Algo que es innegable que estamos viendo en nuestros días es el fin de la Democracia en Occidente y otras partes del mundo; lo sorpresivo es que esto no se hace por personajes como los de la foto, que han suscrito una alianza en interés mutuo: Putin, ciertamente, es un autoritario y personalista en el ejercicio del poder, y Nicolás Maduro, un verdadero sátrapa, henchido de soberbia y ebrio de poder, pero no son los únicos; la realidad es que, en el Hemisferio Occidental, esta forma de gobierno se encuentra deteriorada, no por personajes carismáticos que, de un plumazo, inicien regímenes autoritarios, y supriman no solamente la consulta en las urnas al electorado para la designación de los gobernantes, sino también por la pérdida de los pesos y contrapesos constitucionales; la realidad es que, como ya lo estudiaran Aristóteles y Polibio en tiempos clásicos, la Democracia cae por sí misma, porque en el fondo, y más desde la Revolución Francesa, no es más que una utopía.
La pandemia actual ha sido el mayor catalizador de un proceso de ascenso del autoritarismo en nuestro mundo occidental, la Democracia Liberal ha sido, en mucho, víctima de su propio éxito. Por ejemplo, aquí hemos criticado las "teorías de la conspiración" que han pululado durante estos dos años: que si Bill Gates, que si el Club Bilderberg, el Foro de Davos, etc. Lo cierto de todo esto es que el sistema democrático liberal ha generado, desde su implantación a fines del siglo XVIII con las Revoluciones Norteamericana, Francesa y aún las Independencias Hispanoamericanas, una oligarquía al estilo de lo que planteara en su momento Aristóteles: es decir, la Revolución Industrial y el cambio de la fuente de riqueza del agro hacia la industria, y de éste, si seguimos la idea de la evolución social y económica de Alvin Toffler, al manejo de información, lo que incluye, por supuesto y de manera preponderante, al capital financiero --resulta irónico que actualmente se esté poniendo el grito en el cielo por el ascenso de las criptomonedas, cuando, en realidad, las divisas que se manejan en las grandes transacciones financieras son tan virtuales como el bitcoin, meros asientos contables en operaciones informáticas-- ha provocado el ascenso de una clase social dominante conformada, como siempre, por los poseedores de las fuentes de riqueza actuales.
De igual manera, esta clase dominante, por supuesto que cuenta con la capacidad de influir en las decisiones de los gobiernos y en las campañas políticas, y también, espera que las decisiones que tomen los gobernantes sean favorables a sus intereses: les otorguen concesiones, contratos, estímulos fiscales, oportunidades de negocio a cambio de financiar campañas, jugosos sobornos y demás.
Estos intereses por supuesto que están detrás de muchas de las políticas y medidas que implementan los gobiernos occidentales, a eso unamos que estas oligarquías no tienen los mismos códigos de honor y moral de las antiguas aristocracias: lo importante es la obtención de ganancias, el lucro, o también la fama, sin importar los medios; no existe una idea de responsabilidad histórica, ni de trascendencia, más allá el famoso aforisma de Bill Clinton: Es la Economía, Estúpido y en aras del mercado de consumo, dirigirnos hacia el Mundo Feliz de Aldous Huxley. Por ello, la idea de la moral autónoma, relativa y subjetiva que surge desde la Reforma Protestante y pasa por Kant, ha sido tan importante para la creación de la actual ideología progresista que se ha insertado en las mentes de los Millenials y les hace pasto fácil de las manipulaciones de las élites políticas y económicas.
