Esta semana se caracterizó por el sorpresivo anuncio del Presidente Peña Nieto de enviar una iniciativa al Congreso de la Unión para prácticamente imponer en todo el país el "matrimonio" homosexual y que estas parejas puedan a su vez, adoptar. Con esto, Peña termina por enajenarse el apoyo popular que aún puede tener en amplios sectores sociales, --la Jerarquía Católica mexicana, que hasta ahora le había guardado cierta cercanía y respaldo, como se mostró en la reciente visita papal, ahora se manifiesta en su contra, por ejemplo-- aunque claro, quizá así pretende también recuperarlo en otros, como la chairiza o aquellos grupos de jóvenes de Izquierda "progresista" o aunque no se identifiquen como tales, se encuentran ya con el "cerebro lavado" para considerar que esto es un avance hacia la mitificada libertad y en la defensa de los tan incomprendidos y manipulados derechos humanos.
La realidad es que esto es la muestra definitiva del naufragio y la derrota de esta Administración a poco más de dos años de concluir, a Peña lo ha derrotado su propia debilidad, su falta de decisión y de enfrentar los problemas y los cuestionamientos como autoridad: ha dejado que se le suban los grupos del magisterio disidente que han venido operando en forma impune en los estados del sureste; la crisis de Seguridad Pública, que si bien en inicio no es de su responsabilidad, --puesto que deriva de las desacertadas decisiones de su antecesor Felipe Calderón, aunque, si se ve más ampliamente, se puede considerar que las raíces de la misma inician desde el fatídico 1994 con los magnicidios de Colosio y Ruiz Massieu o la rebelión Zapatista, para que, durante el mandato de Zedillo, brotase una gran oleada de secuestros y ante el incremento de poder de las organizaciones criminales, se buscase dar respuestas con la creación de la Policía Federal Preventiva, de la mano del entonces Secretario de Gobernación Labastida,-- también es cierto que el manejo que ha dado a la crisis ha sido pésimo y ha intentado más tapar las corruptelas y abusos de las fuerzas armadas y seguridad que realmente hacer un planteamiento que lleve a brindar una mejor defensa de los ciudadanos.
El exceso de confianza del Presidente y su equipo les llevó a pensar en que podían gobernar el país de la misma manera que lo habían hecho en el Estado de México: a través de compadrazgos, favoritismos, tráfico de influencias y corruptelas, todo con el sello del Grupo Atlacomulco, lo que ha abierto multitud de escándalos, como el de la llamada "Casa Blanca" y los contratos millonarios para la constructora HIGA, la casa de descanso del Secretario de Hacienda Videgaray en Ixtapan de la Sal, etc. Aundado a esto, el Presidente ha mostrado una enorme debilidad para contrarrestar movimientos violentos que han surgido, desde su toma de posesión, en contra de sus reformas, fundamentalmente la Educativa, presuntamente impulsados por organizaciones de extrema Izquierda. Dichos movimientos han actuado mediante vandalismo, violencia y pisoteando los derechos de otras personas, como aquellos propietarios de negocios que súbitamente los han visto pintarrajeados, bloqueados y hasta saqueados, por culpa de un gobierno que no impone el orden por temor de ser acusado de autoritario, dictatorial y contrario a los derechos humanos: teme ser comparado con el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz y su actuación represora ante el --nefasto, frívolo e innecesario-- movimiento estudiantil de 1968.
Pero Peña no necesita verse en el espejo de alguno de sus antecesores para ser acusado de contrariar los derechos funtdamentales de las personas, ni necesita ejercer la fuerza contra quienes rompen el . Basta verse en su presente y darse cuenta que la imagen tanto interna como externa de su mandato, en el rubro, es desastrosa: por un lado, si bien las reformas estructurales que ha emprendido, en algunos casos han sido acertadas, como lo es en el caso de la situación laboral de los docentes, abrir a la inversión privada el sector energético o abrir el mercado de telecomunicaciones, también es cierto que en el manejo de la economía y la política fiscal su Administración ha mostrado enorme incompetencia y voracidad; pero además y sobre todo, no ha podido mejorar ni paliar la situación de inseguridad generalizada que se vive en el país y las desapariciones forzadas; como lo he mencionado líneas arriba: en el caso Ayotzinapa, la gente de la calle no duda que los estudiantes de la Normal Rural eran vándalos y muy probablemente estaban a las órdenes de grupos criminales, pero igualmente, parece que su forma de tratar el caso es ocultar que autoridades federales, miembros del ejército y de la policía federal también estuvieron implicados además de los municipales de Iguala, Guerrero. Claro, ahí también pesa el que actúa de forma defensiva ante un caso que se ha pretendido usufructuar políticamente por la Izquierda a través de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) impulsada por su Secretario: el resentido Emilio Alvarez Icaza.
