Como ya sabrán, estimados lectores, soy fan de los cómics en general, y en especial, del género de superhéroes desde la infancia, y he de señalar que el personaje Spiderman, creado por el genio de Stan Lee y Steve Ditko en 1962, hace ya prácticamente sesenta años, tiene un lugar prioritario en esta afición mía. Recuerdo cómo, cuando tenía unos cuatro o cinco años de edad, en 1980-81, cuando estaba en el preescolar, vivíamos en una Colonia (urbanización o barrio) de aquí de la Zona Metropolitana de Guadalajara, México, llamada Prados Guadalupe, en la calle Sebastian Bach, cerca de su confluencia con la entonces Avenida Cordilleras (hoy Avenida Manuel J. Clouthier), cerca de la parroquia de Corpus Christi, y diariamente, mi mamá me llevaba de la mano, por la mañana, a pie, por esas calles, al jardín de niños, y como a la 1:30 pm iba por mi, de regreso, pasábamos, sobre la Avenida Cordilleras, a un minisúper de nombre El Sinaloense, (hoy desaparecido, su inmueble luce vacío y abandonado, con un letrero de "se renta" con teléfonos desde hace ya algunos años, sin que al parecer, nadie haya estado interesado) donde mi mamá compraba algunas frutas o verduras, leche y para mi, algún cuaderno para que yo dibujara, o bien los cómics de Spiderman.
En aquel entonces, los cómics de Marvel eran editados en México por Novedades Editores, casa que publicaba un diario de tal nombre en la Ciudad de México, hoy desaparecido desde el año 2002, y eran ya bastante populares, en especial el arácnido, gracias a la continua retransmisión en la TV de la pionera serie animada de TV de los años sesenta. Incluso, ya en 1978 había habido una película live action y una serie televisiva del personaje, interpretado por Nicholas Hammond, ya incluso, causaba furor en aquel entonces el serial televisivo estelarizado por Bill Bixby y Lou Ferrigno sobre El Increíble Hulk, la cual, a pesar de su bajo presupuesto, destacó por guiones sólidos, su intensidad dramática y el excelente trabajo actoral del protagonista.
En 1978, igualmente, surgía el cine de superhéroes con la ya clásica cinta Superman, protagonizada por el inolvidable Christopher Reeve y el gran Gene Hackman, y dirigida por Richard Donner, filme que se realizó poco después de que Warner Brothers adquiriese el control sobre DC Comics, por lo que desde ese entonces, la llamada Casa de las Ideas buscó también saltar de las páginas ilustradas a las pantallas grandes y chicas con proyectos de acción real y no solo animados.
Esto no cristalizaría verdaderamente sino hasta el año 2002 con el estreno de Spiderman, protagonizada por Tobey Maguire y dirigida por San Raimi, a la que seguirían dos secuelas; sin embargo, el verdadero nacimiento del llamado MCU (Marvel Cinematic Universe), no se daría sino hasta el estreno del Iron Man de Robert Downey Jr., dirigido por John Favreau, en el 2008, y esto debido a una serie de peripecias que ilustran en mucho el devenir de la propia Marvel, las dificultades que ha tenido y el propio auge y decadencia del género de los cómics de superhéroes del que ya he hablado en otras ocasiones en este espacio, y también la serie de cambios e indecisiones que han caracterizado al manejo del personaje desde hace treinta años por su equipo editorial.
Marvel en la década de los noventa se encontraba pasando por problemas económicos, al borde de la quiebra, la editora dirigida por Stan Lee se aventuró a producir una trilogía de cintas sobre el personaje Blade, un cazador de vampiros híbrido humano-vampiro, que en los tebeos era un personaje ciertamente no de los importantes ni muy conocido; aun así, las películas, protagonizadas por Wesley Snipes se convirtieron en un experimento exitoso que dio confianza a la empresa y le permitió salvarse de la bancarrota, y así, plantearse la creación ya en firme, de una rama cinematográfica, atrayendo a inversores para ello; así, logró un acuerdo con la japonesa Sony Pictures, a quien cedió los derechos para la realización de la versión fílmica de su personaje más icónico: Spiderman, lo cual se hizo en la trilogía protagonizada por Maguire; la primer cinta, fue un éxito, la segunda, fue más lejos y considerada como la que impulsó la oleada actual del género en el cine, pues a poco, la competencia, DC, revivía de las manos de Christopher Nolan y Christian Bale a Batman, personaje que tras el estrepitoso fracaso de Joel Schumacher y George Clooney parecía ya más que descartado para volver a las pantallas. La tercera sin embargo, con un guión y una tendencia más satírica que seria, llevó a congelar por un tiempo al personaje; entre tanto, Marvel era adquirida por Disney que comenzaba a construir el MCU, pero sin el arácnido, por estar los derechos del mismo en poder de la compañía nipona.
