Las elecciones en el Reino Unido (Inglaterra-Escocia-Gales-Irlanda del Norte) sólo han demostrado el agotamiento y el fracaso de la "Tercera Vía" iniciada por Tony Blair en los noventa, postura ideológica adoptada por el ex-Primer Ministro de su mentor el sociólogo Anthony Giddens, famoso promotor de la Globalización, y que consistió, fundamentalmente en retomar la tradicional doctrina keynesiana del Laborismo inglés: la expansión del gasto público como motor de la Economía y la implantación del Estado de Bienestar, que llevó, ni duda cabe, a un periodo, bajo el mandato de Blair, de bonanza económica y crecimiento pero que terminó en una monstruosa expansión del endeudamiento público y privado y el empobrecimiento de los británicos en una situación que aparece sombría y complicada.
Durante los años de expansión bajo el gobierno Blair, la antigua potencia colonizadora se vio a su vez colonizada por capitales islámicos y rusos: el Egipcio Al-Fayed se adueñaba de Harrod's, la tienda de lujo más tradicional inglesa, y las elites y gobiernos Qataríes y de Emiratos Arabes Unidos, así como de Bahrein adquirían empresas de seguridad, financieras y equipos de fútbol como el Arsenal, el Manchester City o el Manchester United y oligarcas rusos como Ibrahimovich adquirieron también equipos como el Chelsea y medios de comunicación, como el diario "The Independent" en manos de un corrupto y millonario exiliado de nombre Alexander Lebedev, antiguo agente de la KGB, en definitiva, muchos sectores estratégicos (el fútbol es uno de ellos, además de ser fuente de orgullo nacional, pues los ingleses lo consideran SU deporte, como los gringos al béisbol) ya no se encuentran en manos de orgullosos súbditos de su Graciosa Majestad, sino en manos foráneas.
Por si fuera poco, la sociedad británica se encuentra en crisis en muchos aspectos: la migración musulmana ha cobrado una enorme fuerza, y a diferencia de Francia, Alemania o España, donde los recién llegados son de origen humilde, en Inglaterra se encuentran personas de clase media y alta, con títulos universitarios o que han llegado incluso con intenciones de hacer negocio e invertir, como ya lo habíamos dicho, por lo que su posición no es precaria y sí muy influyente en el entorno social y político británico: los atentados al transporte público londinense en 2007 en represalia a la intervención en las Guerras de Irak y Afganistán mostraron cómo esta sociedad islámica de la isla se encuentra infiltrada por elementos radicales cuyos líderes en muchos casos son intocables y tienen capacidad de organización y de propinar golpes duros y directos con tal de hacerse presentes y abanderar sus intereses.
En materia religiosa, la Iglesia Anglicana se encuentra en proceso de descomposición: temas como la ordenación de mujeres, la aceptación del matrimonio homosexual o el aborto han llevado a la salida de muchos miembros de esta iglesia nacional fundada en el siglo XVI por Enrique VIII, muchos de los cuales o han conformado sectas independientes que no dependen del Estado Británico, o la mayoría ha optado por el retorno a la Iglesia Católica, misma que ha crecido enormemente en los últimos años, encontrándose entre los conversos a gente incluso posicionada en los círculos del poder, como el primo de la Reina, el Duque de Kent, o el mismo Tony Blair. Mucho de la campaña contra el Papa desatada por la BBC o Richard Dawkins se explica ante el pánico existente por el naufragio del anglicanismo y la cada vez mayor presencia del catolicismo, refundado por el Cardenal John Henry Newman a fines del siglo XIX y que hoy ya representa a entre un 12 y un 15% de la población, cuando hace 20 años no llegaba más que al 5%. El próximo viaje de Benedicto XVI a Inglaterra para la beatificación del cardenal inglés manifestará en mucho la revancha de Tomás Moro sobre Enrique VIII.
