He de confesar que desde niño, la obra de Disney, sea el empresario --antes que cineasta, animador o caricaturista, eso era el viejo Walt-- o el imperio mediático que lleva su nombre, no me ha resultado tan de mi interés, excepto algunas producciones, como por ejemplo, acepto que parte de mi infancia fue ver a Rico McPato, Hugo, Paco y Luis buscar tesoros en las Patoaventuras, que me agradaban algunos cortometrajes de Goofy, en particular aquél en que criticaba el cómo existen personas que se desbocan al conducir un auto y se transforman en energúmenos al volante, (ignoro si alguien en Disney vio cómo son los tapatíos --nativos de Guadalajara, México-- al manejar) o aquellos en que parodia diversos deportes. En cuanto a sus clásicos cinematográficos animados, la verdad es que he visto muy pocos de ellos, quizá Aladdin, Dumbo y Las Locuras del Emperador, siendo ésta última la única que me revuelca de risa, también, la trilogía original de Piratas del Caribe, para mi, es un placer culposo.
En las últimas dos décadas, la casa de Mickey Mouse se convirtió en un gigantesco monopolio, se adueñó de la famosa editorial de historietas Marvel Comics, absorbió a consorcios de medios culturales, como Discovery Channel o National Geographic, compró del inexplicablemente cansado George Lucas los derechos sobre la saga fílmica Star Wars y su productora Lucasfilm, con todas aquellas historias, proyectos y películas con su sello, lo que incluye a Indiana Jones, y finalmente, se adueñó de un estudio rival: Twentieth Century Fox.
A la par que Disney se expandía como un hongo blob, el gigante mediático se fue identificando con la agenda política "progresista", abanderando la ideología de género, la causa del lobby LGBTQ, la inclusión racial en oposición al empleo de personajes de raza blanca anglosajona, y el feminismo; por supuesto, el apoyo al Partido Demócrata y la identificación con su proyecto de país para EUA y la difusión de ese mensaje político. Curiosamente, mientras Donald Trump despotricaba contra las élites del espectáculo y su deriva ideológica, no hacía nada para frenar el crecimiento desenfrenado y el hambre devorador del consorcio mediático. Ni se le ocurrió la posibilidad de aplicar las leyes antimonopolio; como tampoco hizo nada por regular la actuación de las redes sociales, que empoderadas bajo el mandato de Obama como parte del esquema de vigilancia permanente que nos describe Edward Snowden en su libro autobiográfico, finalmente, su crecimiento como figura política y llegada a la Presidencia de la República se debió en mucho a su presencia en ellas, en eso, como en muchas cosas, Trump demostró ser puro "aire caliente".
La pandemia del COVID, sin embargo, ha venido a convertirse en un grave reto incluso para los medios, aún para gigantes como el del ratón. Eso quizá demuestra con gran fuerza lo falaz de las tesis de conspiración y que detrás del coronavirus no existe plandemia alguna, existen, por supuesto, quienes han intentado sacar provecho de la situación, tanto gobiernos como corporaciones y magnates, por supuesto, pero cosa muy distinta es que hayan obtenido o estén consiguiendo lo que quieren.
En el caso de Disney, es claro que quisieron aprovecharse de los confinamientos lanzando su plataforma Disney+, para competir con Netflix, HBO, Amazon Prime y otros servicios similares que intentaron hacer su agosto con la pandemia, confiados en contar con un enorme número de personas encerradas en sus casas, que serían audiencias cautivas que, ávidas de entretenimiento, matarían el tiempo --o lo desperdiciarían, según se quiera ver-- viendo series de TV y películas. Pero han cometido errores.
En primer lugar, resulta sorprendente el fanatismo con el que los consorcios mediáticos han asumido la misión de propagar el "evangelio progresista", sobre todo centrado en temas de género y raza: cambios de raza y de orientación sexual de personajes ya establecidos, como sucede en el ámbito del cómic, tanto en el caso de Marvel como en el de DC, ésta, controlada por Warner, la única competencia que le queda a Mickey, o historias cuyas premisas principales descansan en la cuestión del género, lo que ha venido a cansar al público, a grado tal que las ventas de los tebeos de superhéroes de ambas editoras se encuentran por los suelos tanto en EUA como a nivel internacional, un mercado que poco a poco empieza a ser engullido por el Manga y el Anime japonés, pero además, también en las pérdidas de suscriptores y el desinterés de las audiencias por ver los productos de las grandes casas productoras. Disney además, se ha pasado los últimos años cortejando al público y al gobierno del Partido Comunista chinos, finalmente, un mercado de 1,400 millones de espectadores resulta ser bastante apetitoso como para no buscar atraer su atención... los resultados, sin embargo, han sido decepcionantes, porque, desde la época de Los Tres Caballeros, no ha tratado de adecuar sus producciones a la culturas de sus audiencias, sino explicarlas a éstas desde el punto de vista gringo.