Ésta, por su parte, decidió relanzar al personaje, encarnado por otro actor: Andrew Garfield, en dos cintas que, pese a las cualidades histriónicas innegables del británico, se desplomaron por guiones mal estructurados y llenos de huecos que desanimaron al público, razón por la cual, tras la segunda, desistieron de concluir la trilogía originalmente planeada.
Es en ese momento que, sabiendo que la presión de la base fiel de seguidores de los cómics del Araña, Marvel-Disney negoció con Sony el que el personaje se uniera al MCU, a lo cual, los japoneses, persuadidos por las enormes cantidades de dólares ofrecidas, accedieron, pero se determinó darle al personaje una orientación muy diferente a las versiones interpretadas por Maguire y Garfield; en mucho también, para no pisar callos de derechos sobre personajes que no fueron parte del trato, y para que la "Casa del Ratón" tuviese libertad adaptando al personaje a la continuidad de las historias construidas por los hermanos Russo, Kevin Feige y Favreau; y también, a la agenda política --coincidente con las ideas dominantes en el Partido Demócrata-- que la compañía, de manera cada vez más patente, empezó a imprimir a las mismas.
El resultado fue el "Spiderman de Tom Holland", éste, un jovencísimo actor británico --homónimo de un prestigiado historiador de la misma nacionalidad, de mis favoritos, por cierto, por su capacidad narrativa y erudición-- con una gran preparación artística, pero cuya encarnación del superhéroe no tardó en causar polémica, no a causa de su trabajo interpretativo, sino, nuevamente de la manera en que el personaje era retratado en los guiones y en el contexto del universo fílmico marveliano, lo cual, por cierto, a mi tampoco me convenció al principio.
Aunque acertadamente se le dio a Peter Parker el tratamiento que debía, tal como en los cómics, de ser un adolescente cursando el bachillerato, con problemas propios de esa edad, a lo que ayudaba que el propio Holland, que contaba con 20 años al momento de su primera aparición como el Araña en Captain America: Civil War en 2016, cuenta con baja estatura y facciones aniñadas que le hacen ver incluso menor, --mientras que en los casos de Maguire y Garfield era evidente que eran mucho mayores que la edad supuesta que tendría su personaje-- la forma en que es visto, como una especie de pupilo o discípulo de Tony Stark/Iron Man era algo bastante ajeno a lo mostrado originalmente en los cómics, en que el joven héroe se lanzaba a su carrera de vigilante contando con sus propios y limitados medios así como su talento científico. La aparición de un interés amoroso como la actriz Zendaya, una mulata, a cuyo personaje se le conocía con las crípticas iniciales de MJ, fue percibido como un caso más de inclusión forzosa y el retiro de un personaje: Mary Jane Watson, sólo por ser blanca y pelirroja. En pocas palabras, se trataba de un Hombre Araña muy diferente al material original y que de éste solo conservaba el nombre...
Sin embargo, la última película, No Way Home, fue una agradable sorpresa, pero la misma, creo, es por un lado, un "canto del cisne" del MCU, sino que de Marvel en sí misma, y por otro, puede ser leída como el texto de los acuerdos entre Disney y Sony, que parecen estar expirando.
He de reconocer que la película me gustó mucho, y en mi opinión, ha venido a ser la "película definitiva" sobre el Arácnido, pero coincido con el crítico Kristoff Raczynski, se trata de una película hecha a base de fan service, esto es, de todo aquello que los seguidores del personaje querían ver en el cine, incluyendo el llamado Spider-Verse, con el retorno de Maguire y Garfield en sus versiones del personaje, y de lo cual ya había un indicio con la película animada estrenada hace 3 años. Es cierto, el guión cuenta con muchos huecos e incongruencias con respecto a las películas anteriores de Holland o a las de Garfield y Maguire; sin embargo, al mismo tiempo ese fan service está tan bien utilizado y manejado de manera inteligente y convincente. Por supuesto, y coincidiendo con Scorsese, no se trata de una obra de arte, ni la considero merecedora de premios, el perfil de las producciones de Marvel, sea en papel o en celuloide, tiende más al entretenimiento, aunque también, como ya lo he dicho aquí, sí ha mostrado preocupaciones y críticas sociales en el pasado, que hoy han llegado al adoctrinamiento puro y duro en la corrección política y toda la llamada agenda progresista, pero que, salvo en excepciones, no entra al desarrollo profundo de la psicología de sus personajes, a diferencia de DC Comics, que se centra más en esos aspectos, o se centraba más en ellos, antes de igualmente, sucumbir a convertirse en propagandistas de la agenda del Partido Demócrata junto a toda la Warner Bros. Afortunadamente, y como parte clave en el éxito tremendo que está teniendo la cinta del Arácnido es que alguien sensato en Marvel-Disney decidió no meter mensajes políticos e ideológicos en el filme y ser entretenimiento puro, algo que las audiencias esperaban y que todos agradecemos.
