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20 de agosto de 2022

CHINA, TAIWAN Y ESTADOS UNIDOS

 La visita de Nancy Pelosi a Taiwán, en imágenes | Internacional | EL PAÍS

La situación mundial actual se parece tanto a los años inmediatamente previos a la Segunda Guerra Mundial, solo que, pese a lo que diga la propaganda occidental, son ahora los regímenes "democráticos" de nuestro hemisferio, conformado por Europa y América, --a los que se suman Australia y Nueva Zelanda.-- los que, al igual que los regímenes de Mussolini y Hitler en la década de los 30, se la han pasado provocando a las potencias asiáticas emergentes: el Islam, Rusia y China, cuando no, invadiendo, interviniendo en la política interna y siendo agresivos... habría que preguntarnos si, como decía Anna Applebaum, los regímenes de Putin, Xi Jinping o Kim Jong Un son los Bad Guys; porque seamos sinceros: el hecho que los países occidentales tengan un régimen político democrático, no equivale moralmente a bondad, ni esto ha sido realmente una garantía para evitar el autoritarismo: desde que las elecciones consisten en realidad, en designar gobernantes provenientes ya de una élite o grupo oligárquico, al que Gaetano Mosca denominaba La Clase Política, y que otras oligarquías, como los grandes empresarios, financieros o gente del espectáculo, a los que Cecil Wrigth Mills llamaba Élites del Poder, son quienes realmente influyen en los "representantes populares" para que estos expresen "la voluntad general" roussoniana en la legislación, queda claro que la Democracia, tal y como Gustavo Bueno lo señalaba, no es otra cosa más que una utopía.

En realidad, las potencias occidentales son gobernadas por oligarquías, mismas que tienen intereses propios que convierten en los de los Estados que controlan, y que, cada vez más, como puede verse con la llamada cultura de la cancelación, las histerias y mecanismos de control desatados con la Pandemia del COVID-19, la imposición de la llamada "ideología de género", y la actuación del "demócrata" Justin Trudeau sobre los manifestantes en Canadá, cuando no, el ataque que sufren los campesinos holandeses de parte de su gobierno basados en la política para combatir el "calentamiento global", demuestran la teoría de la corrupción de las formas de gobierno expresada en tiempos clásicos por Platón y Polibio: las Democracias son la antesala de las Tiranías.

En nuestras Democracias, lo que existe, en realidad, es el mover a la voluntad de las masas a que acepten los dictados de las oligarquías, existiendo una simbiosis entre la Clase Política y las Élites del Poder, pero no monolítica, por un lado tenemos la existencia de los Partidos Políticos, y por otro, de diferentes grupos, que luego pueden encontrarse enfrentados entre sí, lo que da cierto juego a la lucha por el poder, a darle sentido a la existencia de elecciones y diferentes programas u ofertas políticas, aunque igualmente, como se ve a menudo entre Republicanos y Demócratas en EUA, pueden encontrarse de acuerdo en muchos temas.

En estos meses --en que yo no he podido contar con tiempo para escribir aquí-- hemos visto cómo los acontecimientos en Ucrania y ahora, en Taiwan, son impulsados no por hacer frente al autoritarismo, sino por los deseos de otros autoritarios, de imponer sus intereses sobre los de aquellos; no existe una distinción maniquea entre "buenos" contra "malos", hay un choque de intereses; la satisfacción de los mismos puede tener resultados positivos para los pueblos de los distintos Estados en liza, o no, eso no es importante para estos dirigentes, ya sea de las potencias asiáticas autoritarias como Rusia o China o de las "Democracias" Occidentales, sino la satisfacción del interés nacional, ese concepto que jamás puede confundirse con el del Bien Común, porque en resumidas cuentas consiste en la obtención y ejercicio del Poder por parte del Estado, y muchas veces, ese Interés Nacional se confunde con los intereses particulares de los dirigentes: enriquecimiento personal, obtención de influencia, a veces, la mera satisfacción de egos, control sobre los mercados... etc.

