Durante este periodo vacacional, tuve oportunidad de sumergirme en una obra maestra de la televisión: The Killing, en particular sus dos primeras temporadas filmadas en los años 2011 a 2012.
Basada en la serie original danesa Forbrydelsen, --y la supera enormemente, pues la producción escandinava, si bien excelente, tiene huecos o errores en el guión que fueron tapados y corregidos en la norteamericana-- la serie gira en torno a la detective Sarah Linden y su sustituto/compañero Stephen Holder, encarnados por la actriz norteamericana Mireille Enós y el sueco Joel Kinnaman de manera excelente, de hecho, lo que más destaca es el extraordinario trabajo histriónico de todo el elenco, junto con la ambientación y la fotografía, en una oscura, lluviosa y opresiva Seattle, mientras investigan la desaparición y asesinato de una adolescente, en una trama en la que se mezclan intereses políticos y cuestiones sociales tratados con apertura y realismo que no son tratados por lo general en series de TV de corte policiaco más convencionales como CSI o Rizzoli & Isles, (serie con chispazos de humor y de acción bien logrados pese a encontrarse en los lugares comunes de siempre del género, protagonizada por Maggie Harmon, ex-Ley y el Orden y Sasha Alexander, en la que las "buenas conciencias" de la progresía quieren ver lesbianismo y lo único que se percibe es la fuerte amistad entre dos "comadres": una detective y una forense que trabajan para la Policía de Boston, como en su tiempo lo fue la serie --mucho más abocada al drama-- ochentera Cagney y Lacey) o la también excelente Murder in the First, misma que, ambientada en la aparentemente más luminosa San Francisco acusa una gran influencia recibida de la serie que aquí se reseña.
En The Killing, la muerte de una adolescente en medio de un bosque cercano a la ciudad destapa una caja de pandora en que se muestran sin ambages la desintegración de las familias, la corrupción ante el hermanamiento de intereses privados con los políticos, la sucia estrategia de las campañas electorales, la influencia o colaboración del crimen organizado en ellas y el problema de la inmigración, todo esto aderezado con gran emoción y suspenso, resultando verdaderamente adictiva, a grado tal que uno no puede dejar de verla por horas.
La tercera temporada, por su parte, quizá es menos intensa que las dos primeras y tiene al principio un ritmo más lento y pesado, y trata de un caso diferente, relacionado sin embargo, con algunos hechos referidos dentro de las primeras dos temporadas, aunque quizá nos pone en evidencia el futuro que le esperaba a la víctima del caso contenido en esas dos primeras etapas del serial, una chica soñadora que deseaba fugarse de casa y recorrer el mundo, pero que, al igual que las adolescentes que aparecen en la tercera temporada, muy probablemente hubiera acabado engrosando los cinturones de miseria --que, como en ninguna otra producción estadounidense, aquí aparecen--de la propia urbe norteña, y atrapada por la droga y la prostitución. Sin embargo, la serie se termina por centrar más en las circunstancias personales de la pareja protagonista, teniendo un final bastante sorpresivo y angustiante respecto a cuál será el destino de la heroína Sarah Linden, lo que obliga a ver la Cuarta y corta temporada, en la que habrá un desenlace que no se antoja positivo u optimista.
Esta serie llega de la mano de la plataforma Netflix, misma que está sirviendo para generar una serie de producciones televisivas independientes, o el rescate de aquellas que, teniendo bajo número de audiencia en la TV convencional, tiene sin embargo una fidelísima base de fans, como está ocurriendo con Hannibal, cancelada tras la finalización de su tercera temporada en la TV abierta de EUA. Como sea, se agradece este tipo de producciones: sinceras, veraces y realistas que se atreven a romper con el molde tradicional de la policía retratada en innumerables series y películas desde los inicios de estos medios en Hollywood: ante las revelaciones de la violencia e impunidad que se están dando en nuestro vecino del norte en el proceder de sus cuerpos de policía y seguridad, es muy positivo que estas series ilustren un nuevo ángulo sobre el que se retratan estos temas en apariencia tan repetitivos en los medios norteamericanos, tan obsesionados con la seguridad y hacer propaganda de un sistema de Justicia que presumía de ser inmaculado.
En definitiva, una serie 100% recomendable, no dejen de verla.
Esta serie llega de la mano de la plataforma Netflix, misma que está sirviendo para generar una serie de producciones televisivas independientes, o el rescate de aquellas que, teniendo bajo número de audiencia en la TV convencional, tiene sin embargo una fidelísima base de fans, como está ocurriendo con Hannibal, cancelada tras la finalización de su tercera temporada en la TV abierta de EUA. Como sea, se agradece este tipo de producciones: sinceras, veraces y realistas que se atreven a romper con el molde tradicional de la policía retratada en innumerables series y películas desde los inicios de estos medios en Hollywood: ante las revelaciones de la violencia e impunidad que se están dando en nuestro vecino del norte en el proceder de sus cuerpos de policía y seguridad, es muy positivo que estas series ilustren un nuevo ángulo sobre el que se retratan estos temas en apariencia tan repetitivos en los medios norteamericanos, tan obsesionados con la seguridad y hacer propaganda de un sistema de Justicia que presumía de ser inmaculado.
En definitiva, una serie 100% recomendable, no dejen de verla.
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