Y es que resulta contrastante y absurdo que el Estado Británico patrocine a una organización religiosa mientras por otro lado se manifieste contrario a la religión y prohiba crucifijos, velos y estrellas de David en entidades públicas y aerolíneas en una situación en que nadie entiende nada, aparte de debatirse abiertamene en el Parlamento en derogar la Ley impuesta por Isabel I hace más de 400 años que prohibe a los católicos ocupar el trono o a los monarcas contraer matrimonio con "papistas" y es que lo principal es que las instituciones británicas hacen agua por todos lados:
La monarquía, pese a que con Isabel II dista mucho de ser algo solamente simbólico, puesto que cuenta con el "Privy Council" y las entrevistas semanales con el Primer Ministro para manejar resortes ocultos del poder, y aunque en los últimos años ha aparecido más estable, arrastra tras de sí los escándalos familiares de la década de los noventa, el fantasma de Diana sigue flotando en el ambiente y las interrogantes sobre qué hubiera pasado si ella siguiera con vida y reconvertida en activista. La Administración de Justicia apenas el año pasado fue reorganizada para independizarla del Poder Legislativo y alejarla de los intereses de la corona, creando una Suprema Corte, separada de la Camara de los Lores, misma que continúa integrada por nobles con escaños hereditarios.
La falta de una constitución escrita, un sistema legal sustentado en la tradición medieval y totalmente incompatible con los sistemas jurídicos de raíz romano-canónica del resto de los países de la Unión Europea es otro de los factores que debilitan la posición del Reino dentro del bloque y le hacen ser un verdadero extraño, así como su rechazo al euro (que por otro lado, la ha salvado momentáneamente de la actual crisis continental) junto con una postura en que se alínea más con EUA que con el resto de la Unión. A veces, parece que aunque miembro de la forma de integración regional más avanzada, Gran Bretaña está más aislada de Europa que en ninguna otra época, cuando siempre fue un activo protagonista del continente.
De hecho, algo que mató al gobierno laborista fue la subordinación completa prestada por Blair a los intereses norteamericanos, heredó a Gordon Brown una administración desprestigiada y controvertida ante la evidente mentira de las armas de destrucción masiva a fin de justificar la participación británica en las aventuras bélicas de Bush, sobre lo cual se ha abierto una investigación y hasta se han aireado testimonios sobre los tensos debates entre Blair y el Príncipe Carlos en las sesiones del Privy Council al iniciar la invasión a Irak en 2003.
Brown, por su parte, no hizo nada por restaurar la imagen y la aceptación del gobierno, su antipatía, su falta de tacto y su mediocridad aunado al pésimo manejo económico, han llevado a la actual situación electoral, en que los resultados han favorecido al líder Conservador o Tory: David Cameron, (pariente lejano de la reina Isabel II, al ser descendiente de uno de los muchos hijos ilegitimos del rey Guillermo IV en el siglo XIX) y la sorpresiva irrupción del Partido Liberal Democrático con su joven líder Nick Clegg, quien intentó, con mediano éxito, aparecer como un Obama británico, lo que le alcanzó para posicionar a su partido (una formación izquierdista, pese a que de nombre aparenta ser otra cosa) como la tercera fuerza política en el Parlamento y complicar la formación del Ejecutivo, dado el extraño sistema electoral inglés, aunque solo quedaba una opción para formarlo: la salida de Brown, a quien nadie quiere, ni la reina, ni los diputados, ni el pueblo, ni su propio partido, y finalmente, ha anunciado que dimite del liderazgo del Partido Laborista y se hace a un lado para permitir que Clegg juegue a la prostituta y negocie con Cameron y también con quien quede al frente del Laborismo para ver quién le da más y así formar gobierno.
Caray!! esa actitud de Clegg indica que el fenómeno de la "chiquillada" o los minipartidos que se prostituyen para sobrevivir aliándose con los partidos grandes no es particular de México.
Brown seguirá en el poder hasta que haya un acuerdo y se forme un nuevo Ejecutivo, para el cual, sin embargo, el panorama no luce prometedor, y menos cuando ni Laboristas, ni Conservadores, ni Liberal-Demócratas parecen tener como política la disolución del "Estado de Bienestar", ahora menos, estimulados por el plan de rescate europeo que acaba de aprobarse.
¡Qué lejos están los días en que la Reina Victoria se sentaba sobre el trono más alto del mundo!
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