En aras del interés nacional de EUA, el Gobierno norteamericano, presidido por Richard Nixon, reconoció como legítimo gobierno chino al conformado por el Partido Comunista, presidido por Mao Tse Tung, y que desde 1949 se había apoderado de la capital, Pekín, tras haber derrotado, en la larguísima guerra civil, al Partido Nacionalista de Chiang Kai Shek, que se exilió en la isla de Taiwan. En aquel momento, por el interés nacional, Mao había roto con la Unión Soviética, por diferencias doctrinales en la interpretación del Marxismo, pero también, porque el líder chino no deseaba que el Celeste Imperio fuese un satélite de los rusos como los países de Europa Oriental, Mao, --del que se podrán decir mil cosas, pero no se puede negar que era un patriota-- deseaba convertir a su país de nueva cuenta en una potencia por derecho propio.

De esa manera, el crecimiento económico de China que comenzó tras la muerte de Mao y la llegada al poder de Deng Xiao Ping a finales de la década de los 70, fue obra de Estados Unidos. Para el empresariado norteamericano, China era un platillo apetitoso: por un lado, con el mercado de mano de obra más grande del mundo por su enorme población, y por lo mismo, el mayor mercado de consumidores del globo. Así, todo mundo quería producir en China, aprovechando los bajísimos salarios y las condiciones de semiesclavitud de los obreros, a los que, sin embargo, tampoco se les podía hambrear tanto: había la necesidad de volverlos consumidores, y así, durante el Gobierno de Deng, a fines de los años 70 y a lo largo de los 80, China fue, progresivamente industrializándose y haciéndose más rica. Comúnmente se cree que la política de Deng fue diametralmente opuesta a la de Mao, pero no es así; las bases para la apertura económica china se dieron bajo éste y Nixon, y entre su Primer Ministro Zhou En Lai y el Asesor de Seguridad Nacional y después Secretario de Estado Henry Kissinger. De igual manera, sus campañas previas de El Gran Salto Hacia Adelante y la Revolución Cultural, universalmente vistas como fracasos y genocidios impulsados por el líder revolucionario, fueron en realidad el equivalente chino de la Revolución Meiji japonesa de cien años antes y el paso necesario para la adopción de técnicas, mentalidades y tecnologías occidentales; ¿tuvo un costo humano al transformar a una sociedad rural en industrial por la fuerza? por supuesto, y en el caso nipón es muy probable que también lo tuviera, pero al haber sido en una época en que no existían medios de comunicación avanzados aún, ni muchos testigos occidentales de lo que pasaba en el archipiélago oriental, ni una propaganda impulsada contra el régimen de Mutsuhito, no se habla de ese tema, destacándose, sólo por su carácter épico para la cultura popular, el ruidoso episodio de la Rebelión de Tsushima, capitaneada por Saigo Takamori, el Último Samurai.

China, así, se convirtió en el gran ganador de la Globalización y su éxito económico se entrelazó con la economía de EUA y sus grandes corporaciones, sobre todo las electrónicas y financieras, pero los beneficios recibidos por el Celeste Imperio fueron contraproducentes para la república norteamericana que había alimentado y promovido su ascenso.

En cierta manera, el que Nixon retirara el reconocimiento oficial al Gobierno Nacionalista de Taipei como legítimo de toda China, y que, posteriormente, tal política fuera igualmente asumida por la ONU, y que EUA expresara su reconocimiento a "una sola China" y que ésta es identificada como la regida desde Pekín por el Partido Comunista, mientras EUA mantenía una alianza informal con Taiwán implicaba utilizar a esta isla como una especie de seguro con el qué chantajear a China o mantenerla bajo cierto control. Mientras oficialmente, la isla es una provincia rebelde, contraria al Gobierno nacional chino, EUA también trasladó grandes inversiones a ella para el desarrollo de tecnología y sobre todo, ha estado brindando asistencia militar y venta de armas avanzadas para fortalecer a un pequeño ejército pero que resulte efectivo para oponerlo contra Pekín si de ahí viene la orden de recuperar a la isla y acabar, de una vez por todas, con los sucesores del Generalísimo, el gran adversario del Gran Timonel.

