, a las que si bien se les ha negado su parte en el Estado de Bienestar frecuentemente (al ser muchos inmigrantes ilegales) se les tolera y obtienen concesiones pues son la fuerza de trabajo del país. Basta ver la selección gala de fútbol desde la década de los noventa para comprobar que los auténticos franceses son ya una minoría en esa representación deportiva: la mayoría son africanos o islámicos de origen, naturalizados franceses, que no sienten ninguna identidad con Juana de Arco, San Luis IX, los Borbón o la Revolución, sino que tienen un gran resentimiento con la anttigua metrópoli por el pasado colonial, o que incluso recuerdan que sus ancestros fueron decididos enemigos de los cruzados franceses o de Carlomagno, el fundador de la Nación, sus actitudes muchas veces son prepotentes y revanchistas contra los francos nativos, que en barrios enteros de Marsella, París o Burdeos se sienten como extranjeros en su propia tierra.

El envejecimiento poblacional lleva a que el sistema de pensiones sea una carga pesadísima para un Estado que no encuentra medios para sostenerla más que a través del aumento de impuestos o la deuda, en el entramado gubernamental, además, se pierden fuertes sumas a través de la corrupción y de los altos privilegios del funcionariado; hay la percepción de que más que una clase media, en Francia impera la mediocridad, misma que aprovecha la elite de políticos profesionales para medrar. 

Chirac, Sarkozy, Hollande... ninguno de ellos ha llevado actividades empresariales pero todos viven en lujos; Hollande, dijo "detestar a los ricos" en su campaña, misma que se dirigió sobre todo a la masa de inmigrantes y predicando el destino de Francia hacia el mestizaje (como si fuera América), pero él posee una  mansión en la Costa Azul francesa y una fortuna de millón y medio de euros, cuando siempre ha sido empleado público o dirigente partidista... ¿de dónde salió todo? Hombre de vida alegre y ateo, nunca se ha casado, pero aupó a su primera concubina: Segolene Royal al liderazgo del Partido Socialista y a la candidatura presidencial, aunque perdió en aquel entonces ante Sarkozy, para luego echarla junto con los tres hijos que procrearon y tener ahora como amante a la también política Valerie Treirweilerie, quien se ostenta como Primera Dama de Francia.

Ante la situación grave de la economía, en que Francia ha visto reducida la calidad de su deuda pública, crecer el desempleo, tener el sistema de pensiones al borde del colapso y la corrupción galopante, Hollande decidió tender una cortina de humo a la vez que buscar desarrollar uno de los ideales del Mayo del 68, del cual él se declara orgulloso heredero: el "matrimonio" homosexual. Hollande pensaba que, de forma similar a lo sucedido en España y otros países europeos, la medida sería aprobada con cierta polémica mediática que serviría para distraer el ambiente de los problemas serios que las finanzas públicas reportan, por tratarse ya de sociedades "postcristianas" y la Laicidad uno de los pilares de la Revolución. 

Pero resulta que tras la bandera tricolor de la Liberté, Egalité y Fraternité, en realidad un emblema de centralismo que extendió a todo el país --son en realidad la bandera y los colores locales de Paris-- aparece todavía la blanca bandera tachonada de flores de lis doradas de la otrora "Hija Predilecta de Roma", y la iniciativa de Hollande se ha topado contra una enorme oposición de la sociedad como lo atestigua la manifestación del pasado fin de semana en París que sumó a entre 800,000 y 1'200,000 personas; pero ojo, sería erróneo pensar que esto sólo fue algo que convocó solo a los católicos franceses o fue organizado e impulsado por la Iglesia en particular, y que tiene un carácter fascista o meramente religioso, no es así, ya he hablado aquí de la aparición de la "Generación Identitaria" como un movimeinto juvenil contrario a las ideas y planes de la Izquierda o el "Progresismo" en Francia, y fueron ellos parte de este movimiento, pero también se sumaron hasta musulmanes y protestantes, y distó la manifestación de ser en el tono de "mochería" típica de las que en España organiza "Haste Oir" o "Pro Vida" en México y demás organizaciones neoconservadoras, que distan de defender sus posturas desde una buena altura intelectual y con medios bastante cursis que les hace ser criticados incluso por los Tradicionalistas Católicos.