Los casos de probable abuso de autoridad y de fuerza por el ejército y la marina en las operaciones destinadas contra el crimen, las cada vez más fosas clandestinas y hechos de violencia que se suceden en el país, secuestros, desapariciones de jovencitas, la impunidad rampante de exfuncionarios de todos los colores, todo ello plasma una pésima imagen del mandatario que, apenas unos meses antes de los hechos de Iguala, era portada de la revista Time y elogiado por ésta como una especie de salvador para el país por sus reformas; por ello, para Peña resulta fácil subirse al tren del Progresismo y presentarse así, como alguien que secunda a Obama en su irracional política sexual y a la agenda de la Izquierda, reducida, como dice Juan Manuel de Prada a los derechos de bragueta, además, genera una discusión bizantina que se lleva todos los reflectores y sirve de distractor respecto a la discusión de los verdaderos y muy graves, problemas nacionales.
Obama igualmente provoca debates innecesarios, estériles pero largos e interminables y enardecidos en torno ahora a los supuestos derechos de transexuales y los baños públicos para evadir los cuestionamientos al desastre provocado en Medio Oriente y la abierta ayuda a los grupos terroristas e intereses de las monarquías árabes, así como para distraer respecto al imparable ascenso de Donald Trump. Temas como estos han salido de maravilla a los políticos actuales como "hombres de paja" con los que la opinión pública se pueden ocupar mientras lo realmente importante pasa desapercibido. Una gran ayuda para ellos viene de los medios de comunicación: en el caso de México, por ejemplo, resulta en un sentimiento de impotencia comprobar que todos los medios se encuentran entregados a la agenda homosexualista; finalmente, en mayor o menor medida, todos son súbditos de intereses políticos y económicos que han sacado provecho de todo esto.
Sin embargo, existen razones para ser optimistas: las medidas de Obama respecto a los baños han suscitado una reacción importante por 11 gobiernos estatales que consideran que la actitud del Presidente es amenazante e invasora de las esferas locales por su advertencia que de no acatar sus dictados en el tema se retirarán fondos federales, igualmente, una enorme parte de la sociedad civil norteamericana se ha manifestado en contra a través de redes sociales y en la calle, o haciendo boycott a la cadena comercial Target, lo mismo, la iniciativa de Peña, igualmente invasora y contraria al Pacto Federal, ha suscitado en México el surgimiento de una enorme oposición de organizaciones y personas, en Austria, la posición difamada como "extrema derecha" pero que en realidad se opone a las locuras globalistas estuvo a punto de ganar la Presidencia de la República, entre tanto, el actor Elijah Wood habla abiertamente acerca de las perversiones en las altas y muy influyentes esferas de Hollywood, grandes apoyos de Obama y los Clinton... ¿Será el efecto Trump que está llevando a la "mayoría silenciosa" a finalmente hacer ruido y expresar abiertamente lo que piensa ante la reingeniería social? Es posible, de ser así, tal vez estemos ante el inicio de una gran revolución conservadora que nos lleve a recuperar el sentido común.
El exceso de confianza del Presidente y su equipo les llevó a pensar en que podían gobernar el país de la misma manera que lo habían hecho en el Estado de México: a través de compadrazgos, favoritismos, tráfico de influencias y corruptelas, todo con el sello del Grupo Atlacomulco, lo que ha abierto multitud de escándalos, como el de la llamada "Casa Blanca" y los contratos millonarios para la constructora HIGA, la casa de descanso del Secretario de Hacienda Videgaray en Ixtapan de la Sal, etc. Aundado a esto, el Presidente ha mostrado una enorme debilidad para contrarrestar movimientos violentos que han surgido, desde su toma de posesión, en contra de sus reformas, fundamentalmente la Educativa, presuntamente impulsados por organizaciones de extrema Izquierda. Dichos movimientos han actuado mediante vandalismo, violencia y pisoteando los derechos de otras personas, como aquellos propietarios de negocios que súbitamente los han visto pintarrajeados, bloqueados y hasta saqueados, por culpa de un gobierno que no impone el orden por temor de ser acusado de autoritario, dictatorial y contrario a los derechos humanos: teme ser comparado con el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz y su actuación represora ante el --nefasto, frívolo e innecesario-- movimiento estudiantil de 1968.