Por ello, y más que por una cuestión de conspiración como lo cree el autor Francisco Gijón en sus vídeos, es que se ha perdido la cultura, porque las propias élites actuales carecen de ella: ninguno de los actuales políticos encumbrados parece tener interés alguno en los clásicos literarios o filosóficos; es evidente que la mayoría de las estrellas de Hollywood o del deporte son poco menos que analfabetas funcionales, cuando no, pretenden hacer de sus vicios ley de vida, y es que la cultura, ya no es necesaria para el éxito; no se requiere conocer de teoría musical, estudios de contrapunto y composición como Karajan, Stravinsky o los clásicos cuando se cuenta con el autotune y el Reggaetón construido con ritmos simples y repetitivos y letras pornográficas que atraen a mentes simples con sus instintos básicos no educados y aseguran ventas millonarias. Algunos de los integrantes de estas élites, pensemos, por ejemplo, en Bill Gates, pueden ser informados, pero no cultos, o pueden tener conocimientos excesivamente especializados en una sola rama del saber o del hacer, y la figura de Elon Musk, a mi, me parece más una creación mediática que un verdadero genio; a veces me da la impresión que se trata de un monigote creado por un departamento de relaciones públicas y detrás existe un conglomerado de inversionistas, científicos y técnicos que son los que han creado el imperio de Tesla y SpaceX.
Así, la cultura no es necesaria para tener el éxito material que te define como integrante de las élites actuales, y para los miembros de las clases "sometidas", la cultura es un obstáculo precisamente para que sean dominadas, así que se le desprecia; por ello, la Educación formal desde la primaria y hasta la Universidad, se concreta a ser una mera formación para el trabajo, para que, como en las metafóricas imágenes surgidas de la visión de Alan Parker sobre la música de Pink Floyd en The Wall, el estudiante sea, al salir del sistema educativo, arrojado al molino de carne de los esquemas de producción y consumo.
Ante eso, tenemos masas irreflexivas que votan no con base en la razón, sino en el sentimentalismo y la emoción, pero también, se producen candidatos que no son muy diferentes a su electorado, por eso, en Occidente tenemos a sujetos estrambóticos como Trump o Bolsonaro, a seniles carentes de proyecto, como Biden o López Obrador, o a verdaderos guiñapos que obedecen a quién sabe qué intereses y carecen de planes, o siquiera de una idea de lo que están haciendo en el puesto, como el caso, trágicamente cómico de Pedro Castillo en Perú --el hecho que un periodista sensacionalista como Fernando del Rincón, representando a una cadena como la CNN, tan cuestionada en su credibilidad actualmente, y que hasta hace pocos años cubría noticias como las supuestas apariciones del chupacabras en el programa Primer Impacto de la cadena Telemundo, lo haya exhibido,-- muestra el bajísimo nivel intelectual y de preparación con el que algunos se atreven a presentarse como candidatos, y lo más increíble, que sean votados por la mayoría del electorado, que increíblemente cree que ellos "son pueblo" y por serlo, serán acertados en su gobierno.
Estos gobernantes débiles han decidido aprovechar la pandemia para sustituir su falta de fuerza real con medidas autoritarias, así como imponer todas las medidas para sostener las aberrantes políticas de género e identitarias, detrás de ellas está el intentar, vía decreto y vía coacción por parte del Gobierno, cambiar incluso la Naturaleza biológica misma del ser humano, o al menos, la percepción que éste tenga de ella, y que sea el propio Gobierno el que designe lo que es bueno y lo que es malo, lo cual ya es el paso hacia el totalitarismo.
En este sentido, podríamos tomar los acontecimientos actuales como la actualización de las tesis planteadas por Aristóteles y Polibio en los siglos IV y II a.C., respecto a la corrupción natural de la Democracia, cómo ésta degenera en una oligarquía y ésta a su vez, impulsa el surgimiento de un tirano, que ejerce el poder de manera violenta y sin respetar un orden jurídico como forma de contener las fuerzas del pueblo. Hoy en día vemos esto claramente ilustrado en la rebelión del gremio de los camioneros contra el gobierno del Primer Ministro canadiense Justin Trudeau.