Taiwán, tras la muerte de Chiang evolucionó del régimen monopartidista del Kuomintang o Partido Nacionalista Chino y se ha convertido en un sistema democrático-representativo al estilo occidental. Por ello, se ensalza al régimen taiwanés, mientras que no se pueden cortar las relaciones económicas con Pekín por parte de Occidente, ni desconocer el cada vez mayor peso de éste en el panorama internacional, mismo que ha crecido hasta convertirse en el decidido rival de EUA, y que es claro, que el día de hoy, se encuentra formando, junto a Rusia e Irán, un eje destinado a destronar a la potencia angloamericana de la hegemonía y con ella, a todo Occidente, para girar el eje del poder mundial a Asia.

La política actual de Biden no es más que tirar a la basura la obra de Nixon y Kissinger, éste último siempre lo advirtió: jamás debían entrar en Ucrania, pero además, se había logrado separar a dos grandes potencias comunistas: la URSS, o sea, Rusia y su Imperio, y a China. La actual Administración Demócrata, y por supuesto, la anterior, de Obama, en cambio, fueron a chocar directamente con Moscú al incitar a Ucrania al enfrentamiento desde el golpe de Estado de Maidan en 2014; y por el otro lado, lograron --con un poco de ayuda de Trump, ciertamente, que se lanzó contra China-- volver a unir a chinos y moscovitas en una causa común, ya no definida por una ideología, misma que actualmente poco importa a ambos lados del río Amur, sino por el interés nacional compartido entre ambos imperios asiáticos por lograr derribar la hegemonía norteamericana y occidental.

La realidad es que Taiwan ha sido una anomalía, un territorio cuya autonomía fue de alguna manera conseguida por el capricho de Chiang Kai Shek, un caudillo --igual de autoritario y criminal que Mao, e incluso mucho más corrupto-- que no supo perder la Guerra Civil contra su rival en la lucha por hacerse con la Ciudad Prohibida, y prefirió construirse su corte de juguete en la pequeña isla en vez de exiliarse y retirarse de la escena política, para, desde lo alto de un pequeño banco, seguirse proclamando como el gobernante legítimo del Imperio de los Dragones contra toda evidencia de la realidad, o añorando alguna intervención a su favor de EUA y Occidente para restaurarlo en el poder, algo que poco después se demostró imposible ante el rapapolvo que los comunistas chinos le pusieron al mismísimo General McArthur en Corea; hoy en día, es ilusorio pretender que la isla, con sus 36,197 km2 y sus 23 y medio millones de habitantes puede resistir a un coloso de 1,400 millones de personas y el tercer ejército más potente del mundo, así como la ya, muy probablemente, primer economía del orbe, por mucho armamento que le haya brindado EUA hasta el momento y mucho crecimiento económico que haya alcanzado. 

No en balde, se habla que una buena parte de los propios taiwaneses, y de sus élites militares y empresariales desean, a escondidas, la reunión con china; finalmente, lo que más les interesa, por encima de las limitaciones a la libertad individual, como el crédito social, y el cual, poco a poco con la Pandemia, ha venido a irse adoptando igualmente en las potencias occidentales, como Canadá, es subirse al carro del éxito económico y la riqueza alcanzadas por el régimen del continente.

Así, mantener la independencia de Taiwan, implicaría, necesariamente, la intervención directa de Washington, rompiendo y pisoteando todos los tratados suscritos con China y los compromisos hechos por Nixon y Kissinger hace 50 años, demostrando la deslealtad y el evidente desdén al Derecho Internacional por parte de EUA, acostumbrado a hacer su voluntad por encima de todos, y ante lo cual, China no dudaría en recurrir a la fuerza, para combatir al fuego con fuego... y estaría justificado.

De este modo, no son los imperios asiáticos autoritarios y conservadores los que son ahora una amenaza a la paz mundial; son las "Democracias" occidentales controladas por oligarquías avariciosas, egoístas y soberbias... aunque quizá por esto mismo, no se llegue a la guerra. Es más, podría ser que la visita de la Pelosi, y posteriormente de una delegación de senadores norteamericanos a Taiwán, sea en realidad, una provocación, pero que se encuentre pactada con Pekín, a fin de brindarle la justificación para la inminente recuperación de la isla.