Así, la versión de Disney de Mulan, incluso envuelta en la polémica por una rastrera complicidad de la empresa con el régimen chino, su grosero feminismo y alejamiento a la realidad de los hechos históricos que originaron la leyenda de la guerrera que se enfrentó a los hunos en el siglo II d.C., haciéndose pasar por hombre, fue rechazada por las audiencias del Celeste Imperio, que ya han visto a su cinematografía nacional contar tal historia con mucho mejor apego a los hechos y narraciones al respecto. Raya y el Último Dragón fue vista con desdén, al ser un mal intento de la corporación hollywoodense de apropiarse e interpretar elementos culturales del coloso asiático, y finalmente la próxima Shang-Chi, acerca de un muy, pero muy oscuro personaje del universo de Marvel, que tiene la particularidad de haber sido concebido como chino, pero que no es muy conocido, ni importante en el cúmulo de líneas argumentales construidas por la Casa de las Ideas, y al que pretenden usar para atraer al público asiático; sin embargo, visto el trailer, quedó claro para los chinos que no es más que una visión basada en los estereotipos y preconcepciones de los norteamericanos respecto a ellos, y el Ministerio de Propaganda pekinés la ha rechazado.
Para más INRI, Disney encargó a la Directora Chloe Zhao, ganadora del premio Óscar a mejor directora por Nomadland en la última y desangelada, cuando no agónica entrega de dichos premios, una desertora china que no ha dudado en señalar las mentiras del régimen comunista que preside Xi Jinping, la dirección de la película Eternals, basada igualmente en personajes marvelitas, lo que, por supuesto, ha garantizado que dicha película no será exhibida en el Imperio de los Dragones, y ha dejado a Disney malparada ante la Ciudad Prohibida, pues por un lado pretendía ganarse su benevolencia arrastrándose a los pies del gigante de Asia, y luego contrata a una de sus más famosas opositoras... algo, la verdad, (y por supuesto que reconocemos aquí el valor de la Zhao) francamente estúpido, no se puede quedar bien y desafiar al mismo sujeto al mismo tiempo. Como sea, la relación entre China y no solo Disney, sino el conglomerado del espectáculo y medios norteamericano en general, no deja de, al menos a mí, parecerme sospechoso, y más adelante diré por qué.
Pero esto no queda ahí; recientemente está estallándoles un problema mayúsculo, de parte de quien, quizá, menos podría esperarse que hubiera actuado de esa manera, y seguramente ya muchos de ustedes, estimados lectores, conocen ya de este caso.
Como bien es sabido, la bella y talentosa actriz Scarlett Johansson ha venido interpretando desde hace poco más de diez años al personaje de Natasha Romanova--Black Widow en el Universo Cinematográfico de Marvel Comics, siendo uno de los personajes importantes y que atrae a las audiencias, Johansson, hija de padre danés y madre judía norteamericana, desde niña entró al mundo del filme, una de sus primeras apariciones en pantalla que recuerdo es en la película de los años 90 Causa Justa, basada en una novela del abogado y escritor norteamericano John Grisham, protagonizada por Sean Connery y Lawrence Fishburne, en la que Scarlett, entonces una niña, encarnaba a la hija del gran ex-Bond, quien personificaba a un prestigioso catedrático de Derecho que interviene en la resolución de un caso en el que al parecer un inocente ha sido incriminado de un homicidio.
En adelante, ella ha demostrado que no solamente es una mujer atractiva, sino que posee grandes dotes interpretativas y carisma, asumiendo papeles de lo más disímbolos, algunos incluso premiados, que hemos podido ver en Perdidos en Tokio, al lado de Bill Murray, de Sofía Coppola, en Historia de un Matrimonio, donde sostiene un duelo actoral con Adam Driver, o en Jo-Jo Rabbit de Taika Waititi, así como en la injustamente infravalorada Ghost in the Shell (a mi gusto una muy buena adaptación del clásico del manga, en el que ella está excelente como el personaje principal) y finalmente su papel en las películas de Marvel, una carrera llena de éxitos y que ya le ha labrado un nombre, y con 36 años de edad, se puede decir que está en el mejor momento de su carrera, con todavía mucho camino por recorrer.