Trudeau, que ya ha ostentado la primera magistratura en el país del extremo norte de América desde el año 2015, ha sido mostrado como la afable cara del Progresismo, un niño mimado del Globalismo, ha tomado medidas fuertemente restrictivas en torno a la pandemia del COVID-19, entre ellas, la vacunación obligatoria de los transportistas, sobre todo cuando estos vienen de Estados Unidos al reingresar a Canadá. De súbito, se organizó una caravana en protesta contra lo que se percibe, es una imposición gubernamental, que va contra la libertad de elegir; y esto, incluso, es secundado por muchos del gremio que ya se encuentran vacunados.
Al mismo tiempo, en Nueva York, el funeral de un oficial de policía abatido en el cumplimiento del deber ha servido para lanzar críticas a las posturas extremas de los Demócratas de reducir los recursos a las policías locales por ser percibidas éstas como organizaciones dedicadas a la agresión o represión racista contra los negros y otras minorías; el resultado de esa estúpida y demagógica política --sería un caso realmente anómalo el ver a un Estado que destruye a sus propios órganos de seguridad pública sin sustituirlos (o quizá buscaban concesionar el servicio a los magnates que patrocinan al partido) en pro de proteger a minorías supuestamente acosadas y perseguidas ha redundado en un aumento de la criminalidad, más si le aunamos el incremento del desempleo y la crisis económica.
Así que las cosas no están tan sencillas, y el ambiente cada vez es más tenso en Occidente; el retiro de las medidas restrictivas, o el anuncio un tanto arbitrario de "el fin de la pandemia" que se empieza a difundir en algunos países europeos, tienen que ver más con tratar de lograr cierta distensión al interior de estos países que con que, efectivamente, se haya controlado la emergencia sanitaria, el tan pregonado Gran Reset del que tanto se habló el año pasado y que era impulsado por las élites financieras y empresariales, y que no es un proyecto comunista como mucho conspiranoico dice, ni quizá tampoco un programa a seguir, sino una serie de propuestas utópicas y también interesadas, para crear una "sociedad perfecta" sustentada en el oligopolio de corporaciones sobre la propiedad y la prestación de servicios. --Eso no es comunismo, es feudalismo, combinado con un totalitarismo que garantice ese acamparamiento de la riqueza y la reducción de las personas a meros trabajadores y consumidores, como los siervos medievales.-- Va a fracasar.
Lo que sí, todo esto muestra el proceso de decadencia y descomposición de las sociedades occidentales, empezando por sus élites, y sobre todo, de sus sistemas democráticos, los cuales son los que principalmente han impulsado esta caída; y es que, finalmente, de ser un sistema pensado para que el pueblo, como electorado, controlara a los gobernantes sustituyéndolos cuando no respondieran a los intereses de la gente, y que ésta eligiese representantes a fin de transformar sus exigencias en legislación, queda claro que, cuando en las sociedades del llamado Primer Mundo, se solucionaron los problemas básicos de la sociedad: trabajo, economía, educación y salud, se buscaron crear problemas y demandas a fin de mantener vivo el sistema, de lo contrario, la necesidad de cambio que justifica la realización de elecciones desaparece. Así, los partidos políticos deben crear problemas qué resolver, es decir, ofrecer soluciones equivocadas para los problemas que ellos mismos crean, como por ahí se dice, porque se trata de mantener vivos los conflictos y las divisiones en la sociedad a fin de mantener el sistema, y en pocas palabras, justificar su chamba.
Además que, por supuesto, los representantes no obedecen a sus electores, si no que más bien ellos imponen al pueblo las decisiones que arbitrariamente toman.
Ante el descrédito de la Democracia, no es de extrañar que la gente se empieza a sentir atraída por modelos alternos, que resultan atractivos por sus aparentes éxitos: en el mundo islámico, crece la idea de los regímenes religiosos y el cada vez mayor auge del Salafismo, el modelo chino de una aristocracia dirigente constituida en un partido único que ejerce un poder con puño de hierro y vigilancia total sobre la población, atrae, y ni se diga el autoritarismo unipersonal, casi zarista, de Putin, inspira a muchos.
Como podemos ver, estamos por presenciar grandes cambios.