Veamos: desde la administración Clinton, los Demócratas, partido que se fue convirtiendo de ser el representante de la clase trabajadora en el partido favorito de las élites tecnológica y financiera de nuestro vecino del norte, fueron quienes más favorecieron el crecimiento económico e industrial de China, en aquel entonces bajo el mandato de los Presidentes Jiang Ze Minh y Hu Jintao, quienes fueron, en mucho, más conciliadores con Occidente y establecieron una relación más estrecha con Estados Unidos en los terrenos económicos y comerciales, China era la potencia emergente, patrocinada por Washington, mientras que la relación entre el gigante asiático y Moscú era un tanto distante y fría. Las empresas norteamericanas, sobre todo las del sector tecnológico, pensemos en Apple o Microsoft, trasladaron gran parte de su producción a China, alentadas además por las facilidades y privilegios fiscales que el régimen les brindó, así como por su laxa legislación laboral que les permitía explotar una mano de obra semiesclava.

Fue Trump quien comenzó a tensar las relaciones con China, y lo hizo porque era una consecuencia necesaria de su política de intentar recuperar la primacía y la potencia industrial estadounidense; para ello, tenía que traer de regreso la producción que se había mudado al país oriental, esto, condujo directamente al choque con Pekín, ya presidida por Xi Jinping, quien desde su llegada a la Ciudad Prohibida ha fijado como objetivo de su administración el tomar por asalto la hegemonía mundial. 

Pero no solo fue con China el choque; su confrontación con las élites financiera y tecnológica norteamericanas no se debió solo a la pugna entre conservadurismo y progresismo, sino al enfrentamiento entre una postura nacionalista o patriota, que busca reconstruir la industria norteamericana, creando empleos y buscar la recuperación de zonas ahora deprimidas como Detroit, de la cual, la producción automotriz migró a países del Tercer Mundo en busca de mano de obra más barata, entre ellos, y principalmente, China. El capital no tiene patria, ni lealtades, va hacia dónde puede alcanzar mayores beneficios, y es claro que prefiere invertir donde le resulte más barato producir y así, maximizar las ganancias. Para Bill Gates o Tim Cook, resulta más atractivo tener sus instalaciones de producción de X-Box e Iphones en China a tenerlas en EUA, donde tendrá obreros que exigirán mayores prestaciones laborales y salarios más altos, además de que algunas materias primas: las tierras raras, serán más caras de obtener dado que serían importadas. De este modo, el magnate neoyorkino y su discurso nacionalista resultan peligrosos para sus codiciosos intereses y la relación de mutuo beneficio que han labrado con el Celeste Imperio.

Por otro lado, también se habla de negocios turbios de los Biden en China y de cómo el régimen al parecer cuenta con material comprometedor sobre ello y sobre los gustos sexuales pedófilos de Hunter, hijo del actual mandatario norteamericano y sus adicciones a las drogas... ¿Qué tal si todo se trata de darle a China el pretexto de tomar Taiwán, aduciendo la defensa de su soberanía, y que la autonomía actual de la provincia se ha demostrado peligrosa y justificado en las provocaciones norteamericanas?

Habría que preguntarnos porqué las visitas de Pelosi y de una delegación de congresistas de EUA no vinieron después acompañadas de sanciones económicas contra China por los ejercicios militares amenazantes realizados en respuesta. La realidad es porque no conviene, sólo importaba hacer un show de fuerza para tratar de mostrar que EUA sigue siendo poderoso, y de ahí la impresionante escolta al avión de Pelosi; pero en realidad, ha echado la maldición sobre Taipei... habría que preguntar si el gobierno de la isla ya se dio cuenta de ello.

Napoleón dijo que China era un gigante dormido al que no convenía despertar... doscientos años después, el coloso asiático ha despertado rugiendo. Los Globalistas, creo yo, han sido los "tontos útiles" que movidos por la codicia despertaron y alimentaron a un dragón dormido y anémico. Al final, este dragón, fortalecido y poderoso, les devorará, y no tendrán tiempo ni para lamentarlo. Cuando se den cuenta de que han demolido el poder Occidental que les favoreció para enriquecerse, y se vean despojado de todo por los chinos, habrá sido demasiado tarde.

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