El mundo del cómic de superhéroes se encuentra en decadencia, y creo que esta película es una especie de "canto del cisne", y a la vez, puede verse como una muestra del afán de lucro entre las grandes empresas del entretenimiento, y cómo el lado artístico de las historietas se encuentra totalmente muerto; hoy, se trata de vender productos atractivos para el mercado.
Es decir, el hecho de no incluir los ya cansinos mensajes políticos e ideológicos en torno a la raza o a las preferencias sexuales, no se explica por que, de súbito, se dieran cuenta que estaban errados y volvieran a producir un entretenimiento apolítico, no es así, los más recientes anuncios de Marvel y películas como Eternals continuaron con la misma tendencia sin importar el fracaso comercial provocado por ello. Se explica porque no deseaban perder dinero con una película que apuntaba a ser éxito seguro; también, no creo que haya sido tan repentina la idea de unir a las películas de Tom Holland con sus predecesores interpretando a Parker, posiblemente ya la habían planteado, pero en Sony, desde hace un tiempo para acá, sobre todo ante la posibilidad, para la empresa japonesa, de mantener los derechos sobre el personaje y lucrar como nunca con él.
De hecho, pensemos detalladamente en la conclusión del filme: Con el nuevo hechizo del Dr. Strange con el cual se restaurará la separación entre los universos paralelos, no solo los Spidermen de Tobey Maguire y Andrew Garfield, sino también los villanos, ya "curados" como El Duende Verde, Dr. Octopus, Lizard, Electro y Sandman, regresan a sus particulares mundos, sino que todo el universo en el que ocurre la historia del personaje de Holland, se olvida de su existencia, es decir, ese Peter Parker pasa a convertirse en un ser anónimo, desconocido para todos y completamente solo. Esto, sin embargo, puede leerse desde el texto del acuerdo entre Sony y Disney: se acabó la colaboración, de ahora en adelante, el Araña ya no será parte del MCU...
Porque, a partir de ahora, Sony va a crear su propio Spiderverse, que sabe, será mucho más ventajoso que la llamada Fase 4 de la franquicia que la casa del Ratón seguirá produciendo, sin personajes ni actores atractivos o con arrastre, y presos de la agenda ideológica marcada por el Partido Demócrata, con la que ha labrado una muy oscura alianza. Por ello, se habla de la resurrección de las franquicias a cargo tanto de Garfield como de Maguire, además de la continuación, con otras tres películas más, de la historia de la versión de Holland, y la futura llegada de otros personajes con poderes derivados del artrópodo: Spiderwonam, Spider Gwen, Spiderman 2099 y el Ultimate Spiderman (afroamericano e hispano) de Miles Morales, y toda su camada de villanos, con lo que pueden cosechar grandes réditos económicos con independencia de Disney, sin que además, esto sea óbice para que pueda, esporádicamente, darse alguna colaboración entre las empresas, pero seguramente, los nipones venderán caro, muy caro, dicho auxilio, a la empresa norteamericana, la que, ante la más que probable deriva catastrófica de su Fase 4, correrá más de una vez a suplicar la ayuda que representaría la inclusión o el cameo, de alguno de los arácnidos.
Y todo esto, mientras el público siga queriendo ver superhéroes en la pantalla.
Los personajes del cómic se han convertido en la última tabla de salvación para la industria cinematográfica norteamericana, carente ya de creatividad y cada vez más lejana del lado artístico del cine para convertirse en un mero negocio, y es que en mucho por necesidad, por tratarse de una industria que por su propia naturaleza, --en mi caso, yo lo he visto con un sobrino mío que acaba de terminar precisamente la licenciatura en cinematografía,-- y siendo un arte tan complejo, que suma en ella a las otras seis, (pintura, escultura, danza, literatura, arquitectura y música) es sumamente costosa, por lo que necesita de un esquema de generación de dinero para ser viable, y si desde el 2008, la huelga de guionistas primero, la crisis económica después, y ahora la pandemia del COVID, más la emergencia de las plataformas de streaming han supuesto retos para su sobrevivencia y continuidad (de ahí que la conocida crítica de cine norteamericana, Grace Randolph, en su canal de Youtube, Beyond the Trailer, tenga un programa semanal que titula Movie Math, en el que precisamente toma los datos de la recaudación en taquilla y venta de merchandising y otros ingresos que obtengan las películas, efectuando un balance con sus costos de producción, para ver si los filmes estrenados o en exhibición resultan rentables y obtienen utilidades, quedan tablas o son rotundos fracasos con pérdidas; esto no se ve, pero resulta bastante azarosa la vida de productores, directores y actores, que bien pueden ganar millones por algún filme, pero al siguiente perderlo todo y quedar endeudados, lo que quizá explique porqué realizadores que habían hecho trabajos tan críticos, como el caso de J.J. Abrams con sus series como Lost o Person of Interest, ahora son tan serviles a la agenda progresista, obligados a hacerlo o quedarse sin oportunidades de trabajo ante la amenaza de ser vetados.