Pero aquí viene el caso que nos ocupa: Marvel-Disney desperdició a Johansson al no hacer alguna película en solitario de su personaje Black Widow desde mucho antes, pese al carácter de "estrella" de la actriz y de su arrastre con el público, así como los rasgos y el historial de su personaje --El cual es concebido en los años sesenta, en plena Guerra Fría, en el que Natasha Romanova es reclutada por el Gobierno Soviético para convertirse en una super heroína para el bloque comunista, adquiriendo ciertos poderes arácnidos, no como los de Spider Man, pues estaban basados en tecnología, artes marciales y dotes de asesina y espía, para luchar contra los héroes norteamericanos, infiltrándose en los Vengadores, y finalmente desertando por su relación amorosa con Hawkeye, aunque luego el personaje fue relacionado, principalmente, con el trágico Daredevil-- cuando al fin se decidieron a hacerla, lo hicieron todo mal, veamos por qué:
- El personaje ya estaba oficialmente muerto dentro del canon de la saga fílmica, tras Endgame, con lo que la película sería contada desde la perspectiva de algo ocurrido en el pasado, antes de los acontecimientos del enfrentamiento contra Thanos.
- Fieles a la línea política adoptada por la corporación, el guión de la película se hizo en sentido netamente feminista, mostrando a los personajes masculinos como estúpidos o abusivos y explotadores, y a las mujeres como esclavas abusadas, en el transcurso de la película, se hace mención repetidamente a una "misión en Budapest"... ¿acaso era el proyecto original del guión, antes de inclinarse por la agenda ideológica? tanto Disney como el resto de los medios occidentales han olvidado que la inmensa mayoría del público consumidor de los superhéroes, en cualquiera de los medios en que fuesen presentados, es masculino, si haces una película para en cierta forma insultarlo, denigrarlo o sermonearlo, te va a abandonar, y eso ya ha sido demostrado en innumerables ocasiones.
- En consonancia con ello, Scarlett, que no había dado muestras antes de ser particularmente feminista, o unirse al discurso más radical de éste, participó en una serie de actos de presentación de la película, quejándose de la "sexualización de su personaje"... el hecho es que ella, que igualmente ha aprovechado su atractivo físico para su propio marketing, olvida que una de las características de la Black Widow es, precisamente, su atractivo sexual, como ocurre en la especie de araña en la que está inspirado el personaje, y que utiliza como arma para seducir a sus objetivos en misiones de espionaje. Por lo tanto, la campaña de presentación implicó un daño a la película. La pregunta es ¿qué tanto este tipo de expresiones de las actrices obedece a sus propias convicciones y qué tanto a un mensaje impuesto desde arriba? Después del caso del despido de Gina Carano, parece que la empresa obliga a su elenco de actores a comprometerse con la ideología adoptada oficialmente por ella, castigando las disidencias, en algo totalmente violatorio de derechos tan fundamentales como la libertad de conciencia y expresión.
- Disney celebró un contrato con Scarlett mediante el cual ella recibiría un pago fijo, por concepto de honorarios, de $20 millones de dólares, más aparte un porcentaje de la recaudación que el filme obtuviera por su exhibición en salas de cine y por su proyección en la plataforma Disney+, por ello, aceptó aparecer como Productora Ejecutiva de la película. Supuestamente, se había acordado que el beneficio le sería pagado siempre y cuando la película alcanzara cierto nivel mínimo de recaudación.
- Disney había apostado por el estreno directo en su plataforma de sus proyectos cinematográficos desde el 2020 debido a la pandemia, sin embargo, al darse un progresivo relajamiento de las medidas de confinamiento a lo largo de 2021 --que no de la pandemia, la misma parece ahora azotar con mayor fuerza, ante la mutación del virus y el surgimiento de una nueva cepa: la variante Delta,-- debido a las necesidades económicas, las cadenas de salas de cine exigieron a Disney que estrenara las películas en ellas, de forma que accedió a hacerlo de manera híbrida, las exhibiría, al mismo tiempo, en el cine y en la plataforma.
- Disney + está planteada de forma tal que no solamente pagas la suscripción a ella, sino que además, en el caso de los estrenos cinematográficos, se debe pagar una cuota extra, alrededor de $30 dólares, equivalente a unos $400 pesos mexicanos... muy caro.
- Tras un primer fin de semana aparentemente exitoso, la recaudación tanto en cine como en la plataforma, para la película de Black Widow, se derrumbó estrepitosamente en las semanas siguientes, siguiendo las tendencias de los últimos estrenos de Disney y de muchas otras películas que comparten, todas ellas, el mensaje "progresista", enfilándose a un fracaso que apenas alcanzará a recuperar la inversión.
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