Pero Peña no necesita verse en el espejo de alguno de sus antecesores para ser acusado de contrariar los derechos funtdamentales de las personas, ni necesita ejercer la fuerza contra quienes rompen el . Basta verse en su presente y darse cuenta que la imagen tanto interna como externa de su mandato, en el rubro, es desastrosa: por un lado, si bien las reformas estructurales que ha emprendido, en algunos casos han sido acertadas, como lo es en el caso de la situación laboral de los docentes, abrir a la inversión privada el sector energético o abrir el mercado de telecomunicaciones, también es cierto que en el manejo de la economía y la política fiscal su Administración ha mostrado enorme incompetencia y voracidad; pero además y sobre todo, no ha podido mejorar ni paliar la situación de inseguridad generalizada que se vive en el país y las desapariciones forzadas; como lo he mencionado líneas arriba: en el caso Ayotzinapa, la gente de la calle no duda que los estudiantes de la Normal Rural eran vándalos y muy probablemente estaban a las órdenes de grupos criminales, pero igualmente, parece que su forma de tratar el caso es ocultar que autoridades federales, miembros del ejército y de la policía federal también estuvieron implicados además de los municipales de Iguala, Guerrero. Claro, ahí también pesa el que actúa de forma defensiva ante un caso que se ha pretendido usufructuar políticamente por la Izquierda a través de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) impulsada por su Secretario: el resentido Emilio Alvarez Icaza.
Los casos de probable abuso de autoridad y de fuerza por el ejército y la marina en las operaciones destinadas contra el crimen, las cada vez más fosas clandestinas y hechos de violencia que se suceden en el país, secuestros, desapariciones de jovencitas, la impunidad rampante de exfuncionarios de todos los colores, todo ello plasma una pésima imagen del mandatario que, apenas unos meses antes de los hechos de Iguala, era portada de la revista Time y elogiado por ésta como una especie de salvador para el país por sus reformas; por ello, para Peña resulta fácil subirse al tren del Progresismo y presentarse así, como alguien que secunda a Obama en su irracional política sexual y a la agenda de la Izquierda, reducida, como dice Juan Manuel de Prada a los derechos de bragueta, además, genera una discusión bizantina que se lleva todos los reflectores y sirve de distractor respecto a la discusión de los verdaderos y muy graves, problemas nacionales.
Obama igualmente provoca debates innecesarios, estériles pero largos e interminables y enardecidos en torno ahora a los supuestos derechos de transexuales y los baños públicos para evadir los cuestionamientos al desastre provocado en Medio Oriente y la abierta ayuda a los grupos terroristas e intereses de las monarquías árabes, así como para distraer respecto al imparable ascenso de Donald Trump. Temas como estos han salido de maravilla a los políticos actuales como "hombres de paja" con los que la opinión pública se pueden ocupar mientras lo realmente importante pasa desapercibido. Una gran ayuda para ellos viene de los medios de comunicación: en el caso de México, por ejemplo, resulta en un sentimiento de impotencia comprobar que todos los medios se encuentran entregados a la agenda homosexualista; finalmente, en mayor o menor medida, todos son súbditos de intereses políticos y económicos que han sacado provecho de todo esto.
Sin embargo, existen razones para ser optimistas: las medidas de Obama respecto a los baños han suscitado una reacción importante por 11 gobiernos estatales que consideran que la actitud del Presidente es amenazante e invasora de las esferas locales por su advertencia que de no acatar sus dictados en el tema se retirarán fondos federales, igualmente, una enorme parte de la sociedad civil norteamericana se ha manifestado en contra a través de redes sociales y en la calle, o haciendo boycott a la cadena comercial Target, lo mismo, la iniciativa de Peña, igualmente invasora y contraria al Pacto Federal, ha suscitado en México el surgimiento de una enorme oposición de organizaciones y personas, en Austria, la posición difamada como "extrema derecha" pero que en realidad se opone a las locuras globalistas estuvo a punto de ganar la Presidencia de la República, entre tanto, el actor Elijah Wood habla abiertamente acerca de las perversiones en las altas y muy influyentes esferas de Hollywood, grandes apoyos de Obama y los Clinton... ¿Será el efecto Trump que está llevando a la "mayoría silenciosa" a finalmente hacer ruido y expresar abiertamente lo que piensa ante la reingeniería social? Es posible, de ser así, tal vez estemos ante el inicio de una gran revolución conservadora que nos lleve a recuperar el sentido común.
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