El superhéroe, por otro lado, cada vez está más desfasado, no solo porque los jóvenes y niños ya no compran las revistas, e, ignorantes del origen y la historia en los cómics, sólo conocen a los personajes por el cine, sino porque el mismo concepto está fuera de lugar: su surgimiento se dio en los años inmediatos anteriores al estallido de la II Guerra Mundial, en el caso de King´s Features Sindicate que creó a los primeros, como Phantom, Flash Gordon o Mandrake, y por supuesto, DC Comics, incluso Marvel, denominada entonces Timely, crea a sus primeros personajes, principalmente, el Captain America durante el desarrollo de la contienda, posteriormente, tendrá su auge en los años 60 con el apogeo de la Guerra Fría y el conflicto en Vietnam ante la amenaza del Comunismo y la Rusia Soviética.
Pero hoy, precisamente, ante el mundo globalizado, los norteamericanos no han encontrado enemigos que puedan ser personificados como villanos en los cómics, ante la posibilidad de ser señalados como racistas o xenófobos y recibir alguna respuesta por perpetuar estereotipos; también ante las críticas y señalamientos en contra del heroísmo por ser considerado algo propio del "heteropatriarcado tóxico", vemos que se ha adoptado o la agenda progresista o bien se han hecho historias como The Boys o Invencible, en que se deconstruye la figura del héroe y mostrar a éste como un farsante, un malvado oscuro detrás de una mera fachada de valentía y altruismo, virtudes que se señalan como inexistentes o propias de ilusos, el héroe, al final, es mostrado como un títere de gobiernos o corporaciones, una simple imagen creada por esos poderes perversos.
Como dice el comentarista político norteamericano Matt Walsh, el objeto de las películas de superhéroes, actualmente, no es ya la de contar una historia, y con ello, satisfacer la necesidad de las narraciones épicas, una que tenemos desde los tiempos más primitivos --piénsese, por ejemplo, en la epopeya de Gilgamesh, en la antigua Mesopotamia-- sino vender el merchandising. El lucro. El cómic de superhéroes, como género, está muerto, sólo queda como negocio, y como tal, está condenado también a desaparecer ante el agotamiento del consumidor, que poco a poco se está aburriendo, de, como dice el mismo Walsh, ver repetida una y otra vez la misma historia.
Si el cómic, como arte, ha de sobrevivir, debe convertirse en obra de autor, como lo es el manga japonés. Ni Spiderman, Batman, Superman o cualquier otro de estos personajes es una obra artística que pertenece a su autor, sea Stan Lee, Steve Ditko, Bob Kane, Bill Finger o Jerry Siegel y Joe Schuster; aunque ellos los idearon y diseñaron y les dieron la historia de su origen, pasaron a ser meros productos de consumo, propiedad de codiciosas empresas que, de ser meras editoriales de publicaciones impresas periódicas, pasaron a ser meras productoras de artículos de entretenimiento, que sepultaron a los creadores y les quitaron toda posibilidad de intervenir en el desarrollo de los personajes. Las historias tuvieron inicio, pero no tienen final, a fin de seguir sacando dinero de ellos.
Así, el cómic de superhéroes y sus personajes están siendo víctimas de su propio éxito; para mí, siempre serán un recuerdo y mantendré mi colección que he acumulado desde los cuatro años, ahora, ya sólo compro, muy ocasionalmente, sagas clásicas reeditadas y no me interesa lo nuevo. Sé que me tocará ver el final definitivo del género, como de todo lo que ha producido Occidente. Y en este sentido, creo que No Way Home, es la última gran película de superhéroes por parte de Marvel, habrá que esperar un poco para ver si The Batman de Robert Pattinson es igualmente el testamento de DC, o solo un fiasco más ante el desmoronamiento de dicha casa y su matriz: Warner Bros. Después de esto, ya todo será basura.
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