No, aquí, la manifestación fue diferente: con los mismos medios contestatarios que utiliza la Izquierda para sus campañas, juntó más allá de viejos apegados al pasado, a jóvenes y a mujeres, muchas mujeres, lo que rompe con la tradicional visión de minoría explotada que la Izquierda tiene de ella; y sobre todo, no plantea la defensa del matrimonio natural únicamente ni desde el punto de vista moral, sino también, la reconversión del modelo de Estado francés; ya no piden como los griegos o los opositores a Sarkozy, el fin de los recortes presupuestales al gasto social, si no que piden un cambio que les devuelva la responsabilidad, la iniciativa y la libertad que les han sido arrebatadas por "Papá Gobierno", están hartos también de que el Estado les arrebate la identidad, las tradiciones, y les indique por decreto lo que es bueno y correcto y lo que no lo es, están hartos de una Unión Europea que se ha convertido en instrumento de la hegemonía alemana y del mantenimiento de una parasitaria burocracia continental que poco resuelve y ha causado más problemas, y están hasta la coronilla de que los políticos les cobren impuestos estratosféricos para sustentar una élite corrupta e ineficiente, de ahí que muchos secunden la postura de Gérard De Pardieu ante la salvajada de un impuesto del 75% sobre los ingresos a los más ricos, a los inversores, a los creadores de empleo, están hartos del discurso hippie y buenista de los políticos que sean Socialistas o presuntos Conservadores, han seguido los lineamientos del "Mayo Francés" del 68 y que ha ocasionado prácticamente el desperdicio de generaciones enteras y el beneficio de políticos cleptócratas e intelectuales baratos que, en palabras del columnista ruso Nicolás Popov, han convertido a Francia en "un país insoportable, un oasis de la fealdad, un campo de concentración de lo políticamente correcto, un horror de Estado que todo lo controla mediante la burocracia y la policía, y un paraíso de los impuestos altos" .

Hollande no se la esperaba y amenaza con la censura y el ostracismo a las instituciones, sean religiosas o laicas que desafían el pensamiento políticamente correcto del progresismo imperante y que se atreven a retar al establishment de los supuestos eternos rebeldes, en realidad obesos usufructuarios del poder ideológico y político en Europa; todo indica que, pese a la oposición de la mayoría de la sociedad francesa, su iniciativa del "gaymonio" será aprobada, pero el divorcio entre el auténtico pueblo francés y su clase dirigente estará, al mismo tiempo, plenamente consumado y será el inicio de problemas futuros y cada vez más fuertes.

El Presidente, entre tanto, no se arredra y continúa con la política neo-colonialista de Sarkozy olvidando el presunto discurso pacifista de la progresía que tiene en Imagine uno de sus himnos más simbólicos de su ideal de un futuro de idiotas pasivos que ni piensan ni actúan para no molestar, y ahí lo tenemos interviniendo en Africa; si su antecesor mucho tuvo que ver con el derrocamiento y muerte de Ghaddaffi en Libia, al parecer para encubrir los negocios turbios que había hecho con el mencionado dictador magrebí, y sosteniendo a un nuevo dictadorzuelo para Costa de Marfil, Hollande hace lo propio en Malí, donde ataca a los Islamistas que fueron apoyados por su país en Túnez, Libia, Egipto y ahora mismo en Siria para hacerse con el poder, quizá lo que en realidad pasa es que ofrece, como mercenario, sus bombardeos al mejor postor, a aquella facción que contienda en los países africanos, perpetuamente debilitados y sumidos en la violencia que el Quai D'Orsai siempre patrocina, desde que los descolonizó, a cambio de concesiones y contratos para la explotación de sus recursos naturales necesarios para sacar a flote a la golpeada economía de Francia.

Como sea, Francia va camino del colapso provocado por el fracaso de las utopías de la Revolución Francesa que marcaron, desde 1789, el destino del país, y provocado también por el orgullo de no aceptar su decadencia y su desplazamiento como potencia mundial; el pueblo francés parece reaccionar y clama por un cambio de dirección, pero no será escuchado, la clase política gala es sorda y ciega a los intereses de los ciudadanos, como Napoleón, solo sueña con la grandeza --y la riqueza-- para sí misma, y no le conviene que el pueblo despierte como lo está haciendo; la semilla para un futuro inestable económica y socialmente hablando, está sembrada; entre tanto, parece cumplirse aquello de que el Conservador de hoy será el Revolucionario de mañana.


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